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30 marzo 2024

El Banco Mundial y el FMI en Indonesia: una intervención emblemática

1944-2024, 80 años de intervenciones del Banco Mundial y del FMI, ¡basta ya!

Fuentes: CADTM

En julio de 2024, el Banco Mundial y el FMI cumplirán 80 años. 80 años de neocolonialismo financiero y de imposición de políticas de austeridad en nombre del pago de la deuda. ¡80 años son suficientes! Las instituciones de Bretton Woods deben ser abolidas y sustituidas por instituciones democráticas al servicio de una bifurcación ecológica, feminista y antirracista. Para conmemorar estos 80 años, volvemos a publicar todos los miércoles hasta julio una serie de artículos que analizan en detalle la historia y los daños causados por estas dos instituciones.

La política del Banco Mundial y del FMI respecto a Indonesia es emblemática en muchos aspectos. Combina la injerencia en los asuntos internos de un país, el apoyo a un régimen dictatorial culpable de crímenes contra la Humanidad, el apoyo a un gobierno responsable de la agresión a un país vecino (anexión de Timor Oriental en 1975) con el desarrollo de grandes proyectos que implicaron a la vez desplazamientos masivos de poblaciones, depredación de los recursos naturales en beneficio de las transnacionales y la agresión contra los pueblos nativos.

En 1997 Indonesia sufrió de lleno la crisis del Sureste asiático, en el curso de la cual los remedios del Banco Mundial y del FMI agravaron las dificultades económicas y provocaron desastres sociales. Con ocasión del drama del tsunami, el Banco no mostró otra cara. Los acreedores mantuvieron la presión para que Indonesia pagara la deuda e impusieron una dosis suplementaria de ajuste neoliberal.

En 1947, el Banco Mundial concedió un préstamo de 195 millones de dólares a Países Bajos. Éste era el segundo préstamo en la historia del Banco Mundial. Dos semanas antes de concesión del crédito, Países Bajos había lanzado una ofensiva contra los nacionalistas indonesios que exigían la independencia. Durante los dos años siguientes, las tropas de ocupación neerlandesas se elevaban a 145.000 hombres: se trataba de una operación a gran escala, que era difícil ocultar. Aunque Naciones Unidas decretó un alto el fuego en 1948, los neerlandeses todavía lanzaron varios ataques. Muchas voces se alzaron en el seno de la ONU y en Estados Unidos para criticar la política neerlandesa, así como la implicación del Banco Mundial. Éste respondió que el préstamo estaba destinado a gastos a realizar en Países Bajos. Las voces críticas replicaron que, dada la naturaleza fungible del dinero, el gobierno neerlandés podía haberlo empleado para mantener su esfuerzo militar en Indonesia. [1].

Estados Unidos presionó a Países Bajos, a quien concedió a través del Plan Marshall 400 millones de dólares para que reconocieran la independencia de Indonesia. Su objetivo era abrir un nuevo campo de inversiones y de comercio para sus empresas. El 27 de diciembre de 1949 se firmó la cesión de soberanía. Indonesia se convirtió entonces en una república y el nacionalista Sukarno fue elegido presidente. Éste se empeñó en el mantenimiento de un equilibrio entre las diferentes facciones del país, con el poder personal como objetivo. Después de las primeras elecciones, en 1955, para asentar su legitimidad, Sukarno decidió aceptar la colaboración del Partido Comunista (PKI), que había logrado el 16 % de los votos. El suyo, el PNI, obtuvo el 25 %.

En el plano exterior, Sukarno se dedicó hábilmente a utilizar a los dos bloques de la guerra fría y logró, aquí también, mantener un equilibrio hasta 1963, momento en el que Estados Unidos, exasperado por la ayuda de la URSS a Indonesia, le exigió explícitamente que eligiera su campo. El FMI actuó entonces de intermediario y propuso una ayuda financiera estrictamente condicionada a una cooperación estrecha. En marzo de 1963 se iniciaron las negociaciones de los préstamos con Estados Unidos, el FMI y países miembros de la OCDE, pero todo se alteró en septiembre de ese año cuando los británicos decidieron sin consultar la proclamación de la federación de Malasia. Sukarno vio en esto una maniobra de desestabilización y respondió nacionalizando las empresas británicas, lo que ocasionó la anulación de los acuerdos alcanzados con el FMI. A pesar de todo, la ONU avaló la creación de Malasia, y Sukarno, al no salirse con la suya, se retiró de la ONU en 1965.

Esto ocurría en el apogeo de la guerra fría y Sukarno nacionalizó todas las empresas privadas extranjeras (salvo las compañías petroleras). Indonesia abandonó el Banco Mundial y el FMI en agosto de 1965 y el gobierno de Sukarno decidió conducir el país de manera independiente. Fue en ese momento cuando intervino el general Mohamed Suharto, el 30 de septiembre de 1965, al frente del ejército y con el apoyo estadounidense. Lanzó una represión masiva contra los partidos de izquierda, en particular contra el PKI: entre quinientos mil y un millón de civiles fueron asesinados por la sola razón de pertenecer al PKI o simpatizar con él. En marzo de 1966, Suharto consiguió que Sukarno le transfiriera oficialmente el poder. Seis días más tarde, el gobierno de Estados Unidos anunció la apertura de una línea de créditos a Indonesia por un monto de 8,2 millones de dólares para que pudiera comprar arroz estadounidense. [2] El 13 de abril de 1966, Indonesia volvía al Banco Mundial. [3] Ese mismo año Lyndon B. Johnson, presidente de Estados Unidos, se desplazó para visitar sus tropas en Vietnam, e insistió, en uno de sus discursos, sobre el modelo indonesio. [4]

Este modelo, el «Nuevo Orden» de la era Suharto, recurría regularmente al terror y a la eliminación física, y de hecho se alineaba con la política estadounidense.

El Banco Mundial y la dictadura de Suharto

Cuando Robert McNamara asumió la presidencia del Banco, en abril de 1968, comprobó que Indonesia (aparte de la China de Mao) era el único país muy poblado con el que la institución no mantenía una relación importante. Había que recuperar el tiempo perdido y su primer desplazamiento como presidente del Banco Mundial fue a Indonesia, en junio de ese mismo año. No estuvo desorientado: el dictador Suharto estaba rodeado de economistas formados en Estados Unidos gracias a la Fundación Ford. [5]

Las relaciones entre ambos eran idílicas: «McNamara y el presidente Suharto se tenían una admiración mutua». [6] «Cuando en las discusiones políticas entraban en lo cotidiano, se comportaban como un par de viejos amigos»; [7] ; «Para el presidente, Indonesia era la joya de la corona de las operaciones del Banco». [8]

Además, los historiadores del Banco admiten que «el presidente Suharto (que ocupaba el cargo desde 1967) era un general, y su gobierno era en buena parte un gobierno de generales, la mayor parte de los cuales eran corruptos». [9] Indonesia recuperó oficialmente su puesto en el FMI en febrero de 1967, y la recompensa no se hizo esperar: los países occidentales acordaron de inmediato una ayuda de 174 millones de dólares con la finalidad de resolver la crisis indonesia. Después, a principios de los años 70, las buenas relaciones entre Indonesia, Estados Unidos y las IFI se manifestaron en una fuerte reducción de su deuda.

En efecto, a finales de 1966 tenía que pagar 534 millones de dólares a título del servicio de la deuda (capital, intereses y atrasos), lo que representaba el 69 % de los beneficios estimados por exportaciones. Sin una reestructuración, el efecto de la ayuda financiera resultaría anulada por el servicio de la deuda. Los países acreedores occidentales aceptaron una moratoria [10] hasta 1971 del reembolso del principal y los intereses de la deuda a largo plazo contraída antes de 1966. Pero como los efectos de una moratoria son temporales y en 1971 había que reanudar los pagos. En consecuencia, los acreedores firmaron el acuerdo más favorable jamás concedido hasta esa época a un país del Tercer Mundo: [11] la deuda anterior a 1966 (contraída por el gobierno de Sukarno) podía ser devuelta en treinta anualidades a lo largo de un período escalonado entre 1970 y 1999. Los acreedores aceptaron que los reembolsos que debía efectuar Indonesia no superaran el 6 % de los ingresos por exportaciones. [12] La operación significaba la anulación del 50 % de la deuda. [13]

Reducción de la deuda, y también complacencia culposa ante la corrupción. Cuando el Banco volvió en tropel a Indonesia para apoyar la dictadura militar, sus representantes eran conscientes de la amplitud de la corrupción. Pero McNamara y el enorme staff del Banco que se instaló de forma permanente en Yakarta [14] decidieron no hacer de esto un motivo de ruptura. Fueron claramente cómplices.

El apoderado del Banco, Bernard Bell, volvió sobre la cuestión de los enormes desvíos de fondo debidos a la corrupción en el nivel gubernamental más alto. El 11 de febrero de 1972, describió a McNamara un estado de corrupción «inaceptable para una parte de la población, es verdad que limitada, pero potencialmente importante». Y esto no era más que el principio. En efecto, el Informe global de la corrupción 2004 de Transparencia Internacional revela el desvío por Suharto y su camarilla de entre 15.000 y 35.000 millones de dólares. El mismo Banco Mundial alimentaba la corrupción. En uno de sus propios informes se hace mención de que del 20 % al 30 % de los presupuestos relacionados con el fondo de desarrollo se desviaban. [15] El Banco prosiguió con sus préstamos sabiendo perfectamente que eran objeto de desfalcos.

El affaire Pertamina

En los años 70 los ingresos petroleros se multiplicaron, los desvíos en provecho de los militares corruptos también. Y en 1975 estalló una grave crisis entre Estados Unidos e Indonesia, que no tuvo nada que ver con la anexión e invasión de Timor Oriental.

Los generales indonesios habían desarrollado mucho la empresa pública petrolera Pertamina a tal punto que, en febrero de 1975, había llegado a ser la mayor empresa asiática (exceptuando a Japón). El complejo Pertamina no sólo extraía y refinaba el hidrocarburo; también poseía una cadena de hoteles y una flota de barcos petroleros. Pertamina mejoró la infraestructura portuaria del país y construyó hospitales y carreteras. Esta empresa pública tenía actividad en ámbito de los seguros, con oficinas en Hong Kong, Los Ángeles, Singapur, Tokio. Desempeñó un papel fundamental en una estrategia de industrialización por sustitución de importaciones, que a Estados Unidos primero y después al Banco Mundial les gustaba cada vez menos.

Para decirlo todo, Pertamina entorpecía el desarrollo de las grandes empresas petroleras estadounidenses. En consecuencia, para Estados Unidos, era cuestión de debilitar Pertamina, o más bien desmantelarla. Presionado, Suharto obedeció en el verano de 1975. McNamara le escribió entonces : «Aplaudo el enfoque global y sistemático que usted adoptó para restablecer las prioridades que se imponían.» [16] En compensación, agregó que haría que el Banco Mundial aumentara sus préstamos.

Fue tan sólo el 15 de mayo de 1979, con ocasión de su última visita a Indonesia, cuando McNamara, en privado, perdió los estribos: «También era necesario poner el acento sobre la reducción de la corrupción. Se hablaba mucho de esto fuera de Indonesia y el mundo tenía la impresión, con razón o sin razón, de que esta corrupción era quizás mucho mayor que en cualquier otro país… Era como un cáncer que devoraba la sociedad.» [17]

De todos modos, aun a finales de los años 80 el Banco Mundial seguía apoyando la Indonesia de Suharto, a tal punto que en esos momentos le concedió un préstamo sin respetar (mejor dicho imponer) las condiciones habituales. Del mismo modo, el Banco estaba tan pendiente de mantener buenas relaciones con China que ni siquiera se distanció después de la represión de la primavera china de 1989. [18]

El silencio del Banco sobre la anexión de Timor Oriental

Treinta años después de la invasión de Timor por Indonesia, ciertos archivos de Estados Unidos se hicieron públicos. En ellos se establece sin discusión posible lo que se pensaba desde hacía tiempo: Indonesia invadió Timor Oriental, en diciembre de 1975, con la complicidad de los gobiernos estadounidense, británico y australiano. Timor sufriría veinticuatro años de ocupación sangrienta y de violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Según dichos documentos, desde marzo de 1975 el Departamento de Estado, dirigido en ese entonces por Henry Kissinger, advirtió de los preparativos indonesios estimando que Estados Unidos «tiene intereses considerables en Indonesia pero ninguno en Timor». Puesto al corriente de las operaciones especiales previas a la invasión, el propio Kissinger espetó a sus colaboradores: « ¿Puedo suponer que realmente vais a cerrar los ojos ante esto?». Lo que temía era que el Congreso decretara un embargo a los cargamentos de armas para Indonesia, aliada de Washington en la guerra fría. [19]

Se entiende así por qué el Banco Mundial en ese momento no hizo ninguna mención, no emitió ninguna crítica sobre la invasión y la anexión de Timor Oriental. Sumisión a los intereses de Estados Unidos y sus aliados, el Reino Unido y Australia, y complicidad con la dictadura son constantes en el comportamiento del Banco.

El apoyo del Banco Mundial al programa de transmigración [20]

El Banco Mundial colaboró activamente en el siniestro proyecto de transmigración, alguna de cuyas facetas constituyen crímenes contra la Humanidad. El desplazamiento —en ciertos casos forzoso— de millones de personas de las islas de Java y Sumatra hacia otras islas del archipiélago y el desposeimiento de los indígenas de estas islas.

El Banco, sobre todo durante los quince años del período dorado del programa (1974-1989), fue su principal fuente de financiación externa. Los historiadores reconocen esta responsabilidad del Banco: «A mediados y a finales de los años 70, el Banco apoyó y prestó asistencia al controvertido programa consistente en el desplazamiento oficial y subvencionado de las familias de Java hacia otras islas.» [21] Esta colaboración no se limitó solamente a un apoyo financiero y técnico. También aportó su apoyo político al proyecto.

Entre 1950 y 1974, el número de personas desplazadas en el marco de la transmigración llegaba a unas 664.000 personas. Pero, a partir de 1974, con el apoyo del Banco Mundial, serían alrededor de 3,5 millones los desplazados y asistidos y otros 3,5 millones que emigraron por su propia cuenta. El Banco Mundial contribuyó directamente a los desplazamientos y reinstalaciones, y sus préstamos permitieron por una parte cubrir, en su casi totalidad, las migraciones «oficiales», 2,3 millones de personas, y por otra parte «catalizar» la reinstalación de unos 2 millones de migrantes espontáneos.

Aunque el Banco Mundial calificara la transmigración como «el programa de reinstalación voluntaria más grande del mundo», muy pronto se vio que el programa también servía para desembarazar a Java de habitantes indeseables. Así, en las principales ciudades javanesas, los «no conformistas», los viejos, los enfermos (incluidos los leprosos), los mendigos y los vagabundos se vieron forzados a optar entre desaparecer en el campo (donde tenían pocas posibilidades de sobrevivir), o bien sumarse a la transmigración. De noche, se los cargaba en camiones del ejército y eran llevados a los «campos de tránsito», donde los formaban con vistas a su reinstalación. [22] El matrimonio era un criterio obligado de selección: las autoridades organizaban matrimonios forzados entre los solteros de la partida, y cuando se trataba de personas reclutadas a la fuerza, el departamento de asuntos sociales organizaba ceremonias de matrimonio en masa.

Los proyectos relacionados con la transmigración que contaron con más apoyo de esta institución fueron aquellos en los cuales intervenían directamente firmas privadas nacionales o extranjeras capaces de alimentar el comercio exterior y de atraer inversiones transnacionales más ambiciosas (en particular, proyectos de plantaciones industriales).

La explotación desenfrenada de los recursos de las islas exteriores se efectuó en beneficio del gobierno central y de las firmas explotadoras, pero con gran perjuicio de la población local, una gran parte de cuyo hábitat y de sus medios de subsistencia fueron destruidos para siempre. Las tierras de las islas periféricas se consideraban «vacías», ya que los indígenas que en ellas vivían desde tiempo inmemorial no tenían títulos de propiedad. Estas tierras se declaraban entonces «al servicio del Estado» y se confiscaban a la fuerza, la mayoría de las veces sin compensaciones. El Banco Mundial también apoyó al gobierno en sus actos de expropiación de las tierras pertenecientes a los indígenas, aunque nunca lo confesó oficialmente.

La transmigración heredó los terrenos no reservados a las concesiones forestales, cuya característica común era la de ser muy poco productivos. Porque a los agentes del gobierno encargados de señalar los terrenos a desbrozar poco les importaba que estos lugares fueran cultivables. Ellos debían señalar, en un mapa, la información relativa al acceso a los sitios, a la superficie a deforestar y a la cantidad de familias que en ellos se podían instalar.

La selva —recurso vital de la población autóctona en todos los aspectos— fue desapareciendo poco a poco por la acción, por una parte, de las empresas de explotación forestal y de plantaciones comerciales y, por otra parte, de los equipos gubernamentales encargados de desbrozar áreas destinadas a la agricultura y a la instalación de los migrantes. Por otra parte, las empresas mineras (ver el caso de la compañía minera estadounidense Freeport McMoran [23]) reducían a polvo las montañas y vertían cotidianamente en los cursos de agua toneladas de residuos minerales, contaminándolos sin remedio. Como los ríos constituían la única fuente de agua de los nativos, la polución provocó grandes catástrofes sanitarias. La extracción de petróleo a lo largo de las costas también causó un grave perjuicio a la fauna y la flora marinas, otras fuentes de alimentación de la población.

Los verdaderos responsables son los que concibieron, hicieron ejecutar y financiaron el proyecto. Son, en primer lugar, el poder público indonesio y las instituciones internacionales (en primer lugar el Banco Mundial), Y también algunos gobiernos occidentales (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Israel…) y las empresas nacionales y extranjeras implicadas en la realización concreta del proyecto. Tanto el desarrollo y la proliferación de las explotaciones intensivas de los recursos naturales como el crecimiento acelerado de las áreas destinadas a los cultivos comerciales son resultado de los programas financiados por los préstamos internacionales. Y estos préstamos siempre han estado condicionados a la apertura de los mercados en todos los niveles —eliminación de las barreras aduaneras, atracción de los capitales extranjeros, prioridad a los monocultivos de exportación, liberalización y privatización de los sectores de distribución de bienes y servicios, etc.—.

A finales de los años 80 abundaron las críticas, numerosas y virulentas, tanto en el interior como en el exterior del archipiélago, acusando al Banco Mundial de participar en un proyecto de dominación geopolítica que multiplica los atropellos sociales y ecológicas y no respeta los derechos humanos en sus procedimientos. [24] En efecto, el Banco Mundial había tenido un papel protagonista en un proyecto cuyas consecuencias fueron nefastas e irreversibles: control de la población nativa de las islas exteriores y violación de su derecho de propiedad del suelo; coste exorbitante de los desplazamientos (7.000 dólares por familia, según estimaciones del propio Banco [25]) considerando los resultados, porque según un estudio del Banco de 1986, el 50 % de las familias desplazadas vivían por debajo del nivel de pobreza y el 20% por debajo del nivel de subsistencia; problemas de densidad de población persistentes en Java; deforestación masiva de las islas exteriores.

El Banco Mundial, acusado desde todos lados decidió cesar la financiación destinada a la instalación de nuevos sitios de transmigración y a la cobertura del traslado de los transmigrantes. Concentró sus préstamos, de todos modos, en el reforzamiento de las aldeas ya existentes [26] y en el mantenimiento de los cultivos comerciales, es decir, que abandonó sólo parcialmente su participación en el programa.

Por supuesto, el Banco desmintió todas las alegaciones formuladas por los observadores críticos y decidió, en 1994, realizar un estudio de evaluación interna [27] acerca de los proyectos financiados por la institución a fin de determinar sus eventuales responsabilidades. En dicho informe admite una parte mínima de responsabilidades: que el proyecto de Sumatra «ha tenido efectos negativos y probablemente irreparables» sobre la población kubu, pueblo nómada cuya supervivencia se basa en el cultivo en barbecho, la caza y la recolección en la selva; y pone en evidencia que «aunque la existencia de los kubus en las zonas del proyecto se conozca desde la planificación del proyecto, se efectuaron pocos esfuerzos para evitar los problemas».

Los préstamos del Banco Mundial para el programa de transmigración se ajustan exactamente a la constitución de una deuda odiosa: fueron contraídos por un régimen despótico que pudo emplearlos para fines represivos; no se usaron para servir al bienestar de la población. En consecuencia: esta deuda es nula y sin valor; debe ser cancelada. Pero sería insuficiente quedarse en esto. Como se ha visto, el proyecto de transmigración que el Banco Mundial apoyó implicó el desplazamiento forzoso de ciertas poblaciones. El Banco no puede afirmar simplemente que no lo sabía. También ha sido cómplice de la violación de los derechos de los pueblos indígenas que habitaban las zonas colonizadas por dicho proyecto. Estos actos tan graves no pueden quedar impunes.

La crisis de 1997-1998 en Indonesia y sus consecuencias

A partir de los años 80 y sobre todo en la primera mitad de los 90, El Banco Mundial y el FMI lograron que el gobierno indonesio liberara la entrada y salida de capitales. Finalmente, esto puso a Indonesia (lo mismo que Filipinas, Tailandia, Malasia y Corea del Sur) a merced de la especulación internacional.

En el informe anual del FMI del año 1997 se puede leer los elogios que hace de las autoridades indonesias: «Los administradores han felicitado a las autoridades por los resultados económicos de Indonesia en el curso de los últimos años, en particular la reducción apreciable de la pobreza y la mejora de numerosos indicadores sociales […]» [28]

Más aún, los administradores del FMI alaban a las autoridades indonesias por «la importancia acordada al mantenimiento de la libre circulación de capitales», [29] aunque, un poco más adelante, ellos mismos señalan los peligros: «la fuerte entrada de capitales ha planteado importantes desafíos para los poderes públicos». Prosiguen su análisis expresando su felicitación a las autoridades, dando a entender que están en condiciones de controlar la situación: «La flexibilidad con la que las autoridades han adaptado la dosificación de medidas económicas en función de la evolución de la situación ha sido uno de los ingredientes de su éxito y constituye una baza esencial para hacer frente a estos desafíos.»

En 1997, una gigantesca crisis económica y financiera asoló el sureste asiático. Iniciada en Tailandia en febrero de ese año, se extendió en el mes de julio a Malasia, Indonesia y Filipinas. Estos cuatro países, que habían sido citados por el FMI, el Banco Mundial y los bancos privados como modelos a seguir debido a su amplio grado de apertura al mercado mundial, a su débil tasa de inflación y a su elevada tasa de crecimiento, fueron incapaces de resistir los ataques especulativos. Entre el 2 de julio de 1997 y el 8 de enero de 1998, la rupia indonesia se devaluó un 229 % con respecto al dólar.

Después de haber sido lisonjeados por el Banco Mundial y el FMI, las autoridades indonesias fueron duramente criticadas por haber dejado demasiado poder en manos del Estado; un Estado que, por lo demás, habría aceptado equivocadamente que las instituciones financieras e industriales privadas se endeudaran sin medida y especularan.

La crisis del sureste asiático de 1997 golpeó con dureza a Indonesia. En el lapso de un menos de un año los capitales extranjeros abandonaron el país y se desarrolló un desempleo masivo. A finales de 1998, según los datos del gobierno local, el 50 % de la población vivía bajo el umbral de pobreza, estimado en Indonesia en 0,55 dólares por día en las ciudades y 0,40 dólares en el resto del país.

El FMI impuso medidas de «choque» para resolver la crisis de 1997, que agravaron la situación, en particular provocando la quiebra de la mayor parte del sector bancario y de muchos empresarios. El FMI y el Banco Mundial presionaron al gobierno para que convirtiera la deuda privada de los bancos en deuda pública. La deuda pública indonesia, que representaba el 23 % del producto nacional bruto (PNB) antes de la crisis, literalmente explotó a consecuencia de las políticas impuestas por el FMI y en Banco Mundial, llegando en el año 2000 al 93 % del PNB.

Por otra parte, los salarios reales se hundieron: mientras que habían conocido un aumento del 46 % entre 1990 y 1996, perdieron el 25,1 % de su valor en el año 1998. [30]

La población, que había sufrido el efecto de estas medidas, comenzó protestar con energía. El 5 de mayo de 1998, en el marco de los acuerdos firmados con el FMI, Suharto eliminó las subvenciones a los productos básicos, de manera que los precios del combustible para uso doméstico, de la electricidad y de la gasolina aumentaron un 70 %. Esto amplificó la inmensa movilización popular que había comenzado unos meses antes. Quince días más tarde, abandonado por Washington y denunciado por el pueblo, Suharto tuvo que abandonar el poder, después de 32 años de régimen dictatorial.

La mayor parte del presupuesto del Estado se dedicó al pago de la deuda. En 1999 y 2000, el 50 % y el 40 %, respectivamente, se destinaron al pago de la deuda. En 2004, la cifra está cerca del 28 %. Según las previsiones del ministro indonesio de Finanzas, el reembolso de la deuda pública externa aumentaría en 2006 y alcanzaría un pico en 2008, nivel en el que se mantendría. [31]

Después del desastre provocado por el tsunami, que ocasionó la muerte de 150.000 personas en la provincia indonesia de Aceh, el Banco Mundial y los gobiernos de los países acreedores afirmaron que darían pruebas de generosidad. La realidad es muy diferente: la ayuda, muy mediatizada al principio, se proporcionó caóticamente y de manera efímera. Mientras que amagaban ofrecer los medios financieros para la reconstrucción, los acreedores agrupados en el Club de París (que dirigen el FMI y el Banco Mundial) decidieron añadir los intereses por atrasos sobre la parte del servicio de la deuda que no se pagó en el año 2005. [32]

La moratoria acordada por el Club de París no es más que un simulacro de generosidad porque los gobiernos que la acepten harán pagar a sus pueblos hasta el último céntimo. El gobierno indonesio, sometido a la presión de los acreedores, impuso un fuerte aumento (del 29 %) del precio del combustible el 1º de marzo de 2005, lo que provocó un profundo descontento popular. Los ingresos fiscales resultantes de este aumento se destinaron principalmente a cubrir el déficit presupuestario y al pago de la deuda. [33]

En cuanto al desarrollo humano, muchos indicadores son particularmente inquietantes:

Porcentaje de la población que vive con menos de 2 dólares por día52,4 %
Esperanza de vida al nacer66,6 años
Tasa de mortalidad infantil en menores de 5 años de edad45 por mil
Porcentaje de nacimientos asistidos por personal cualificado64 %
Porcentaje de la población que padece malnutrición6 %
Porcentaje de la población sin acceso a un punto de agua potable22 %
Tasa neta de escolarización primaria92 %
Niños que llegan al 5º año escolar (% de alumnos de 1er año)89 %
Tasa de alfabetización de adultos (de más de 15 años)87,9 %

Fuente: PNUD, Informe mundial sobre el desarrollo humano, 2004.


A modo de conclusión

El pueblo indonesio se vio despojado, con el golpe de Estado militar de 1965, de la posibilidad de determinar por sí mismo su futuro. Indonesia había comenzado con la Conferencia de Bandung de 1955 a afirmarse en el escenario internacional. La amenaza de ver a uno de los países más poblados del planeta desempeñar un papel clave en la instauración de un nuevo orden mundial fue lo que llevó a Estados Unidos y a las instituciones de Bretton Woods a apoyar activamente la dictadura de Suharto.

Las decisiones de estas instituciones fueron determinadas por factores políticos y geoestratégicos. Su apoyo financiero permitió a Suharto poner en práctica políticas que violaban los derechos humanos. El dictador servía los intereses de las grandes potencias occidentales en la región y permitió a las sociedades transnacionales de los países industrializados expoliar sin frenos los recursos naturales del país. El Banco Mundial y el FMI fueron cómplices activos de estas políticas. La clase dominante local apoyó a Suharto y no intentó invertir en el desarrollo del país. Prefirió hacerse cómplice de la depredación de los recursos naturales del país por las transnacionales.

A partir de la crisis de 1997, las medidas impuestas por el FMI agravaron la situación económica y provocaron un fuerte aumento de la deuda pública interna y externa. El balance histórico de la intervención del FMI y del Banco Mundial en Indonesia es un desastre. En consecuencia, la deuda que el país tiene con estas instituciones debe ser anulada en su totalidad. Más aún, el Banco Mundial y el FMI tendrían que rendir cuentas ante la justicia por su complicidad con el régimen de Suharto y por proyectos como el de la transmigración, que constituyen en muchos aspectos crímenes contra la Humanidad.

Las deudas bilaterales fueron contraídas con países que mantuvieron directamente la dictadura de Suharto, y por ello también deben ser anuladas, así como las contraídas con empresas privadas extranjeras que participaron en la corrupción del régimen indonesio, en el pillaje de sus recursos naturales y en la explotación de sus trabajadores.

El balance financiero del endeudamiento de Indonesia es enteramente negativo en términos de desarrollo humano.

Entre 1970 y 2003, Indonesia recibió 139.000 millones de dólares en forma de préstamos destinados a los poderes públicos y ha reembolsado 164.000 millones, es decir, mucho más. Sin embargo, la deuda pública externa de Indonesia se multiplicó por 20. [34] Entre 1970 y 2003, el total de los desembolsos por la deuda representa 46 veces el monto del stock inicial de la deuda. Desde 1985, cada año Indonesia ha pagado más de lo que recibía en forma de préstamo. Es la prueba irrefutable de que el sistema de endeudamiento es un mecanismo funesto de bombeo de las riquezas del país.

Notas:

[1] Ver Bruce Rich, Mortgaging the Earth, Earthscan, Londres, 1994.

[2] Ver Cheryl Payer, The Debt Trap. The International Monetary Found and the Third World, Monthly Review Press, Nueva York y Londres, 1974.

[3] Ver Devesh Kapur, John P. Lewis y Richard Webb, The World Bank. Its First Half Century, Brookings Institution Press, Washington, 1997, vol 1, History.

[4] ARTE, Les mercredis de l’histoire: Massacre en Indonésie, Australie, France, Thirteen WNET New York, Arte France, YLE TV2 Documentaires, Australian Film Finance Corporation, Hilton Cordell/Vagabond films production, BFC productions, c. 2001

[5] Devesh Kapur et al., op. cit., pp. 467-471

[6Ibid., p. 469.

[7Ibid. p. 470

[8Ibid. p. 493

[9Ibid. p. 469

[10] Más de la mitad de la deuda indonesia fue contraída con la URSS, y acordando una moratoria sobre su deuda, los acreedores occidentales salen como garantes del reembolso de la deuda soviética. A fin de evitar cualquier flujo de capitales hacia la URSS, acordaron este régimen de favor con la condición de que los soviéticos hicieran otro tanto. Éstos aceptaron, porque temían que en caso de negativa no hubiera ningún reembolso.

[11] Este nuevo contrato incluía la cláusula de nación más favorecida, que implicaba reembolsar la deuda soviética a un ritmo más rápido.

[12www.infid.be/Statement-Debt-Swap-Germany.pdf

[13www.asia-pacific-action.org/statements/infid_beyondmoratorium_110105.htm

[14] “Yet the atypically large Resident Staff” en Devesh Kapur et al., op. cit., p. 495.

[15] Banco Mundial, «Summary of RSI Staff Views Regarding the Problems of “leakage” from the World Bank Project Budjet», agosto de 1997.

[16] Devesh Kapur et alop. cit, p. 491.

[17] Extracto de Memorándum, Jean Baneta, to files «Meeting with President Suharto, 15th may 1979» 22 de mayo de 1979 «El otro país podría ser el Zaire», escriben los historiadores del Banco Mundial, p. 492.

[18] Devesh Kapur et al., op. cit., p. 538.

[19Libération, París, 26 de enero de 2006.

[20] Esta parte se inspira en gran medida en la memoria de licenciatura de Alice Minette Anthropologie d’un malentendu. Analyse du projet de développement «Transmigration» en Indonésie et de ses conséquences sur les îles périphériques de l’archipel en général, et sur la Papouasie Occidentale en particulier». Universidad de Lieja. Ver también Damien Millet y Éric Toussaint, Los tsunamis de la deuda, Icaria, Barcelona, 2006, capítulo 3.

[21] Devesh Kapur et al., op. cit., p. 489 (ver en la nota 60 la referencia a una decisión del Board sobre este tema en enero de 1979).

[22] Uno de estos campos era un islote en el mar frente a Java, del que era imposible escapar, y donde a los «indeseables» se les inculcaban las técnicas de la agricultura y la ideología del Estado.

[23] Damien Millet y Éric Toussaint, op. cit., pp. 103-104.

[24] Entre las críticas hechas al Banco sobre los daños y el no respeto de los derechos humanos causados por su apoyo a las acciones del gobierno en Papuasia Occidental, las más conocidas son la carta dirigida en 1984 al presidente del Banco, A. W. Clausen, por el Minority Rights Group (Nueva York); la condena del World Council of Indigenous People en su reunión regional de 1984; una petición dirigida al Inter-Governmental Group of Indonesia en 1984-1985 por el Australian Council for Overseas Aid y numerosas asociaciones de defensa de los derechos de los indígenas. Estas denuncias no fueron tenidas en cuenta ni por el gobierno indonesio ni por el Banco, que mantuvo su apoyo a las violaciones de los derechos de los indígenas de Papúa.

[25] Banco Mundial, Indonesia Transmigration Sector Review, citado en Bruce Rich, op. cit.

[26] Este refuerzo, llamado «Second Stage Development», consistía en la mejora de las infraestructuras y las condiciones generales de vida en las aldeas de transmigrantes, así como en la rehabilitación de los lugares en los que hubo una tasa muy grande de deserción de transmigrantes.

[27] «Indonesia Transmigration Program: a review of five Bank-supported projects», 1994; «Impact Evaluation Report: Transmigration I, Transmigration II, Transmigration III», 1994.

[28] FMI, Informe anual 1997, p. 90.

[29Ibid., p. 91.

[30] CNUCED 2000, pp. 65-66

[31] INFID, Achieving Social Justice Through Poverty Eradication, Debt Cancellation and Civilian Supremacy in Post-Tsunami Indonesia, Jakarta, 16-19 de noviembre de 2005, p. 4.

[32] Ver la decisión del Club de París difundida el 10 de marzo de 2005 por www.clubdeparis.org

[33Financial Times, 1º de marzo de 2005.

[34] Cálculos del autor basados en Global Development Finance, Banco Mundial, 2005.

Eric Toussaint . Doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia

Fuente: https://www.cadtm.org/El-Banco-y-el-FMI-en-Indonesia-una-intervencion-emblematica



https://rebelion.org/el-banco-mundial-y-el-fmi-en-indonesia-una-intervencion-emblematica-2/

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