Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
En una traducción de Edipo Rey, el desafortunado (anti)héroe se lamenta de su triste destino y se queja de que se ha visto “liado en una intrincada red de causas”. Estas palabras pueden aplicarse para muchas otras situaciones y Somalia es la expresión perfecta de la metáfora. Su disfunción tiene tantos factores causales potenciales que […]
En una traducción de Edipo Rey, el desafortunado (anti)héroe se lamenta de su triste destino y se queja de que se ha visto “liado en una intrincada red de causas”. Estas palabras pueden aplicarse para muchas otras situaciones y Somalia es la expresión perfecta de la metáfora. Su disfunción tiene tantos factores causales potenciales que quién sabe por qué el país es un maldito caos.
¿Puede que el origen de todos los problemas sea la completa estupidez de sus “amos” coloniales? ¿O será por la constelación de sultanatos separatistas? O, mejor todavía, habrá que echar la culpa a la Guerra Fría, cuando los soviéticos apoyaron hasta el final al francamente repugnante dictador Mohammed Siad Barre. O tal vez sea el apoyo que Estados Unidos prestó a los señores de la guerra que sucedieron a Barre la causa del actual desmadre. O la ausencia total de instituciones funcionales del Estado. ¿Será por los sueños secesionistas de Somalilandia y Puntlandia? ¿O por el respaldo de los saudíes a los fundamentalistas de Al-Shabaab? Podría tener sentido si quieres controlar el vital Golfo de Adén.
No hay una respuesta: la red de causas potenciales es demasiado intrincada. Al-Shabaab controla gran parte del territorio (fuera de los mayores núcleos de población). Y, en estos tiempos, eso supone estar a merced del fuego de los abundantes drones con permiso para matar en cualquier momento del día. Es un “entorno tan rico en objetivos” que los drones de la CIA están por todas partes. Despegan desde portaviones o desde las sorprendentemente numerosas bases regionales estadounidenses, incluyendo una secreta en el mismo Mogadiscio, según informa el infatigable Jeremy Scahill.
Somalia, bendecida con el litoral más extenso del continente, fue un tiempo un afamado puerto comercial medieval (la región nororiental de Somalia, conocida como Puntlandia, está estratégicamente situada a lo largo del flanco meridional del Golfo de Adén). Pero sus riquezas se han evaporado. Hoy en día es un desierto cívico sin apenas instituciones funcionales. El “país” tiene una población de unos 16 millones, entre 1,5 y 2 millones desplazados internos, la mayoría a causa de la violencia aleatoria de Al-Shabaab, de las fuerzas estatales que les combaten, o de los drones.
Es una versión especialmente intrincada de Estado fallido africano, eso seguro. Al menos un millón de refugiados han huido de la región. Muchos cientos de miles se han visto obligados a buscar asilo en los países vecinos (Kenia, Yibuti y Etiopía) desde 1991, cuando Barre fue asesinado y se inició el actual ciclo de inhumanidad. Eso son 30 años, contados en sangre somalí.
La problemática actual procede de un desgraciado cúmulo de circunstancias. Ningún factor, ningún vector resulta prometedor. Las superpotencias dejaron en el limbo a Somalia y Barre anegó el país en corrupción e iniquidad. En la actualidad, la república se está desmoronando, la autoridad central no es sino un sueño color de rosa y la violencia está por todas partes.
Los candidatos opositores a la presidencia están cabreados por el retraso de las elecciones. Afirman que el presidente en funciones, Abdullahi Mohamed ha saboteado el proceso electoral para extender su jefatura suprema. Como siempre, el tema es complejo. Pero las personas corrientes, asoladas por la pobreza desde hace tiempo, subsisten aterrorizadas a duras penas en la región. Han sufrido la plaga de la guerra, luego la de las langostas, luego la sequía. Su vida es un infierno. Después de 30 años, la solución no se vislumbra por ningún lado.
John Clamp es editor de Maqshosh
Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/03/08/somalia-a-knotted-web-of-causes/
La presente traducción puede reproducirse libremente siempre que se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente de la misma.
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