Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), aliadas de Estados Unidos, durante una maniobra militar en Siria.
El norte de Siria es como un tablero de ajedrez donde las piezas son movidas por intereses extranjeros y los locales pagan el precio de este complejo juego de poder.
Según informó este jueves el corresponsal de la cadena libanesa Al-Mayadeen, en el este del campo de Alepo (norte de Siria) se registran combates entre el denominado Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), aliadas de Estados Unidos.
Fuentes del Ministerio de Defensa turco confirmaron a la agencia británica Reuters que las fuerzas apoyadas por Ankara continúan avanzando en el norte de Siria.
Por su parte, las FDS denunciaron un ataque en la estratégica presa de Tishrin, al sureste de Manbiy, atribuido a “mercenarios de la ocupación turca”, empleando tanques y drones. Advirtieron además sobre posibles daños a la infraestructura del embalse debido a los bombardeos intensivos.
Protestas y represión
En paralelo a los enfrentamientos armados, la tensión se agrava en las calles. En Hasaka, al noreste de Siria, cientos de manifestantes exigieron la retirada de las FDS, lo que derivó en una respuesta violenta de las milicias kurdas.
En el barrio de Ghweiran, abrieron fuego contra los manifestantes, lo que incrementó la indignación popular.
La violencia se replicó en Raqa, este de Siria, donde al menos un civil murió y otros 14 resultaron heridos durante las protestas contra la presencia de las FDS en la región.
Tensiones étnicas que no cesan
Desde 2011, en el norte y el este de Siria, la situación está marcada por tensiones étnicas, sectarias y políticas. La lucha de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas principalmente por kurdos, por establecer un sistema de autogobierno ha chocado con los intereses del gobierno central, de Turquía, y de otras facciones árabes locales.
Turquía, en particular, considera a las FDS como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), al que cataloga como organización terrorista, lo que ha llevado a constantes operaciones militares turcas en la región.
Por otro lado, las áreas en disputa albergan importantes recursos naturales, como campos petroleros en Deir Ezzor, y corredores estratégicos que conectan a Siria con Irak. Esto ha atraído la intervención de actores internacionales como Estados Unidos, que ha apoyado a las FDS, pero también ha generado descontento entre comunidades árabes que perciben una marginación política y económica.
Aunque el Gobierno sirio de Bashar al-Asad logró derrotar prácticamente a los terroristas, su control sobre el norte y el este fue limitado. Esto ha permitido que regiones como Idlib, bajo influencia de los takfiríes y los llamados rebeldes, o el noreste, dominado por las FDS, operen casi como entidades autónomas en un estado de constante tensión.
Si bien el intento de derrocamiento de Al-Asad el domingo fue el punto de partida de la crisis, la actual inestabilidad en el norte y el este de Siria está más vinculada a los intereses cruzados de actores regionales e internacionales, además de las dinámicas locales que han evolucionado a lo largo de más de una década de conflicto.
mkh/ncl
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