Ya lo importante no pasa por la contraofensiva rusa en Ucrania, ni por la cantidad de muertos y mucho menos por la escandalosa cobertura que están dando los grandes medios a este conflicto, sino que se acerca, a velocidad del rayo, a convertirse en una guerra nuclear.
Solo hay que ser mal intencionado, ya no alcanza con ser ignorante, para saber de quién es la razón y entender que aquí todos somos simples espectadores de un monumental duelo, que quizás supere al de la Segunda Guerra Mundial, en la que Stalin y Hitler, la Unión soviética y Alemania o el comunismo y el nacionalsocialismo libraron una guerra que a la larga perdieron los dos y en la que vencieron los especuladores: Estados Unidos y su triste comparsa europea, que desde entonces no solo han controlado el mundo por la fuerza de sus armas o la extorsión económica, sino que se han cuidado muy bien de que ninguna voz discordante escape del coro. Si no que lo cuenten Vietnam, Cuba, Irán o Corea del Norte, solo por nombrar las naciones que se han convertido en el símbolo de las políticas de sanciones estadounidenses, que no solo castiga a los países que se atrevan a desafiarlas, sino que amenaza con castigar de manera brutal a quienes pretendan simplemente comercial con los excluidos del “mundo libre”.
Sin que exista la menor alternativa para discutir dichas sanciones, ya que cualquier foro mundial en que tengan presencia los Estados Unidos, aparentemente tan disimiles como las Naciones Unidas (ONU) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) se han convertido, si no lo fueron desde un principio, en meras secretarías del Departamento de Estado de EE.UU.
El orden norteamericano, que se estableció desde 1945 y tuvo como límite casi natural a la Unión soviética, se ensoberbeció a partir de la década de los noventa tras la disolución de la Rusia comunista y desde entonces hasta hoy ha coqueteado, o mucho más que eso, con el título de potencia hegemónica, aunque ahora sí, amenazada en lo militar por Rusia y en lo comercial por China.
Por lo que la guerra, que hoy simplemente se expresa en Ucrania, amenaza con extenderse a cada lugar del mundo donde las elásticas fronteras que Rusia y China tienen con los Estados Unidos se rocen. Así se pueden explicar ya no solo Ucrania, sino cuestiones puntuales como la reciente matanza en Moura, una población en el centro de Malí en la que se estima que el pasado 27 de marzo fueron asesinadas por miembros del Grupo Wagner -una empresa de seguridad (mercenarios) de origen ruso- entre 300 y 500 personas en el marco de la ofensiva que el grupo, junto a las FAMa (Fuerzas Armadas de Mali) desarrollaba contra los grupos integristas vinculados a al-Qaeda y al Dáesh.
Según la prensa internacional, la matanza de Moura se ha convertido en la peor registrada desde que se inició el conflicto en 2012, el que hasta hace unos pocos meses estuvo dirigido por el ejército francés que había desplegado 5.000 de sus hombres en lo que se conoció como la Operación Barkhane, que tras casi 10 años en el terreno no solo no pudo detener la embestida terrorista, sino que bajo sus narices se ha extendido de manera exponencial convirtiéndose de una rebelión local, en el norte de Mali, en una grave crisis regional que abarca ya no solo Mali, sino países vecinos, y no tanto, como Burkina Faso, Níger, Costa de Marfil o Chad. Al tiempo que otras organizaciones rigoristas que operan en Nigeria, República Democrática del Congo (RDC), Somalia o Mozambique se han sentido alentadas a profundizar sus acciones.
El fracaso francés en Mali, que podría repercutir en sus múltiples intereses económicos en la región, generó una intensa inestabilidad política en Bamako, la que derivó en dos golpes de Estado en menos de un año, el último en mayo del 2021, razón del quiebre de las relaciones con París.
La amenaza francesa de abandonar la lucha contra el terrorismo en Mali, que a la vez intenta ocultar el fracaso del electorado francés que este 10 de abril elige presidente, derivó en que el Gobierno del coronel Assimi Goita, con antiguos lazos con el ejército ruso, convocase al Grupo Wagner, con vasta experiencia en la lucha contra el terrorismo en Siria, Libia y República Centroafricana.
Por lo que no sería extraño, en el marco de la crisis de Ucrania, que los hechos de Moura, donde las FAMa dicen haber terminado con más de 200 muyahidines, sean agigantados y tergiversados para acusar a Moscú de esta nueva masacre.
Los sucesos de Moura han sido manipulados por la prensa atlantista con la intención de asimilar a la de Bucha, una ciudad al noroeste de Kiev donde una vez más los rusos son acusados de masacrar a la población civil, en este caso serían al menos 320 residentes. La profusión de imágenes que fueron captadas y transmitidas muestran cuerpos inundando las calles de la ciudad, al tiempo que también murieron cientos de civiles en otras ciudades como Borodianka y Hostomel a causa de los nunca confirmados ataques de la cohetería rusa. Un misil ruso el pasado 8 de abril habría asesinado en la estación de trenes de la ciudad de Kramatorsk, en el sureste del país, al menos a 50 civiles. Este último hecho se suma a las más de 5.000 causas que los fiscales ucranianos investigan como crímenes de guerra.
La objetividad prisionera de guerra
La sucesión de masacres, nunca comprobadas, de las que se responsabiliza a Rusia, han dado a los Estados Unidos oportunidad para continuar su campaña de aislamiento internacional, consiguiendo en este caso que el pasado jueves 7 la ONU expulsara a Rusia del Consejo de derechos Humanos. Esta nueva exclusión, que se suma a una lista tan larga como ridícula de sanciones y expulsiones, no hace más que despejar dudas a quienes se encuentran de un lado y otro de la historia.
Nunca antes en ninguna guerra la prensa ha tenido una participación tan atroz como falsa, amplificando hasta el hartazgo la información que sale de los gabinetes de la CIA y otras oficinas de Washington, con el fin de sostener el régimen de Zelenski, sin nunca señalar la fuerte presencia de nazis no solo en el ejército, sino en el propio gobierno de Kiev. Los que son abastecido de manera permanente por Washington y Londres con un solo objetivo, prolongar el conflicto hasta conseguir la extenuación de Moscú aunque eso cueste la multiplicación de bajas civiles, la destrucción total del país e incluso el estallido de la economía europea, con el único fin de poder exhibir al presidente Vladimir Putin como el Hitler del siglo XXI. Premio en el que no se tuvo en cuenta a George W. Bush o Barack Obama.
La funcionalidad de la prensa en esta guerra todavía no ha alcanzado la magnitud que se prevé, ya que todavía hay mucho por transitar en este contexto que, si bien era previsible, desde que la OTAN comenzó a avanzar en los 90 contra las fronteras rusas, es todavía muy difícil de asimilar, por lo que muchos todavía no podemos entender qué mundo sobrevivirá a este.
Todavía la larga controversia entre Moscú y Washington no ha llegado a su cénit, ya que no solo Ucrania es la pieza a disputar. Estados Unidos se encuentra articulando el momento para que países como Finlandia, Suecia y Georgia, puedan ingresar a la OTAN, lo que dispararía esta vez sí la respuesta más virulenta del Kremlin utilizando todo su potencial militar, del que se sabe que no es poco y que el presidente Putin tiene suficiente coraje y responsabilidad para echar mano antes de permitir que Washington entre a saco a Rusia.
Mientras la crítica situación en Ucrania se profundiza, la Casa Blanca ha dado un paso más para encender todas las fronteras rusas y sus áreas de influencia. El pasado sábado logró que el Parlamento pakistaní destituyera al primer ministro Imran Khan, quien desde su asunción en 2018 tuvo fuertes acercamientos a China y Rusia. Incluso el día en que comenzó la contraofensiva en Ucrania Khan se encontraba de visita oficial en Moscú, lo que enfureció todavía más al Departamento de Estado. (Ver: Estados Unidos a por un segundo frente). Según Khan la actual crisis política de Pakistán ha sido responsabilidad de los Estados Unidos, basada en el acercamiento de Islamabad a sus dos principales enemigos, aunque claro, como es de uso, Washington niega cualquier rol en esta nueva crisis.
Con el desplazamiento de Khan Washington intentará interferir en la finalización del Corredor Económico China-Pakistán, en el que Beijing lleva invertidos cerca de 60.000 millones de dólares, para conseguir la expansión más rápida hacia el Golfo Pérsico y los puertos del Mediterráneo oriental, lo que a la economía norteamericana está produciendo largas noche de insomnio. Además, de no lograrse dicha interferencia, la CIA cuenta con una gigantesca paleta de opciones para hacer la vida insoportable a cualquier gobierno pakistaní, el que más allá de tener que lidiar con una economía frágil se enfrenta a las siempre activas organizaciones terroristas vinculadas al Dáesh y al-Qaeda y a los grupos independentistas de la provincia de Baluchistán, sin siquiera tener que recurrir a India, eterna enemiga de Pakistán.
Mientras todo esto sucede y la prensa internacional se aleja cada vez más de la información real y se permite distorsionar, o abiertamente mentir, sobre el conflicto ucraniano, como fue en su oportunidad el bombardeo a la maternidad de Mariupol -que en verdad fungía como una base del Batallón Azov- o sobre el teatro o la escuela de arte de la misma ciudad, donde cientos de civiles habían sido masacrados, para que después la información tras nuevos bulos siguiera distorsionando la información como ayer Bucha y más tarde Kramatorsk, sin resolverse ni aclarar nada.
Todo se está utilizando para no señalar el verdadero fondo de esta nueva fase del ya muy largo conflicto entre Estados Unidos con Rusia, Washington sabe que, de perder, comienza su fin como potencia hegemónica y Moscú a la vez entiende que de no lograr sus objetivos en Ucrania su fin como nación se encuentra muy próximo. Por lo que para ambas naciones la Tercera Guerra Mundial, sin atenuantes, está a la vuelta de la esquina.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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