A solo dos días de asumir el cargo la flamante primera ministra Liz Truss dio un giro de 180 grados sobre las tarifas de gas y electricidad. En un mensaje en la Cámara de los Comunes Truss anunció que congelaría el aumento tarifario por dos años luego de haber rechazado de plano una propuesta hecha en ese sentido por el laborismo hace dos semanas. “Este gobierno va a dar una nueva garantía sobre los precios que dará seguridad a la población y bajará la inflación”, dijo Truss al parlamento.
El tope del gasto eléctrico que iba a pasar de casi dos mil libras (2300 dólares) a 3549 libras anuales (unos 288 dólares mensuales) a partir del 1 de octubre quedará ahora en 2500 libras anuales. Como medida adicional y segmentada, el gobierno aportará una ayuda de unas 400 libras que, en la práctica, dejaría para los sectores beneficiados, que aún no fueron definidos con precisión, en el mismo techo tarifario que rige ahora.
El costo de la medida superará las 100 mil millones de libras en momentos en que la deuda pública británica viene aumentando de forma sostenida (40% del PBI con Dave Cameron (2016), 60% prepandemia, más de 90% hoy). La alternativa, sin embargo, era que millones de personas cayeran en la pobreza energética (pagar más del 10% de sus ingresos a luz y gas) y absoluta (destitución) y que miles de empresas fueran a la quiebra.
¿Quién paga?
El laborismo había propuesto un congelamiento tarifario a mediados de agosto que fue rechazado por Liz Truss que estaba en campaña para convencer al Partido Conservador que era la sucesora que necesitaba el país. En esto el giro ha sido espectacular y a la vista de todo el mundo si bien el congelamiento de Truss es menor al propuesto por el líder laborista Sir Keir Starmer. La gran diferencia entre ambos está en quiénes van a financiar este paquete de ayuda.
En la versión de la flamante primera ministra será financiado con deuda que se pagará con impuestos generales, es decir, por todos los contribuyentes. El líder laborista propone en cambio un impuesto a la renta especial para las empresas energéticas que han cosechado enormes ganancias desde la guerra en Ucrania, algo que Truss ha rechazado de plano. “La primer ministro sabe que no tiene otra opción que salir con un paquete de ayuda, pero esto tiene un costo y esa es la pregunta real que hay que hacerse, ¿quién lo va a pagar? El mismo Tesoro estima que las energéticas tendrán una ganancia especial de 170 mil millones de libras en los próximos dos años. Ella va a dejar que estas compañías sigan enriqueciéndose gracias a esta renta especial y que los trabajadores se hagan cargo de una cuenta que habrá que pagar durante décadas”, dijo Starmer.
En el independiente Instituto de Estudios Fiscales señalaron que la ayuda beneficiaba mucho más a los más ricos que al conjunto de la población añadiendo un peso a la deuda pública que será muy costoso para un gobierno que enfrenta crisis en muchos frentes. Según una estimación, con la actual escalada de los precios energéticos sumados a la espiral inflacionaria, miles de pequeñas y medianas empresas irán a la quiebra. El dueño de una pequeña cadena local de panaderías en el norte del país, Louise Costello, señaló al “The Independent” que la ayuda “es demasiado poco y demasiado tarde”. La empresa tuvo que cerrar tres negocios después de que la cuenta de electricidad pasara de 19500 libras anuales a 105 mil, un aumento del 438 %. “Hace meses que estamos en esta situación esperando ayuda del gobierno. Esto llega demasiado tarde para mí y para muchos otros negocios”, dijo Costello al periódico.
Desde la extrema derecha neoliberal, que hasta ahora apoyaba a Truss sin reservas, también criticaron la ayuda. “Es mejor atacar este problema con un beneficio social segmentado y una disminución de la carga impositiva porque el costo de este paquete será entre 90 y 170 mil millones de libras. El control de precios no funciona. Eliminando esa señal clave que es el precio y otorgando subsidios a la energía, se hará un uso ineficiente de la energía, se prolongará la crisis y se ahogará la inversión”, dijo Andy Mayer, analista del Institute of Economic Affairs.
Baja la libra
A diferencia de otras épocas en que el ingreso de un conservador era saludado por los mercados, esta vez hubo una marcada caída del valor de la libra que cayó a su nivel más bajo desde 1985 respecto al dólar .
El giro de 180 grados en relación a las tarifas no se extendió al resto del programa económico de Truss que se sigue basando en el mantra entonado por los conservadores desde los 80: bajar impuestos para aumentar la inversión y producir el efecto de derrame (trickle down) sobre el resto de la sociedad. Nada de eso ha ocurrido: el Reino Unido es el país con más bajo nivel de inversión entre sus pares del G7 y la desigualdad y la pobreza absoluta han crecido en los últimos 12 años de gobierno conservador.
La reducción impositiva de unos 27 mil millones de libras que propone Truss beneficiará sobre todo a las corporaciones y los hogares más afluentes. A las corporaciones Truss les abolirá el aumento impositiva que iba a regir a partir de abril de 19 a 25 por ciento, primer aumento en 47 años. Al conjunto de la población le eliminará el incremento que rige desde abril de este año para la seguridad social, una medida que, según la Resolution Foundation, beneficiará mucho más al 5% más rico que a los que tienen menos ingresos. “Los hogares británicos de bajos ingresos son hoy un 22% más pobres que sus pares en Francia y un 21% más pobres que en Alemania”, señala la Resolution Foundation.
Entre los críticos abundan los economistas y medios del establishment. “Truss tiene cinco huracanes económicos: tarifas energéticas, inflación, recesión, aumento de las tasas de interés y caída de la libra. La prioridad de la población son los servicios públicos, el Servicio Nacional de Salud. Incluso entre muchos votantes conservadores no hay deseo de una agenda laissez-faire. Quieren menos impuestos, pero no quieren que beneficien a los que más tienen. Quieren que el estado intervenga para mejorar los servicios públicos, que combata el aumento del costo de la vida y que fomente la nivelación regional y social. Quieren aumento salarial y no quiere desregulación del mercado laboral. Esta agenda va a forzar la mano de Truss”, pronostica en el “Financial Times” Robert Srimsley.
En resumen, la alternativa para Truss es hacer otros giros de 180 grados, a los que no parece por el momento muy inclinada, o sucumbir ante una crisis superior a sus fuerzas, algo que va en contra del instinto político de supervivencia. En los 80, su modelo, Margaret Thatcher dijo ante las críticas que recibía sobre su agenda ultra que “the lady is not for turning” (la dama no iba a cambiar de rumbo). Los tiempos han cambiado: Liz Truss no tiene espacio para esa intransigencia. O gira o se hunde.
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