Las denuncias en medios y redes sociales acerca de las protestas en Cuba tuvieron como uno de sus amplificadores al secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro [representante del "progresista" Pepe Mujica]. Desde su cuenta de Twitter, Almagro instó al gobierno cubano -al cual calificó de dictadura- a dejar de perseguir disidentes y a garantizar “medicinas, alimentos y libertades fundamentales”. En el mensaje, no se hizo ninguna mención del bloqueo económico que la isla padece hace más de 60 años, principal motivo por el cual se produjo la escasez de insumos hospitalarios, como la falta de jeringas.
No es casual esta omisión de Almagro a la hora de denunciar gobiernos no alineados a Washington. Desde 2015, año en que asumió la presidencia de la OEA bajo un ropaje progresista, ha actuado como garante de los intereses imperialistas.
La selectividad a la hora de denunciar violaciones a los DDHH, fraudes electorales y rupturas democráticas es evidente hasta para quienes ven en la OEA un organismo legítimo y no un instrumento de monitoreo y presión para gobiernos soberanos.
La legitimación del golpe en Bolivia
El caso más paradigmático tal vez sea el de Bolivia, en noviembre de 2019. Tras denunciar “manipulación dolosa” en las elecciones presidenciales y facilitar el camino para un golpe de Estado, Almagro se abstuvo de condenar la violencia impulsada por sectores de la oposición y el ejército.
A pesar de la divulgación de imágenes donde se veía la brutalidad hacia aliados y seguidores de Evo Morales, sumada a la persecución sufrida por el presidente y su vice, Álvaro García Linera, Almagro no condenó las acciones de los golpistas. Tampoco solicitó una vía de escape para garantizar la seguridad de las autoridades depuestas, mientras líderes de países limítrofes les negaban asilo.
Los acontecimientos de Sacaba y Senkata, masacre ordenada por la autoproclamada presidenta de facto Jeanine Áñez, que terminó con 22 personas asesinadas y otras 200 heridas, no mereció ninguna mención por parte de la máxima figura de la OEA.
Ya en octubre de 2020, con la indiscutible victoria de Luis Arce -ex ministro de economía de Evo Morales y sucesor al frente del Movimiento al Socialismo- en las presidenciales de Bolivia, Almagro lo felicitó y evitó referirse a las acusaciones de desestabilización proferidas por él un año antes. Almagro también optó por el silencio en los últimos días, luego de que se conociera el envío de armamento al gobierno de facto boliviano por parte de la administración de Mauricio Macri desde Argentina.
El blindaje de los gobiernos alineados
En el caso de Chile, tenemos el importante estallido social de 2019 que generó una reacción brutal por parte del gobierno de Sebastián Piñera. Hasta el momento, existen 22 personas asesinadas y 2.200 heridas a manos de Carabineros, entre ellas, 400 personas con traumas oculares. Lejos de presionar para que las autoridades pongan fin a la violencia, Almagro llegó a defender al presidente y a decir que este había “defendido con eficiencia el orden público”.
Los acontecimientos de los últimos meses en Colombia, donde las protestas convocaron a miles de personas y ya se contabilizan más de 84 personas asesinadas, 375 desaparecidos, 2.300 heridos y repetidas violaciones a los DDHH, no merecieron una respuesta enérgica por parte de la OEA. Al referirse a los hechos, el secretario general exigió “el cese de los bloqueos” provocados por las manifestaciones.
Brasil tampoco mereció la atención de Almagro en todo lo que va de la pandemia. Con más de medio millón de muertes por la COVID-19, producidas por la postura negacionista del gobierno, más los asesinatos cotidianos de población negra y pobres a manos de la policía en las periferias, Almagro no cuestionó ni una sola vez al gobierno brasileño.
En Perú, las múltiples maniobras de la derrotada Keiko Fujimori para minar la legitimidad del próximo gobierno no contaron con ningún señalamiento de la OEA. Si bien el organismo se negó a recibir a Fujimori en EEUU -gesto entendido como una negativa a la realización de una auditoría en el país-, lo cierto es que tampoco hubo una condena a los intentos desestabilizadores en Perú.
Lejos de posicionarse en defensa de la institucionalidad democrática y los DDHH, ideas que dice representar desde su cargo, Almagro continúa en su articulación para deslegitimar a los gobiernos de Cuba y Venezuela, los países protagonistas de todos sus discursos.
Finalmente, en Haití, el asesinato del presidente Jovenel Moïse profundizó la crisis humanitaria que vive el país desde hace años. Al posicionarse en favor de una salida ordenada y pacífica, Almagro se reunió con el Secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, para “reforzar trabajos en conjunto por la democracia, estabilidad y seguridad”.
No deja de ser contradictorio este silencio selectivo de Luis Almagro en su segundo mandato como secretario general de la OEA. Sin embargo, su postura debe entenderse desde el alineamiento y las garantías que ofrecen los intereses de EEUU en la región.
ARGMedios / La tinta
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