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22 abril 2022

El pueblo contra el parlamentarismo

Pakistán


Fuentes: Katehon [Foto: El primer ministro de Pakistán, Imran Jan, de visita en Rusia (Kremlin /dpa - Archivo)]

Traducido del ruso por Juan Gabriel Caro Rivera

El golpe de Estado que acaba de acontecer en Pakistán no solo ha afectado este país, sino que ha impulsado una tendencia que se hace cada vez más fuerte en todo el mundo: la lucha de los pueblos contra las formas de gobierno oligárquicas y parlamentarias liberales.

El sistema político pakistaní siempre ha sido muy inestable y constantemente se ve sacudido por golpes de Estado y asesinatos políticos que causan mucha zozobra. Desde su fundación por los británicos en 1947 ningún primer ministro de Pakistán ha sido capaz de terminar su mandato político en vida. Sin embargo, es la primera vez en la historia de Pakistán que se ha producido un golpe de Estado donde el parlamento ha destituido al primer ministro mediante el voto de los miembros de este órgano de gobierno.

Debemos tener en cuenta que Pakistán es un país dividido y saqueado por dos grandes clanes oligárquicos: el primero es representado por la familia Sharif, aliados muy cercanos a los republicanos estadounidenses, las monarquías árabes y las empresas chinas, mientras que el segundo gira entorno a la familia Bhutto-Zardari, patrocinada por los demócratas estadounidenses y las élites británicas. Imran an se convirtió en primer ministro de Pakistán en el 2018 junto con Arif Alvi, que se convirtió en presidente de la nación. Ambos candidatos eran considerados como la voz de un pueblo que quería liberarse de los políticos corruptos y oligarcas que habían gobernado su país hasta ese momento.

Imran Jan comenzó por primera vez en la historia de Pakistán a crear un Estado de bienestar basado en la doctrinal islámica y la tolerancia hacia las minorías religiosas. El gobierno de Jan promovió la subvención a la electricidad y la gasolina, lo que sacó a millones de pakistaníes de la pobreza. Además, desafío abiertamente la geopolítica angloamericana, y se acercó militar y políticamente a Rusia y China, sin hablar de que firmó varios tratados con la India. El triunfo talibán en Afganistán fortaleció muchísimo el mandato de Imran Jan, pues es de origen pastún, y se negó a seguir colaborando con las tropas estadounidenses que querían usar a Pakistán como retaguardia para continuar luchando contra los afganos.

Todo esto llevó a que los poderes angloamericanos intervinieran directamente en su país mediante el soborno de pequeños partidos y la formación de una coalición que por solo dos votos fue capaz de destituir al primer ministro. Mientras tanto, el presidente Alvi ha decretado la disolución del Parlamento. El Tribunal Supremo se negó a ponerse del lado de los conspiradores y bloqueo el intento del Parlamento de elegir a Sharif-Zardari como el nuevo primer ministro. Sharif-Zardari obtuvo el apoyo de varios partidos menores, la mayoría de los cuales están compuestos por islamistas radicales y separatistas baluches. El primer decreto de Sharif fue cancelar la asistencia social, lo que causó protestas populares y un creciente apoyo a la permanencia de Imran Jan en el poder. Irán y Afganistán apoyan de facto a Imran Jan, aunque es improbable que vuelva al poder, especialmente porque el Estado Mayor del ejército pakistaní esta llenó de marionetas al servicio de Estados Unidos.

No obstante, Sharif mantendrá por ahora los acuerdos económicos y militares con China y Rusia, pero seguirá la política occidental de imponer sanciones en contra de Rusia ya que, como muy bien dijo, Pakistán es demasiado pobre como para gobernarse solo y, por lo tanto, debe acatar las ordenes que vienen de Washington. Tal declaración de la familia Sharif ha causado polémica, especialmente porque sus miembros han sido juzgados repetidamente en el pasado por corrupción.

Resulta curioso que los Sharif y los Zardari acusen a Imran Jan de malgastar el presupuesto social del país y causar un aumento inusitado de la deuda. Mientras tanto, Sri Lanka ha sufrido el colapso del Estado y se han disparado grandes disturbios en todas las ciudades debido al hambre, la falta de pan y de combustible debido a que el gobierno de los tres hermanos Rajapaksa, muy cercanos a Estados Unidos, endeudaran a su nación mediante prestamos del FMI e impusieran por orden de Biden la transición hacia la “energía verde” en un país que no cuenta con reservas de carbón. Las revueltas populares en Sri Lanka han causado el despido de varios ministros, pero el régimen de los hermanos Rajapaksa ha sobrevivido gracias al apoyo de un parlamento plutocrático obediente.

Es bien sabido que los pueblos de muchos países han sido enemigos del parlamentarismo desde su aparición en el siglo XVIII y muchas veces, durante los siglos XIX y XX, se rebelaron contra él. Por no hablar del miedo patológico que sienten los regímenes oligárquico-parlamentarios de Europa Occidental y Oriental hacia los referendos populares. Claro, esto no impide que un referéndum popular sea manipulado o usado en contra del pueblo, pero lo cierto es que el parlamentarismo siempre ha sido enemigo de las ideas populares, ya que el pueblo no es un conjunto de individuos atómicos sino un todo orgánico (puede consultarse la sociología de Hans Freyer sobre este punto), lo que causa situaciones anómalas como las de Pakistán donde la gran mayoría del pueblo apoya a Imran Jan y su política exterior independiente, mientras que los diputados al servicio de las plutocracias toman un rumbo distinto y aceptan sobornos para promover leyes inicuas.

Por otro lado, debemos recordar que Ucrania lleva 30 años incubando la guerra sangrienta que ahora destruye su territorio debido a que se negó repetidamente a aceptar los resultados de los referendos populares que proclamaban la autonomía de Transcarpatia (1991), el Donbass (1994) y la creación de un Estado federado (el referéndum de Kuchma del 2000). Los referendos populares de Crimea y el Donbass en el 2014 terminaron por asestar un golpe mortal al parlamentarismo oligárquico ucraniano.

Cosas parecidas suceden en Moldavia donde ahora – aunque no por primera vez en su historia – una mayoría parlamentaria rusófoba, compuesta por un poco más de la mitad de los diputados (un total de 51 de 100 o 60 de 100 diputados), ha aprobado “leyes” tiránicas que han provocado el rechazo absoluto del pueblo, entre ellas la prohibición del lazo de San Jorge y de las letras Z y V. Las regiones del norte (Balti) y el sur (Gagauzia) vieron en los últimos días manifestaciones masivas donde muchos usaban estos símbolos, defendiendo su dignidad y desafiando el cobarde despotismo impuesto por Chisinau.

El parlamentarismo plutocrático de Moldavia y Sri Lanka no es más que una copia caricaturesca del modelo anglosajón y francés, por lo que no debe sorprendernos que tanto Boris Johnson como Joe Biden tengan una aceptación dentro de la opinión pública de menos de un 30% (Macron obtuvo solo el 28% de los votos en una primera vuelta donde hubo un 70% de participación popular). Y a pesar de todo eso, el pueblo no puede deshacerse de esos gobernantes impopulares debido a los mecanismos jurídicos que los protegen. No obstante, el colapso del parlamentarismo plutocrático cada vez se acerca más y más en la medida en que las relaciones internacionales han comenzado a reestructurarse. Lo que sucede en Pakistán es bastante sintomático en ese sentido.

Fuente: https://katehon.com/ru/article/narod-protiv-parlamentarizma


https://rebelion.org/el-pueblo-contra-el-parlamentarismo/

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