Por Richard Canan. Resumen Latinoamericano, 20 de mayo de 2021.
Que sí, que no. En el rancho ardiente de Guaidó todo es un arroz con mango. Un enredo de grandes magnitudes. Peor que el cuento del despistado cangrejo. Sus malabares y morisquetas lo han dejado con las patas para arriba. Ha abierto tremenda trifulca en el seno de la derecha fascista que durante años se ha decantado por el golpismo y la generación de violencia, impulsando los bloqueos criminales, intentando magnicidios, invasiones marítimas y demás artimañas terroristas.
Alejados ya del espíritu democrático, le perdieron el gusto a tener que contarse ante el pueblo soberano, caminar por las calles o hablar directamente con la gente pidiendo el voto casa por casa, explicando directamente sus propuestas de gobierno. Estropearon todos los modos de hacer política de altura, con debate, con ideas. De seguro se encontrarán con calles vacías, con puertas cerradas, con la realidad de que el pueblo les da la espalda y los aborrece por su rol protagónico en la generación de violencia y en el bloqueo que impide las más elementales operaciones de compra de medicinas, vacunas y alimentos.
En todo caso, bienvenidos de nuevo al juego electoral, a la senda democrática. Bien bueno que participen en elecciones. Que se midan. Que tengan que pasar por el dictamen del electorado venezolano, el que dirá la última palabra. Si los favorece con el voto o los lanza al basural de la historia por todas sus agresiones en contra de la patria. Eso se verá claramente en las elecciones regionales y locales del mes de noviembre.
El juicio de la historia avanza implacable. Por eso vemos con total cara de cinismo y desespero al vocero del ala extremista de la oposición, el fantoche Juan Guaidó. En su nueva faceta de trapecista, tuvo que salir a recoger su mantra fracasado dando tumbos en la cuerda floja. Ya no hay cese de la usurpación, nada de salidas violentas, ni golpes de Estado.
Con el rabo entre las piernas soltó un colorido discurso de resignación, en términos que demuestra el torbellino y la dispersión en las filas opositoras. Con su verbo fútil lanzó que ahora sí cree que hay “una ruta factible y clara” y sacando del sombrero una nueva propuesta mágica de “Salvación Nacional”, afirma que las “elecciones libres y justas son el paso fundamental para lograrlo”. Entiende el disociado Guaidó que debe haber un “Acuerdo” entre todos los actores. Pero sabe de antemano que las distintas corrientes internas que lo adversan ya están en la calle haciendo campaña, por eso reclama con amargura que “Necesitamos unión y dirección. Necesitamos la mayor y mejor unión posible. Unión y unidad, no es unanimidad”. Que desespero. Guaidó huele a formol y a guayabera. Sabe que en cualquier elección interna quedaría sin el chivo y sin el mecate. Y la verdad es que en la oposición nunca le han hecho mucho caso a sus disparates.
Desde la comodidad de su lujoso hábitat en Bogotá, el “diplomático”, sibarita y jeque, Don Julio Borges, también está tragando grueso y hace silencio metiéndose la lengua en el rabo para no dividir más las diversas posturas de su amarillento partido Primero Justicia. En sus parlanchinas e incontinentes redes sociales solo hay mutis sobre el tema del escenario electoral y la participación de su partido. A duras penas declaró públicamente sobre su beneplácito por el sangriento genocidio que el colonizador israelí ejerce impunemente sobre el pueblo palestino. Avalar el “Derecho de Israel de ejercer la legítima defensa” es apoyar su perverso plan de anexión territorial, con el desplazamiento humano y el exterminio total del pueblo palestino. Una posición lacaya y vergonzosa arrastrada a los pies del imperio norteamericano. Borges es un burdo personaje, un cobarde que ni siquiera se atreve a contradecir a su compañero de partido, Carlos Ocariz, que anda por las calles reconociendo que “el pueblo está harto, desencantado del liderazgo opositor, de nuestra forma de hacer política”. Que desnalgue, que relajo tan feo.
Volviendo a las forzadas palabras de Guaidó, su cambio de discurso es un guion escrito desde el Pentágono. Esta triste marioneta cumple instrucciones de sus amos de la Casa Blanca. Ese es el problema de los lacayos-peones, no tienen autonomía ni criterio propio. Son piezas de cambio que los gringos van utilizando y desechando de acuerdo a sus intereses y conveniencias. Guaidó mismo es un don nadie, sin arraigo, peso o historial político. Será despachado a las primeras de cambio. Su gobierno de Twitter (puro MediaLab) no cuajó ni siquiera entre la derecha opositora que desencantada ya mira otros horizontes, bien alejados de la amarga desventura del “cese de la usurpación”.
Por lo pronto, quedan seis meses por delante para preparar la ruta electoral que le permitirá al pueblo votar por los gobernadores, diputados de los Consejos Legislativos, alcaldes y concejales. Elegir con total libertad, defendiendo como siempre sus valores democráticos. Nadie nos quitará el pleno ejercicio de nuestros derechos políticos. Ni Leopoldo López, ni Julio Borges, ni Juan Guaidó. Los pueblos nunca seguirán la senda de los apátridas que lo traicionan.
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