Entrevista a David Cayla, economista y coautor de La fin deL'lUnion Européenne
CTXT
El presidente francés Emmanuel Macron presentó el 26 de septiembre su proyecto de reforma de la Unión Europea. Durante un extenso discurso en el gran anfiteatro de la Sorbona, el joven dirigente, de 39 años, propuso una serie de medidas concretas para impulsar la construcción de unos Estados Unidos de Europa, que verían la luz en 2024. La iniciativa de Macron tiene el mérito de ser una de las pocas tentativas de reforma de la UE que se han puesto sobre la mesa después de que el Brexit acentuara la crisis del proyecto comunitario. Desde entonces, el presidente galo intenta convencer a sus socios para que apoyen su reforma en clave federal.
El economista David Cayla analiza para CTXT las dificultades que Macron tendrá para llevar a cabo su proyecto y las contradicciones que existen detrás de la idea de una Europa federal. Este investigador académico en la Universidad de Angers es el coautor de la obra La fin de l’Union Européenne, escrita junto con la ensayista Coralie Delaume. Para él, el optimismo que vuelve a reinar entre los dirigentes europeos amenaza con disimular los desequilibrios económicos que persisten entre el norte y el sur de Europa. “Si las reglas europeas continúan empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo a los más ricos, la situación terminará siendo insostenible”, explica durante la entrevista telefónica.
¿Cómo analiza el proyecto de reforma de la Unión Europea en clave federal de Emmanuel Macron?
Se trata de una respuesta a la crisis de la zona euro y del mercado único, que se acentuó a partir de 2010. El espacio europeo se ha polarizado. En el corazón de Europa, Alemania se ha visto muy beneficiada con el mercado único, mientras que los países del sur se han empobrecido. Para compensarlo, Macron pretende impulsar un suflé federal. Es decir, una unión de transferencias de las zonas más ricas del norte hacia las más pobres del sur, aquellas que necesitan una mayor inversión. Mediante la creación de un presupuesto y un parlamento de la zona euro, espera compensar los desequilibrios del mercado único.
¿Considera que este proyecto servirá para contrarrestar los desequilibrios económicos en el interior de la UE?
En teoría, sí pero el gobierno alemán se opone a este proyecto. Este no quiere tener que pagar para impulsar la industria en Portugal o España. Así que lo más probable es que la UE continúe con su huida hacia adelante con el dumping fiscal y social. Durante los últimos años, los gobiernos español y portugués han aplicado reformas muy duras, que han comportado una bajada salarial. En Portugal también se ha llevado a cabo una política de dumping fiscal. Para relanzar la economía, se han exonerado los impuestos para las empresas y las personas extranjeras que decidan instalarse en el país. Pero se trata de una estrategia que no es cooperativa y que favorece la competencia entre los países para atraer el capital.
Durante su discurso de la Sorbona, Macron puso la fecha de 2024 como el año en el que culminaría su reforma federal de la UE. ¿Es posible la construcción de unos Estados Unidos de Europa a mediados de la próxima década?
Me parece que hay una gran ilusión detrás del proyecto de Macron. Sobre el papel, la idea parece interesante, pero su realización es muy complicada. Macron no ha encontrado el apoyo de ningún dirigente. Si lo hubiera hecho, ya habría publicado una tribuna en los grandes periódicos europeos. Pero no lo ha hecho ya que ninguno de los grandes países europeos está de acuerdo con su reforma federal. No sé quién le seguirá y cómo convencerá a los otros dirigentes. La razón de la falta de apoyos de Macron es que los intereses de los países de la UE son divergentes. Alemania rechaza cualquier tipo de unión de transferencias. Las últimas elecciones alemanas muestran que vamos hacia un endurecimiento de esta posición, con la entrada de los liberales alemanes en el gobierno. Además, la crisis de los refugiados ha revelado la ausencia de solidaridad entre los Estados europeos. Los países más afectados, como Grecia o Italia, no han recibido la ayuda de los otros países. Hay una crisis estructural que dificulta ver cómo una opción federal servirá para superar los desacuerdos nacionales.
Pero el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, también defiende una Europa federal…
Sí, pero hay una cierta ambigüedad respecto a esta opción federalista. Macron defiende la creación de un presupuesto de la zona euro que impulse las inversiones en los Estados menos competitivos. Pero también habla de escoger un ministro de Finanzas europeo. Este se encargaría de controlar sobre todo los presupuestos nacionales y los déficits de los países. Por otro lado, Juncker quiere impulsar una Europa federal a través de una armonización fiscal. Existe el proyecto de uniformizar los impuestos de sociedades. Pero no todos los Estados están de acuerdo con ella. Por ejemplo, Irlanda, Luxemburgo, Bélgica, Holanda… Son países que tienen unos impuestos muy bajos para intentar atraer a empresas. Aunque la Comisión Europea condenó a Apple en agosto de 2016 a pagar 3.000 millones de euros, el gobierno irlandés no ha hecho nada para cobrar esta multa.
¿Considera que esta falta de cooperación entre los Estados amenaza el futuro de Europa? ¿O lo peor ya ha pasado para la UE, después de haber resistido a la crisis del euro, el Brexit y la ola de la extrema derecha?
Sin duda alguna, la fragmentación de la UE sigue siendo una posibilidad. El mercado único favorece que los países ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Esto no facilita que una sociedad pueda entenderse y cooperar fácilmente. Si las reglas europeas continúan empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo a los más ricos, la situación terminará siendo insostenible. La triste realidad es que la crisis de la zona euro podía haberse resuelto de otra forma. Podíamos haber admitido que la crisis en Grecia no era sólo un problema de los griegos, sino de todos los europeos. Podíamos haber comprendido que el problema de la desindustrialización española, italiana o francesa no es sólo el resultado de la incapacidad de estos países para ser más competitivos.
El problema es que se han implantado en todos los países las políticas de la oferta. Hemos bajado los costes salariales y los impuestos sobre el capital y las empresas para atraer nuevas inversiones. Pero como todos los países aplican estas medidas, estas terminan por autodestruirse. Cuando observamos los niveles de industrialización, vemos que Alemania, Holanda o Austria son los países que han recuperado sus niveles de antes de la crisis. En cambio, el nivel de facturación industrial de Italia, Grecia o España todavía se encuentra por debajo del de antes de 2007. En efecto, los desequilibrios se incrementan en lugar de reducirse.
Macron apuesta claramente por estrechar su relación con la canciller alemana Angela Merkel. ¿Cree que el presidente francés puede incrementar el peso de Francia en el binomio franco-alemán?
Me parece un error fundamental de Macron el hecho de que dé tanta importancia al binomio franco-alemán. La estrategia de Macron es seducir a Merkel. Pero esta no se ha comprometido en ningún momento a apoyar su proyecto federal. Se trata del viejo mito de la pareja franco-alemana. Este podía funcionar durante los años ochenta, pero no ahora. Los intereses franceses y alemanes ya no son los mismos. Francia forma parte de los perdedores de la UE y Alemania de los ganadores. El gobierno francés debería aliarse con el italiano o español, en lugar de estrechar sus vínculos con el alemán.
Pero después de las elecciones generales de septiembre, Merkel se encuentra en una posición de debilidad, ya que deberá conformar un gobierno de coalición, probablemente inestable, con los liberales y los verdes. ¿Esto puede incrementar el peso de Francia en la toma de decisiones y favorecer que Macron saque adelante su proyecto federal?
No creo, me parece que pasará lo contrario. Cuando un país en Europa se encuentra paralizado, esto dificulta que los otros puedan impulsar reformas. Si el gobierno alemán es débil, esto favorecerá un repliegue del gobierno alemán sobre sí mismo y que este se muestre reticente a cualquier cambio en el funcionamiento de la UE. En la nueva coalición “Jamaica”, conformada por la CDU, los liberales y los verdes alemanes, cada partido defiende una visión distinta sobre la UE. Los liberales y los democristianos bávaros (CSU) son muy escépticos respecto a la federalización defendida por Macron. Además, hay que tener en cuenta la emergencia de Alternativa para Alemania [extrema derecha], muy vinculada al euroescepticismo y al rechazo del euro. Así que será muy complicado que Merkel acepte una unión de transferencias favorable a los países del sur de Europa.
En su obra La fin de l’Union Européenne, explica que la reunificación alemana refuerza las actuales reticencias de los dirigentes alemanes para favorecer que hayan políticas de redistribución en Europa. ¿Por qué?
La experiencia de la reunificación entre la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana fue traumatizante. La economía alemana tardó más de diez años en digerirla. Los alemanes del oeste tuvieron la sensación de pagar un precio muy elevado, ya que asumieron el coste de subvencionar al Este. En cambio, los habitantes de la RDA se sintieron colonizados. Después de la reunificación, el paro en Alemania aumentó de forma significativa y el potencial económico de la RFA se degradó. Tuvieron que esperar diez años, hasta 2005, el mismo año en que Merkel llegó al poder, para que bajara el desempleo, el presupuesto se equilibrara y recuperaran los excedentes comerciales. Si la reunificación tuvo un coste tan grande, los alemanes no quieren pagar ahora para ayudar a Grecia o Italia.
¿Los actuales desequilibrios entre los países del norte y el sur de Europa ya eran previsibles cuando se impulsó la creación de la UE?
Entonces ya era previsible y por desgracia los dirigente europeos no lo previeron. Cualquier sistema económico unificado produce estos efectos de polarización. El hecho de tener una moneda única y de no tener barreras en los intercambios comerciales favorece esta concentración de la riqueza en unas zonas en perjuicio de otras. Por ejemplo, la construcción de Francia como Estado-nación comportó el enriquecimiento de algunas ciudades y el empobrecimiento del campo. Así que podíamos esperar que sucediera lo mismo en el caso de la UE. El mercado único ha suprimido todas las barreras que existían entre los países y ha liberado el movimiento de los capitales. Esto ha derivado, como era previsible, en la concentración del capital en las regiones más ricas y la desindustrialización de las más pobres. Pero por desgracia los economistas no suelen razonar en términos de historia y geografía y no previeron esta polarización. Si lo hicieron, pensaron que la construcción de una Europa política y las políticas públicas compensarían los desequilibrios creados por el mercado y la moneda única.
¿Estos desequilibrios se han visto acentuados con la adopción del euro?
Sí, el euro ha reforzado este efecto. Cuando cada país tiene su moneda nacional, los capitales resultan menos móviles porque invertir en otro país comporta el riesgo de que la moneda del país extranjero se devalúe. Además, el euro imposibilita que los niveles de inflación puedan variar entre un país u otro. Antes del euro, los países podían devaluar su moneda para incrementar su competitividad. Ahora esto es imposible. La única respuesta para un país que se desindustrializa es su devaluación interna. Es decir, impulsar devaluaciones de los salarios y los precios del país. Pero esto tiene un coste social muy grande.
¿Cree que esta fragmentación económica favorece la emergencia de nuevos nacionalismos? ¿Alimenta el sentimiento independentista en las regiones más ricas, como es el caso de Catalunya?
Cuando la competencia es lo primero y la solidaridad lo segundo, se priman los intereses nacionales. Cada Estado intenta ser lo más competitivo posible. Esta disputa económica tiene lugar entre los Estados, pero también dentro de los Estados. Esta cultura de la competitividad a cualquier precio lleva a las regiones más ricas a querer independizarse de las más pobres. Podemos hablar de Catalunya, pero también sería el caso del norte de Italia o de Flandes en Bélgica. Me parece que la UE tiene una cierta responsabilidad en la acentuación de esta tendencia. Cuando se favorece la competitividad entre los países en lugar de la diversidad de las culturas y las naciones, esto termina contribuyendo a la exacerbación de la competitividad y de los nacionalismos. Con esto, no quiero decir que el caso catalán se limite sólo a su dimensión económica. No hay que olvidar que Catalunya es una nación y que tiene su lengua propia.
Enric Bonet, @ENRICQUART
Fuente: http://ctxt.es/es/20171108/Politica/16000/David-Cayla-UE-euro-Macron-Juncker-entrevista-CTXT.htm
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=234197
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