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19 junio 2021

J. A. Hobson, un precursor de la heterodoxia (I)

Fuentes: Viento Sur

John Atkinson Hobson (1858-1940) es conocido, sobre todo, por su libro sobre el imperialismo. Pero su considerable obra constituye una formidable arma crítica, de la que esta contribución trata de dar cuenta. La primera parte se centra en la relación entre Hobson y Keynes, mientras que la segunda está dedicada a la huella que dejó Hobson en el pensamiento económico contemporáneo.

De Lenin a Keynes

Estudio del imperialismo1/ fue publicado en 1902. Lenin se refirió a él varias veces en su propia contribución, El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito durante su exilio en Zurich2/. En el prefacio de la edición rusa, dice que utilizó “la principal obra inglesa sobre el imperialismo, el libro de J. A. Hobson, con toda la atención que creo que merece este escrito”. Rinde homenaje a su “excelente y detallada descripción de las principales características económicas y políticas del imperialismo”, que opone a la teoría del “ultraimperialismo” apoyada por Kautsky.

Lenin no se olvida de señalar que Hobson adoptó “un punto de vista social-reformista burgués y pacifista”. De hecho, Hobson era entonces una figura prominente del nuevo liberalismo encarnado por un partido liberal que promovía reformas sociales. En 1916, el Partido Liberal adoptó una política resueltamente belicista y Hobson dimitió. Se unió al Partido Laborista Independiente (Independent Labour Party) en 1919, y después al Partido Laborista.

El trabajo de Hobson es considerable: ¡53 libros en 49 años! (de los cuales, que sepamos, ninguno ha sido traducido al francés, ni siquiera el del imperialismo). Fue una lucha completamente heterodoxa, incluso herética, por retomar el título de su autobiografía3/. Hobson desafiaba claramente uno de los supuestos fundamentales del liberalismo clásico, a saber, la idea de que un trabajador o trabajadora “debería ser libre de vender su trabajo como mejor le parezca”. Esta supuesta libertad de trabajo equivale, según él, a la “libertad de trabajo como la entiende su empleador”, mientras que el trabajador/a no es “una unidad aislada, cuyo contrato de trabajo sólo le concierne a él ya su empleador”4/.

Hobson apoyó la institución del salario mínimo y buscó desafiar el argumento clásico (y aún actual) que resumió en una conferencia: “Los opositores a la legislación sobre salario mínimo argumentan que conduciría a una reducción en el volumen de empleo en sectores sujeto al sweating system, que no sería compensado por un aumento correspondiente en el empleo en otras ramas; en definitiva, que agravaría el problema del desempleo”5/.

Las propuestas de Hobson se inspiran notablemente en la obra de Ludwig Stein, La question sociale au point de point de vue philosophique6/. Hobson asume el proyecto de un “mínimo de subsistencia” que podría “ser obtenido en parte por el empleo público, en parte por la influencia ejercida directamente por la industria estatal en el mantenimiento de las condiciones de trabajo y salarios dignos en la industria privada, en parte a través de la recaudación de impuestos”. Hobson se refiere favorablemente a la política alternativa propuesta por Stein, que buscaría restringir el “poder económico de los capitalistas privados”, y que se basa en “la tributación de la renta, la propiedad y la herencia”7/. Sin duda es superfluo advertir la similitud de estas propuestas con las de Thomas Piketty en su último trabajo (Capitalismo e ideología) que, por otra parte no cita a Hobson, como tampoco el anterior (El capital en el siglo XXI).

La primera patada en el hormiguero

En 1889, Hobson publicó The Physiology of Industry8/ coescrito con Albert F. Mummery. Este libro pone los puntos sobre las íes, ya que se presenta como un “enunciado de ciertos errores en las teorías económicas existentes”. La idea principal es lo que Keynes llamará más tarde la “paradoja del ahorro” (paradox of thrift): un exceso de ahorro provoca una caída de los ingresos que reduce la capacidad de ahorrar. Esta paradoja está vinculada a una distribución de la renta desfavorable a los y las asalariados/as. La acusación es virulenta: “los ahorros son la fuente de la riqueza nacional y cuanto más ahorrativa es una nación, más rica se vuelve. Ésta es la doctrina común a casi todos los economistas; hay muchos entre ellos que adoptan un tono de dignidad muy moral para demostrar el valor infinito del ahorro; en su aburrida canción es la única nota que ha complacido el oído del público “(este pasaje será citado por Keynes en la Teoría General).

En este libro de Hobson ya encontramos otras ideas heterodoxas que desarrollará más adelante: dudas sobre la efectividad del libre comercio en caso de subempleo, escepticismo sobre los mecanismos de autorregulación, etc. Pero fue su asalto a las supuestas virtudes del ahorro lo que le valió la prohibición de enseñar economía política en la Universidad de Londres y en Oxford.

En su autobiografía9/, Hobson relata que esta exclusión se debió “a la intervención de un profesor de economía que había leído mi libro y lo consideraba equivalente, en términos de racionalidad, a un intento de demostrar que la tierra era plana». La razón principal de esta marginación fue, obviamente, que este libro fue visto como un ataque a los fundamentos de la economía dominante. Como atestigua la reseña de Francis Edgeworth: “estos campeones de la paradoja han elegido un campo de batalla muy difícil en el que se enfrentan con un adversario formidable. Atacan la posición de [John Stuart] Mill de que los ahorros enriquecen tanto a la comunidad como al individuo, mientras que el gasto empobrece […] Nuestros autores violan descaradamente el sólido principio de que una doctrina debe ser juzgada según la presenten sus mejores defensores. No es denigrar su competencia decir que realmente no han aclarado puntos que han sido dejados en cierta oscuridad por los más distinguidos economistas”10/.

Otro relato proviene de un economista que merece la pena citar: “Hablan de las teorías de J. S. Mill como de un credo, de su propia divergencia en relación con la escuela ortodoxa y los dogmas aceptados hoy, expresiones que no tienen ningún significado aplicado a la economía». Esta idea implica que los términos credo, ortodoxia o dogma no son apropiados, ya que se trata de ciencia. Se puede añadir la de la blasfemia cuando el mandarín advierte sin sorpresa que, según los autores, “los bajos salarios son el resultado de un exceso de ahorro por parte de los miembros más ricos de la sociedad”11/. Atacar a la ciencia y a los ricos era demasiado.

La tesis de Hobson y Mummery también iba en contra de la idea sostenida por las clases dominantes de la época de que la difícil situación de los pobres se debía en parte a su incapacidad para ahorrar y que era necesario animarles a hacerlo. Es por eso que la invitación de la Charity Organisation Society a Hobson a dar una conferencia sobre economía fue retirada abruptamente. Hobson se daría cuenta más tarde de que “pareciendo cuestionar la virtud de un ahorro ilimitado, había cometido un pecado imperdonable”.

Hobson y Keynes

La relación de Hobson con Keynes es bastante reveladora de cómo los economistas recibieron sus contribuciones, oscilando entre la negación y las expresiones de interés. Habían comenzado muy mal en 1913, con la publicación de un libro de Hobson que trataba esencialmente de teoría monetaria12/. La recensión del joven Keynes -tenía 30 años- fue muy pérfida: “abordamos un nuevo libro del Sr. Hobson con sentimientos encontrados. Uno esperaría encontrar algunas ideas estimulantes así como alguna crítica inteligente de la ortodoxia de parte de un espíritu independiente. Pero también nos preparamos para muchas falacias e interpretaciones erróneas, y a un pensamiento falsificado (perverse)”13/.

La conclusión de Keynes es coherente con esta dura introducción: “hay un grupo de individuos intelectualmente aislados que, llevados por una inclinación natural de su alma, reflexionan sobre la teoría monetaria según sus enfoques específicos y categóricos, supersticiosos o delirantes, cuya verdad es de orden metafísico más que objetivo, si se puede hablar de verdad. Aquí encontrarán sus intuiciones expresadas en una forma plausible y mejor elaborada de lo que podrían haberlo hecho ellos mismos. El señor Hobson nos ofrece la mitología del dinero, intelectualizada, actualizada al gusto del día periodístico, muy sutilmente combinada (y esto es lo que la distingue de otras contribuciones) con concesiones temporales a la razón”. Es cierto que la teoría monetaria ha dado siempre pie (y todavía en la actualidad) a elaboraciones absurdas y la observación de Keynes sobre “las concesiones temporales a la razón”  es sabrosa.

Sin embargo, Keynes no permanecerá indiferente ante la obra de Hobson, de la que reconoció sus méritos, aunque no compartiese completamente sus tesis. En 1930 cita a Hobson en A Treatise Money : “El Sr. J. A. Hobson y otros merecen ser reconocidos por su intento de analizar la influencia del ahorro y la inversión en el nivel de precios y en el ciclo del crédito, en un momento en que los economistas ortodoxos se contentaron con descuidar casi por completo este problema muy real. Pero no creo que hayan logrado relacionar sus hallazgos con la teoría del dinero o con el papel que juega el tipo de interés”14/.

Entre julio y noviembre de 1931, Keynes mantuvo correspondencia con Hobson, quien le había enviado una nota sobre el ahorro excesivo (Notes on Over-saving)15/. Keynes se refirió nuevamente a Hobson en la revista BBC, en noviembre de 193416/. En 1935, Hobson respondió el 19 de julio a una carta (perdida) de Keynes comunicándole una declaración (popular adress) en la que evocaba el ostracismo académico hacia él. En su respuesta, en la que le pide permiso a Hobson para insertar un extracto de este texto en su próximo libro (Teoría general), Keynes exclama: “¡Qué vieja cuadrilla vergonzosa la de estos ortodoxos! Me gustaría que me dijera el nombre del profesor de economía al que se refiere”. Consuela a Hobson diciéndole que será recordado “como un pionero de la teoría económica” y que sus críticas serán olvidadas. Hobson le responde el 2 de agosto y da el nombre de su censor: Herbert Foxwell17/. Keynes tenía razón: Foxwell, cercano a Jevons, autor de prefacios y bibliófilo, no pasará a la historia.

Es en su Teoría General18/ donde Keynes rendirá homenaje públicamente a Hobson. En el capítulo 23, cita a Hobson con cierta extensión y comenta: “Las teorías del subconsumo permanecieron en secreto hasta la publicación en 1889 de Physiology of Industry por J. A. Hobson y A. F. Mummery. Este libro es el primero y más importante de los numerosos trabajos en los que el Sr. Hobson luchó con ardor y coraje durante casi cincuenta años sin descanso, pero también casi sin éxito, contra las fuerzas de la escuela ortodoxa. La publicación de este libro, tan completamente olvidado hoy, en cierto sentido marca una época en la historia del pensamiento económico”.

Después de la publicación de la Teoría general, Hobson escribió a Keynes para agradecerle el ejemplar que acababa de recibir y, especialmente, por “el bello reconocimiento que, como he visto, habéis concedido al libro de Mummery y mío”. Keynes le respondió en una extensa carta del 14 de febrero en la que buscaba precisar sus desacuerdos, pero en la que concluía así: “Me avergüenza haber estado ciego durante muchos años a su afirmación esencial sobre la insuficiencia de la demanda efectiva”19/.

En su fuero interno, es posible que Keynes nunca abandonó por completo sus prejuicios sobre Hobson. En 1935, un año antes de la publicación de la Teoría General, se abría a su amigo Richard Kahn (de quien había tomado prestada su formulación del multiplicador)20/. En su carta, minimizaba la contribución de Hobson al libro escrito con Mummery: “Querido Alexander21/, muchas gracias por dedicar tanto tiempo a Mummery. Hobson nunca entendió completamente esto y comenzó a divagar después de su muerte. Pero el libro que Hobson le ayudó a escribir, The Physiology of Industry, es un trabajo maravilloso. He dado cuenta del mismo extensamente, pero el viejo Hobson debe haber sufrido tanta injusticia que no comentaré lo que pienso de la contribución del Mummery a este libro, que probablemente sea excepcional”22/.

Este juicio de Keynes es obviamente parcial y bastante hipócrita si se compara con sus halagadoras apreciaciones que acabamos de citar. Por el contrario, se puede pensar que “la sustancia del libro fue su obra [pues] no es seguro que Mummery haya recibido formación económica alguna, y puede ser que sólo contribuyó a germinar la idea”23/.

Esta es la oportunidad de volver sobre la extraordinaria personalidad de Albert Mummery. Había heredado la curtiduría de su padre, lo que le permitió dedicarse a sus dos pasiones: la economía y sobre todo el montañismo. Su encuentro casual con Hobson en una conferencia en Exeter condujo a un intercambio en el que trabajó para convencer a Hobson de la existencia de una tendencia al ahorro excesivo como fuente de las recesiones. Hobson contará en su autobiografía que primero “intentó contrarrestar sus argumentos mediante el uso de armas económicas ortodoxas” antes de aceptar su tesis.

Por tanto, no es como economista que Mummery pasará a la historia, sino por haber sido un destacado alpinista, considerado el fundador del alpinismo deportivo24/. Abrió varias rutas en los Alpes (Grépon, Aguja Verde –pico situado en la parte septentrional del macizo del Mont Blanc, ndt-, Cervino) y en el Cáucaso. Murió en 1895, a la edad de 40 años, arrastrado por una avalancha durante su intento de escalar el Nanga Parbat, en el Himalaya. Unos meses antes de su muerte, Mummery publicó un relato de sus escaladas que se tradujo al francés en 190325/.

¿Hobson antisemita?

El debate sobre el supuesto antisemitismo de Hobson se desencadenó recientemente con ocasión de una reedición en 2011 del libro de Hobson sobre el imperialismo, prologado por Jeremy Corbyn, acusado él mismo de antisemitismo. Este es el polémico pasaje: “Unidos por los lazos organizativos más fuertes, siempre en estrecho y rápido contacto entre sí, ubicados en el corazón mismo de la capital económica de cada Estado, controlados, en lo que a Europa se refiere, principalmente por los hombres de una raza en particular (a single and peculiar race), que tienen muchos siglos de experiencia financiera a sus espaldas, [las grandes firmas financieras] están en una posición única para controlar la política de las naciones. […] ¿Alguien piensa seriamente que un Estado europeo podría emprender una gran guerra, o que se podría obtener un gran préstamo del gobierno, si la casa Rothschild y sus parientes se opusieran?”.

La “raza particular” se refiere inequívocamente a los judíos, como indica la referencia a la casa Rothschild. Hay que tener en cuenta que en ese momento el término raza no tenía necesariamente una connotación biológica: podía designar una nación, una comunidad cultural, etc. Además, Hobson también habla de la raza humana en su libro.

La acusación de antisemitismo sistemático parece bastante defectuosa sobre la base de esta cita única. En su libro Los orígenes del totalitarismo, en el que rinde homenaje al libro de Hobson sobre el imperialismo, Hannah Arendt cita el pasaje sobre la casa Rothschild y simplemente dice que este error de juicio es “divertido”, viniendo de Hobson, “un sobrio y fiable historiador”26/.

Es cierto que el retrato que hizo Hobson en 1891 del inmigrante judío en Problems of Poverty es indudablemente detestable: “admirable en la moralidad doméstica, ciudadano ordenado, casi desprovisto de moral social. Ningún escrúpulo o consideración hacia sus camaradas de trabajo le impedirá denigrarlos y menospreciarlos”. Peor aún: “arrojen algunos cargamentos de judíos polacos en uno de estos barrios e, impulsados ​​por la lucha por la vida, los devastarán por completo”27/. El hecho de que Hobson especifique que podría decirse casi lo mismo de “todos los trabajadores inmigrantes con salarios bajos” no es suficiente para atenuar este estigma.

Justo antes de la Guerra de los Bóers (1899-1902), Hobson fue a Sudáfrica como corresponsal del Manchester Guardian. De él surgió un libro publicado en 1900, en el que denuncia el papel de los financieros judíos que son “esencialmente especuladores financieros, que no obtienen sus beneficios de los frutos reales de la industria, ni siquiera de la industria de otros, sino de la fundación, promoción y manipulación de empresas”28/. Hannah Arendt tomó nota de este pasaje y le añadió este comentario: “Sin embargo, en un estudio posterior de Hobson, ni siquiera se menciona a los judíos”29/.

De hecho, solo encontramos una breve referencia a los judíos en un libro de 1931 que trata de la relación entre religión y economía. Hobson señala que “la prudencia, la precisión en los detalles, el juicio agudo y la facilidad de previsión, cualidades que los Amigos [los Cuáqueros] poseían en común con los judíos, eran de particular valor en el sector bancario”30/.

Por lo tanto, parece que el antisemitismo que realmente aparece en los primeros escritos de Hobson desapareció con bastante rapidez. Cabe recordar que la obra de Hobson abarca más de medio siglo y que refleja la evolución de su pensamiento. Sin duda, es más interesante examinar las conexiones que podría mantener con la eugenesia y otras formas de darwinismo social.

Hobson y el eugenismo

En su libro sobre el imperialismo, Hobson cita a Karl Pearson, quien explica que la fuerza de una nación depende en su interior de la selección y fuera de la “competencia, principalmente por la guerra contra las razas inferiores y contra las razas iguales a través de la lucha por las rutas comerciales y las fuentes de materias primas y de suministro de alimentos”. Es para él “la visión de la historia natural de la humanidad”31/ que no se puede rebasar.

Hobson rechazó la posición que extiende el darwinismo social a la escala mundial. La validez de este argumento basado en la historia natural le parecía cuestionable: “A medida que la civilización se desarrolla, es decir, la capacidad de mantener relaciones racionales con su entorno físico y social, el ser humano adquiere así el poder de liberarse de la necesidad que domina el mundo animal inferior […] Los individuos ahora luchan por otros fines, los de una vida expandida y más compleja: por comodidad y riqueza, por un lugar y honor personal, por las competencias, los conocimientos, el carácter e incluso por formas superiores de autoexpresión, y finalmente para el servicio a sus semejantes, con las que se identifican en esta individualidad ensanchada a la que llamamos altruismo o espíritu público”.

Sin embargo, Hobson se sintió atraído, al menos durante un tiempo, por la eugenesia. En The social problem, publicado en 1901, escribió que “renunciar sin restricción a la producción de hijos a la iniciativa privada es para un gobierno la renuncia más peligrosa a sus funciones” y sugirió que el gobierno debía tomar medidas que prohibieran el matrimonio “entre personas que padecen enfermedades de transmisión hereditaria”32/.

Un poco más tarde, en 1916, Hobson contribuyó al trabajo de la National Bird-Rate Commission que elaboró un informe sobre la caída de la tasa de natalidad33/. Durante su audiencia, Hobson declaró que “sería deseable limitar los nacimientos en la clase obrera y en una gran parte de las clases medias, no solo en interés de las familias y de estas clases sociales, sino también en interés de los nación en su conjunto. Un retorno a la tasa de natalidad desenfrenada del pasado conduciría a un aumento de la pobreza, la angustia, la superpoblación, la mortalidad infantil, la ineficacia y la desmoralización”34/. En su defensa, Hobson defendió una posición más progresista sobre el estatus de la mujer. Cada una de ellas “debe tener en todo momento de su vida los medios económicos para elegir algo que no sea la vida en el hogar, donde se mantiene con los ingresos del marido”.

La clara ruptura con el darwinismo social se consumará en Free-Thought in the Social Sciences, publicado en 1926: “las determinaciones concebidas como surgidas del juego de las leyes naturales han sido importadas indebidamente al mundo económico con fines perfectamente interesados. Esta concepción sirve a intereses particulares al sugerir la existencia de leyes inmutables, comparables a las que rigen el funcionamiento de las estrellas y las plantas, y de las que sería estúpido, erróneo y fútil querer evitar”35/. Hobson englobó al racismo en su crítica: “La afirmación de una superioridad innata de las razas blancas, así como las políticas diseñadas para ayudarlas a sobrevivir y gobernar, descansa sobre los mismos fundamentos defectuosos que los revelados por el eugenismo social”.

Si bien había advertido anteriormente contra la inmigración descontrolada, su posición cambió por completo. Ahora denunciaba el destino de los inmigrantes: “los rasgos y valores específicos de otras razas son reprimidos y su represión borra la actividad mental y moral de esta nueva población y así ayuda a mantenerlos en un estado de americanos inferiores. Al contrario, habría que aprovechar el aporte de los inmigrantes, portadores de nuevas semillas para una civilización superior y más diversa”.

Este rechazo a las tesis eugenésicas va acompañado de una denuncia virulenta de la ciencia prostituida: “sofocar estas semillas del progreso en nombre de un sistema de valores basado en una autoestima racial disfrazada de antropología o eugenesia, es lo más dañino y también el ejemplo más ridículo de la devastación que puede causar la voluntad de poder cuando una ciencia social se prostituye a quienes la financia”. Y Hobson ve claramente las implicaciones sociales y políticas de estas pseudo-leyes científicas: “lo que los economistas clásicos han hecho por la dominación capitalista en la economía, algunos psicólogos están dispuestos a hacerlo a favor de la dominación oligárquica en la política”.

Notas:

1/ Jhon A. Hobson, Estudio del imperialismo, Alianza Editorial, 1980.

2/ Vladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo1916.

3/ John A. Hobson, Confessions of an Economic Heretic, 1938.

4/ John A.Hobson, Problems of Poverty. An Inquiry into the Industrial Condition of the Poor, 1891.

5] John A.Hobson, “Influence of a Legal Minimum Wage upon Employment”, en: National Anti-Sweating League, Report of Conference on A Minimum Wage, 1907, p. 34.

6] Ludwig Stein, Die sociale frage im lichte der philosophie, 1897. Traduction française: La question sociale au point de vue philosophique, Félix Alcan, 1900.

7/ John A. Hobson, “review of Ludwig Stein, Die Sociale Frage im Lichte der Philosophie”, The Economic Journal, Vol. 8, No. 31, September 1898.

8/ John A. Hobson & Albert F. Mummery, The Physiology of Industry, 1889.

9/ John A. Hobson, Confessions of an Economic Heretic, 1938.

10/ Francis Y. Edgeworth, “Review of The Physiology of Industry”Journal of Education, new series, vol. XII, 1890.

11/ William A.S. Hewins, “Review of The Physiology of Industry”, The Economic Review, vol. 1, 1891.

12/ John A.Hobson, Gold, prices & wages, 1913.

13/ John M. Keynes, “Review of J. A. Hobson, Gold, Prices and Wages”, The Economic Journal, Vol. 23, No. 91, September 1913.

14/ John M. Keynes, A treatise on money I. The pure theory of money, 1930.

15/ Una parte de esta correspondencia se reproduce en John M. Keynes, Collected Writings, vol. 13.

16/ John M. Keynes, “Poverty in plenty: is the economic system self-adjusting?”, The Listener, 21 November 1934, dans Collected Writings, vol. 13.

17/ Fuentes: Michael Schneider, J. A. Hobson, 1996; Fiona Maclachlan, “J.A. Hobson and the economists»”, Journal of Post Keynesian Economics, Vol. 25, No. 2, Winter 2002-2003.

18/ John M. Keynes, Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero1936.

19/ John M. Keynes, Collected Writingsvol. 29.

20/ Richard F. Kahn, “The Relation of Home Investment to Unemployment”, The Economic Journal, Vol. 41, No. 162, June 1931

21/ Este era el apodo que Lydia Lopokova, la esposa de Keynes, había dado a Kahn.

22/ John M. Keynes, “Letter to R. F. Kahn”, 30 July 1935, in Collected Writingsvolume 13.

23/ Michael Bleaney, “notice sur Mummery”, The New Palgrave Dictionary of Economics, 2018.

24/ “Albert F. Mummery”, Wikipedia.

25/ Albert F. Mummery, My Climbs in the Alps and Caucasus, 1895. Traducción francesa: Mes escalades dans les Alpes et le Caucase, 1903.

26/ Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism, 1973 [1951] Traducción en castellano, Los orígenes del totalitarismo, Alianza Editorial, 2006.

27/ John A. Hobson, Problems of Poverty, 1891.

28/ John A. Hobson, Capitalism and Imperialism in South Africa, 1900.

29] Hannah Arendt, Les origines du totalitarisme. Tome 2. L’impérialisme, 1982 [1951]

30] John A. Hobson, God and Mammon. The Relations of Religion and Economics, 1931.

31/ Karl F.Pearson, National Life from the Standpoint of Science, 1900.

32/ John A. Hobson, The Social Problem, 1900.

33/ National Birth-rate Commission, The declining birth-rate: Its causes and effects, 1916.

34/] John A. Hobson, «Public hearing at the National Birth-rate Commission», 1916.

35/ John A. Hobson, Free-Thought in the Social Sciences, 1926.

Michel Husson es economista, miembro del consejo científico de Attac-France, autor de El capitalismo en 10 lecciones, 2013. http://hussonet.free.fr/espanol.htm

Traducción: viento sur

*En esta web se encuentra un dossier bibliográfico dedicado a Hobson, en la que se puede escuchar la canción Light Pollution del grupo Bright Eyes que empieza así: John A. Hobson was a good man.

Fuente: https://vientosur.info/j-a-hobson-un-precursor-de-la-heterodoxia/




https://rebelion.org/j-a-hobson-un-precursor-de-la-heterodoxia-i/

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