La envergadura y el tono de festejo del acto de asunción de Sergio Massa como ministro de Economía pareció una celebración anticipada del posible rumbo hacia la candidatura presidencial en 2023. La ilusión es que si la nueva gestión económica logra bajar la inflación y adecuarse a las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) la perspectiva puede incluir hasta un triunfo electoral en los próximos comicios.
Cristina Fernández hizo llegar sus gestos de apoyo hasta una foto conjunta, tomada en su despacho en el senado. La imagen fue acompañada por un silencio que podría teñirse de complicidad en la medida en que la realidad socioeconómica parezca retornar a parámetros manejables. O derivar hacia una actitud hostil si este intento de estabilización y ajuste fiscal fracasa.
Acerca de las repercusiones en el peronismo y sus aliados ante la asunción del conductor del Frente Renovador lo que apunta es algo ya tradicional en esa fuerza: El alineamiento disciplinado de la gran mayoría, que de paso permite preservar posiciones de poder y resguardarse para alguna posible ola en otra dirección.
Las voces que cuestionaron el nombramiento de Massa estuvieron a cargo de agrupaciones que están lejos del núcleo de poder del Frente de Todos (FdT)
Básicamente las expresiones críticas estuvieron a cargo de Juan Grabois y algunos (no todos) sus “socios del Frente Patria Grande; Unidad Popular con Claudio Lozano al frente, el Partido Comunista, y parte (tampoco todos) de los miembros de la agrupación Soberanxs.
A esas disidencias localizadas se contrapone el amplio consenso inicial dentro del FDT, acorralado por la crisis y urgido para superar la parálisis de su gobierno, hasta ahora surcado por desavenencias internas demasiado pronunciadas.
“Que los números cierren con la gente adentro” es una frase que circula en el kirchnerismo. Lo que más o menos equivale a propiciar que haya ajuste por el lado del gasto (el aumento de ingresos no entra en los cálculos) pero sin mayores costos sociales. Un objetivo que bordea lo imposible
El hasta ahora presidente de la Cámara de Diputados aparece en principio bien rodeado de apoyos empresariales, algunos de los cuales aportaron su presencia satisfecha al acto de asunción. Entre ellos se encuentran Marcelo Mindlin, dueño de Pampa Energía, los asociados Daniel Vila y José Luis Manzano, que entre otros negocios son dueños de Edenor, el banquero Jorge Brito, el supermercadista y expolítico Francisco de Narváez, el polirrubros Eduardo Eurnekian.
José Luis Manzano y Daniel Vila.
Esto último hace presagiar que continuará la lógica “consensualista” con las grandes empresas y la consiguiente propensión a habilitarles renovadas oportunidades de negocios. A cambio de promesas de conductas más mesuradas en la persecución de la máxima ganancia, las que de modo invariable se encargan de incumplir.
¿Qué propone el flamante ministro?
Su discurso inaugural y sus primeros movimientos apuntan a afianzar la lógica del ajuste. Mención especial para el incremento de tarifas, con la supresión selectiva de subsidios para quienes superen un tope de consumo de electricidad o gas. Y parece no habrá ninguna posibilidad de corrección por parte del 30% de usuarios que no pidieron el mantenimiento del subsidio, tal vez por razones contingentes.
Al lado de estos criterios, la tan controvertida segmentación que propuso Martín Guzmán aparece como un camino de moderación, ahora abandonado.
También anticipó la auditoría de los planes sociales, en una dirección en la que parecen anudarse dos intenciones. La de reducir el “gasto” en prestaciones sociales, con la carga simbólica de presentar a los “planeros” como actores de una suerte de estafa a la clase media que los “mantiene” con sus impuestos.
Asimismo entronca con la búsqueda de debilitar la base de las organizaciones sociales, hoy fuentes frecuentes y masivas de movilizaciones callejeras que molestan por variadas razones.
Otro efecto de esa política podría ser canalizar a beneficiarios de planes hacia el empleo privado, con estímulos para los empresarios que sólo pagarían una parte del salario durante el primer tiempo de la contratación. El resto lo cubriría la asignación del plan. Beneficiosa perspectiva para los potenciales empleadores.
Otra porción de los anuncios estuvo ocupada por medidas clásicas de reducción del gasto público, apuntaladas por el seguimiento de una política monetaria más ortodoxa. Lo que va en línea con el aviso de que se cumplirá a pie juntillas con la meta del 2,5% de déficit fiscal.
De cara al FMI se escoge el cumplimiento estricto de lo exigido por el organismo. Se deja así de lado cualquier expectativa de renegociación y readecuación de los objetivos establecidos en el acuerdo con el organismo internacional.
Una tradición de los planes de ajuste es el “congelamiento” de la planta estatal, también incluida en el discurso inaugural. Tiene asimismo un peso simbólico, al ir contra la acusación que hacen las fuerzas conservadoras acerca del perenne impulso populista de hacer clientelismo con la creación de cargos estatales
Otra puntualización fuerte del flamante titular de economía ha sido la opción por el extractivismo de proyección exportadora. Allí se buscarán los dólares para apuntalar los pagos al Fondo Monetario Internacional (FMI), con el agronegocio, la energía y la minería al frente.
Es sabido que este tipo de opciones exportadoras tienen uno de sus pilares (sobre todo para las del ámbito agropecuario) en la reducción del nivel de consumo popular
Como contrapartida fueron casi nulos los anuncios dirigidos hacia trabajadores y pobres, sólo pareció ir en sentido contrario el aviso no cuantificado de un refuerzo para las jubilaciones, que es probable se agote en uno de esos “bonos” por única vez que sólo proporcionan un alivio momentáneo.
El objetivo de “crecimiento con inclusión”, mantra de siempre del kirchnerismo que repitió Massa, aparece más que alejado del campo de prioridades que tiñó el resto del discurso.
Las posibles respuestas, por arriba y por abajo.
Los comentarios que trascendieron desde ámbitos articulados con el gran capital internacional tendieron a ubicar las medidas anunciadas como parte del “camino correcto”. Sin por eso privarse de manifestar la insuficiencia de esas previsiones. Resultan elocuente en ese sentido las apreciaciones emitidas por el banco JP Morgan:
“Frente a la urgencia (…) continuamos caracterizando el actual esfuerzo político como querer curar un brazo cortado con una curita, no teniendo la consistencia ni la amplitud para estabilizar la economía”.
Un cuadro repetido: Las políticas antipopulares no le alcanzan a la gran empresa, que pide mucho más y además propicia el retorno al gobierno de fuerzas del todo identificadas con su programa de máxima. La oposición de derecha siguió un camino similar acerca de la “insuficiencia” de las decisiones anunciadas.
A esas reticencias contribuye el elenco que hasta ahora acompaña al “superministro”. Con excepción de Daniel Marx, no asoman allí grandes nombres de entre los favoritos del núcleo del establishment.
Ni Martín Redrado, ni Guillermo Nielsen, por ejemplo. Y está muy en duda la designación de Gabriel Rubinstein como secretario de Programación Económica, un cruzado de las reformas neoliberales que hubiera elevado las expectativas de “los mercados”.
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La respuesta de las organizaciones de las clases subalternas ante este cuadro no debería ser otra que la denuncia del acentuado sesgo antipopular de la profundización del ajuste y la movilización inmediata en pro de sus reclamos más acuciantes y en pro de una dirección distinta a la que dicta el gran capital.
Las características del grueso de las dirigencias traban el seguimiento a pleno de ese camino. La Confederación General del Trabajo sigue su ronda interminable en torno a la anunciada movilización del 17 de agosto, cuyo levantamiento no se descarta. Y en caso de mantenerse, aparece fuerte la preocupación porque no sea interpretada como un acto contra el gobierno.
Precauciones similares esgrimen las organizaciones piqueteras oficialistas, que dispusieron una movilización masiva para el día de San Cayetano, al tiempo que sus conductores hacen declaraciones públicas que avalan el rumbo adoptado, con salvedades que no afectan lo esencial.
Se necesita que las masas populares confíen en sus propias fuerzas y en las dirigencias que se mantienen independientes del poder económico y de quienes conducen el aparato estatal. Hoy está en disputa la aceptación de que las políticas de ajuste y el “buen trato” al capital local e internacional sean el único camino posible.
Y se trata de presentar otro sendero, a partir del señalamiento de que, una vez más, se aduce que puede ocurrir una catástrofe si no se siguen las políticas que justamente encaminan al desastre a las mayorías populares.
La situación es muy crítica y no se debe dejar en manos de quienes, con corcoveos o sin ellos, terminan por asumir el ideario neoliberal a modo de “solución” empobrecedora y excluyente.
tramas.ar
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