Comunicado de la "Plataforma Salir del euro"
La encrucijada en la que está situada la sociedad española cobra cada día más premura y más crudeza. O se recupera la soberanía económica desligándonos del euro y de los compromisos del Pacto de estabilidad para disponer de una política fiscal y monetaria autónomas y así afrontar los problemas sociales y económicos que padece nuestro país, o se sigue sometido a las exigencias de la Troika cuyos resultados catastróficos saltan a la vista. Como sociedad hay que registrar un fracaso general por mucho que se quiera enmascarar la realidad y el gobierno pretenda hacernos creer que avanzamos por el camino correcto para superar la crisis y dejar atrás una década perdida e ignominiosa en muchos aspectos.
Al margen del desprecio con que los partidos –corrupción incluida- tratan al pueblo, ocultando dicha realidad, proponiendo alternativas inviables e incoherentes, burlándose de sus propios programas, anulando los compromisos electorales, contradiciendo en cualquier momento sus intocables principios, en fin, engañando miserablemente a los ciudadanos, nos encontramos en una situación en la que formado el nuevo gobierno del PP, con la ayuda indispensable del PSOE, ya ha optado de modo inmediato por someterse dócilmente a los propósitos de la Comisión europea y por continuar con los ajustes y recortes que jalonan la política económica y social de los gobiernos desde el año 2010, primero con Zapatero y luego con Rajoy.
En verdad, a pocos ha podido confundir el nuevo gobierno, pues aparte de mentirnos como de costumbre, por ejemplo en lo referente a otra subida de los impuestos, su pretensión de plegarse a Bruselas y hacer de la reducción del déficit público el eje de su política estaba cantada y poco puede sorprendernos. Más chocante es que el PSOE se haya avenido tan fácilmente a respaldar en lo fundamental esa política con la aceptación del llamado “techo de gasto”, cuando había prometido que la abstención para la investidura de Rajoy no eliminaba su propósito de confrontar y de imprimir un cambio socialdemócrata, dicen ellos, a la política del PP.
Si se recuerda que ambos partidos fueron los promotores de la modificación del artículo 135 de la constitución, que ambos son abanderados, y a cual más, de la integración europea según los criterios y objetivos de los tratados de Maastricht y de Lisboa, que ambos comparten el Pacto de estabilidad por el cual hay que rebajar a toda velocidad el déficit público al 3% del PIB, y además si se tiene en cuenta que la dirección del PSOE nunca ha explicado como pretendía romper con la política de austeridad al tiempo que practicar reformas sociales, y roto el partido y arrastrado a una profunda crisis sin un debate ideológico, todo encaja para comprender que a la mayoría de la dirección socialista representada por la gestora surgida del golpe de mano contra Sánchez no le queda otra alternativa que someterse al PP y a la Troika, al precio mínimo de lograr ciertas dádivas para salvar la cara.
Ya está acordado el techo del gasto para 2017, una cifra ambigua e irrelevante pero que se traduce en una cuantificación del objetivo de reducción del déficit público del 4,6% del PIB en este año al 3,1% en 2017, unos 16,000 millones de euros, lo que significa que los recortes se van a seguir produciendo el año próximo, agravados por algunas subidas de impuestos de marcado signo regresivo, que eluden una reforma fiscal progresiva enérgica y la lucha contra el fraude.
Ciudadanos, por supuesto, en su papel de apagafuegos y de acuerdo con su exaltado neoliberalismo, también se ha sumado al acuerdo, si bien, una vez aprovechado con oportunismo el hueco electoral abierto por la ilimitada corrupción del PP y la descomposición política del país, la insignificancia de este partido será creciente. Nada tienen que aportar que no hagan PP y PSOE al conflicto de la disyuntiva planteada ni al fondo de la confrontación social existente.
Las costuras de la sociedad saltan por todos los lados, como consecuencia del inmenso dolor, sufrimientos, miedo e inseguridad que soporta una parte considerable de la población. El paro, la precariedad, los salarios míseros, la falta de protección al desempleo, la amenaza sobre las pensiones, la degradación de los servicios públicos, la regresividad impositiva, el deterioro de las infraestructuras, todo va a empeorar inevitablemente con la política de austeridad que se ha diseñado, sin que se pueda afirmar como se pretende, que al final, en el futuro, estarán creadas las condiciones para empezar a salir de la crisis. Todo lo contrario: más ajustes solo pueden generar más desolación y más angustia y ensombrecer el tenebroso y degradado panorama cenagoso que ofrece el país.
Seguimos instalados en la encrucijada con la circunstancia agravante de que cada día la crisis social se agudiza y por tanto remontarla cada vez se complica más. Los indicios de alguna mejora económica sustentan una desigualdad creciente, responden a hechos circunstanciales (precio del petróleo, tipos de interés, turismo) y no pueden ocultar la gran vulnerabilidad de la economía española atrapada en unos niveles de endeudamiento general, en particular la deuda pública, más altos y más peligrosos que cuando estalló la crisis financiera internacional en 2008.
Por otra parte, la apuesta ciega por el euro, que determina la política siniestra y catastrófica que se implantado a lo largo ya casi de una década, y que representa un inmenso error histórico engendrado por el dogmatismo neoliberal, auspiciado por los intereses del capital, aceptado fatídicamente por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas y sindicales, y siempre asumido ingenuamente por los pueblos, choca ya con manifiestos signos de que la unión monetaria no podrá sobrevivir, a pesar de estar inundada de liquidez por el BCE y de ser incapaz de emprender otra política por las contradicciones internas (el Eurogrupo ha tumbado la propuesta de política fiscal expansiva de la Comisión de impulsar un plan de infraestructuras europeas de 50,000 millones de euros).
Las consultas en los países están marcadas por el rechazo a la integración construida, el no en algunos referéndums, el “brexit”, también el referéndum constitucional en Italia, cuando no es la propia situación insostenible de algunos países, como el caso de Grecia, la que dicta una sentencia inapelable sobre el futuro de esta Europa. Es ya un lugar común en muchos sectores de la izquierda el reconocimiento de la imposible reforma de la Unión europea, aunque la resistencia a sacar la conclusión lógica de que debe contribuirse a poner fin al proyecto, por acuerdo general o unilateralmente por cada país, sigue prevaleciendo, aunque posiblemente por poco tiempo, facilitando la izquierda con su irresponsable actitud la aparición de respuestas demagógicas por parte de la extrema derecha.
Para los pueblos del estado español, es imprescindible tomar conciencia del dramático dilema que se afronta. Es imprescindible también combatir todas las secuelas de la austeridad, con la movilización y la unidad (Fidel vive), toda unidad es poca, e impedir que nuevas regresiones se sigan imponiendo. No obstante, esta política de lucha necesita de una luz en el horizonte, de la perspectiva de que para escapar del aberrante orden actual –austeridad y sacrificios en medio de la abundancia de recursos productivos ociosos, incluidos millones de parados-, tendrá que solventarse con la recuperación plena de la soberanía política y económica y rompiendo con la Troika y confrontando con los mercados.
Todo intento de recuperación ideológica y política de la izquierda no puede eludir clarificar la cuestión esencial de que hacer frente al fracaso rotundo de la Europa neoliberal de Maastricht.
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=220511
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