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15 abril 2017

La expresidenta de Brasil habla a meses de su destitución


The New York Times

Hace casi un año, los legisladores brasileños votaron para suspender a la presidenta Dilma Rousseff del cargo, lo que desencadenó una caída dramática para la primera mujer en liderar Brasil. Rousseff, exguerrillera que fue torturada durante la dictadura militar de los setenta, fue expulsada formalmente en septiembre.

Su remoción marcó también el fin de trece años de mandato de la izquierda con el Partido de los Trabajadores (PT) y un cambio de nivel sísmico en la trayectoria política del país. Entrevisté a Rousseff el fin de semana pasado durante la conferencia sobre Brasil organizada por Harvad y MIT, en la cual dio un discurso desafiante en el que advirtió que la democracia brasileña está en peligro. A continuación, un fragmento de la conversación, con ediciones ligeras.




Ernesto Londoño.- ¿Cómo ha sido su rutina diaria desde que fue enjuiciada?

Dilma Rousseff.- He leído mucho. También me ejercito diario, practico ciclismo y levantamiento pesas. Es bueno para el cuerpo y para la mente. Hago, en promedio, 50 minutos de ciclismo al día.

Ernesto Londoño.- ¿Cuál ha sido el mejor libro que ha leído desde su destitución?

Dilma Rousseff.- ¿Puedo decir varios? Makers and Takers: The Rise of Finance and the Fall of American Business de Hana Foroohar. También me gustó Homo Deus: A Brief History of Tomorrow, por Yuval Noah Harari. Leo muchos géneros literarios, de otro modo me canso. Estoy en una edad en la que también releo algunos libros. He releído El evangelio según Jesucristo de José Saramago y Gran sertón: veredas (Grande sertão: veredas) por João Guimarães Rosa. Es verdaderamente hermoso.

Ernesto Londoño.- Y ¿qué ha aprendido de sí misma durante este periodo?

Dilma Rousseff.- Lo que la vida nos exige es tener coraje. Con coraje uno puede enfrentar la adversidad. Obviamente, estoy lidiando con dificultades. Durante mi vida, tuve que enfrentar dos golpes: uno militar y el otro por parte del congreso. Ambos fueron extremadamente difíciles. En uno estaba la amenaza física de ser arrestada y torturada; en el otro, una amenaza todavía mayor para toda la población brasileña, para los derechos de sus ciudadanos y la democracia.

Ernesto Londoño.- Si pudiera regresar en el tiempo, ¿qué haría distinto?

Dilma Rousseff.- Esa no es una pregunta que me haga a mí misma normalmente. Desafortunadamente, no podemos regresar las manecillas del reloj. Pero puedo responder de manera hipotética. Una cosa que no habría hecho es avalar recortes extensos a los impuestos. Lo hice creyendo que las empresas invertirían más y generarían más empleos. Pero eso no es lo que sucedió: las compañías aumentaron sus ganancias sin invertir más. Tampoco me di cuenta lo suficiente de que el “centro”, esa parte crucial del cuerpo democrático que fue esencial para la lucha contra la dictadura militar, se estaba moviendo hacia la derecha. Se convirtió en una oposición a mi gobierno. Es como la historia del caballo de Troya, que así entra el enemigo a la ciudad. No darme cuenta de ello fue un error.

Ernesto Londoño.- Eduardo Cunha, el legislador que impulsó el proceso en su contra, fue condenado recientemente a 15 años de cárcel por corrupción y lavado de dinero. ¿Eso le provoca un cierto sentimiento de vindicación?

Dilma Rousseff.- No creo que la condena de Eduardo Cunha deba considerarse una venganza personal. Antes de ser sentenciado había un movimiento en varios sectores del gobierno para salvarlo. La condena de Cunha no repara el hecho de que esta persona corrupta lideró el juicio político en mi contra. Es la persona detrás de la escena dantesca que sucedió el 17 de abril del año pasado.

Ernesto Londoño.- Después de ser destituida, su sucesor, el presidente Michel Temer, nombró a un gabinete compuesto exclusivamente de hombres blancos. ¿Qué le pareció esto?

Dilma Rousseff.- Hombres blancos, viejos y ricos. Es un gobierno sumamente antimujeres. Me entristece, me desanima. Primero que nada, hubo un elemento muy misógino en el golpe en mi contra. Había dobles estándares para los hombres y para las mujeres. Me acusaron de ser dura y severa; a un hombre lo habrían considerado firme y fuerte. O decían que era muy emocional y frágil, pero a un hombre lo habrían considerado sensible. Fui vista como alguien obsesionada con el trabajo y un hombre habría sido visto como muy trabajador. También se usaron palabras muy groseras. Me llamaron vaca como seiscientas mil veces.

Ernesto Londoño.- En algunos meses, cuando la presidenta chilena Michelle Bachelet deje su cargo, todos los jefes de Estado del hemisferio occidental serán hombres. ¿Qué dice eso sobre el empoderamiento político de las mujeres?

Dilma Rousseff.- No es coincidencia. En la política, las mujeres no son tratadas del mismo modo que los hombres. Las mujeres enfrentan una discriminación desproporcionada. Eso no significa que las mujeres sean débiles. Al contrario, son muy resilientes y capaces.

Ernesto Londoño.- ¿Cree que el PT pueda regresar al poder en las elecciones presidenciales del año siguiente?

Dilma Rousseff.- Tenemos una reunión con la democracia en 2018. No importa quién gane con tal de que el juego sea limpio y de que esta persona traiga estabilidad política y económica, así como el regreso del crecimiento. Pero tiene que haber una elección. No es vergonzoso perder una elección; lo que sí lo es es una persona que no sabe cómo perder una elección y aceptarlo. No puedes cambiar las reglas del juego mientras estás jugando.

Ernesto Londoño.- Cuando escriban su obituario, ¿qué aspecto de su legado espera que sea destacado?

Dilma Rousseff.- Seremos recordados por las políticas sociales que creamos. Fue durante mi gobierno que vencimos la pobreza. Fue durante mi mandato que consolidamos la red de protección social. Todas estas políticas sociales fueron establecidas para reducir la desigualdad. Ahora, la población sabe que “ellos pueden”. Comprobamos que una de las mayores fuentes de riqueza brasileña es su pueblo.








https://www.rebelion.org/noticia.php?id=225371



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