Por Ernesto Cazal. Resumen Latinoamericano, 9 de abril de 2022.
En boca de muchos está la noticia de que Credit Suisse, empresa de servicios financieros, emitió un informe donde afirma que este año Venezuela tendrá un crecimiento de su PIB real de 20%. La entidad suiza da estos pronósticos luego de examinar los datos en términos de producción petrolera en aumento.
«Nuestra previsión para este año se basa en gran medida en la expectativa de que el PIB petrolero aumente más del 20%», dice el documento, citado por diversos medios financieros.
Pero este crecimiento está supeditado a una variable política: la «relajación» (según el banco) del bloqueo financiero y el embargo petrolero que Estados Unidos lidera desde la era Trump, que corta el acceso de Venezuela a los mercados occidentales y al financiamiento extranjero estadounidense y europeo.
A esta variable hay que agregar los altos precios del petróleo, que muy probablemente se sostendrán por un tiempo debido al conflicto en Ucrania y la ofensiva de sanciones contra la Federación Rusa.
Credit Suisse llega a la conclusión de que «los datos fiscales y de comercio exterior nos reafirman en la probabilidad de que Venezuela registre un fuerte crecimiento este año».
Los analistas de Credit Suisse consideran que sus pronósticos son optimistas, pero que tienen razones de peso para sostener el entusiasmo, entre ellas las variables de producción y exportación petrolera ya mencionadas, además de un superávit de cuenta corriente de aproximadamente 4 mil millones de dólares y una tasa inflacionaria mucho menor a la calculada en los últimos años.
Refiere el banco: «Creemos que la mejora en el proceso de formación de precios se debe en parte a las intervenciones de las autoridades para evitar una mayor depreciación del bolívar, que está proporcionando un ancla nominal a la economía. Además, pensamos que la dolarización y la reactivación del sector privado probablemente han reducido la escasez y mejorado la competencia de precios entre las empresas».
Este panorama en efecto resulta positivo, pues supone que la economía venezolana ha salido de los números rojos que marcaron su desempeño en los últimos años, producto de la agresión económica extranjera.
Lejos de un retorno hipotético a la época de la «bonanza petrolera», Credit Suisse describe un escenario de reactivación y recuperación de la economía venezolana que comprende factores tanto coyunturales como estructurales, cuyo marco fundamental es la actualización de los métodos de gestión económica emprendida por el Gobierno Boliviariano.
En torno a ello vamos a pensar la economía venezolana desde una visión no economicista, ya tomando por sentado lo dicho por Credit Suisse, a tono con lo expresado por el gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Actualización normativa y nuevos consensos
Sí, la economía venezolana venía desacelerándose antes de que la guerra económica, financiera y comercial estadounidense terminara por darle una puñalada casi mortal que la desangró hasta dejarla en terapia intensiva. Esto nos lleva a plantear una base para el análisis de cómo debemos entender el actual momento económico en Venezuela.
Debemos partir del hecho de que la estrategia de guerra estadounidense ha consistido en cortar la circulación de capitales en el país para ahogar la industria petrolera, erosionar el ingreso de caja por exportaciones y minimizar al máximo las importaciones.
Sin producción no hay ingresos, sin ingresos no hay importaciones, sin importaciones no hay producción, consumo ni comercio. Se trata de un circuito interconectado.
En el caso venezolano, la renta petrolera es vital para el flujo de mercancías y de capitales, pues de ella depende todo el ecosistema económico. Por eso en esta tribuna hemos adoptado la nomenclatura de «cerco y asfixia» a la estrategia guerrerista estadounidense.
El Estado, en consecuencia, ha adoptado una serie de medidas que responden a una circunstancia insólita en lo que va de siglo XXI para nuestro país. Tal marco de acciones ha consistido en reanimar la circulación de capitales por vías alternas, que han modificado la economía política de años anteriores, atendiendo de manera pragmática al actual escenario y ofreciendo válvulas de escape.
Algunas de ellas ya fueron mencionadas por Credit Suisse, con el Banco Central de Venezuela tomando medidas cambiarias, monetarias y financieras que han comprimido la oferta monetaria para aliviar la inflación, impulsado en paralelo el uso de divisas extranjeras (dólar, euro en menor medida) y reorientando la política de créditos hacia los ámbitos fundamentales de la producción interna. Todo ello ayudó a desacelerar el ritmo de la inflación; es más, contribuyó al fin de la hiperinflación sufrida durante años.
Al mismo tiempo, se otorgaron incentivos fiscales a empresarios nacionales e internacionales para que introdujeran capitales frescos a diversas áreas productivas y comerciales en el país. Es decir, a la clase empresarial, históricamente dependiente de petroestado venezolano, se le amplió un margen de maniobra mayor en términos de rentabilidad, a cambio de estimular la actividad comercial, sostener el empleo, un creciente dinamismo en el consumo de la población y el aumento de la recaudación fiscal.
Esto solo pudo lograrse bajo una égida política, propiciada por el gobierno chavista, que creó un marco de actualizaciones normativas y un nuevo tipo de consenso en la relación económica entre el Estado y el sector privado, como bien expresa William Serafino desde Twitter.
La situación de los salarios de la clase trabajadora, sobre todo en los sectores privados, mejoró en mayor medida, como producto de este cuadro de reactivación, lo que también ha ampliado la recaudación tributaria para establecer un aumento de salarios en el sector público.
También, la recepción de remesas ha sido un factor clave que ha contribuido a una mayor circulación de mercancías y de masa monetaria, sea en divisas, sea en bolívares. Las criptomonedas también han tenido un papel, menor pero no menos importante como activos cambiarios y de resguardo.
Las regulaciones estatales en estos dos ámbitos han sido flexibles, como bien puede atestiguar la mayoría de venezolanas y venezolanos que han sostenido sus hogares con ayuda de familiares en el exterior.
En resumen, ha habido una actualización normativa y nuevos mecanismos de gestión y conducción en las áreas monetaria, financiera, salarial y fiscal con el objetivo de atraer capitales frescos, con los cuales el Estado busca sostener sus políticas públicas de bienestar con ingresos diferentes a los petroleros.
Producción, renta y geopolítica
En Venezuela, la producción alimentaria ha tenido un auge que da perspectivas de una casi autosuficiencia en muchos rubros de la dieta básica venezolana. Bien es cierto que aún dependemos de la importación de materias primas como el trigo y el maíz, aun cuando aún no se ha tenido mayor complejidad en su abastecimiento, a pesar de la crisis de suministros que está experimentando el mundo producto de la guerra atlantista contra la Federación Rusa con el conflicto en Ucrania como excusa.
Los mercados de alimentos están abastecidos, es un hecho empírico más que cualquier dato cuantitativo para cualquiera de a pie.
En otros ámbitos productivos, en específico el sector industrial, está siendo insuflado de capitales, tanto públicos como privados. De acuerdo al ministro José Gregorio Biomorgi, de la cartera Industrias y Producción Nacional, 65% de la industria nacional está en fase operativa.
En cierta forma, el bloqueo estadounidense ha dado la oportunidad de que la producción nacional tenga un auge importante, que marca un punto de inflexión con la dinámica de dependencia extranjera mediante importaciones.
Ahora, por ejemplo, la industria nacional tiene la capacidad de abastecer todo el cemento requerido por los sectores público y privado, de acuerdo al ministro Biomorgi.
Además, debemos enfatizar que el área productiva retroalimenta directamente las medidas de liberalización monetaria, financiera y fiscal en Venezuela. El valor producido a escala nacional se ve reflejado en el coste del bolívar y, por ende, en la relativa estabilización del mercado cambiario.
Pero, sin duda, ha sido el repunte de la producción petrolera la que ha marcado la tendencia en el alza del PIB real de Venezuela. Para febrero de este año, de acuerdo al último boletín OPEP correspondiente a marzo, el país produjo un total de 788 mil barriles por día (bpd), a un precio de 71 dólares el barril.
Las perspectivas de que Chevron, a través de licencias (ya que Estados Unidos no levantará el embargo petrolero, sería un costo político altísimo aun para el deslegitimado gobierno Biden), adhiera 400 mil bpd a la exportación, según un portavoz de la compañía estadounidense, aumentaría el flujo de caja de PDVSA.
Tampoco se puede descartar que otras empresas europeas tengan luz verde en la explotación y exportación en la Faja Petrolífera del Orinoco.
La ayuda internacional aportada por el eje multipolar China-Rusia-Irán, sobre todo la República Islámica, ha sido clave tanto para la inyección de materias primas en la producción y refinación de energía fósil en Venezuela.
Las alianzas estratégicas con los poderes euroasiáticos asimismo han permitido crear otra válvula de escape al bloqueo financiero a través de esquemas que han burlado en buena medida las sanciones occidentales, creando otras vías de pago por las importaciones necesarias como bienes consumibles, servicios y materias primas.
El bucle interconectado de producción, ingresos e importación vuelve a tener rostro en este escenario, siendo innegable el papel que han jugado las relaciones internacionales de Venezuela en el presente marco de recuperación económica.
A su vez, podemos citar la célebre frase del economista Asdrúbal Baptista, estudioso del capitalismo venezolano (bajo una mirada neokeynisiana, pero al menos crítica), cuando afirmaba que «la renta del petróleo no es el futuro del país, pero sin la renta del petróleo no tenemos futuro». No se puede pensar el presente, el pasado y el futuro de la economía venezolana sin el factor petrolero como protagonista, a sabiendas de que es un recurso que tiene un valor estratégico tanto para el país como para los mercados internacionales.
En el fondo de la economía venezolana
Dibujado un panorama económico nacional, de manera sucinta y no economicista, podemos delinear unas cuantas conclusiones.
- El optimismo de un escenario propio para el crecimiento económico como el expuesto por Credit Suisse está subordinado a una negociación política con Washington.
- Las medidas del Gobierno Bolivariano atienden a una circunstancia especial de nuestra historia reciente, basadas en negociaciones políticas con la clase empresarial para la repatriación de capitales.
- Todas las variables (monetarias, fiscales, financieras, salariales, productivas y geopolíticas) se relacionan entre sí como en toda economía. Cualquiera que intente ver un solo árbol y no el bosque fracasará en el análisis.
- Porque la realidad petrolera venezolana fue pensada por políticos y hombres de acción, y no economistas, a lo largo de nuestra historia, no podemos salir de los parámetros políticos para analizar y estudiar la economía nacional.
- Y que, por la raigambre política en la que está basada nuestra escena económica contemporánea, no podemos pensarla en términos de estabilidad sino más bien en un marco de inestabilidad, propia de la coyuntura de la guerra total que ha desatado Estados Unidos contra todo lo que se le oponga, en clara actitud de desmesura ante el declive de su discutida unilateralidad.
Por lo que existen razones de sobra para pensar en una recuperación económica inestable en Venezuela, aunque notoriamente en acción.
Fuente: Misión Verdad
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