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28 enero 2025

Frente anti-Milei o vuelta a lo mismo

GUILLERMO CIEZA


Se convocó a una marcha que unirá Plaza de los dos Congresos y Plaza de Mayo, para el 1 de febrero, con el nombre "Marcha del orgullo antifascista y antirracista"

Sin fascistas, sin cipayos y sin institucionalistas blandengues, vale la pena hacer un intento.

El gobierno de Javier Milei está ejerciendo, en forma permanente, una provocación contra mujeres y disidencias, migrantes, beneficiarios de planes sociales, trabajadorxs de la salud y la educación, organizadoras de comedores comunitarios, ambientalistas, mapuche y otros pueblos originarios, cientificxs y becarixs del Conicet, personas asistidas por razones de discapacidad o enfermedades con medicaciones muy costosas, defensorxs de derechos humanos y custodias de lugares de memoria, despedidxs de organismos del Estado, jubiladxs con ingresos miserables y usuarios de servicios básicos que dejan de funcionar por falta de inversiones. Esta ofensiva va generando un malestar social que se va extendiendo y que empieza acumular broncas que pueden generar desenlaces muy virulentos.

Por el momento, lo más parecido a una respuesta política por parte de la oposición, es la iniciativa promovida por el dirigente de Patria Grande, Juan Grabois, con la creación de un gran frente anti-Milei, que incluiría a todo el peronismo y sectores del radicalismo que hoy se sienten representados por Martin Lousteau, Elisa Carrió, etc. La propuesta, ha generado algún tipo de impacto y debate político más por la ausencia de otras iniciativas, que por su originalidad. La idea del gran frente anti-Milei, ya fue ensayado con el frente anti-Macri que fue coronado con las candidaturas de Scioli y Alberto Fernández. El año pasado, incluyéndolo a Milei en la lista de adversarios políticos, y con el mismo argumento, se intentó legitimar la candidatura de Sergio Massa.

Las tres iniciativas pueden resumirse en la consigna: "sumemos a un sector de la derecha, ofreciéndole la conducción". Que la izquierda no esté incluida en la nueva propuesta no causa sorpresa. Grabois es pragmático con la derecha, pero intolerante con la izquierda. Ha heredado de su padre, ya fallecido, la furia de los conversos.

Las consecuencias de este tipo de iniciativas, que en su momento fueron calificadas como "jugadas magistrales", están a la vista. Y, más allá de las declaraciones de Grabois, ya se está preparando el terreno para proponernos a Lousteau como "el gran candidato que nos libere de Milei". Han reaparecido los memoriosos que pretenden recordarnos que su proyecto de ley sobre las retenciones móviles, conocido como "la 125", no estaba tan desorientada.

Por fuera de estos cabildeos que cambian de portavoces pero que tienen orígenes en la misma concepción política, empiezan a aparecer muestras de descontento y de repudio a la agresión presidencial que van por otros carriles. En los últimos días, hubo una importante movilización en defensa del Hospital Bonaparte y el 24 de enero se organizaron asambleas en distintos puntos de Buenos Aires, con una muy masiva en Parque Lezama, y se convocó a una marcha que unirá Plaza de los dos Congresos y Plaza de Mayo, para el 1 de febrero, con el nombre "Marcha del orgullo antifascista y antirracista".

Empezar a llamar a las cosas por su nombre tiene su mérito. En nuestro país se ejerció durante décadas una suerte de aministía social contra los cómplices civiles de la dictadura que se defendieron alegando "no estar enterados" de que los militares secuestraban bebes, que había dirigentes sociales y sindicales que desaparecían, que conocidos artistas populares tuvieron que exiliarse por miedo a ser asesinados, que se aplicaba la tortura a destajo, y que funcionaban centros de detención clandestinos.

Los militares utilizaban algunos eufemismos para identificar a sus víctimas, asociándolos a la "subversión internacional", pero no sucede lo mismo con el actual presidente. Milei acusa, sin pudor, a los homosexuales de pedófilos, llama asesinas a las mujeres que interrumpen un embarazo no deseado, acusa de delincuente a las y los migrantes de los países vecinos, de "ñoquis" a los trabajadores públicos y de "inútiles" a los científicos.

Quien acompaña esas posturas es un fascista (y no voy a ponerme a discutir si es profascista, nazi, gorila, de extrema derecha, libertariano, etc). Quien apoya esas posturas de Milei es un mal bicho, y pertenece a la caterva de personas que por dinero (su único ídolo) son capaces de hacer o apoyar acciones que avergüenzan a la condición humana. De todas ellos y ellas hay que tomar distancia y hacérselo saber. Por eso, creo que si hablamos de frentes opositores, el primer recaudo que tendríamos que tomar es que "con los fascistas y quienes lo apoyan, no nos vamos a juntar".

Otro rasgo explicito de la propuesta de Milei es su actitud de obsecuencia y total subordinación al gran capital extranjero. Lo hace cuando reivindica a Margaret Thatcher o Ronald Reagan, y cuando se identifica con Trump, Elon Musk, la Meloni o Bukele. Lo hace también cuando, actuando como un virrey de una potencia extranjera, subordina todas sus decisiones políticas a intereses foráneos, incluyendo la promoción del saqueo descarado de nuestros bienes naturales, o el alineamiento con las políticas colonialistas y genocidas que el régimen de Israel ejerce en Palestina. Desandando el camino de nuestros pueblos en armas y nuestros próceres de la independencia, defiende los intereses de los Benetton, el inglés Lewis y los capitales qataríes en la Patagonia, a las compañías mineras y petroleras extranjeras, al control de las exportaciones agropecuarias y al tránsito del narcotráfico que circula por el Paraná.

Milei es un cipayo de la catadura de Rivadavia, Julio Roca, Carlos Menem o Alfredo Martínez de Hoz. Quienes acompañan estas políticas, no pueden ser parte de un frente político opositor y no hay ninguna identidad política que sirve de vacuna contra la enfermedad del cipayismo. Vergüenza da Milei, pero también avergüenza que quien se presentó como el gran candidato opositor, Sergio Massa, hoy trabaje para un fondo buitre. También avergüenza que Wado de Pedro actúe como intermediario de la empresa israelí Mekorot, que hoy ha firmado convenio con la mayoría de las provincias argentinas asegurándose el manejo del agua.

Hay un viejo debate que se remonta a los años setenta, sobre la posibilidad que la identidad peronista tuviera virtudes detergentes. Según algunas opiniones quienes se animaban a hacer la V con los dedos índice y mayor, quedaban liberados de su prontuario, aunque fuera escandaloso. Por falta de evidencia científica esta opinión se descartó, pero hoy parece que ha revivido.

En tiempos en que el mundo está caracterizado por una feroz disputa por los bienes naturales y con una guerra declarada de subsidios y aranceles, desconocer la cuestión nacional es un privilegio que solo pueden darse las élites asociadas a las multinacionales. En países periféricos como el nuestro, la cuestión nacional está íntimamente vinculada a la cuestión de clase. Cada paso que se da en extranjerizar la toma de decisiones, está acompañado por la marginación política de las mayorías populares.

"Hacer grande a los EEUU", como proclama Trump, es una propuesta sustentada en las intenciones de hacer más pobre a la Argentina y otros países gobernados por cipayos, y de seguir explotando la naturaleza, desconociendo todas las advertencias de que vamos hacia una catástrofe ecológica. Por el contrario, "Hacer grande a la Argentina" supone que nuestro pueblo recupere su capacidad de decisión y que pueda ser parte de la articulación de un mundo que preserve la continuidad y el bienestar de la especie humana.

Supone, en primer lugar sacarse de encima a todos los que nos chupan la sangre, a los falsos profetas y los comisionistas de las multinacionales, y a los supuestos empresarios nacionales como Grobocopatel, que cuando les llega el agua al cuello reconocen que en realidad son accionistas minoritarios de un fondo de inversión multinacional y que prestan el nombre y la cara, pero que no deciden nada. "Hacer grande a la Argentina" significa dar de baja a la casi totalidad de la clase política actual, incluyendo a los vendedores de buzones, que quieren volver hacer entrar por la ventana de una supuesta "necesidad patriótica" a personajes impresentables como Elisa Carrió, que en los últimos años se ha venido desempeñando como vocera oficiosa de la embajada de EEUU.

Concluyendo, me parece importante dejar claro que "con cipayos, tampoco nos vamos a juntar".

La tercera cuestión es señalar que las características de la respuesta popular a tanta humillación, marginación y arrebato de derechos no va estar determinada por protocolos impuestos, ni por manuales de convivencia armoniosa y debates institucionalizados Como decíamos a finales de los 60 y principios de los 70, las características de los enfrentamientos de clases no las determinan los oprimidos. Son los opresores los que delimitan escenarios y formas de lucha, por lo que nadie debería sorprenderse o espantarse si las respuestas populares se tornan virulentas.

Toda la predica del republicanismo, que inmovilizó algunas buenas iniciativas del kirchnerismo como la Ley de Medios, y que neutralizó o justificó a Alberto Fernández, cuya principal obsesión fue no ser denunciado judicialmente o ser señalado como autoritario en una tapa de La Nación, fueron borradas de un plumazo por Milei, que en un año de gobierno arrasó con la institucionalidad constitucional y acumuló causas judiciales sin que se le mueva un pelo.

Es de suponer que estos cambios producidos en el accionar político van a ser incorporados en las nuevas respuestas populares, que por ahora se han limitado a movilizaciones vigiladas en Avenida de Mayo y reclamos a la CGT para que convoque a un paro nacional. Como anticipo, en los últimos cortes de calles debido a que barrios enteros se quedaron sin electricidad por la avaricia de empresas como Edesur y Edenor, reaparecieron los neumáticos encendidos.

Por las dudas, no sería extraño que en los próximos tiempos empiecen a surgir diferencias vinculadas a las características de las respuestas populares. Y anticipándome a estos posibles debates, me parece necesario precisar que juntarnos con "los institucionalistas", y con quienes proponen "ofrecer la otra mejilla" para responder a los agravios del gobierno de Milei, no es una buena idea, al menos para empezar a juntar fuerzas de oposición.

Todo lo planteado anteriormente parece muy engorroso, pero podría sintetizarse en que, coincidiendo con que hay que juntar fuerzas para enfrentar al actual gobierno, la convocatoria no debería partir de algún o alguna estratega genial, que desde una oficina dibuje una alianza posible. Que esos acuerdos deberían surgir desde las y los que ejercen efectivamente la resistencia popular. Y que, como condición innegociable, ese acuerdo debería excluir a los fascistas, a los cipayos (o comisionistas), y a los blandengues institucionalistas, que no tienen disposición alguna a asumir los riesgos que impone hoy la resistencia al gobierno de Milei.

tramas.ar



https://www.lahaine.org/mundo.php/frente-anti-milei-o-vuelta

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