La campaña electoral del Pacto Histórico arrancó desde octubre de 2021 sin plantearse grandes cambios en la estrategia de comunicación… Se definió la línea de sumar todo el “antiuribismo”, o sea, a todas las “fuerzas de la paz”.
Después de lo ocurrido en las elecciones de 1ª vuelta del pasado 29 de mayo y antes de que se realicen los comicios definitivos de 2ª vuelta (ballotage), intentaré analizar la evolución de los acontecimientos y hacer un pronóstico que -aunque arriesgado- servirá de referencia para confirmar o no las ideas trabajadas y revisarlas en el futuro a fin de mejorarlas.
Un amigo decía al respecto: “Ojalá la vida nos permita analizar con calma lo que pasó. Cuando llegan los grandes momentos históricos hay factores y variables inesperadas que se escapan a la mirada habitual. Tardaremos en entenderlos a cabalidad. Lo cierto es que estoy convencido de que a Colombia no se la puede cambiar de un modo convencional. Ni con esquemas ni con cartillas”.
Para avanzar en esa dirección, para “entender lo que pasó y está ocurriendo”, me apoyo en lo que afirmé en el artículo anterior: “Los resultados logrados por el Pacto Histórico el 29 de mayo demuestran que nuestro pueblo avanza por vías democráticas, tal vez no a la velocidad que muchos quisiéramos y por los caminos que imaginamos, pero avanzamos”.
En escritos anteriores planteamos que la estrategia del Pacto Histórico debería estar dirigida a sintonizarse con lo expresado por el “estallido social” que ocurrió entre noviembre de 2019 y junio de 2021 y desmontar los miedos (in)fundados que una parte de la población colombiana ha acumulado en el tiempo contra el candidato Gustavo Petro.
Dichos objetivos parecen contradictorios e incompatibles. Y, efectivamente, no era una tarea fácil. Se requería un trabajo sistemático y colectivo a fin de mantener el perfil de Petro como “alternativa de cambio” sin que ello significara un “salto al vacío”. Había que definir el plan y el programa, identificar los aliados y rivales principales, las formas de acción política y las estrategias de comunicación. La pregunta era: ¿Cómo desmontar los miedos sin dejar de ser el mismo Petro?
El estallido social y la imagen de Petro
Para diseñar esa estrategia había que comprender la naturaleza del estallido social, situarlo en cada sector social y región, no idealizarlo y ser críticos de su evolución “errática” que fue resultado de la forma como el gobierno reaccionó, la provocación (infiltración) por parte de grupos armados ilegales (estatales y no), la manipulación mediática y nuestras propias limitaciones y errores como movimiento social, por un lado, y como proceso político, por el otro.
Hay que decir que los diversos sectores sociales y políticos del Pacto Histórico tienen puntos de vista diferentes y variados. Lastimosamente no se hizo el esfuerzo por compartir sus percepciones a fin de lograr un consenso. Algunos priorizan el papel de la juventud más beligerante; otros valoran más el papel de los sindicatos y las organizaciones sociales; unos más privilegian la participación del precariado citadino y de los pequeños productores agrarios. Y muy pocos ven el conjunto.
Y lo mismo sucede en relación a las formas de lucha. Aunque todos defienden la necesidad de los bloqueos de vías y carreteras, existen diferencias en relación a los tiempos que deben mantenerse y a las consecuencias negativas para la población en general. Algunos sectores son conscientes que los bloqueos generan condiciones para la infiltración y provocación por parte actores violentos que quieren desnaturalizar la protesta, y por eso, priorizan la movilización y la concentración pacífica.
Y también existen diferencias en cuanto al balance. Para los que planteaban “tumbar” al gobierno, fue un fracaso total; los que aspiraban negociar puntos específicos y mostrar resultados “tangibles”, tienen diversas interpretaciones de acuerdo a sus intereses sectoriales y políticos, a sus formas de actuar y a sus expectativas. No obstante, todos están de acuerdo en que el “movimiento” obligó a los gobiernos (nacional y territoriales) a ceder en muchos de los puntos planteados y a diseñar políticas para satisfacer algunas de las reivindicaciones populares, y que, por sobre todo, hizo evidente la existencia de una enorme indignación e inconformidad popular a todo nivel.
Sin embargo, el gobierno y la casta dominante con la ayuda de los medios de comunicación logró imponer una percepción negativa en relación al estallido social, que inconscientemente algunos sectores del progresismo y de las izquierdas ayudaron a posicionar entre la opinión pública. Esa versión le achacó a Petro ser el causante de la violencia, estar detrás de los bloqueos y demás acciones que -supuestamente- fueron la causa de la inflación, el desempleo y otros males similares.
Así, reforzaban la imagen de Gustavo Petro que han construido desde hace varias décadas, caracterizándolo como un subversivo, un desestabilizador de las instituciones y “un peligro para la democracia”. Y así posicionaban la idea de que si conseguía hacerse elegir presidente de la república se iba a eternizar en el poder e imponer el comunismo (o “castro-chavismo”).
La estrategia del Pacto Histórico
Aunque no existe un documento sobre el tema, y no sería prudente hacerlo público si existiera, lo que se puede observar es que se le dio más importancia a la tarea de desmontar la imagen “subversiva” y “castro-chavista” de Petro frente a la necesidad de mantener su carácter de “alternativo” o de “agente de cambio”. Se dio por hecho que ese carácter estaba “ganado”.
Pareciera que los asesores en esa materia -si existen- privilegiaron la necesidad de presentar al candidato como un “liberal democrático”, lejos de cualquier veleidad socialista; creador y defensor de la Constitución de 1991 (vigente pero con muchas reformas regresivas); respetuoso de las reglas del capitalismo (mercado, emprendimiento, etc.); y distanciado de las reivindicaciones más radicales del feminismo. Se buscaba convertirlo en un candidato relativamente institucionalizado.
Y aunque Petro mantiene el grueso de sus iniciativas sobre justicia social, derecho a la paz, acceso democrático a la tierra, modelo económico pro-industrialización, transición energética hacia fuentes limpias y renovables, y otras reformas en educación, salud y pensiones, se intentaba -a la vez- no asustar (“calmar”) a las clases dominantes, a los grandes capitalistas y al imperio estadounidense, planteando que los cambios se harían en forma consensuada y democrática, como parte de un proceso de transición gradual y moderada.
El problema que se observa -entre otros- es que en el proceso pareciera haberse olvidado que en lo profundo del nuevo ser político que se manifestó en el estallido social, en la intimidad de la gente que salió a protestar o apoyó la movilización social, existe un enorme rechazo a la clase política corrupta y clientelista que está representada por el presidente Duque y los partidos tradicionales.
Ese “olvido” llevó a colocar la construcción de una gran y amplia coalición para gobernar como la tarea central del Pacto. Así, se inició la búsqueda de alianzas, inicialmente con políticos cercanos al proceso de paz o que estaban en cierta rebeldía dentro de los partidos tradicionales, pero luego, con la presencia preponderante de algunos de esos personajes dentro de la campaña, se flexibilizó aún más esa búsqueda, realizando una serie de acercamientos con el “liberalismo oficial”.
En ese proceso el Pacto Histórico terminó siendo dirigido a nivel nacional por una cúpula visible de políticos profesionales procedentes del “santismo”, y a nivel regional -después de las elecciones de marzo de 2022- la campaña en departamentos y municipios terminó siendo permeada por políticos tradicionales, especialmente en donde no existían fuertes núcleos de Colombia Humana, o de izquierda, o de organizaciones sociales. La “alternativa de cambio” se había pintado de política tradicional y la “lucha contra la corrupción” no podía ser parte importante del discurso de Petro.
Y ni siquiera la irrupción de Francia Márquez logró afectar dicha estrategia. En algo alcanzó a alterar ese estado de cosas la líder social caucana, pero después del incidente con el neoliberal César Gaviria y de las refriegas que se presentaron en Medellín con los liberales “independientes” del alcalde Quintero, las aguas se calmaron y Francia -mal que bien- fue integrada a la dinámica política que venía de atrás. La “institucionalidad” estaba por encima de la rebeldía popular.
Las formas de hacer política y la irrupción de “Godolfo” Hernández
Al no contemplar las dos variables principales en juego, o sea, lograr cierta armonía (aunque fuera algo disfuncional) entre ser un candidato institucional y representar la rebeldía popular, el tema de las “formas” de hacer política pasó a un segundo plano. Cómo lo que se había implementado en 2018 fue relativamente exitoso (grandes concentraciones, vallas, periódicos o propaganda impresa, cuñas de televisión y radio, etc.) había que replicar “lo mismo” en muchas más ciudades y con más tiempo. Sólo que para hacerlo se necesitaba mucho más dinero.
Y así, la campaña electoral del Pacto Histórico arrancó desde octubre de 2021 sin plantearse grandes cambios en la estrategia de comunicación y en las formas de integrar al conjunto de la población en las diversas tareas. No se planteó llegarle a los abstencionistas. Se definió la línea de sumar todo el “antiuribismo”, o sea, a todas las “fuerzas de la paz”, incluyendo a los partidos tradicionales o a sectores de ellos que quisieran “gobernar con nosotros”. Allí, también se “acomodó” la estrategia de las “campañas agresivas” que hacen parte de las formas de acción política tradicional, apoyada por expertos internacionales y “magos” de la contrapropaganda.
El golpe lo vinimos a sentir después de la 1ª vuelta. Un outsider, algo desconocido a nivel nacional pateó el tablero y pasó de la noche a la mañana a ser el rival del Pacto Histórico. ¿Qué fue lo que realmente sucedió? ¿Cómo se nos coló por los flancos este señor Rodolfo Hernández mientras nos dedicábamos a enfrentar al candidato “Fico” Gutiérrez, que era señalado de ser el candidato a vencer? ¿Estábamos preparados para ese nuevo escenario?
Para entender qué fue lo que ocurrió es importante identificar las características de ese outsider. Rodolfo Hernández fue alcalde de Bucaramanga, una ciudad intermedia, y por entonces fue un fenómeno electoral porque se enfrentó -casi solo- a la clase política tradicional corrupta que manejaba esa ciudad. Realizó una gestión aceptable, saneó -en gran parte- las finanzas de la ciudad capital del departamento de Santander, y en medio de muchos escándalos mediáticos y sanciones de la Procuraduría por múltiples acusaciones, terminó su mandato con un 84% de favorabilidad.
Un “ornitorrinco” político aparece en el escenario
Hernández coloca en el eje de su campaña el tema de la corrupción. Es casi su única propuesta. Mediante frases y slogans impactantes y mediáticos logró construir la imagen de estar lejos de la clase política tradicional y de tener las manos libres para “echar a la cárcel a los corruptos”. Su lema es “no robar, no mentir y no traicionar”. “Quitarle los privilegios a los congresistas”, “convertir el Palacio de Nariño (casa presidencial) en un museo”, y “reducir la burocracia”, como fusionar ministerios y cerrar embajadas, han sido -entre otras- sus propuestas más comentadas.
Asesorado por el conocido estratega político Ángel Becassino que había trabajado antes con Gustavo Petro y por el experto en comunicación digital Víctor López, quien trabajó con Nayib Bukele, logró en muy pocas semanas derrotar al candidato del uribismo y de los partidos tradicionales. Para hacerlo, se concentró en el manejo intensivo de las redes sociales, conectó con amplios sectores de la juventud y las clases medias, y sin mayores gastos económicos electorales, pocas vallas, sin propaganda impresa y muy pocas exposiciones públicas, lo consiguió.
Hernández propiamente no es un político. Es un empresario de la construcción de 77 años que usó el sistema financiero de una forma sui generis para enriquecerse. Tiene cualidades histriónicas y comunicativas al estilo de un “actor” que lo vuelven atractivo en un ambiente político cuadriculado, impostado y poco creíble. Su lenguaje “francote”, directo, provocativo, irreverente y hasta procaz, seduce a quien busca algo diferente. Es una especie de “ornitorrinco político” que no cree en derechas e izquierdas; combina valores como el esfuerzo individual, el espíritu empresarial y el papel de la familia, con la necesidad de acabar con “la robadera oficial” y hacer rendir la “chequera pública” que maneja el Estado. Después del 29 de mayo adoptó parte del programa de Petro para distanciarse (en apariencia) de los apoyos del “uribismo” y la oligarquía neoliberal.
Hernández es una especie combinada de Berlusconi, Trump, Bolsonaro, Bukele y Duterte. Con ideas y propuestas simples y superficiales se muestra como un “antipolítico” y “antisistema” pero, no ha podido ocultar sus esencias conservadoras y su naturaleza ramplona de padre autoritario y dominante, capataz esclavista y mandamás furibundo. No se puede decir que sea un “populista” porque solo acude al “pueblo” para que delegue en él toda la autoridad para hacer lo que ese pueblo -para él ignorante y manipulable- no puede hacer.
Al no contar con un partido político ni representación en el Congreso, anunció que gobernará declarando la conmoción interior y con decretos presidenciales. Su talón de Aquiles consiste en que en la actualidad está imputado (acusado) por un caso de corrupción durante su gestión en la alcaldía de Bucaramanga, y de ser electo sería un presidente muy débil incluso para realizar los “cambios cosméticos” que ha planteado, y quedaría a merced de la voracidad de todos los sectores de derecha y “antipetristas” que se le han sumado en las últimas semanas.
¿De donde salió el apoyo electoral de “Godolfo”?
Una de las formas de comprender el fenómeno de Rodolfo Hernández es descubriendo y describiendo el origen de los casi 6 millones de votantes que obtuvo en mayo 29. Es un ejercicio que nos permite entender a un importante sector de la población colombiana que en muy poco tiempo decidió apoyar a ese candidato outsider que no tenía una estructura política organizada y que basó su principal acción en hacerse conocer por “Tik Tok”, Instagram, Whatsapp y otras redes sociales.
Los “uribistas avispados”, conformados por simpatizantes de Uribe que al darse cuenta que “Fico” Gutiérrez no podía derrotar a Petro, se desplazaron hacia Hernández para fortalecer su opción pasando a 2ª vuelta.
Los “uribistas defraudados”, que nunca estuvieron de acuerdo con elección de Duque en 2018 y buscan ahora una figura autoritaria que remplace a su “presidente eterno” con la garantía de que nunca vaya a juzgar a Uribe por sus delitos y crímenes.
Los “antipetristas no uribistas”, surgidos en sectores medios que simpatizaron con el M19 o con “procesos alternativos” pero rechazan a Petro porque creen que será un Fidel o un Chávez.
Los “antipetristas de centro”, que apoyaban a Sergio Fajardo y que ante los ataques virulentos que sufrieron por parte de Petro o de los “fanáticos petristas” en las campañas anteriores, apoyan a Hernández como una forma de venganza y retaliación.
Los “petristas resentidos”, inconformes con la presencia de políticos tradicionales en las filas del Pacto Histórico. Se alejaron de Petro y buscan su derrota para castigar a los gamonales regionales que ellos odian por corruptos y clientelistas.
Los “rodolfistas ingenuos”, que creen ciegamente en Hernández. Piensan que como es un multimillonario no se va a robar ni un peso y va a acabar con la corrupción estatal. Según ellos, es el único que puede unir a la nación y realizar algunos cambios en un ambiente tranquilo y sin grandes discordias. Algunos intelectuales como William Ospina están dentro de este grupo.
Los “rodolfistas mediáticos”, que se suben a la “ola” de la moda electoral porque les causa admiración y atracción ese “viejito grosero pero simpático”. Son gentes que viven en un mundo del espectáculo y se enamoraron de las “formas” de actuar de ese “exitoso” empresario, que paralelamente desprecia al pueblo y se burla de sus clientes de la industria inmobiliaria.
¿Qué ocurrió después del 29 de mayo y qué podría ocurrir en la recta final?
El discurso de Gustavo Petro en la celebración del triunfo electoral de la 1ª vuelta contrastó totalmente con la intervención de Hernández en la misma fecha. El primero lo hizo durante algo más de 25 minutos en el hotel Tequendama de Bogotá junto a toda la dirigencia del Pacto Histórico y a una gran multitud, mientras el segundo lo hizo a través de un video de pocos minutos desde la cocina de su casa-finca en la localidad de Piedecuesta, Santander.
Petro celebró los 8,5 millones de votos obtenidos pero arremetió contra su nuevo rival tildándolo de ser corrupto y uribista. Ya estaba a la defensiva. En el ambiente no se respiraba un ambiente de total victoria dado que se había posicionado la idea de que iba a ganar la presidencia en la primera vuelta. Se hizo evidente que Petro y sus dirigentes no estaban preparados para el nuevo escenario que lo enfrentaban a un candidato diferente a “Fico” Gutiérrez, que era lo esperado.
En la misma noche el candidato “uribista” derrotado, “Fico”, se sumó a Hernández en forma incondicional con la consigna de “salvar a Colombia del desastre”. En la semana siguiente se desencadenaron las adhesiones de los candidatos y coaliciones derrotadas para un lado u otro, el voto en blanco o la libertad para sus electores. Todo el “antipetrismo” se alineó con “Rodolfo”.
En la siguiente semana Hernández en las encuestas inició la remontada hasta aparecer en algunos sondeos por encima de Petro. El candidato del Pacto Histórico cambió la estrategia comunicacional, desechó las concentraciones multitudinarias y se dedicó a hacer visitas personalizadas a familias de mineros, floricultores, campesinos, y pequeños productores en diversas regiones del país que son trasmitidas por las redes sociales.
El candidato de la “Liga contra la corrupción” sintiéndose ganador se ha negado a participar en debates públicos con su contrincante, ha mantenido su actividad por las redes digitales, y viajó a Miami (Florida, EE.UU.) en donde se encontró con las bases del más rancio uribismo y recibió el apoyo del empresariado de esa región estadounidense.
A finales de la semana pasada la revista Semana publicó una serie de videos de reuniones internas del Pacto Histórico. Allí se muestra la intimidad de la campaña de Petro que revela una serie de conversaciones y debates en donde se proponen formas “agresivas” de acción política dirigidas a debilitar a sus rivales. Los medios “antipetristas” han hecho su agosto y no han dejado desde entonces de utilizar esas grabaciones ilegales para desprestigiar al candidato del Pacto Histórico.
En los últimos días el gobierno, la registraduría y los medios de comunicación han lanzado fuertes ataques contra el Pacto Histórico. Tratan de reforzar la imagen construida y provocar reacciones negativas. Han detenido ilegalmente en varias ciudades a jóvenes de la “primera línea” con el argumento de que preparan protestas y desórdenes el día de la elecciones. Además, llaman unilateralmente a Petro a respetar los resultados de las elecciones mientras no acceden a realizar la auditoría internacional del software electoral que fue ordenada por el Consejo de Estado. Todo ese ambiente de tensión parece un montaje para ocultar un “fraude controlado”, que en una elección tan reñida puede inclinar los resultados finales en contra del Pacto Histórico.
Pronóstico arriesgado
Hacer un pronóstico de los resultados del 19 de junio no es fácil. Durante la última semana, por lo que se observa, Petro sumó apoyos de “centro” y de importantes columnistas de opinión, que resaltan su preparación, capacidad y sentido de responsabilidad institucional. Sabe que tiene una gran fidelidad entre sus electores y su principal objetivo es no perder votantes, estando todo el tiempo bajo “fuego” de los medios de comunicación.
Hernández y sus asesores también saben que después de su vertiginoso ascenso, no era fácil sostener ese voto frágil, emotivo y poco fiel. Por ello, confían en el respaldo masivo del “antipetrismo” uribista y de los partidos que apoyaron a “Fico”, y miran para otro lado ante la avalancha de compra de votos que los clanes políticos corruptos de diversas regiones están desplegando para vencer al Pacto Histórico.
Mientras Petro se mantiene expuesto, Hernández se ha escondido. Uno es consciente de su capacidad, el otro teme “embarrarla” con salidas en falso. El primero, no puede cambiar de un momento para otro y por ello mantiene su estrategia y discurso; el segundo, se apega a su estrategia de comunicación y a su precario discurso, pero sin exponerse en lo más mínimo. Petro quiere ser garantía de estabilidad institucional mientras Hernández sabe que lo es para los sectores dominantes pero necesita mantener la imagen de ser un “antipolítico” y “antisistema”.
Si el Pacto Histórico logra incrementar sus votos en regiones donde ha sido fuerte (Suroccidente, Costa Caribe y Bogotá) y consigue transformar la imagen de Hernández de ser un “viejito grosero e irreverente pero bonachón” en una amenaza real para la democracia y la sociedad (o una parte de ella), aunque no logre un gran crecimiento, saldrá victorioso. En cambio, su rival depende del trabajo de unos aliados que no confían plenamente en él pero que le temen más a Petro. Pienso que el triunfo de Petro es lo más posible pero de seguro el resultado va a ser muy apretado.
Conclusiones generales
Las siguientes conclusiones sirven para dejar visualizados algunos problemas que se aprecian en este recuento:
La estrategia del Pacto Histórico no logró hacer coincidir dos objetivos básicos: desmontar los miedos acumulados contra Petro y mantener su imagen de lucha contra la corrupción.
Rodolfo Hernández logra crecer y competir explotando ese vacío estratégico.
Petro termina defendiendo la institucionalidad que hay que cambiar mientras la rebeldía popular “no izquierdista” es canalizada por Hernández con poses y apariencias de outsider (sin serlo).
No pudimos diseñar estrategias diferenciadas para las dos Colombias que conviven: la heredera del “imaginario paisa y conservador” y la legataria de la “narración mestiza plebeya y rebelde”.
No se logró aprovechar plenamente la irrupción de Francia Márquez en la campaña.
Independientemente de que el Pacto Histórico gane o no las elecciones, los avances de las fuerzas democráticas son evidentes y visibles.
Rodolfo Hernández no es un peligro por “lo que es” sino por “lo que puede ser” si logra ganar.
Y en un sentido más general adelantamos algunas ideas por desarrollar:
En una campaña electoral es muy importante la visión y el diseño estratégico.
La forma y el contenido de la acción política deben constituir una unidad armónica y flexible.
La estrategia política y electoral de un movimiento u organización popular debe ser construida con gran participación colectiva y comunitaria.
La lucha por acceder al gobierno (institucionalidad) no debe hacer perder el principal objetivo que es organizar y empoderar a los sectores populares frente a su vida y a su futuro.
E-mail: ferdorado@gmail.com
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