Cuando el 17 de junio de 1970, una compañía de la legión española al mando del capitán Arcocha disparaba indiscriminadamente contra una concentración pacífica de ciudadanos saharauis inermes en la explanada de Zemla causando muertos y heridos, a nadie se le ocultó la gravedad de este proceder y la certeza de que una época apacible pero falsa había concluido, como señaló el militar e historiador Diego Aguirre.
Si unas horas antes se enfrentaban dos formas de entender el proceso descolonizador del Sahara Occidental, los disparos del ejército español destruyeron la posibilidad de un entendimiento pacifico entre las partes y abrió un abismo entre ellas, convirtiéndolas en enemigos difícilmente reconciliables, empujando al joven nacionalismo saharaui a explorar nuevas vías de lucha para conseguir sus legítimos derechos a la independencia.
Unos meses antes, el 11 de diciembre de 1969, se había constituido el Movimiento de Vanguardia para la Liberación del Sahara, como la expresión del proceso de maduración de las condiciones necesarias para iniciar un camino pacifico en dirección a la independencia del territorio a través de una fase inicial de consenso y colaboración con la administración española.
Los primeros síntomas del advenimiento de este movimiento, se manifestaron un año antes mediante un documento que el líder de esta organización Mohamed Sidi Brahim Basiri, envió a las autoridades del territorio, donde mencionaba con claridad los peligros que amenazaban al Sahara Occidental, los errores e irresponsabilidades cometidas por España, las necesarias trasformaciones políticas, económicas y sociales y el marco idóneo para para buscar soluciones justas reorientando la situación hacia un proyecto político de futuro a través de la cooperación y el equilibrio de intereses.
En este primer manifiesto, se rechaza las reivindicaciones territoriales de los países vecinos y censura al gobierno español por entregar ilegalmente la provincia saharaui del Draa , sin consultar a sus habitantes, y sin tener autoridad ni potestad para proceder de esa forma, máxime cuando la administración española se encontraba en el Sahara Occidental con el beneplácito de los saharauis, los cuales nunca fueron dirigidos ni gobernados por ningún gobierno extranjero, ni nadie pisó el territorio en calidad de jefe, sultán o delegado de estos.
Con relación al proyecto político, la cuestión fundamental en torno a la cual giran las demás medidas la constituye la necesidad impostergable de otorgar la independencia al territorio a través de unas negociaciones entre España y los representantes saharauis. Esta independencia requería de un periodo transitorio durante el cual se establecerían las estructuras administrativas pertinentes que impidieran crear un vacío de poder y permitiera la colaboración gradual con España.
Para facilitar la gobernabilidad del futuro estado se estimaba necesario la adopción de otra serie de medidas dirigidas a desmantelar las estructuras de poder colonial comenzando por la abolición de la Asamblea de notables tribales y su sustitución por ciudadanos elegidos democráticamente, desplazando el centro de toma de decisiones de la precariedad tribal al pueblo como depositario de la soberanía. Estas medidas se complementaban con una serie de proyectos de índole social y económicos necesarios para garantizar el bienestar ciudadano y la correcta dirección de los asuntos públicos.
Si hasta ese momento los dos elementos que configuraban la realidad política interior en el Sahara estaban representados por el ministerio de asuntos exteriores y presidencia del gobierno que desde Madrid movían los hilos en la colonia a través de sus apéndices locales, surge ahora un nuevo factor que va a ser determinante en el devenir de los acontecimientos, el nacionalismo saharaui, sobre el que se va a vertebrar las aspiraciones populares, más allá de la arquitectura tribal considerada por las autoridades españolas la única forma de administración territorial. El Movimiento de Vanguardia para la liberación del Sahara, irrumpe con fuerza en el escenario político con voz propia y la legitimidad que le da ser el representante saharaui, arrebatando el discurso y la iniciativa a los otros actores.
Con la creación de esta primera estructura organizativa sobre pilares modernos, se reubican los conceptos y se nacionaliza la solidaridad de grupo, con absoluta autonomía en los intereses y las decisiones, alejadas de las anteriores luchas globales en la región que solo crearon frustración y desengaños. Después de la luchas contra el colonialismo francés en Mauritania, del apoyó a la independencia de Marruecos con gestas tan notables como el combate de Tchera, y la posterior traición de la monarquía alauita arrebatando la región saharaui del Draa en colaboración con el gobierno de Madrid, se mostraron erróneas las aspiraciones de los combatientes saharauis de alejar las diferencias y acercar los elementos de identidad comunes, sobre los que pretendían construir un espacio que permitiera la libertad de toda la región como inicio del proceso de construcción de un área de cooperación y desarrollo potenciado por un pasado de resistencia compartido.
Los saharauis se encuentran entonces en un nuevo contexto donde perciben que son capaces de realizar acciones de importancia frente a la ocupación española y comienzan a ser tenidos en consideración por los países vecinos. La participación en la lucha, en un marco regional de forma activa, como en tiempos pasados, se supera y se individualiza en términos nacionales.
Para el gobierno español constituyó una sorpresa la rapidez con que el Movimiento se implanto entre la población e infiltró los sectores de la administración colonial considerados muy sensibles como la policía, el ejército, y todos los departamentos, incluyendo la Asamblea que consideraban el órgano de control de la población más importante. Este descubrimiento fue una demostración clara y preocupante de la fragilidad del poder español y en adelante constituyó un sentimiento de inseguridad general que se extendió a todos los ámbitos de su autoridad.
Mucho se ha hablado y escrito sobre la verdadera cifra de muertos y heridos ocasionadas por las fuerzas de represión españolas el 17 de junio, posiblemente nunca se sepa con exactitud, lo que si es cierto es que la reacción desmedida del ejército, utilizando un grado de violencia desproporcionado que no se correspondía con el problema al que se enfrentaba, tuvo como consecuencia inmediata las muertes ocasionadas, pero desde el punto de vista político y de las perspectivas de conservar la colonia con un mínimo de garantías de seguridad y colaboración local, quedo seriamente cuestionada.
Desde ese día se comenzó una amplia campaña de detenciones, encarcelamientos y torturas que abarcó a más de seiscientas personas. La mayor parte de los detenidos pertenecían a lo que se denominaban tropas nativas, es decir, la Agrupación de Tropas Nómadas y la Policía Territorial. La lista se completa con representantes de casi todos los sectores sociales saharauis; trabajadores de las pistas, empleados de la empresa de fosfatos, comerciantes, interpretes, miembros de los servicios de seguridad…etc.
Una de las lecciones que se extraen del levantamiento popular, es que dio al movimiento de liberación una inestimable experiencia para luchar contra la dominación extranjera, acelerando el proceso de toma de conciencia en los sectores saharauis rezagados por la obra colonial o la política de absorción emprendida entre los refugiados por Marruecos y Mauritania.
A lo largo de la historia, los movimientos populares y las dinámicas sociopolíticas suelen ser factores determinantes en los cambios políticos que se dan en los pueblos, como resultado de la cristalización, en un momento dado, de numerosas voluntades anónimas. Empero, es verdad que ciertas personalidades individuales suelen desempeñar un papel protagonista, no solo como vectores fundamentales en determinadas situaciones trascendentes, sino como detonantes necesarios para ocasionar transformaciones colectivas.
En este caso, figuras como Mohames Sidi Brahim Basiri, secretario general del Movimiento de Vanguardia para la Liberación del Sahara, asesinado por España en julio de 1970, o Luali Mustafa Sayed, muerto en combate el 9 de junio 1976, fueron dirigentes determinantes en la organización, rearme ideológico, avance y madurez del proceso de liberación del pueblo saharaui y en la configuración y realce de un nuevo nacionalismo en el Sahara Occidental.
* Diplomático saharaui, Dr. en Historia. https://porunsaharalibre.org
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