Por Arturo Alejandro Muñoz, Polítika / Resumen Latinoamericano, 14 de enero de 2024.
Tal vez usted leyó velozmente el título de este artículo de opinión y le pareció entender “arriendo” de banderas; no, se equivocó…aunque algo de ello puede haber también. Quizá, quien arríe su bandera se obligue a arrendar la adversaria. En fin, de ello va esta nota.
Sobre este punto, la Historia nos ofrece ejemplos por doquier, recordemos a Clodoveo, rey de los francos, quien abandona su propia religión y se convierte al catolicismo porque ello era una imposición vaticana para reinar sobre Francia (“levanta la cerviz, fiero sicambro, quema lo que has adorado y adora lo que has quemado”, le dijo el obispo de Reims al momento de su abjuración).
Adelantando siglos, encontramos el caso del Mariscal Pétain, quien, bajo el argumento de evitar un baño de sangre en Francia, arrió su propio estandarte y arrendó las banderas nazis instalando en Vichy un gobierno títere de Berlín durante la segunda guerra mundial.
Clodoveo y Petain, dos ejemplos sacados al azar de entre cientos de casos parecidos en la Historia de la humanidad.
Arriar banderas y arrendar las adversarias es también signo de traición. Al menos, así se estima en los asuntos políticos, por mucho que algunos personajes públicos lenguajeen que lo hacen para privilegiar “el bienestar de la nación”.
¿Y en Chile, en este alejado y bello rincón del planeta, habrá ocurrido algo similar? Claro que sí, algunos casos así lo señalan.
La ‘voltereta’ de Gabriel González Videla casi no tiene parangón en nuestra Historia Política. El Partido Comunista chileno (PCCh) ayudó a que González Videla fuera electo como el tercer presidente PR (Partido Radical) consecutivo de Chile y, en conjunto con el Partido Liberal formó parte de su primer gabinete, en noviembre de 1946. Sin embargo, para abril de 1947, las presiones de la Guerra Fría, de Washington y de Londres se habían intensificado considerablemente.
El PCCh fue forzado a abandonar sus cargos y para agosto de 1947 era bastante claro que González Videla sólo esperaba la oportunidad para lanzar una ofensiva nacional en contra de los comunistas. La oportunidad llegó en octubre, cuando los mineros del carbón en huelga legal (con el apoyo y estímulo del PCCh) resistieron una orden de gobierno que los enviaba a trabajar. Acusando al PCCh de planear su derrota con la ayuda de agentes extranjeros, González Videla ordenó el arresto de activistas y líderes comunistas a través del país y, aunque en los meses posteriores a la huelga se le permitió una existencia legal severamente limitada, ello no impidió que el PCCh fuera objeto de acosos y persecuciones injustas y persistentes por parte de las autoridades.
En septiembre de 1948, con la promulgación de la Ley de Defensa de la Democracia (LDD), el PC fue ilegalizado y sus miembros debieron pasar a la clandestinidad.
Otro que “arrió” sus banderas político-partidistas fue Jorge Alessandri Rodríguez, pues durante su mandato presidencial (1958-1964) borró de una plumada lo que había asegurado con dura voz en su campaña: “no gobernaré con partido alguno…la independencia política es prenda de garantía para el buen servicio. Los más capaces serán llamados al gobierno”. Sin embargo, a poco andar, izó las banderas del radicalismo criollo. Pero, eso sí (y es destacable), fue honesto al momento de explicar su brusco cambio cuando declaró: “gobernar con los radicales es un infierno…pero gobernar sin los radicales es imposible”.
¿Y qué podemos decir del ‘socialista’ Ricardo Lagos Escobar? Arrió banderas y las reemplazó con aquellas que portaban -en otro momento- sus decididos adversarios. Una vez electo presidente de la república (2000-2006), gobernó sin tapujos ni rubores a favor del mega empresariado, de las transnacionales y del capital financiero, cuestión que quedó sólidamente plasmada la jornada aquella en que el empresariado más rancio y depredador del país (y me atrevería a decir que también del subcontinente) le aplaudió a rabiar, bautizándole con el mote de ‘faraón’ del momierío ultra derechista.
Sin embargo, la vuelta en semi círculos no le bastó. Le había sido insuficiente desdeñar su pasado supuestamente ‘progresista’, pues al ocurrir el intento de golpe de estado de la derecha venezolana contra el presidente Hugo Chávez, nuestro ‘faraón’ (era primer mandatario en ese momento) se apresuró en reconocer oficialmente al gobierno golpista encabezado por el empresario Pedro Carmona, apodado “el breve” ya que su intentona golpista duró escasas horas y hubo de asilarse en el extranjero.
Ricardo Lagos fue, en Sudamérica, el único presidente que apoyó el golpe de estado de la derecha caraqueña…¡¡y aún hoy sigue asegurando ser socialista!!
No se agota allí la ‘voltereta’ de Lagos. Al abandonar La Moneda se dedicó a dar conferencias y seminarios a nivel nacional e internacional, lo que por cierto es espléndido y no hay ni puede haber crítica en ello. Lo execrable está en que su discurso academicista y político coadyuva con el apuntalamiento del sistema neoliberal y el derribo de cualquier tipo de política que pretenda luchar contra la pobreza utilizando recursos fiscales; y aprovechando el envión don Ricardo lanzó bombas de racimo contra la izquierda latinoamericana.
En fin, han sido ejemplos al pasar, pero sirven de parámetro para auscultar lo que está sucediendo ahora en el gobierno del exdiputado magallánico Gabriel Boric Font (período 2022-2026).
Vea usted. Durante su campaña amenazó decididamente al expresidente Piñera Echeñique con una investigación a fondo de su gobierno… “Señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DDHH cometidas bajo su mandato”, y reiteró en más de una oportunidad que llevaría el caso Piñera a tribunales internacionales por las graves violaciones a los DDHH durante el estallido social.
Sin embargo, meses después, ya en la Moneda (y sin investigación ni demanda internacional alguna) declaró: “estoy convencido que Piñera es un demócrata”. Ergo, de la noche a la mañana el presidente Boric concluyó que durante el estallido social no hubo violaciones a los derechos humanos por parte de la administración Piñera.
Otro caso que sirve de ejemplo, es el de la presidenta del Partido por la Democracia, Natalia Pergentile, quien ha confesado que realizaba “asesorías periódicas en políticas públicas” (bien pagadas, obviamente) a una empresa dirigida por Pablo Zalaquett, conocido miembro de la UDI. Esto no merece comentario, se explica por sí mismo.
Y si hablásemos de las volteretas y bajadas de bandera realizadas por los ‘históricos’ partidos populares (PS y PC), podríamos llenar una nota más extensa que esta. Administraron (¿o aún lo hacen?) el sistema neoliberal impuesto a bayonetazos y totalitarismo por sus adversarios de clase (hubo una época que eran algo más, eran “enemigos”), con quienes se asociaron económica y políticamente desde el año 1990 para gobernar Chile mediante un duopolio con el cual cohabitaron en la Moneda durante 32 años.
Arriada, arriendo y arreo de banderas, asociadas a una especie de traición a sus propios principios y promesas, es parte innegable del acontecer político en Chile.
Lamentable, pero cierto.
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