Un retraso de 40 años - Periódico Alternativo

Titulares

Home Top Ad

Contra la propaganda de las multinacionales Mediáticas

Post Top Ad

05 enero 2018

Un retraso de 40 años



Estamos viendo y comprobando que el retraso que supusie­ron los 40 años de dictadura no se recuperan así como así...

El paso convencional de la dictadura a la democracia bur­guesa no tuvo lugar por un acto de voluntad de los que urdie­ron el tránsito, y la Transición no rubricó el cambio más que en aspectos meramente formales, en la forma de ha­cerlo. Quiero decir que la naturaleza del molde democrático o dic­tatorial no se fija por la ley escrita ni por una proclama. No dice el dictador: debéis saber que a partir de mañana em­pieza la dictadura. Y del mismo modo los que maquinan una Constitución, pues fue maquinada, no dijeron el 6 de di­ciembre de 1978: desde mañana empieza la democracia. La dictadura y la democracia lo son por los hechos tangibles, por el modo de gobernar y de actuar los dirigentes y, en tér­minos genera­les, las policías y la justicia. En función de eso de­cimos: eso es una dictadura, aquello una democracia desa­rrollada o esto una democracia en pañales. La democracia la configu­ran además los propios ciudadanos con la complici­dad de los pode­res públicos, y es concluyente la voluntad de todos de sentirnos siempre relativamente insatisfechos: la clave de una demo­cracia internacionalmente aceptable...

Pero el espíritu del verdadero cambio, del paso de la dicta­dura a la democracia burguesa (recalco lo de burguesa por­que en otros contextos también se habla de democracia popu­lar que, para esos países, es tan democracia como la otra) lleva un camino y un tempo bien diferentes al marcado por una Constitución. Para digerir, casi de la noche a la ma­ñana, un concepto global de sociedad libre y en lo posible di­chosa, acompañado de un estilo y unos valores morales, éti­cos, civiles y políticos se precisa de mucho más tiempo. Com­prender que la sinergia entre los que dirigen y son dirigi­dos y entre los mismos dirigidos, redunda en beneficio de todos, y que el exceso de egoísmo personal es una lacra para la espe­ranza y expectativas de una vida y sosegada con carác­ter general no es tan fácil en lapsus breves de tiempo. Ese metabolismo social requiere de una mentalización colec­tiva, de una concienciación que ha de ir desarrollándose en es­pa­cios de tiempo mucho más prolongados, tanto en el en­tendimiento y el espíritu de los dirigen­tes como en los de los ciudadanos. Cuarenta años perdidos no se recuperan en otros cuarenta. Se requiere por lo menos otro siglo completo para compensar ese vacío y modificar conductas e ideas secu­lares determinadas además por un temperamento o idio­sincrasia dominados por la vehementia cordis como es el del español de estereotipo, y por la influencia del poder es­pi­ritual, el eclesial, casi siempre más fuerte que el material.

Sea como fuere, España lleva un retraso de 40 años con res­pecto a las sociedades de la Europa Vieja. Justo los que duró la dictadura. Por eso todavía hay algunas cosas, sobre todo relativas a la moral pública y privada, siguen escandali­zando a mucha gente que aún se encuentra en la fase anal del discurrir “nuevo”, y ven naturales otras relacionadas con la trampa, con la desigualdad y con el privilegio porque eran ha­bituales en el anterior régimen. Pero junto a esto, esos 40 años de retraso han supuesto también la dificultad para mu­chos, quizá demasiados, embridada su conciencia y su volun­tad tantas décadas, de saber cómo administrar su li­ber­tad. De ahí la persistencia del abuso. Aún se interpreta en mu­chos casos la libertad exclusivamente como derecho que no genera obligaciones. Estimular el sentido de la obliga­ción que acompaña a ese derecho de libertad corres­ponde a los po­deres públicos con su comportamiento espe­cialmente, mu­cho más que con leyes que además suelen incumplirse. De modo que si los poderes públicos abusan, difícilmente ha­brá desarrollo de la ecuanimidad y del sentido correcto de libertad en la po­blación. Eso afecta mucho a todo. Al reparto de la riqueza a través de las leyes fiscales, a la igual­dad/desigualdad en la interpretación de las leyes por parte de jueces y tribunales, y también a la moral pública y pri­vada... Eso explica la escasa o nula conciencia fiscal de los lla­mados a corre­gir la desigualdad cumpliendo escrupulosa­mente sus obligaciones tributarias. (Hace años los más ricos en Francia pidieron al Estado una elevación de la presión tri­butaria para ellos). Pero también, de ahí la facilidad con la que tie­nen lugar la ruptura de la pareja y el divorcio y la difi­cultad de que prospere la monogamia presente en muchas es­pecies animales que causa muchos menos problemas a la progenie. De ahí el excesivo protagonismo que reclaman para sí unos y otras a costa del otro o de la otra, porque aún no se ha en­contrado el punto de equilibrio que sitúe a la socie­dad en unas condiciones paritarias como las que existen más o me­nos en países que llevan siglos vertebrados en la de­mocracia burguesa. España está atrasada en todo eso por­que ha perdido mucho tiempo enredada en una moral hipó­crita y ambivalente, a ca­ballo entre la ruptura total de la mo­ral que vino rigiendo hasta ayer y la falta de reglas y el capri­cho hasta la náusea que hacen estragos tanto en la vida pri­vada , con víctimas más allá de los propios progenitores, como en la pú blica donde ser un pícaro y un aprovechado es una virtud y una habilidad que se cotizan... El retraso de 40 años sólo se compensa no sólo con el paso del mismo tiempo, como he­mos comprobado dada la todavía bajísima calidad de esta democracia y la escasa separación de poderes en España transcurridas cuatro décadas. El retraso sólo se compensa a marchas forzadas. Entre otras cosas y otras suge­rencias, primero con una pedagogía uniforme, ho­mogé­nea y mantenida en la enseñanza pública y privada (algo muy difícil de conseguir por la interposición de la igle­sia es­pañola que la atrae severamente a su gnoseolo­gía). Segundo, con el cumplimiento riguroso de las directivas de la UE. Y ter­cero, con la pedagogía de urgen­cia que se derivaría del cambio a fondo del signo de las fuerzas políticas que piensan más en el futuro que en el pasado o en el de­primente pre­sente de un país que, pese a lo que se diga, si­gue atrasado y en todo caso bas­tante lejos de lo que cuarenta años des­pués de una dictadura hubiésemos deseado todos...

Jaime Richart. Antropólogo y jurista.




https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236216


Periódico Alternativo publicó esta noticia siguiendo la regla de creative commons. Si usted no desea que su artículo aparezca en este blog escríbame para retirarlo de Inmediato

No hay comentarios.: