El ‘sportwashing’ y el ‘greenwashing’ llevan practicándose años en petromonarquías que no respetan los derechos humanos, como Emiratos Árabes Unidos, Catar o Arabia Saudí, con la organización de eventos deportivos y citas climáticas.
Este reportaje se publicó originalmente en el Magazine 2023.
Casi uno de cada cuatro barriles de petróleo producidos en el mundo sale de la región del Golfo Pérsico. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Catar, Baréin y Omán poseen un tercio de las reservas probadas de petróleo y un cuarto de las de gas, lo que aumenta la importancia geopolítica de estas monarquías árabes. Los países del Golfo no solo gozan de unos recursos naturales de alto valor económico sino de una excelente situación geográfica, todos ellos con salida al mar. Esto, unido a su cercanía al Canal de Suez, facilita el transporte de crudo y los sitúa a medio camino entre la Unión Europea y China, India, Japón y Corea del Sur, cinco de los mayores importadores de petróleo.
Con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, los países del Golfo han cobrado todavía más relevancia. A causa de las sanciones impuestas a la Federación Rusa, la Unión Europea se volcó en diversificar sus importaciones de hidrocarburos y buscar nuevos socios que pudieran satisfacer sus necesidades fósiles. Ello hizo que se disparasen las compras de gas natural licuado estadounidense y catarí en detrimento de las rusas.
Este renacer del Golfo Pérsico llega en un momento idóneo para los planes de «apertura» de algunas de las monarquías árabes. Sin embargo, todas ellas siguen siendo catalogadas como «sistemas autoritarios», entre otros, por el índice de democracia elaborado por The Economist. Por el momento, sus maniobras son observadas como un mero lavado de imagen para encubrir la violación de derechos humanos y daños al medio ambiente a través del uso del deporte (sportwashing), el feminismo (purplewashing) y la sostenibilidad (greenwashing).
El sportwashing lleva practicándose varios años en las petromonarquías, con ejemplos vinculados directamente al negocio de los combustibles fósiles como son los circuitos automovilísticos. Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Catar y Arabia Saudí albergan grandes premios de Fórmula 1. Por su parte, el histórico Rally París-Dakar, ahora Rally Dakar a secas, se ha realizado en Arabia Saudí en sus cinco últimas ediciones.
La Península arábiga no solo ha atraído a los deportes del motor. Los verdes campos de golf también han conquistado sus desiertos: uno de los torneos del European Tour se juega en Dubái (EAU), una actividad con un alto gasto de agua en una zona donde el estrés hídrico es de los más severos del planeta. Además, el fondo soberano saudí creó, a golpe de talonario y llevándose a algunos de los mejores jugadores del mundo, la LIV Golf, una nueva liga de golf profesional que rivaliza con los circuitos estadounidense y europeo. Una de sus sedes es Yeda, a orillas del Mar Rojo. Catar, por su parte, repitió la jugada con un deporte muy practicado en España: el pádel. El dinero fósil catarí creó el circuito Premier Padel de forma paralela al World Padel Tour.
En cualquier caso, el fútbol ha sido la principal baza para las monarquías árabes en cuanto a sportwashing, ya sea mediante el patrocinio de equipos o con el fichaje de jugadores con los que pretenden proyectar una imagen de países libres en los que se respetan los derechos humanos y el medioambiente. Los Emiratos fueron los primeros en mover ficha: en 2008 se hicieron con el control del club inglés Manchester City a cambio de 250 millones de euros. En 2011, el estadio cambió su nombre por el de Etihad Stadium, debido al patrocinio de Etihad Airways, la compañía aérea del país árabe. Con el tiempo fueron ampliando su rango de influencia y, bajo el paraguas del City Football Group, han fundado o comprado diferentes clubes por todo el mundo como el New York City FC, el Melbourne City, el Troyes francés, el Bahia brasileño o el mismo Girona, del que posee el 47% y es el accionista mayoritario.
Catar se sumó rápidamente a la estrategia, y en 2012 se hizo con el control total del Paris Saint-Germain mediante su fondo soberano, Qatar Investment Authority. Con el objetivo de atraer turismo a tierras cataríes, Qatar Airways, la aerolínea estatal, también estrechó sus vínculos con el fútbol patrocinando a equipos como el FC Barcelona (entre 2011 y 2017), el Bayern de Múnich, la Roma (hasta 2021) y el Boca Juniors, además de diferentes eventos internacionales de la FIFA.
Arabia Saudí, la monarquía más tardía en reaccionar, adquirió en 2021, mediante su fondo soberano, el Newcastle United FC de la Premier League inglesa, por valor de 300 millones de euros. El gran golpe sobre la mesa fue el fichaje del portugués Cristiano Ronaldo por el equipo saudí Al-Nassr FC, convirtiéndose en el futbolista mejor pagado de la historia: 200 millones por temporada hasta 2025. Todo con el objetivo de atraer las miradas del resto del mundo, quizás envidiosos de la atención recibida por sus vecinos cataríes con la organización del Mundial de la FIFA 2022, un torneo que ellos también pretenden organizar en el futuro.
La organización de diferentes eventos deportivos es otro de sus puntos fuertes. Las últimas tres Supercopas de España, varias de las últimas Supercopas italianas y la Copa de Asia de 2011, 2019 y 2023 se han jugado o se jugarán en suelo árabe. El gran hito reciente fue la organización del Mundial de la FIFA 2022, donde el sportwashing ha incorporado una buena dosis de greenwashing o lavado verde. El torneo se autodenominó «neutro en carbono» y prometió ajustarse a los estándares internacionales de sostenibilidad. Hoy sabemos que ambas promesas se incumplieron y que, con el beneplácito de la FIFA, solo buscaban un lavado de cara verde y el blanqueo de la falta de derechos humanos de Catar. Sin demasiado éxito.
Ya en la primera mitad del siglo pasado, empresas como ExxonMobile o Chevron, aún hoy a pleno rendimiento, buscaban petróleo en el subcontinente arábigo. De hecho, fueron compañías estadounidenses las que consiguieron extraer petróleo por primera vez en Arabia Saudí en 1938. El mayor yacimiento de gas natural conocido, el North Field, fue descubierto por la petrolera británica Shell en los años 70. Fue en esa época cuando las grandes petroleras Saudi Aramco o Bahrain Petroleum Company, fundadas originalmente por estadounidenses y canadienses, pasaron a ser de propiedad estatal.
Una década antes se creó la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, una organización económica internacional que a día de hoy aglutina más del 40% de la producción total del petróleo y más del 80% de las reservas probadas en el mundo. Los seis países que forman el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (Baréin, Kuwait, Omán, Catar, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos) forman o han formado parte de ella. La OPEP se fundó con la idea de luchar contra el monopolio de las siete hermanas, las siete petroleras más grandes del mundo.
Sin embargo, algunas de estas hermanas (TotalEnergies, Eni, ExxonMobile, ConocoPhilips y Shell) son las que en junio del 2022 firmaron acuerdos con Catar para la expansión del North Field. El Estado de Catar, un país más pequeño que Galicia, fue el tercer mayor proveedor de gas natural licuado de China en 2021 y es considerado en Pekín como un socio estratégico para la transición energética. Mientras tanto, la producción de petróleo saudí sigue aumentando al mismo tiempo que Rusia se plantea reducir la suya debido a las sanciones de la UE.
Megaproyectos y greenwashing
Al igual que sucedía con el sportwashing, en el greenwashing también se aplica la estrategia de albergar grandes citas ambientales y climáticas. Los Emiratos han sido sede de la Expo Mundial 2020, del Foro Urbano Mundial de la ONU 2020, del World Energy Congress en 2019, de la Semana del Clima de Oriente Medio y el Norte de África (MENACW 2022) y, tras Catar, que presidió la Cumbre del Clima de 2012 (COP18), se convirtieron en el segundo país del Golfo en hacerlo. La COP28 tuvo lugar en Dubái el pasado mes de diciembre y estuvo presidida por Ahmed Al Jaber, el consejero delegado de ADNOC, la petrolera del emirato.
Paradójicamente, siendo el séptimo país en producción de petróleo del mundo, Emiratos Árabes Unidos es la sede de la Agencia Internacional de las Energías Renovables, la IRENA. Para ello, en 2007, propusieron construir «la ciudad más sostenible del planeta», Masdar City, una ecociudad que funcionaría con energía 100% renovable y libre de coches. Quince años después, tan solo se ha construido el 10% de lo previsto y apenas viven allí 2.000 personas. Una ciudad cuya fecha de finalización era 2016 y que se ha retrasado hasta 2030.
Conscientes de que el petróleo no les durará toda la vida, y con la intención de diversificar sus economías, varias monarquías han presentado planes de transición energética. Algunos megaproyectos como Masdar City se encuentran bajo el plan EAU Net Zero 2050; otros, como la región NEOM, forman parte de Saudi Vision 2030, un marco estratégico presentado por el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salmán en 2016.
La región NEOM no es un simple megaproyecto distópico que, a todas luces, es puro greenwashing, sino que también es la piedra angular del Saudi Vision 2030, una fuerte apuesta geoestratégica a la que Arabia Saudí ha destinado más de 500.000 millones de dólares. Situada en la provincia de Tabuk, al noroeste del reino, se encuentra en el punto más cercano al Canal de Suez, por donde transcurre el 7% del comercio marítimo mundial. Al igual que Dubái o Singapur, NEOM también se encuentra en un cuello de botella marítimo. Bin Salmán quiere una ciudad-Estado que sirva tanto para el comercio (con ese objetivo se ha diseñado un complejo industrial flotante que sirva de punto clave en las transacciones globales) como para el turismo: dos de las cuatro ciudades dentro de NEOM están destinadas al ocio.
Con todo, es probable que lo más descabellado de todo el proyecto NEOM sea The Line, una ecociudad que pretende funcionar 100% con energía renovable. Se trata de un monstruo claustrofóbico de 170 km de largo, 200 metros de ancho y 500 de alto construido sobre arena y que prevé una población de 9 millones de habitantes, lo que la convertiría en la ciudad con mayor densidad de población del mundo, multiplicando por seis la de Manila, la más densamente poblada en la actualidad.
Arabia Saudí lidera el purplewashing. La creación del Consejo de las Mujeres de Qassim, en 2017, se convirtió en el primer consejo de mujeres sin mujeres. En su Visión Saudí 2030 también incluyen algunas mejoras sociales y reformas en cuanto a los derechos humanos. Sin embargo, la gran mayoría hace referencia a la derogación de leyes que les prohíben a las mujeres tener un mínimo de independencia, como la prohibición de conducir o viajar solas.
La invasión de Ucrania confirmó la importancia de las relaciones internacionales y sirvió de pistoletazo de salida para la carrera en la búsqueda de nuevos socios que puedan seguir alimentando las economías fósiles de la UE. Una carrera en la que las claras vencedoras son las petromonarquías árabes y en la que la gran perdedora es la acción climática.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/lavado-verde-deportivo-petrodolar/
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