Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.
Se culpa a la política oficial de "judeización" de la severa crisis habitacional mientras aumenta la rabia por el caso de una familia a la que se ha dejado sin casa dos veces. El comienzo del Ramadán, el mes sagrado musulmán de ayuno y oración, ha sido muy amargo para Tareq Khatib.
La semana pasada las autoridades israelíes demolieron su casa por segunda vez en dos meses. Actualmente se encuentra bajo arresto domiciliario, confinado en la casa de un amigo y alejado de su esposa e hijos.
Su abogado le ha advertido que seguramente recibirá una factura del Estado de cientos de miles de dólares para cubrir los gastos de las demoliciones y las operaciones de seguridad.
Este hombre de 48 años, padre de cinco hijos, tenía un aspecto desconsolado mientras pasaba las cuentas de su rosario, su desesperanza agravada por el cansancio provocado por el calor de las primeras horas de la tarde y un largo día sin comida ni agua.
"¿Dónde se supone que vamos a vivir mi familia y yo?" preguntó. "Parece que el Gobierno piensa que el único lugar para nosotros está en la calle, sin un techo sobre nuestras cabezas. Es como si estuvieran librando una guerra contra sus propios ciudadanos".
En la oscuridad que precede al amanecer del lunes 15 de junio, cientos de policías israelíes entraron en el pueblo galileo de Kafr Kana, cercano a Nazaret, para destruir la casa de Khatib cuanto estaba a punto de terminar de construirla.
Se llevó a cabo como una operación militar, declaró a Middle East Eye (MEE). Los policías, algunos a caballo, cerraron las carreteras alrededor de la zona mientras otros lanzaban granadas detonadoras y balas de goma a las docenas de vecinos y familiares que intentaron parar la demolición. Cuatro personas fueron detenidas, incluido el propio Khatib.
Tratado como un enemigo
La larga e infructuosa batalla de Khatib para construir legalmente un hogar para su familia simboliza una lucha todavía mayor: la de la minoría palestina de Israel contra décadas de confiscaciones de tierras, graves restricciones de planificación urbana y una creciente crisis habitacional.
El millón y medio de palestinos de Israel, un quinto de la población, tienen ciudadanía pero sus líderes dicen que son tratados más bien como una población enemiga.
La formación en mayo de una coalición ultranacionalista bajo la dirección de Benjamin Netanyahu ha aumentado el temor de que la destrucción de la casa de Khatib anuncie una ola de demoliciones en Galilea.
Funcionarios del Ministerio del Interior se muestran evasivos acerca de las cifras de construcciones no autorizadas en Israel, pero los expertos consideran que el número de dichas casas rondaría las 30.000 en las comunidades palestinas de Israel.
"Eso significa que una de cada diez casas árabes en Israel es considerada ilegal por el Gobierno y se enfrenta a la amenaza de demolición", señaló Hana Swaid, quien hasta hace poco era diputado árabe del Parlamento israelí.
Swaid dirige el Centro Árabe de Planificación Alternativa, una organización que promueve una asignación más justa de tierra y vivienda para la minoría palestina.
Según Swaid, los problemas de vivienda que afectan a Khatib y a otras miles de familias palestinas en Israel se deben a la política sionista oficial de "judeización".
"Desde la creación del Estado el objetivo ha sido judeizar el territorio. Eso no solo significa construir comunidades para judíos sino limitar muchísimo dónde pueden vivir los ciudadanos árabes. Están atrapados sin ninguna opción futura para ellos o sus familias".
El resultado ha sido el hacinamiento galopante en las comunidades árabes, con una falta crónica de espacios abiertos, carreteras, y polígonos y centros comerciales que ofrezcan oportunidades laborales.
Se necesitan 100.000 viviendas
Los problemas de Khatib llamaron la atención pública en abril cuando él, su mujer y tres de sus hijos fueron desalojados. La casa que había construido dos años antes en el olivar de su familia, a las afueras de Kafr Kana, fue destruida.
Alrededor de otras 26 viviendas están amenazadas con la demolición inmediata. A pesar del reiterado reclamo del ayuntamiento, los funcionarios de urbanismo llevan quince años negándose a ampliar la zona urbanizable del pueblo.
Arfan Khatib, uno de los concejales municipales, declaró al diario Haaretz que hay partes de Kafr Kana –el lugar donde, según dicen, Jesús realizó su primer milagro, convirtiendo el agua en vino– que actualmente parecen más bien "campos de refugiados".
Tareq Khatib dijo: "Llevo años intentando conseguir un permiso para construir en mi propio terreno, sin éxito. No podíamos vivir para siempre en un pequeño apartamento alquilado, así que decidí que era hora de construir".
Según Haaretz, un estudio reciente mostró que se necesita la aprobación de al menos 100.000 viviendas adicionales durante la próxima década para evitar la profundización de la crisis entre la minoría palestina.
Teniendo en cuenta las actuales estimaciones del Ministerio de Vivienda, apenas se concederán un quinto de los permisos de construcción a los ciudadanos palestinos. En los últimos años el índice de aprobación se ha reducido.
La demolición de la casa de Khatib en abril, junto a la de otras cinco viviendas en tres edificios de la localidad de Dahmash, en el centro de Israel, desencadenó una huelga general de la minoría palestina y una manifestación con miles de personas en el centro de Tel Aviv bajo la pancarta "Luchando por nuestras casas".
Ayman Odeh, líder de la Lista Conjunta, el principal partido árabe en el Parlamento israelí, dijo a los manifestantes: "Una familia que pierde su casa, construida en su propio terreno, está destrozada".
Otros esfuerzos simultáneos para celebrar un debate de emergencia en el Parlamento sobre los problemas de vivienda de la minoría fueron bloqueados por la oposición de los partidos judíos.
Mientras tanto, el fiscal general, Yehuda Weinstein, ha advertido que el incumplimiento de las demoliciones sería "irreconciliable" con el Estado de Derecho.
Construir una vivienda en 6 días
Indignados con la demolición en Kafr Kana, los habitantes de esta localidad se solidarizaron con Khatib y reconstruyeron su casa en solo seis días.
Sus esfuerzos fueron convertidos en ruinas. Un enorme montón de escombros y alambre de acero torcido señala el lugar donde estuvo brevemente su segunda casa.
Una lona rota de color verde junto a un marco metálico retorcido es todo lo que queda de la gran tienda de campaña en la que había estado viviendo la familia mientras acababan las obras de su casa. Sus amistades solo pudieron salvar algunos colchones, mantas y sillas antes de que las excavadoras empezaran a trabajar.
"Eligieron el momento cuidadosamente", dijo Khatib. "Ese día íbamos a conectar el agua y entrar a vivir en ella. Ahora no queda nada".
¿Intentará reconstruir su casa una tercera vez? Se encogió de hombros; sería una tarea titánica que aparentemente todavía no contempla. "El sistema está amañado en contra nuestra", respondió.
El Ministerio del Interior, que supervisa las licencias de urbanismo, no quiso hacer ningún comentario. Los funcionarios del Gobierno, sin embargo, afirman periódicamente que los ciudadanos palestinos como Khatib se niegan a obedecer la normativa urbanística y prefieren construir ilegalmente.
Jeff Halper, director del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas (ICAHD, por sus siglas en inglés), dijo que miles de familias palestinas en Israel estaban atrapadas en lo que él denominó la misma "matriz de control" que funciona en los territorios ocupados de Jerusalén Este y Cisjordania, donde las demoliciones se llevan a cabo de manera regular.
"La gente está sorprendida de que Israel tire abajo tres veces más casas dentro de Israel, contra sus ciudadanos palestinos, que en los territorios ocupados", declaró a MEE. "El número de demoliciones en Israel debilita la idea de que esa política es simplemente un problema de la ocupación".
El ICAHD, explicó, había lanzado una nueva campaña llamada "Judaizar Palestina" para resaltar que el objetivo de Israel era el encierro y la reubicación forzosa de todos los palestinos dondequiera que estuvieran viviendo en la histórica Palestina.
A pesar de que la inmigración judía se ha ralentizado en los últimos años, se prosigue activamente la judeización.
A finales de 2013 el Fondo Nacional Judío, una organización sionista internacional de caridad semigubernamental, anunció que iba a invertir mil millones de dólares durante la próxima década para animar a trasladarse a Galilea y el Neguev a 250.000 judíos de Estados Unidos y Europa.
Comunidades solo de judíos
Los expertos señalan que los problemas con la tierra y las viviendas que enfrentan los ciudadanos palestinos de Israel tienen una larga historia que arrancaría inmediatamente después de la guerra de 1948, cuando se estableció Israel como un Estado judío.
Israel confiscó la mayoría de las tierras de la minoría palestina, así como la de los cientos de miles de palestinos a los que convirtió en refugiados. En ese momento nacionalizó el 93% del territorio total en nombre de los judíos del mundo.
Israel construyó cientos de comunidades rurales ávidas de tierra para los judíos, incluidas granjas colectivas como los kibutz, que excluyen a los ciudadanos palestinos mediante comités de admisión, señaló Swaid.
La minoría palestina ha quedado confinada en unas 130 comunidades separadas que ocupan solo el 2,5 % del territorio de Israel.
"Se han establecido más de 1000 nuevas comunidades judías [desde la creación de Israel], pero ni un solo asentamiento árabe ha sido autorizado", puede leerse en la página web de Adalah, un centro de asistencia jurídica para la minoría palestina de Israel.
La Comisión Or, una comisión judicial de investigación creada por el Gobierno israelí, concluyó en 2003 que la discriminación sistemática en cuestiones de tierra y vivienda había sido una causa determinante de los disturbios en Galilea tres años antes. La Policía israelí mató a 13 ciudadanos palestinos desarmados e hirió a cientos más durante las manifestaciones que tuvieron lugar en Israel al comienzo de la segunda intifada.
La Comisión observó que la minoría palestina había entendido las sucesivas y masivas expropiaciones de tierra como un "proyecto de desposesión". Pese a que la población de la minoría palestina se había multiplicado por siete desde la fundación del Estado, añadía, apenas se habían ampliado las zonas urbanizables.
Destruidas 80 veces
La imagen al sur de Israel, en el semidesértico Neguev, es particularmente extrema, dijo a MEE Maysanna Morany, una abogada de Adalah.
Allí, varias docenas de pueblos beduinos no han sido reconocidos por el Estado y 10.000 casas están amenazadas de demolición.
La pequeña localidad de al-Araqib, cerca de Beersheva, se ha convertido en un caso de prueba para el Gobierno, pues las autoridades han destruido el pueblo entero más de 80 veces en los últimos cinco años.
El mes pasado el Tribunal Supremo de Israel también aprobó la demolición de otro pueblo beduino, Umm al-Hiran, para dar paso a la construcción de una ciudad exclusivamente judía en sus tierras.
Pero hay también hay graves problemas en las alrededor de 120 comunidades árabes reconocidas en zonas de Galilea y el Triángulo, en el centro y el norte del país, donde 20.000 casas han sido declaradas ilegales.
En la mayoría de los casos lo han sido porque están construidas en comunidades que carecen de un plan maestro aprobado por el Estado, o bien porque dicho plan es muy antiguo y no tiene en cuenta el crecimiento de la minoría palestina, explicó Morany.
Umm al-Fahm, la segunda ciudad palestina más grande después de Nazaret, con una población de 50.000 habitantes, no tiene plan maestro, lo que convierte en ilegales todas sus casas.
La posibilidad de un cambio de enfoque está bloqueada porque los comités de planificación, dominados por funcionarios israelíes, se niegan a abandonar la política estatal de judeización, explicó Swaid.
Una investigación reciente con datos del Ministerio de Interior mostró que ni un solo ciudadano palestino tenía un cargo profesional en alguno de los comités de planificación israelíes, que son los que supervisan y aprueban los planes maestros de una comunidad. Además, ninguno de los 74 miembros del personal de la Administración de Planificación del Ministerio del Interior es árabe.
Jonathan Cook es un periodista basado en Nazaret, galardonado con el Premio Especial para Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su página web es www.jonathan-cook.net
Fuente: http://www.globalresearch.ca/israels-arab-citizens-fight-for-a-roof-over-their-heads/5458175
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=200549
Periódico Alternativo ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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