Sobre el cauce del río Turia en Valencia (España)
En mi opinión sería deseable confiar en las instituciones como forma democrática de solucionar los problemas del pueblo. Pero, en general y por desgracia, la realidad no suele ser así. Lo que llamamos democracia casi siempre es el resultado de la opinión mediática, no de una deseable opinión pública. Y el resultado es la prevalencia de unas instituciones diseñadas a medida de los grandes meganegocios, codiciados por la megaenfermedad mental de la obsesión de la acumulación.
En esta “democracia” y en este “mundo libre” todo se activa en torno al máximo desarrollo del meganegocio, en torno al sagrado y fundamentalista crecimiento oligárquico. En el seno del neoliberalismo global, es mucho más importante el gran volumen de negocio, el crecimiento oligárquico, que realizar una finalidad social, ecológica o humana, como debería ser.
Y centrándonos ahora en las instituciones municipales valencianas, vamos a ver, brevísimamente, como ha ido funcionando la historia del antiguo cauce del río Turia. ¿Estaba justificado desviar el río con el Plan Sur? Puede ser cuestionable, por un lado, está la evidencia de las grandes catástrofes de las grandes riadas históricas del Turia, como puedan ser las de los años, 1589, 1949 y 1957, entre otras. Pero, en todo caso, el área ya seca del antiguo cauce debería haber sido pensada seriamente para la creación de un bosque urbano y no para construir en el lecho, ya que este cauce fue concedido a la ciudad de Valencia por el jefe del Estado Juan Carlos I. (ya que todos los cauces de los ríos de España en aquellos tiempos eran propiedad del Estado), pero con la condición expresa de destinar este antiguo cauce, en exclusiva, para zona verde y no para construir edificaciones.
Juan Olmos, en un reciente artículo [1] del periódico “El Diario” nos dice: “…nuestra ciudad metropolitana (empecemos a llamarla así, a ver si comienzan los alcaldes a pensar en grande)”.Me sorprende que un antiguo compañero de la primera asociación ecologista de la ciudad de Valencia (AVIAT), impulsada por el memorable José Vicent Marqués, defienda tan firmemente la megaciudad metropolitana. Y, precisamente, cuando en la actualidad, resulta indispensable un movimiento ecológico en el que las ciudades deben decrecer y la mayoría de los ciudadanos deben transformarse en campesinos asentados en ecoaldeas.
Aunque en algo sí que estoy completamente de acuerdo con él, y es con algunas que dice en su mencionado artículo, p.e.: “Recordemos, década eufórica, plan de Estabilización con los tecnócratas del Opus” […] “Decir en aquellos años que si un viaje era ‘todo por autopista’ significaba para mucha gente rapidez, confort y modernidad”. […] “Un modelo de ´todo para la carretera´”. También es cierto lo que dice respecto a “los 12 kilómetros del nuevo canal (nuevo cauce), flanqueado por sendas autopistas poco tiene que ver con la imagen del futuro”.
Para mí, pese a lo fuertemente criticado que fue el proyecto de los tiempos franquistas, de meter una autopista en el interior del antiguo cauce enterrada bajo un túnel, si esto se hace con la intención de la creación de importantes superficies boscosas en superficie, puede tener un cierto sentido.
En mi opinión, la solución de enterrar en el antiguo cauce en una autopista de 9 kilómetros de longitud podría tener más ventajas que inconvenientes, siempre y cuando se tuviera un criterio de lo que significa el bosque urbano. Veamos cuales podrían ser estas ventajas.
1. Sería condición sine qua non construir todo un “lecho de cemento” a lo largo de esos 9 km. Con una profundidad de al menos 3m., no para la circulación de agua, sino para el establecimiento, en su seno, de un suelo fértil relativamente profundo que pudiera soportar un bosque urbano, sino de árboles grandísimos al menos de árboles medianos, los árboles grandísimos se implantarían en los suelos laterales y superiores al cauce. Por debajo del mencionado “lecho de cemento” es donde se construiría el túnel o paso subterráneo. En Madrid seguro que hay más de 20Km. de horribles pasos subterráneos, que no fueron pensados para construir un “megabosque” urbano, que es tan indispensable. Con esta solución tendríamos un bosque urbano no sólo de 120 has., como el actual Jardín del Turia sino de más de 200 has., al añadir las calles colaterales al cauce como parque urbano. De este modo se podría disfrutar de un bosque urbano desde fachada a fachada y sin desniveles algunos.
2. Además evitaríamos el gran inconveniente que tiene el actual Jardín del Turia que es su gran desnivel por debajo del resto del de la ciudad; que le hace estar demasiado aislado y con importantes discontinuidades con el resto de la ciudad, es un efecto ocasionado por el desnivel de los históricos y respetables pretiles del siglo XVI. Joan Olmos habla de derribar los pretiles para dar una mayor continuidad y acercamiento con la ciudad, y aunque es cierto que esta continuidad se echa de menos, creo que los pretiles merecen un respeto histórico.
Es verdad, el actual parque del lecho del río tiene un cierto aspecto de fosa más que de un accesible parque. Una fosa en donde se acumula y se estanca el aire húmedo y cálido de verano, y el aire frío en invierno; con lo cual, por la humedad, la sensación térmica de calor y frío aumentan, en el fondo de este lecho.
3. La construcción del túnel debajo del bosque urbano no significa la desaparición completa de los pretiles, puesto que podría dejarse sobresaliendo su parte alta.
4. Con este bosque urbano, de fachada a fachada se evitaría, además del aire cálido y húmedo mencionados, la cascada de toda la contaminación del tráfico lateral del cauce, emitida por los tubos de escape hacia el fondo de un presunto “saludable jardín”.
5. Por otra parte, haríamos justicia ecológica basada en que el que quiera vehículo privado, por la ciudad, que lo disfrute, pero soportando, como “impuesto ecológico”, la respiración de sus propios humos.Está claro, que construir un túnel de 9km. con estas características y que sea capaz de soportar un bosque urbano encima puede resultar extremadamente caro, pero es muy posible que menos caro que el presupuesto que suponía el rosario de palacetes de lujo de Bofill. Y por supuesto, menos caro que el despilfarro que ha supuesto la construcción del angustioso, desmedido y faraónico complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias,realizado por el famoso arquitecto-ingeniero Calatrava (PP), sustituto de Bofill (PSOE).Entre la media docena de mastodónticos edificios amontonados, sólo el Palacio de las Artes Reina Sofía,
inaugurado el año 2005, costó 500 millones de euros; con el agravante de que en el año 2014 se desplomó parcialmente y tuvo que ser reconstruido. El costo total sobrepasaba varios miles de millones de euros, sin contar entre ellos el Puente de la Constitución, cuyo monto ascendía a de 463 millones de euros, de los de hace veinte años.
Y ahora abordemos los futuros proyectos, que se barajan actualmente, según nos indica Juan Olmos en su mencionado artículo. El proyecto que él propone constaría de dos tramos:
a. Un nuevo río, creado artificialmente, sobre el antiguo y natural cauce sería como un gran jardín de flores artificiales.
Y es que en occidente hacemos de la artificiación de la naturaleza un verdadero fetiche, a los urbanistas les mola más extensas superficies de suelo vivo [2] sepultado bajo duras y reflectantes baldosas (que cuente con alguna maceta-fetiche),que algo de lo que están carentes muchísimos parques urbanos de Occidente: de un auténtico bosque urbano. En este sentido viene a cuento citar una y profunda opinión mostrada por el pensador Tunecino Max Ajlen el artículo: “Max Ajl: Las propuestas para un Green New Deal hechas desde el Norte continúan con la dominación neocolonial del Sur”. Alejo Pedregal.[3]
“Existe un profundo prejuicio anticampesino en el pensamiento occidental, incluido en el marxismo occidental (anticampesino más que antinaturaleza), ya que el pensamiento occidental a menudo fetichiza una determinada reconstrucción artificial de la naturaleza”
Muchas veces es conveniente estar fuera de la “procesión occidental” para ver con perspectiva esta “procesión”, que en el fondo tiene mucho de fetichismo religioso-fundamentalista el del sagrado crecimiento oligárquico global y del megabeneficio cortoplacista.
b. Dice Joan Olmos: “superar los problemas del final del cauce”. Y especifica vagamente cuales son esos problemas.
Para mí, el final el cauce tiene al menos tres grandes problemas o más bien aberraciones.
1. El megaentramado de cemento empleado en la construcción de la Ciudad de las Artes y las Ciencias que es una desorbitada aberración faraónica que está dotada. Una aberración con múltiples y amontonadas megaconstrucciones, y tal vez lo peor de todo es que sí que rompen con el ambiente que debería tener de un antiguo cauce. Pero nada de esto importa si se puede hacer el fantasma faraónico, pero sobre todo si hay meganegocio cortoplacista; esto último es lo más prioritario de todo, desde luego por encima del indispensable ambiente de bosque urbano. ¿Es necesario construir una faraónica ciudad?, desde luego es “lo que se lleva”; y efectivamente “lo que se lleva”, “la moda”, la “innovación por la innovación”, el “usar y tirar” son actos extremadamente rentables ¿pero debemos hacerlo todo por la rentabilidad, la acumulación y el crecimiento oligárquico? Y en todo caso: ¿es idónea la desembocadura de un antiguo cauce para la implantación de semejante monstruo faraónico?, creo que no, sino que más bien lo prioritario debe se la conservación de una Biosfera sana y un entorno natural y saludable para las personas. Y esto más aún si consideramos la situación en que estamos con un galopante Cambio Climático y un vertiginoso ascenso de las temperaturas globales. Según esta situación, resulta urgente detener este suicida calentamiento global. Por todo esto, deberíamos suprimir tajantemente toda actividad de construcción que nos sea estrictamente necesaria, marcando un necesario y urgente principio de resiliencia generalizada sin privilegio alguno. Y en todo caso, si, contradictoriamente, resulta inevitable hacerlo, que lo hagan en una explanada de secano fuera del cauce y de las huertas. Pero así es el neoliberalismo global y el crecimiento oligárquico, en el que se basa la moda del urbanismo actual.
2. Un desorden antiecológico de este territorio, no sólo ocupado masivamente por la Ciudad de las Artes y las Ciencias, sino que en esa zona aún permanecen (ya completamente abandonadas) las estructuras de la disparatada Fórmula Uno, realizada en tiempos de la alcaldesa Rita Barbera.
3. Aún no están resueltas problemas de drenados y desagües de la desembocadura de este antiguo cauce que genera grandes molestias de contaminación a los vecinos.
Lo que más duele es que todo este carísimo conjunto de aberraciones antiecológicas (realizadas en contra del sano apacible del bienestar del entorno urbano), lo hayamos pagados los ciudadanos, rascando los bolsillos, para pagar una contribución que sería plausible si fuera adecuadamente empleada; y no sólo utilizada en función del meganegocio faraónico.
Notas:
[1]https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/territori-critic/jardin-turia-proyecto-incompleto-2_132_9120782.html
[2]No sé si estos urbanistas desconocen lo enormemente prioritario que deben ser los suelos vivos o es que les importa más la moda y el volumen de negocio que supone el encargar obra de fábrica.
[3]Max Ajl: “Las propuestas para un Green New Deal hechas desde el Norte continúan con la dominación neocolonial del Sur”. Alejo Pedregal – Frente Antiimperialista Internacionalista;
Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT
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