Una decisión que coloca al mundo entre diversas incertidumbres, pues un alza de los tipos de la moneda de mayor valor comercial tiene un impacto directo en las deudas, la adquisición de productos en esa divisa, acompañado por la fuga de capitales de naciones con economías débiles.
Mayores costos de endeudamiento también podrían desacelerar el gasto del consumidor y las contrataciones, pues la política de la FED de bajas tasas –desde hace años– nutre la economía y los mercados financieros, por ello algunos expertos opinan que pudiera desencadenarse otra recesión.
Aunque luego de su más reciente reunión la entidad mantuvo sin cambio las tasas de interés entre cero y 0,25 por ciento, sí enfatizó que pronto será apropiado elevar el rango objetivo respaldado por una inflación que terminó el 2021 en 6,8 por ciento, un nivel no visto en 39 años.
Los augurios de un alza de los tipos inmediatamente fortalecieron el valor del billete verde, que se encamina a un incremento mensual, y por consiguiente se encarecen las materias primas y bienes para los tenedores de otras divisas. Un ejemplo es el oro, que se dirige a su peor desempeño mensual desde septiembre.
Igualmente, las acciones han sufrido durante las últimas dos semanas y algunos índices entraron en una corrección. El Nasdaq (que agrupa empresas de alta tecnología) ya perdió un 14 por ciento en lo que va de año.
Las criptomonedas no se quedaron atrás y después de un buen 2021 cayeron drásticamente en el primer mes de 2022: el bitcóin cotiza a unos 35 mil dólares, casi un 50 por ciento debajo de su precio histórico de 68 mil dólares alcanzado apenas en noviembre de 2021.
Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) alerta que tras un año respaldado por sólidas ganancias en el mercado de acciones de Estados Unidos comenzó 2022 con un fuerte retroceso.
Un aumento repentino de las tasas, sentenció, puede causar una importante caída en las acciones en especial en los sectores de alto valor, como el tecnológico.
El FMI advierte, además, sobre los riesgos de los flujos de capitales en los mercados emergentes, pues las inversiones en acciones y los bonos en esas economías suelen considerarse menos seguras.
Capitales golondrinas que pueden salir de las economías más débiles en la búsqueda de mayores ganancias.
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