Tras la pandemia, el mundo cambia ante nuestros ojos a velocidades aceleradas. La guerra entre Rusia por un lado, y EEUU y la OTAN por otro, con Ucrania como teatro de operaciones, y expresada de manera distorsionada en los medios tradicionales, pero sobre todo, en las redes sociales, anuncia la consolidación de un nuevo orden geopolítico global.
Hoy, la comunidad internacional (es decir, la triada conformada por EEUU, la Unión Europea y Japón) condena los bombardeos rusos como nunca antes condenó las "intervenciones humanitarias" en Kosovo, Afganistán, Libia, Yemen, Sahara o Palestina.
Al mismo tiempo que seguimos en tiempo real las muertes en Ucrania, se producen las mismas muertes o más en Irak, Yemen, Siria, Mali, Nigeria, República Democrática del Congo, Somalia o Burkina Faso, asesinatos que al parecer, por no compartir el mismo color de piel o religión, al "mundo libre" parecen no importarle.
Quizás también tenga algo que ver el hecho de que entre Rusia y Ucrania suman el 80 por ciento del comercio mundial de aceite de girasol, y son el primer y tercer exportador mundial de trigo, especialmente una Rusia que es la primera exportadora de gas y paladio, metal clave para la industria automovilística, además de la segunda en petróleo, carbón o potosa, un fertilizante clave para la (agro) industria global.
Y sin embargo, lo que está sucediendo era algo previsible desde que tras la desintegración de la Unión Soviética, Boris Yeltsin, quien no era precisamente un enemigo de EEUU, predijo una "paz fría" para Europa si continuaba la expansión hacia el este de la OTAN.
Lo paradójico, o no, es que la comentocracia que hoy ataca a Rusia es la misma que en su momento defendió el accionar de EEUU ante la "crisis de los misiles" en Cuba, o justificaba la invasión de Irak por la existencia de armadas de destrucción masiva que nunca pudieron ser encontradas. Más recientemente, tampoco recuerdo columnas de preocupación por los Derechos Humanos cuando EEUU, que nunca firmó el Estado de Roma (precursor de la Corte Penal Internacional) quiso sancionar la CPI por atreverse a investigar los crímenes de guerra cometidos en Afganistán.
Esta columna no pretende justificar ninguna invasión, pero sí explicar por qué suceden las cosas que suceden en un mundo distorsionado por los intereses mediáticos de las élites políticas y económicas. Van por tanto diez claves para entender el conflicto actual:
1. La historia. Cuatro de las principales ciudades soviéticas que combatieron, y derrotaron al ejército nazi, están en Ucrania: Kiev, Sebastopol, Odesa y Kerch. Hoy, Ucrania es el segundo país de la ex Unión Soviética, tras Rusia, en población, y ocupa una posición geopolítica clave en el mar Negro.
La población de origen ruso es la minoría étnica más grande de Ucrania y la diáspora más grande fuera de Rusia, siendo mayoría en la península de Crimea y el Donbás (Donetsk y Lugansk), que representa alrededor del 10 por ciento de la población y el 20 por ciento del PIB de Ucrania.
2. Recursos naturales y energía nuclear. Ucrania es la séptima potencia mundial nuclear con 15 reactores y 13GW de potencia y atraviesan por su territorio tres grandes gasoductos (Brotherhod, Soyuz y Yamal) que alimentan de gas a todo el este de Europa.
Es importante señalar que el 40 por ciento del gas que importa la Unión Europea es ruso, y que el ministro de Economía alemán ha señalado que podrían terminar con la dependencia alemana del carbón ruso a finales de 2022, y la del petróleo en 2023, pero que es imposible dejar de depender del gas ruso.
3. De la Revolución Naranja (2004) al Euromaidan (2013). Marx decía que la historia siempre se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. En dos momentos de la reciente historia política ucraniana se ha puesto en marcha la estrategia de golpe blando teorizada por Gene Sharp, con el apoyo de los servicios de inteligencia occidentales, para derrocar gobiernos pro rusos e instalar gobiernos proclives al ingreso de Ucrania en la OTAN, lo que ampliaría las bases militares hasta uno de los corazones de la frontera rusa.
No hubo protestas "espontáneas", como no fueron espontáneos los conflictos que desangraron Libia o Siria en fechas recientes. Más aún, a partir del Euromaidan, se consolidó la presencia de grupos neonazis paramilitares.
4. Zelensky. El cómico devenido en político ha venido construyendo una narrativa donde se convierte en el héroe que enfrenta al malvado Putin. Pero no debemos olvidar que en un país donde ya el Partido Comunista de Ucrania estaba ilegalizado, y donde el propio Zelensky había ordenado en 2021 arrestar a Medvedchuk, líder de la principal oposición parlamentaria, pro rusa, se acaban de proscribir once (11) partidos políticos Partido Sharia, Nuestro, Oposición de Izquierda, Unión de Fuerzas de Izquierda, Estado, Partido Socialista Progresista de Ucrania, Partido Socialista de Ucrania, Socialistas, Bloque de Vladimir Saldo, o Plataforma de Oposición - Por la Vida, un partido socialdemócrata que con 44 parlamentarios, era el más grande de la oposición.
5. Putin. El presidente de Rusia es caricaturizado en los medios occidentales como un exespía malvado que se ha equivocado en su estrategia con Ucrania, imagen de manual en cualquier conflicto armado. Pero antes de criticar su estrategia de Si vis pacen parabellum (en latín, si quieres la paz, prepárate para la guerra), deberíamos repasar la historia reciente y sus victorias militares en Chechenia, Georgia, Crimea y Siria.
Todo parece indicar que este conflicto también lo va a ganar, y su victoria no sería solo la derrota de Zelensky, sino de EEUU, la OTAN, y la Unión Europea.
6. Crimea y Donbás. Ya decían en la antigua Grecia que la primera víctima de la guerra, es la verdad. Es por eso que nunca vimos en los medios de comunicación masivos el genocidio cometido por el ejército ucraniano y diferentes grupos paramilitares neonazis contra la población civil pro rusa en Donetsk y Lugansk. Según diversas fuentes, al menos 14.000 civiles habrían sido asesinados en el Donbás durante la última década.
7. Unión Europea. Y si la verdad ha sido la primera víctima de esta guerra, la Unión Europea ha sido la primera derrotada en el conflicto de Ucrania. Su hipocresía ha quedado al desnudo. Abren las puertas con promesa de regularización a los migrantes ucranianos, blancos y de ojos azules, mientras se las cierran a los migrantes africanos o de Medio Oriente.
En la Europa de las libertades no está permitido protestar por el encarcelamiento de Julian Assange, mientras censuran y sacan del aire a las agencias de noticias rusas como Russia Today o Sputnik; en pleno 2022 nos dictan a la ciudadanía cómo y a través de quien debemos informarnos. Por no hablar de la hipocresía que supone "sancionar" a Rusia pero excluyendo de las sanciones la energía rusa o los productos de lujo europeos. Eso sí, Alemania aprovecha el conflicto para invertir 100.000 millones de euros en potenciar su propio complejo industrial-militar.
8. China. Agazapado, el gigante asiático no olvida que en 1999 su Embajada en Belgrado, la antigua Yugoslavia, fue atacada "por error" con misiles de la OTAN, con un saldo de tres periodistas chinos asesinados. No olvida tampoco que Occidente pudiera aprovechar este conflicto para avanzar en el reconocimiento de la soberanía de Taiwán, ni que por Rusia pasan las nuevas rutas de la seda.
Si ya Kissinger y Brzezinski, el principal geopolítologo de quienes gobiernan en EEUU, es decir, Wall Street y el complejo industrial-militar, avisaron de que el principal peligro para la hegemonía estadounidense era una unión entre Rusia, China e Irán, no cabe duda de que ahora serán los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) quienes rescatarán a Rusia de las sanciones impuestas por la autodenominada comunidad internacional.
9. Negociaciones de paz. Parece, por lo que se filtra de las negociaciones en Turquía, que estamos cerca de un alto el fuego bilateral, que podría llevar en el futuro a un acuerdo sobre el estatus de neutralidad para Ucrania y el compromiso de no adhesión a la OTAN.
En realidad, la ofensiva militar de Rusia y la ocupación del territorio nunca han tenido la voluntad de ser permanentes, sino de garantizar que la retirada será a cambio de cerrar el debate sobre la OTAN en Ucrania. Encima de la mesa también, el reconocimiento de Crimea y Donbás, pero se podría encontrar un punto de acuerdo intermedio en la desmilitarización de Ucrania para impedir que se repita lo sucedido entre 2014 y 2022, ocho años en los que EEUU ha financiado el bombardeo de civiles en Donetsk y Lugansk, mediante la inversión de 5.000 millones de dólares en armamento, equipo e instrucción militar.
10. Es la geopolítica, estúpido. En un momento en que parecía que nos iba a matar el cambio climático y no una guerra mundial nuclear, es necesario recordar la resolución de la CELAC (La Habana, 2014) declarando a América Latina zona de paz. Pero tampoco se nos puede olvidar que en un momento de inflación global de la economía, un conflicto armado que va a elevar los precios de todos los productos, desde el níquel al pan, pasando por el petróleo, solo le beneficia al complejo militar estadounidense, que ahora ya no considera que Venezuela sea un "peligro para la seguridad nacional de los EEUU" como declaran las órdenes ejecutivas de Obama primero, y Trump después, por puro interés de un petróleo que tiene a tres días de sus costas atravesando el Caribe en lugar de a mes y medio de negación desde el Golfo Pérsico.
Volviendo a Brezinski: "El despertar político global es históricamente anti imperial, políticamente antioccidental y emocionalmente antinorteamericano en dosis crecientes. Este proceso está originando un gran desplazamiento del centro de gravedad mundial, lo que, a su vez, está alterando la distribución global de poder con implicaciones muy importantes de cara al papel de EE.UU. en el mundo".
A pesar del bombardeo mediático anti ruso de los medios pro occidentales, en este conflicto puede terminar de sepultarse la hegemonía militar y geopolítica de EEUU y la OTAN.
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