Las mujeres del sector primario lideran la batalla contra unas administraciones y sindicatos que se pliegan a las exigencias de las grandes empresas y su objetivo de industrializar el campo.
“Las movilizaciones [del sector primario] se han tergiversado un montón. Yo salí a la calle con ganaderos de extensivo, pero realmente lo que se ha conseguido es que se eche para atrás todo el tema sostenible y que primen otra vez la productividad y las grandes empresas. No tiene ningún sentido”. Quien habla es Laura Martínez, ganadera en extensivo que trabaja con vacas y cabras en Bustarviejo (Comunidad de Madrid), además de tener una quesería. De sus palabras se desprende la posibilidad esperanzadora de que exista otro futuro para el campo español. Uno alejado de esos sindicatos agrarios que instrumentalizaron la indignación popular, y que Martínez define como “los sitios en los que menos representación tenemos, cuando son ellos quienes representan al sector ganadero”.
Detrás de ese plural está Ganaderas en Red (GeR), una organización de mujeres ganaderas de extensivo bastante insólita en España y Europa por sus dimensiones: representa a casi 200 ganaderas y pastoras de extensivo, entre las que se encuentra ella misma. Su compañera Ainhoa López, ganadera de cabra florida y cerdo ibérico en la Sierra de Huelva, se sitúa “totalmente a contracorriente” de la imagen que se ha dado de las protestas, que entiende como “una respuesta al pacto verde y a la sostenibilidad”. ¿Respuesta de quién? De “las grandes empresas que están copando el mercado porque ven una oportunidad de negocio” en una supuesta escasez alimentaria. “Pero es una falacia. Hay un desperdicio alimentario del 30-40%, los problemas de escasez son un espejismo que crean esas grandes empresas”, explica López.
Según datos de la organización Somos Sierra Norte de Sevilla, el sector ganadero español ha sufrido una pérdida del 60% de las explotaciones familiares de pequeño y mediano tamaño en los últimos 20 años, lo que se traduce en una tendencia de enorme concentración de la actividad en unas pocas manos. Manos, por cierto, tan alejadas de la ganadería como Mercadona o Telefónica.
El informe de la fundación Entretantos Huella ecológica, económica, social y sanitaria de la ganadería en España señala la responsabilidad de la Administración, que mantiene la ganadería extensiva en un estatus de “indefinición”. En ausencia de “un marco regulatorio concreto” que la ampare, esta modalidad más respetuosa con el medio ambiente “resulta legalmente indistinguible de las actividades ganaderas intensivas o sin vínculo territorial”.
Yolanda Sampedro pertenece al grupo de apoyo de GeR de la fundación Entretantos, y ofrece una de las claves para entender por qué las administraciones se olvidan de la ganadería extensiva: “La extensiva compite desde hace años con las macrogranjas, con la industria de la carne. A esta industria no le interesa nada que se diferencie. De hecho, utilizan imágenes de la extensiva para vender sus productos. Y eso llega al Ministerio, porque el primer error es que el Ministerio en sus censos de explotaciones agrarias y en su propia gestión no diferencia extensiva e intensiva”.
En palabras de Ainhoa López, una de las consecuencias más graves derivadas de esta industrialización es que “un 80% de la Política Agraria Común (PAC) [cuyo peso ronda el 30% del presupuesto total de la UE] lo cobran grandes fondos de inversión, grandes empresas y grandes familias propietarias (…) A las ganaderas y ganaderos nos dejan de lado. ¿Y quién negocia eso? Lo hace el lobby europeo (COPA-COGECA), y ASAJA, COAG y UPA en España, que defienden los intereses de las grandes empresas. Por eso es tan importante que podamos entrar”.
Cuando, a finales de 2023, Luis Planas –ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación– anunció su intención de crear un foro de diálogo ideado para tratar la difícil situación que atraviesa la ganadería extensiva en España, en GeR decidieron actuar: “Escribimos una carta diciendo que queríamos estar allí, pero no nos contestaron. Volvimos a escribir, recordando que no solo somos un grupo de mujeres y representamos su voz, sino que somos uno de los grupos de profesionales del extensivo más numeroso”, cuenta Sampedro. La petición sigue sin respuesta, y eso no es lo más grave. “Nos hemos enterado de que sí van a estar los sindicatos agrarios, cooperativas –suponemos que van a entrar las que venden pienso a los ganaderos– y solo una persona ganadera” relata a CTXT; y remata Ainhoa López: “Van ASAJA, COAG, UPA, que representan a los grandes fondos y los grandes terratenientes. Nos están excluyendo”.
Se trata, además, de un rechazo doble. Como denuncian desde GeR en un manifiesto publicado en febrero, dentro de la “escasa representación” a la que se enfrenta la ganadería extensiva, “las mujeres son doblemente invisibles”. Por ese motivo, uno de los principales objetivos del colectivo es la reivindicación de la figura de la mujer y de la necesidad de que quede representada de la misma forma que lo están los hombres. Lo explica Yolanda Sampedro: “Una de las cosas que pedíamos era estar en los sitios en los que se toman las decisiones, en los lugares de debate. No solo por la paridad, sino para que se tengan en cuenta la visión y las necesidades de las mujeres (…) No puede ser que solo vaya a haber una persona ganadera en un foro de ese tipo, y no puede ser que no vaya ninguna mujer, como me imagino que va a pasar”.
Decrecer, conciliar y abandonar la perspectiva masculina
Desde el punto de vista de Laura Martínez, la perspectiva femenina logra “ampliar mucho la visión” de la ganadería: “Conseguimos que se vea más allá de lo que es más convencional, con el tema cuidados, alimentación, conciliación…”. Ainhoa López coincide con ella, y trata de argumentarlo con “el símil de que Europa apuesta por el pacto verde y la sostenibilidad –aunque con las protestas se ha ido para atrás–, y los países emergentes por ese crecimiento desaforado. Nosotras, en cambio, hablamos de decrecimiento”.
Ya en el manifiesto se puede observar la contundencia con la que estas ganaderas impugnan las bases mismas del sistema de producción y consumo. Cuestionada acerca de ello, Laura Martínez opina que “hay claros ejemplos de que la productividad ligada a la sostenibilidad es complicada… No se puede tener una ganadería extensiva con 7.000 cabezas de ganado, es imposible; ¿qué terreno va a soportar esas cargas?”.
Yolanda Sampedro, que sin ser ganadera convive cada día con las mujeres de GeR, confirma que en la organización existe una sensibilidad radicalmente diferente a ese afán por el crecimiento sin límites: “Yo, que las oigo desde fuera, veo que no tienen grandes rebaños y no tienen problemas en rebajarlos si es necesario. Eso es una gran diferencia hablando de sostenibilidad”. Pero no se queda ahí: “También veo que son grandes innovadoras. Y muchas veces les toca innovar a la fuerza por conciliación. Esa imagen del pastor de sol a sol se la podía permitir un hombre, porque alguien le había hecho la comida para llevársela al campo. A mí me encanta oír a mujeres como Laura u otras jóvenes que están en plena crianza, que cuentan que sí pueden permitirse una siesta o llevar a sus hijos al colegio. Ajustan los tiempos sin perjudicar al ganado para poder conciliar”.
Emma Rojas es también ganadera de extensivo y pertenece al colectivo Ramaderes de Catalunya. Sugiere dejar a un lado “el feminismo mainstream”, ese que en lugar de rechazar el modelo pretende “que las mujeres empiecen a ser más competitivas”, y tratar “de poner más énfasis en el ciclo de la vida”. Para ella, “el hecho de que se incorpore una mirada feminista en el sector tiene la posibilidad de apartar la productividad y esta forma de tecnocracia extrema” que tanto ha perjudicado a “nuestra forma de relacionarnos con el entorno”.
Otra ganadería, otra alimentación, otro modelo
La accesibilidad es uno de los mayores obstáculos en el camino hacia una alimentación más saludable y sostenible, ya que la industrialización del sector ganadero genera una producción “a gran escala” que ofrece “pollo superhormonado a 5 euros el kilo”, mientras que “un pollo que no es así, en extensivo, quizá sale por 15 euros si no se subvenciona”, explica Sampedro. Sin embargo, es fundamental aclarar que esa diferencia no es inevitable, y depende de una voluntad política: “A la hora de competir con las macrogranjas, el precio de la extensiva se cae, pero si se pudiera añadir este valor que tiene, de salud del animal, de salud como alimento, todos los servicios ambientales que cubre… Si todo eso se pudiera pagar, como paga la PAC por cumplir otros criterios, podríamos consumir productos de extensivo a un precio asequible (…) Aquí hay un problema, porque este modelo provoca una alimentación a dos velocidades. La brecha económica está alimentando a la brecha alimentaria”, sentencia.
Tanto Emma Rojas como Ainhoa López coinciden en señalar que, al exigir los mismos trámites burocráticos a una multinacional gigante que a una ganadera en extensivo con una pequeña empresa familiar, se está perjudicando a esta e impidiendo que pueda alimentar a la población con unos niveles de calidad y sostenibilidad mucho mayores. Y, de nuevo, regresa la cuestión del aislamiento al que se ve sometida la extensiva: “No interesa que estemos en las mesas de diálogo porque al final es un agrobusiness lo que hay montado ahora mismo, quieren un campo sin agricultores, un campo sin ganaderos”, dice López.
Como principal sustento de este negocio se encuentran unos sindicatos que, en opinión de Yolanda Sampedro, “no defienden a la extensiva porque quienes le pagan la cuota son los de la intensiva”. Y así, ignorando las exigencias de quienes priorizan la sostenibilidad sobre los beneficios económicos, se ponen en marcha “supuestas ayudas para la sequía con mecanismos que, a la larga, van a provocar más sequía. Detrás de estas reivindicaciones nunca está lo sostenible ni lo extensivo”.
Por ello, Sampedro asegura que “el mundo ha cambiado, y las estructuras que antes eran representativas de la sociedad, ya no lo son. Por contra, se han generado otras como GeR que sí representan a las personas que las conforman (…) La demanda no es tanto que los sindicatos nos representen, sino que dejen que la representatividad de los sectores sea más plural”.
Mientras tanto, ellas siguen trabajando para “alimentar bien a la población” y acabar con los “alimentos que vienen desde Chile, Turquía…”, declara Ainhoa López, que reclama que se les “facilite la venta cercana, una venta local”. La buena noticia es que, pese a las trabas de la administración y la agroindustria, Sampedro observa que “cada vez hay más mecanismos para hacer consumo directo de los productores y productoras”. En Entretantos van a contribuir en esa lucha con “una iniciativa social para hacer un sello diferenciador (…) Para que, cuando vayas a un supermercado, puedas saber de dónde viene realmente el alimento”.
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