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11 diciembre 2024

Un año marcado por el protagonismo de los emergentes


Foto grupal de los líderes de los Brics durante la XVI Cumbre en Kazán (Foto: Sergey Bobylev)



El próximo líder de EE.UU. lidiará con un bloque que avanza más allá de sus  contradicciones.

Hace algunos días Donald Trump sorprendió en una advertencia explícita contra los Brics+: "La idea de que los países Brics están intentando alejarse del dólar mientras nosotros nos quedamos de brazos cruzados observando se acabó". 

El próximo presidente estadounidense entiende muy bien que hacia allá avanzan, aunque lentamente y con contradicciones, las fuerzas emergentes, y que ello sería un enorme paso en la construcción de un orden mundial alternativo, más acorde con el nuevo mapa del poder mundial.

Por ello amenazó: "Exigimos que estos países se comprometan a no crear una nueva moneda Brics, ni a respaldar ninguna otra moneda que sustituya al poderoso dólar estadounidense, o se enfrentarán a aranceles de 100% y deberían esperar decir adiós a las ventas hacia la maravillosa economía estadounidense". 

En Washington saben que la primacía del dólar —su privilegio exorbitante— les permite, por el momento, comandar las finanzas globales, hacer guerras económicas y sostener una enorme burbuja nominal para vivir muy por encima de su producción real. Este último punto es fundamental ya que, además de su proyección de poder exterior, constituye el orden político y social interno de EE.UU. En este sentido, Trump exclamó en sus formas exageradas, pero bastante realistas: "Si perdemos el estatus de moneda de reserva global del dólar, ¡nos convertiremos en un país del tercer mundo!".

Si bien algunos emergentes, con China a la cabeza, han sabido jugar ese juego, también es cierto que la magnitud de la burbuja actual genera una inmensa transferencia de excedente hacia EE.UU. y hacia el polo anglo-estadounidense, que cuentan con unos PIB per cápita nominales altísimos, cuya contracara es la devaluación del trabajo productivo de los demás países, incluidos los otros centros del Norte Global. 

El problema es que pinchar dicha burbuja llevaría a una crisis de proporciones quizás peor que la de 2008, y el ajuste de la economía estadounidense tendría un enorme impacto recesivo global, inclusive sobre los Estados emergentes. Pero si estos no comienzan a romper dicha dependencia del dólar y de la arquitectura financiera mundial comandada por los centros financieros anglo-estadounidenses, el costo para ellos será cada vez mayor. Como en 2008-2009, cuando justamente se pusieron en marcha los Brics, el dilema de los emergentes es que si no avanzan, retroceden, es decir, pagan la crisis o el declive. 

La amenaza del magnate estadounidense también es un síntoma de debilidad, con un horizonte sombrío hacia adelante. Casi todo el mundo entiende que poner 100% de aranceles haría volar la inflación de la economía estadounidense y afectaría el propio dólar, tanto como lo ha hecho la guerra económica a través de sanciones. No resultan casuales, en este escenario de súperburbuja nominal y desarrollo de condiciones geopolíticas para la desdolarización, las disparadas de los precios del oro —y también del Bitcoin, aunque con un carácter más especulativo—, recurso que aparece como activo de reserva de valor en tiempos de escalada de la guerra mundial híbrida y de fractura política estadounidense. 

Los emergentes y el fin del dominio global de Occidente

"La era del dominio global de Occidente ha llegado a su fin", afirmó Josep Borrell, el jefe de la política exterior de la Unión Europea, en febrero de 2024. Esta frase fue pronunciada poco tiempo después de que se definiera la expansión de los Brics en Sudáfrica, en el año 2023, y que se hiciera evidente que los resultados de la guerra mundial híbrida en curso remarcaban las tendencias negativas para los Estados Unidos y, sobre todo, para Europa en la actual transición de poder. 

Allí Borrell también advertía sobre el desarrollo de un escenario definido por "Occidente versus el resto", con consecuencias muy sombrías para el viejo núcleo dominante, que sólo representa 12% de la población mundial y ya no posee la riqueza y el poder de hace cuatro décadas atrás. 

Un fantasma recorre a Occidente, la "insubordinación" de semiperiferias continentales se expande por el conjunto de las periferias. Es que ese "resto", en palabras de Borrell, tiende a unificarse bajo el concepto de Sur Global a pesar del enojo que ello causa en muchos intelectuales occidentales y tercermundistas aspiracionales. Más allá de la amplitud y heterogeneidad de lo que abarca, con sus límites difusos, expresa un sentimiento de época. Ubica en el escenario político mundial una contradicción central entre, por un lado, el viejo centro dominante y, por otro lado, la periferia y semiperiferia del sistema mundial; que también se expresa en la antinomia de países desarrollados y países en desarrollo. De hecho, el derecho al desarrollo es el punto central del programa que unifica las fuerzas emergentes a pesar de sus divergencias. 

Los Brics constituyen una de las manifestaciones políticas más claras de este heterogéneo Sur Global, con jugadores como China —que ya es a la vez un centro emergente— o Rusia —que muestra sus capacidades de gran jugador geoestratégico mundial y que siempre pivoteó en el borde de dicha caracterización, por lo cual es preferible acuñar la idea de "mayorías mundiales"—. 

Con el desarrollo de los Brics+ o los Brics extendidos termina de consolidarse un notable salto cuantitativo y cualitativo del mundo emergente, propio del nuevo momento geopolítico que se abrió a partir de la pandemia por covid. Y, como hace 15 años cuando se producía en Ekaterimburgo la primera reunión de presidentes del entonces BRIC —sin Sudáfrica—, es otra vez en Rusia, ahora en Kazán, donde se volvió a poner en evidencia su creciente protagonismo. Allí se realizó durante el mes de octubre la primera cumbre que inauguró la expansión a 9 miembros plenos —o 10 si Arabia Saudita termina de completar su ingreso— e incorporó 13 países como nuevos miembros asociados.

En la "aislada" Rusia se reunieron nada menos que casi 40 representantes de Estado, representantes de más de la mitad de la población mundial, para debatir lineamientos de un nuevo orden mundial alternativo a medida en que se profundiza la crisis del viejo orden. Por ello esta etapa se caracteriza por el (des)orden en la dimensión política del sistema mundial, es decir de transición, entre la crisis de lo viejo y la emergencia de lo nuevo. 

Los Brics+ no representan un bloque en términos políticos y económicos. Menos aun una alianza estratégica. De hecho, el no alineamiento es una de sus premisas. Constituyen más bien un "bloque histórico", un foro que reúne las fuerzas sociales emergentes, agentes del cambio histórico-espacial actual. Este se enfrenta al viejo bloque histórico dominante, simbolizado en términos económicos como Norte Global y en términos geopolíticos como Occidente, y que es representado en lo político y estratégico por el G7 y la OTAN. Si bien aparecen dominantemente bajo su forma estatal, estos "bloques históricos" de fuerzas político-sociales se enfrentan muchas veces al interior mismo de cada Estado. En Argentina eso queda bien claro.

En términos generales, los Brics+ son un instrumento clave de las fuerzas emergentes en cinco sentidos fundamentales: 1) ampliar la cooperación para enfrentar las políticas de contención, en un escenario de guerra mundial híbrida y fragmentada; 2) quebrar los monopolios del Norte Global; 3) impulsar una nueva trama institucional multilateral de un mundo relativamente multipolar; 4) converger en un nuevo ciclo de expansión de las fuerzas productivas; 5) producir una reconfiguración del orden mundial que tienda a expresar el nuevo mapa del poder real.

La expansión de los BRICS+ y las regiones geopolíticas

Es indudable el poder de atracción de los Brics+, que supera las presiones en su contra. Pero también hay que mencionar el hecho de que su expansión también nos habla de cambios que se están produciendo en distintas regiones geopolíticas, con sus subregiones, en sintonía con un mundo relativamente multipolar tendiente a regionalizarse en términos políticos al tiempo que se construyen otras articulaciones mundiales y procesos de reintegración.

El llamado "Medio Oriente" o la región centro de Afro-Eurasia es donde el reequilibrio político y estratégico más se refleja en los Brics+. De ello nos habla la incorporación como miembros plenos de Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y, aun sin definir, Arabia Saudita. A lo cual se agrega el ingreso de Türkiye, una país miembro de la OTAN, que está reequilibrando su posición comportándose cada vez más como un poder emergente con múltiples juegos. Etiopía linda con esta región y es un actor clave de su región, siendo la sede de la Unión Africana y el segundo país en población del continente. 

Con los nuevos socios los Brics+ se expanden en otras regiones geopolíticas: Indonesia, Malasia, Tailandia y Vietnam de Asia Pacífico y específicamente del Sudeste de Asia como subregión; Argelia del Magreb; Nigeria y Uganda del África Subsahariana; Bielorrusia, Kazajstán y Uzbekistán del Espacio Medio de Eurasia (el primero del borde europeo y los dos últimos de Asia Central); Bolivia de América del Sur y Cuba del Caribe, miembros de la ecúmene latinoamericana —donde el veto brasileño a Venezuela debilitó el avance en Sudamérica y mostró las tensiones regionales—. Y hay más posibles incorporaciones en la lista, al menos como socios, lo cual indica la creciente tendencia hacia la insubordinación del Sur Global frente al viejo orden.

China e India de la mano

Probablemente en algunas décadas esta relación sea la central en el sistema mundial. Hoy, sin dudas, como ya se señaló, son los actores fundamentales, junto a Rusia, de un nuevo(viejo) mundo en ascenso con centro en Eurasia, cuya reemergencia deshilacha la primacía atlantista establecida hace apenas dos siglos. Luego está el papel importante que juegan Brasil, Sudáfrica, Vietnam, Indonesia, Arabia Saudita, Irán y Türkiye.

China e India, dos gigantes demográficos que albergan más 1 400 millones de personas cada uno, implicaron 46% del crecimiento de la economía mundial en 2023 —30% y 16%, respectivamente—, algo que de forma aproximada va a repetirse este año y en los subsiguientes, de no mediar una catástrofe.

La reunión entre China e India en Kazán previene a los poderes emergentes de las posibles "catástrofes". Los respectivos líderes Modi y Xi tuvieron su primer diálogo bilateral completo en cinco años, después de un sangriento enfrentamiento a lo largo de su disputada frontera en Ladakh en 2020 que enfrió y tensionó la relación. Pero lejos de mostrarse enfrentados —como el Occidente geopolítico anhela—, sus mandatarios aprovecharon la cumbre para avanzar en materia de cooperación económica y acordar una détente, que implica desescalar las fricciones fronterizas, las cuales suelen generar escaramuzas entre sus fuerzas y agudizan los resentimientos mutuos, a pesar de los importantes espacios de cooperación e intereses compartidos. 

Además de la historia común antiimperialista y anticolonialista, el Movimiento de los No Alineados y Bandung, también hay una realidad material que los une: China es el principal socio comercial de India, con un intercambio bidireccional de 118 400 millones de dólares, que podría ser mucho mayor. 

La crisis de "Occidente" como representación de la "Comunidad Internacional"

La escalada del conflicto en Ucrania a partir de febrero de 2022, con la intervención directa de Rusia, produjo un cambio rotundo en las percepciones y representaciones del mundo. Comenzó a quebrarse la idea globalista de que Occidente representa la Comunidad Internacional, un proceso que venía madurándose desde 2009. De hecho, las potencias atlantistas quedaron sorprendidas ante el escepticismo mundial sobre su propia narrativa en torno al conflicto y a la falta de apoyo en su guerra contra el "mal", encarnado en la figura de Putin. Prácticamente ningún país fuera del Occidente geopolítico acompañó las sanciones económicas contra Moscú.

Esta crisis de representación se reforzó aun más al calor del creciente protagonismo de los emergentes. Pero tuvo un respaldo material cuando quedó en evidencia que la situación de las fuerzas prooccidentales en Ucrania se encaminaba hacia un escenario cada vez peor, augurando una posible derrota. 

Fue bastante impactante cuando algunos de los medios occidentales que más fuerte apostaron al conflicto de la OTAN contra Moscú e, incluso, se apresuraron a cantar loas por la victoria contra la autocracia rusa, este año comenzaron a dar cuenta de que eso no era tan así…  The Economist, el 24 de septiembre de este año publicó un artículo titulado "La guerra va mal. Ucrania y sus aliados deben cambiar de rumbo", en el cual se analiza que la guerra de desgaste es "insostenible" para Ucrania y que es hora de formular objetivos creíbles ya que no cuenta con hombres y con armas para sostener los actuales.

Kazan dejó claro que Rusia, lejos de estar aislada, está en el centro de la discusión del nuevo orden multipolar emergente. En tanto potencia euroasiática fundamental, tiene a China e India como sus principales compradores de armamento e hidrocarburos, y pivotea entre ambos para conformar el triángulo euorasiático de grandes potencias continentales emergentes, que a su vez constituyen grandes culturas en tanto espacios civilizatorios históricos. Dicho triángulo es la base de los Brics+, la Organización para la Cooperación de Shanghái y la construcción de un orden alternativo. La creciente articulación de Irán en ese espacio —el estado heredero de la civilización persa— le otorga más espesor geopolítico, económico y cultural a la Eurasia en ascenso.  

En este sentido, 2024 terminó de demoler la idea de la que "comunidad internacional" se reduce al Occidente geopolítico. Fue otro duro golpe de realidad para quienes siguen operando como si existiera un mundo unipolar, percepción desde la cual habían imaginado convertir a Rusia en un paria internacional. La presencia del secretario general de la ONU en Kazán, el portugués António Guterres, resaltó aun más esta cuestión y tocó nervios sensibles en Europa y Estados Unidos.  

Nueva arquitectura financiera

Un punto central de los Brics+, que está en la agenda programática del espacio desde la cumbre de Ekaterimburgo en 2009, es la idea de avanzar hacia una nueva arquitectura financiera y monetaria mundial. Ya sea reformando las instituciones existentes o, sobre todo y ante la resistencia de Estados Unidos y sus aliados, creando nuevas. 

De las seis dimensiones de poder centrales que antes monopolizaba EE.UU./Norte Global, esta es la última dimensión en la que todavía posee un poder superlativo, uno de los últimos pilares aun en pie del viejo orden. Desde 2022 se ha intensificado el proceso de socavamiento de dicha arquitectura mediante el despliegue, con más claridad, de las condiciones geopolíticas de la desdolarización, que será la próxima gran batalla en la transición de poder. 

Los Brics+ han acelerado el desarrollo de algunas de las principales iniciativas para avanzar hacia otra arquitectura financiera y monetaria mundial. Una de ellas es el Nuevo Banco de Desarrollo, dirigido por la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, al cual se busca darle mayor espesor. Este año además circularon iniciativas importantes como los sistemas de pagos Brics Pay (sistema de mecanismo de mensajería de pago descentralizado e independiente), Brics bridge (un sistema de pago digital para realizar transacciones transfronterizas en monedas locales), Brics Clear  (plataforma independiente de pagos y reservas), o también una agencia de calificación de riesgos y un sistema de seguros. Dichas iniciativas todavía no cuentan con el impulso político suficiente para terminar de ser lanzadas, pero se encuentran en plena elaboración. 

Uno de los trascendidos sobre lo que se discutió a puertas cerradas en la reunión de Kazán sería la creación de una moneda digital como unidad de referencia para las transacciones internacionales. El valor de la misma estaría fijado en 40% por el valor del oro y 60% restante por el valor de una canasta de monedas de los países miembros. Sin embargo, todavía no hay suficiente consenso entre los miembros y las condiciones no han madurado lo suficiente para concretar estas iniciativas. 

Dónde queda el G20

En el G20 fue diseñado por las fuerzas globalistas a fines de los años 90 del siglo XX como un espacio de gobernabilidad del capitalismo transnacional; una superación del G7, pero manteniendo el comando del Norte Global, a la vez que incorporó los grandes mercados emergentes (los espacios semiperiféricos más importantes). Un nuevo multilateralismo, pero del mundo unipolar en expansión y reconfiguración. 

Sin embargo, los mercados emergentes, espacios de expansión del capital financiero trasnacional y subordinados al proyecto globalista neoliberal, se tornaron de manera creciente en poderes emergentes, con sus propios proyectos nacionales y regionales de desarrollo. 

Claramente hay dos "bloques históricos" dentro del G20, cuya contradicción define su pantanosa dinámica, lo cual no quiere decir que sean dos bandos políticos, ni que deba presentarse de forma maniquea bajo la perspectiva de una bipolaridad irreductible. Es más, el bloque de los emergentes, de los poderes en ascenso, presenta como característica fundamental la construcción de un ordenamiento multipolar y la bandera del no alineamiento. Por otro lado, el viejo bloque histórico dominante, representado en el Occidente geopolítico con núcleo en Estados Unidos, presenta una fractura sintomática entre globalistas y nacionalistas, expresión de la crisis de hegemonía y su declive relativo.  

Por ello la falta de consenso sobre temas claves como la guerra en Ucrania y el conflicto en Gaza y toda Palestina, que necesariamente dividen el foro multilateral, donde convergen las fuerzas unipolares y multipolares. Sí aparecen como importantes victorias—al menos simbólicas— para Lula y la presidencia brasileña del G20 haber obtenido el respaldo a la idea de cooperar para garantizar que "las personas con un patrimonio neto ultraalto paguen impuestos de manera efectiva", conocido como un impuesto a los ultrarricos, y el lanzamiento de la propuesta de una Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, que 81 países ya han acordado apoyar. 

Probablemente parte de lo sustancial del G20 hayan sido las reuniones bilaterales entre algunos de los principales actores de la geopolítica mundial. Y no puede dejar de observarse el papel destacado que jugó el mandatario chino, Xi Jinping, el invitado central de la cumbre. Luego de su visita en Perú, donde inauguró el puerto sudamericano más importante en el Pacífico a solo nueve días de la victoria de Trump, firmó con el mandatario brasileño Lula da Silva 37 acuerdos de cooperación. 

También el argentino Javier Milei tuvo su momento con Xi Jinping, para terminar de arriar todas sus banderas antichinas y anticomunistas desplegadas durante la campaña electoral del año pasado. Esa reunión, como la que tuvo con el indio Narendra Modi y el preacuerdo para vender a Brasil gas de Vaca Muerta, fueron algunos de los puntos más destacados de la agenda del argentino —sobre todo puntos concretos—, donde también cumplió un indecoroso papel intentando representar a Trump en diatribas ideológicas que lo mostraron aislado. 

Toda una paradoja: el cruzado occidental —cabalgando desde el Patio Trasero de Occidente, donde ni nos reconocen como parte integrante del selecto grupo— terminó en los brazos de los infieles emergentes para anotarse algún acuerdo real. Resulta difícil cabalgar contra los molinos de viento de la historia y sus tendencias fundamentales. Me recuerda a otro cruzado, Jair Bolsonaro, cuyo vicepresidente y hombre fuerte del gobierno, el general retirado Hamilton Mourão, quien en una visita oficial a China terminó declarando que había un matrimonio inevitable (¡sic!) entre Brasil y China. 

Resulta difícil que en este escenario el G20 juegue un papel más importante en la gobernanza mundial, como alguna vez se pensó. Son tiempos de (des)orden mundial —de crisis del viejo orden y surgimiento de nuevos lineamientos—, lo cual se profundizará con Trump en la Casa Blanca. Quizás la "troika" actual del G20 pueda hacer algo distinto. Este espacio se conforma con las presidencias actual, anterior y siguiente del G20 y los tres miembros cooperan entre sí en la preparación de la cumbre anual. Durante la presidencia de Brasil, los otros dos integrantes son la India (presidencia de 2023) y Sudáfrica (presidencia de 2025). Es decir, tres actores claves del mundo emergente, protagonistas de los Brics+.


Este artículo fue publicado originalmente en el medio Tektónikos el 8 de diciembre de 2024.

https://misionverdad.com/globalistan/un-ano-marcado-por-el-protagonismo-de-los-emergentes

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