Entrevista a Juan Ramón Quintana, exministro de Evo Morales
Asilado durante casi un año en la embajada de México durante el golpe de Estado de 2019 en Bolivia, trabaja en un libro sobre la historia del Comando Sur.
Desde La Paz
La vida de Juan Ramón Quintana transcurre más reposada que cuando era ministro de la Presidencia de Evo Morales. Su actualidad como académico – es sociólogo y además militar retirado- también está lejos de aquel asilo que duró casi un año en la embajada de México durante el golpe de Estado de 2019 en Bolivia. Trabaja en un libro sobre la historia del Comando Sur, en investigaciones para CLACSO, da charlas de formación política para la militancia del Movimiento al Socialismo (MAS) y en sus ratos libres disfruta de su familia en Villa Tunari, departamento de Cochabamba.
-¿Cómo quedó el frente militar después de que un grupo de altos oficiales liderados por el general Juan José Zúñiga intentara derrocar al presidente?
-Quisiera decir que hay un antes y un después de este movimiento. No se puede explicar el después sin el antes. Hay tres modelos de gestión del tema militar. El modelo neoliberal, el del caudillismo nacionalista y el modelo patrimonialista de Arce. Cuando se realizó el golpe de 2019, con la reconfiguración que planteó el general Williams Kaliman, el protagonismo fue tanto cívico como militar. Después vino la pandemia y esto les dio más impunidad a las fuerzas armadas, que Arce extendió hasta límites insospechados. Zúñiga es un subproducto de la expectativa patrimonialista de Arce.
-¿Por qué?
-Diría que esa relación surge de la amistad y por ser compadres. Con Zúñiga empezó a pesar más el capital que representa el arma de Inteligencia, de donde proviene ese general. Arce intenta la captación de las fuerzas armadas y eso es muy nítido en sus discursos sobre temas militares. Sus discursos los hacía el equipo de inteligencia de Zúñiga y aumentaban las teorías conspirativas. En ese contexto, pasó a ocupar un espacio muy importante, como uno de los brazos en que se apoyó el presidente. El otro es el brazo de la política policíaca del ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo. Eso lleva a una deriva autoritaria de Arce.
-¿En qué se basa para decirlo?
-En la impunidad con que se gestionan las relaciones con las fuerzas armadas y la policía. Había un pacto carnal de Arce con Zúñiga y hay otro de Del Castillo con la Policía.
-¿Pero los partidarios de Arce en la interna del MAS podrían afirmar lo mismo de Evo con el general Kaliman, quien pocos meses antes del golpe de 2019 declaró que “la fuerza militar morirá anticolonialista” y después lo traicionó?
-Cuando gobernaba Evo hubo un componente desestabilizador que venía de afuera y que a Kaliman lo cooptó muy hacia el final. Hizo su pronunciamiento casi copado por la estructura que tramaba el golpe. Pero en la gestión de Evo había mantenido una línea apegada a viejos cánones de competencia profesional. Zúñiga hizo retroceder al ejército al siglo diecinueve. Hay centenares de oficiales que se la tienen jurada por eso. Estalló en mil pedazos la meritocracia. En las fuerzas armadas todavía quedan seguidores de Kaliman, Zúñiga, García Meza y hasta banzeristas.
-¿Por qué sobreviven las ideas de esos militares sediciosos que participaron de golpes de Estado en distintas décadas?
-Porque en cuarenta años no recibieron una modernización democrática. Hay una inercia caudillista muy fuerte, con una tendencia despectiva hacia el mando político. No se sienten parte de la modernización estatal que encaró el gobierno de Evo. Su sentimiento es de marginalidad y oportunismo. La convivencia ha sido peligrosa y han acumulado políticas conceptuales que les bajó siempre el Comando Sur, ése es su único proyecto estratégico.
-Usted como ex militar y asesor de Evo en temas castrenses durante su presidencia, ¿tiene algo que autocriticarse?
-Yo siempre les recordaba a Evo y a Álvaro (por el ex vice García Linera) que con las bayonetas se puede hacer todo menos sentarse arriba de ellas. En el gobierno nosotros hicimos reformas epidérmicas y pensábamos que eso estaba bien. Pero cometimos errores en la gestión política de lo militar. ¿Por qué no se reformaron las fuerzas armadas en la Constitución del Estado Plurinacional? Por el riesgo a que se produjera un golpe.
-Pero la amenaza continúa vigente varios años después. Se produjeron en 2019 y hace dos semanas.
- Yo diría que si hay un resultado de la crisis que acaba de ocurrir es el divorcio entre Arce y las fuerzas armadas. El segundo dato es la tendencia absurda, arrogante, que mantiene el ministerio de Gobierno por la incapacidad de comprender las consecuencias de esta satanización de los militares. El ministro Del Castillo ha generado heridas muy profundas en las fuerzas armadas y ellas están digiriendo una revancha. ¿A quién se le va a ocurrir exponerlas como si fueran vulgares delincuentes? Ha ido demasiado lejos. Y lo hizo en compañía de los comandantes de la Policía que mantiene una historia conflictiva con los militares. En 2003 murieron entre soldados y policías unos treinta cuando se enfrentaron en el llamado febrero negro durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Le diría que la Policía tiene muchas más condiciones golpistas que las fuerzas armadas. Y al ser dirigida por un político como Del Castillo, recibe más equipamiento y mejor paga que los militares. Eso genera que se esté cultivando un enfrentamiento que veo más factible que un próximo golpe de Estado.
- ¿La relación entre Arce y Morales está definitivamente quebrada?
- Es irreconciliable. El proyecto arcista es de captura estatal y pasa por aniquilar a Evo. Por eso discrepo con García Linera. No se pueden comparar a los dos. He sostenido que el de Zúñiga ha sido un episodio aislado y si lo ve bien, fue un golpe deliberado. Sí considero también que Evo ha exagerado con el tema del autogolpe. No ha sabido explicarlo bien.
- ¿Qué piensa que sucederá en el corto y mediano plazo en Bolivia?
- El árbitro de este país es la economía. Y si se profundiza la crisis, los movimientos sociales van a tomar las calles. Arce está en una carrera obsesiva para destruir a Evo porque teme que si llega a presidente lo pueda detener. Es inevitable una rebelión popular atizada por la crisis económica. Pero esa rebelión sería imposible sin Evo. Él es un animal político y está acorralado.
- Por último, ¿qué papel juega Estados Unidos en este panorama?
- Bolivia sintetiza la disputa por América Latina. Expresa la voracidad de una pelea geopolítica por toda la región. Acá hay recursos naturales, litio, agua dulce y a los gringos ya no les importa respetar las reglas. Se están jugando todo en Bolivia y no van a cuidar las formas.
gveiga@pagina12.com.ar
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