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03 febrero 2018

Ministro Carroza condenó a los asesinos de Miguel Enríquez


Punto Final

El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones a los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza, condenó a tres ex agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), por el delito de homicidio calificado del dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Miguel Enríquez Espinosa, perpetrado el 5 de octubre de 1974 en calle Santa Fe 725, de la comuna de San Miguel.

Carroza condenó a Miguel Krassnoff Martchenko a la pena de 10 años y un día, en calidad de autor del delito; los agentes Teresa Osorio Navarro y Rodolfo Concha Rodríguez fueron condenados como cómplices a tres años y un día de presidio, con beneficio de libertad vigilada.

En la investigación el magistrado precisó que el sábado 5 de octubre de 1974, cuando Miguel Enríquez Espinosa se encontraba en la casa de seguridad de calle Santa Fe junto a su pareja Carmen Castillo Echeverría y a otros dos dirigentes del MIR, José Bordas Paz y Humberto Sotomayor Salas, cerca de las 13:00 horas agentes de la Dina llegaron al lugar, lo acordonaron y desplegaron numeroso contingente en la manzana. Luego, sin exhortarlos previamente a entregarse para ser detenidos, iniciaron un ataque armado a la casa. Los miristas, tras una breve resistencia, viendo la imposibilidad de hacer frente a los atacantes debido al número de agentes y al poderío de sus armas, decidieron intentar huir por las techumbres de las casas colindantes, cuestión que lograron Sotomayor Salas y Bordas Paz, no así Miguel Enríquez que fue acribillado a balazos.

En el intercambio inicial de disparos, Miguel Enríquez fue herido en el rostro y cayó en el patio de la vivienda. Sotomayor -médico al igual que Enríquez- al huir aseguró a Bordas que el líder del MIR estaba muerto, lo que no era efectivo. Ambos miristas consiguieron escapar. Instantes después, Miguel Enríquez se levantó y siguió disparando. Ingresó a la vivienda y vio que Carmen Castillo estaba herida por esquirlas de una granada. Protegió su cuerpo tras un estante de libros y se dispuso a seguir a sus compañeros en fuga saltando la pandereta trasera de la casa. En ese momento fue impactado por ocho balas de grueso calibre en su cabeza y otras partes del cuerpo, cayendo al suelo de la casa vecina, donde murió.

Carmen Castillo fue sacada de la casa por los hombres de la Dina y uno de los vecinos intervino para llevarla a un centro hospitalario, pese a la intención de Marcelo Moren Brito de dispararle en el mismo lugar. La compañera de Enríquez fue llevada al hospital Barros Luco y más tarde al Hospital Militar.

José Bordas (31, ingeniero civil) fue detenido, herido, el 5 de diciembre de 1974 y murió dos días después en el Hospital de la Fuerza Aérea.

Humberto Sotomayor pudo asilarse y residió en Cuba y luego en México. Fue expulsado del MIR e ingresó al PC, partido para el cual escribió documentos críticos a las políticas del MIR. Actualmente vive en Chile y trabaja en su profesión.

Carmen Castillo, cineasta, fue expulsada de Chile. Viajó a Londres donde nació el hijo de Miguel que vivió poco tiempo. Está sepultado en aquel país. Carmen Castillo vive en Francia.

El juez Mario Carroza no logró precisar las circunstancias exactas de la muerte del secretario general del MIR y tampoco cómo los agentes de la Dina dieron con la vivienda donde se ocultaba junto a su compañera. Se presume que la Dina acumuló datos obtenidos bajo tortura de otros miristas capturados en los días previos. Supieron, por ejemplo, que el frontis de la casa era de color celeste, que muy cerca había una vivienda en tijerales, una lavandería y que dos veces a la semana se instalaba en esa calle una feria libre.

El periodista Ignacio Vidaurrázaga ha recopilado estos y otros antecedentes que rodearon la muerte de Miguel Enríquez, que incorporará a una biografía de tres tomos sobre el líder del MIR que publicará a mediados de este año.

LAS SEMANAS PREVIAS

A pesar de los resguardos que tomaban sus militantes, el cerco contra el MIR en la clandestinidad se acrecentó en el segundo semestre de 1974. Entre el 6 de agosto y el 20 de septiembre, cuarenta miristas cayeron en manos de los organismos de seguridad, y 36 de ellos fueron asesinados o están desaparecidos. Carmen Castillo, en su libro Un día de octubre en Santiago , editado por primera vez en octubre de 1979 en Francia, afirma que de los 21 miristas y amigos de la misma red, detenidos entre el 21 de septiembre y el 5 de octubre de 1974, sólo había tres en libertad. Muchos integrantes de otras redes permanecían secuestrados en cuarteles secretos de la Dina o del Comando Conjunto, que dirigía el terrorismo de Estado.

El 17 de septiembre de 1974 capturaron a Manuel Jesús Villalobos Díaz, 22 años, casado, estudiante de sociología y miembro de la dirección del MIR en Concepción. Osvaldo Romo comandaba el grupo que lo secuestró en su departamento de Morandé 882 y le propinó una feroz golpiza ante la presencia de su esposa, hijo, hermana y cuñado. Casi un mes después, su padre lo vio por Gran Avenida al interior de una camioneta, en medio de dos individuos.

Tres días más tarde, el viernes 20, detuvieron a Luis Fernando Fuentes Riquelme, soltero, estudiante de biología en la Universidad de Chile, miembro del GPM 3 (Grupo Político Militar del MIR). Cuatro agentes lo sorprendieron en la esquina de Bilbao con Amapolas, donde debía encontrarse con otro mirista. Trató de huir, pero los agentes le lanzaron un vehículo encima; cayó, se reincorporó e intentó escapar de nuevo, pero fue alcanzado por disparos.

El sábado 21 de septiembre empezaron a calzar una serie de confesiones y circunstancias que permitieron finalmente a la Dina ubicar y eliminar a Miguel Enríquez. En la mañana de aquel día, en una aparente faena de “poroteo”, Marcia Merino Vega (la “Flaca Alejandra”) -ex mirista que colaboraba con la Dina-, reconoció a Lumi Videla Moya cuando ella esperaba un transporte público para ir al punto de contacto con “Octavio”, segundo responsable de organización del MIR. Osvaldo Romo y sus hombres cayeron sobre ella de inmediato. Lumi era la compañera de Sergio Pérez Molina, encargado de Organización, miembro de la Comisión Política del MIR y amigo muy cercano de Miguel Enríquez.

Los jefes del cuartel Ollagüe, en la calle José Domingo Cañas, ordenaron “apretarla” en la tortura puesto que sabían de su importancia en el MIR. Lumi Videla resistió los tormentos esperando que Sergio Pérez supiera que había caído en manos de la Dina. Habían acordado que si cualquiera de ambos no llegaba a la casa antes de las 22 horas, significaba que estaba detenido.

Pasadas las 22 horas, Sergio Pérez cargó documentos y armas en varios bolsos y salió de su vivienda junto con Humberto Sotomayor Salas, que lo pasó a buscar apresuradamente. Miguel Enríquez y su entorno más cercano percibieron entonces que la Dina se acercaba peligrosamente e iniciaron la búsqueda de otra casa de seguridad.

EL CERCO SE ESTRECHA

A la mañana siguiente, Sergio Pérez pidió a Sotomayor que lo llevara a su casa. Tenía la esperanza de encontrar a Lumi. Al llegar, bajó del auto Fiat 125 blanco con dos granadas en los bolsillos y un revólver en la mano. Traspuso el antejardín, introdujo la llave y entró a la casa. Sotomayor, quien esperaba con el motor del auto en marcha y un fusil AKA a su lado, escuchó un balazo y un grito. Apretó el acelerador y salió a toda velocidad. Los agentes de la Dina estaban esperando a Sergio Pérez dentro de la casa.

Casi dos horas después, Sotomayor regresó al refugio de Miguel Enríquez en calle Santa Fe. Miguel reprochó a Sotomayor que no hubiera intentado rescatar Sergio Pérez y su retraso en informarle lo ocurrido. Ambos salieron a contactar los enlaces de la pareja detenida. Era fundamental recuperar los vínculos con los regionales del MIR y los comités de resistencia que conocían Sergio Pérez y Lumi Videla. Pasado el mediodía, Enríquez se reunió con Rosalía Martínez Cereceda y su esposo, Julio Laks Feller, quienes trabajaban con los dos detenidos. La mujer poseía la información necesaria para entrar en contacto con las dirigencias de provincias. Tras un breve diálogo, acordaron volver a juntarse al día siguiente.

Rosalía Martínez y Julio Laks vivían en calle Vasco de Gama junto a María Cristina López Stewart, encargada del análisis de la información que recogían las redes miristas al interior de las fuerzas armadas y de los partidos de derecha. López Stewart, 21 años, estudiante de historia en el Instituto Pedagógico, dirigía también parte del trabajo de inteligencia y telecomunicaciones, bajo el mando de Alejandro de la Barra.

En el cuartel Ollagüe, entretanto, los agentes de la Dina revisaban los documentos requisados y proseguían los interrogatorios. Ya de noche, obtuvieron una pista decisiva. Cerca de las dos de la madrugada del 23 de septiembre dos brigadas al mando del teniente de Carabineros Gerardo Godoy García, irrumpieron en la casa de Vasco de Gama, detuvieron a sus ocupantes e intentaron armar una ratonera para capturar a Humberto Sotomayor.

Rosalía Martínez no llegó a la cita programada ni tampoco al punto de reemplazo previsto para las horas siguientes. Sotomayor llamó por teléfono y sospechó lo ocurrido. Miguel Enríquez se comunicó más tarde. Una de las mujeres, pese a estar amenazadas por los agentes de la Dina que estaban a su lado, le informó de la detención.

El 25 de septiembre fue capturado Mario Eduardo Calderón Tapia, 31 años, periodista, ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en Valparaíso. Fue detenido en la esquina de las calles Bandera y Catedral. Trabajaba directamente con Lumi Videla y cumplía un papel relevante en el tramado sindical del MIR.

Ese mismo día cayó Ariel Martín Salinas Argomedo, casado, una hija, estudiante de sociología en la Universidad de Concepción, donde era presidente del centro de alumnos y profesor auxiliar. Lo condujeron a su casa para exigirle dinero y se lo mostraron a su hermano y a su esposa. Tenía la cara deformada por los golpes. Pocos días antes lo habían designado miembro de la comisión política del MIR.

El día 29 apresaron a Aldo Pérez Vargas, técnico electrónico, hermano de Dagoberto Pérez, jefe del aparato militar del MIR, uno de los hombres más buscados por la Dina; a Carlos Alberto Aracena Toro, egresado de construcción civil de la Universidad del Norte, donde había sido dirigente estudiantil; y, a Carlos Alfredo Gajardo Wolf, arquitecto, casado, una hija, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile en Valparaíso.

El 1° de octubre cayó Antonio Llidó Mengual, español, sacerdote católico, jefe del MIR en Quillota. Testigos lo vieron en el cuartel Ollagüe muy torturado con frecuentes hemorragias estomacales. Al día siguiente arrestaron a Flavio Oyarzún Soto, 27 años, y a su esposa, Cecilia Miguelina Bojanic Abad, 23 años, embarazada de cuatro meses y medio.

El jueves 3 de octubre Carmen Castillo debía reunirse en un supermercado de la cadena Unicoop con Cecilia Jarpa, enlace de Miguel Enríquez. Esperó 45 minutos pero no llegó al encuentro. La joven había sido detenida mientras cobraba su sueldo en el hospital donde trabajaba. La Dina logró aquel dato de un detenido en Ollagüe.

Esa tarde, los agentes al mando del teniente de ejército Fernando Laureani Maturana arrestaron en su casa a Jorge Elías Andrónico Antequera y a Luis Francisco González Manríquez. En la vivienda instalaron una ratonera y pocas horas después cayó Juan Carlos Andrónico Antequera. Los tres miristas formaban parte de un grupo de técnicos electrónicos que estaban montando una radio clandestina y trabajaban ligados a Humberto Sotomayor.

En la mañana del día siguiente había una nueva oportunidad de contactar a Cecilia Jarpa, en la avenida Grecia, sector de la Villa Olímpica, en un paradero de microbuses junto a la piscina Mund. Carmen Castillo se aprestaba a salir a la cita, pero Miguel Enríquez decidió hacerlo personalmente acompañado de Sotomayor.

LOS ENFRENTAMIENTOS

Cerca del mediodía del 4 de octubre, Miguel Enríquez y Humberto Sotomayor, a bordo del Fiat 125 blanco, transitaron hacia el oriente por el lugar de la cita con Cecilia Jarpa. Todo parecía normal. Al llegar al Estadio Nacional dieron media vuelta y tomaron la avenida Grecia en sentido inverso. Pasaron por segunda vez por el punto de contacto y Sotomayor tocó la bocina. Enríquez le hizo un gesto a Cecilia Jarpa. La joven comenzó a mirar nerviosamente de izquierda a derecha. Algo anormal ocurría. De pronto, detrás de ella, apareció un hombre armado que empezó a disparar a los miristas. Raúl Romo y los agentes de las Brigada Halcón, de la Dina, bajaban de una camioneta. Miguel Enríquez extrajo un revólver 38 y repelió el ataque. Sotomayor aceleró a fondo y huyó del lugar. Minutos después ocultaron el vehículo en un garaje del sector norte de Santiago y volvieron a la casa en la comuna de San Miguel.

Pasadas las 14 horas, las brigadas de la Dina ubicaron el escondite del secretario general del MIR, en la casa de calle Santa Fe. Los detalles precisos sobre las pistas que los condujeron al lugar aún están difusos. Enríquez, Sotomayor, Bordas y Carmen Castillo resistieron con las armas en la mano. La mujer fue herida en un hombro; Sotomayor y Bordas huyeron y finalmente, Enríquez fue abatido. En sus ropas se encontró un carnet de identidad con el nombre de Arturo Enrique Ortúzar Gaete, ingeniero industrial y supervisor de la empresa minera El Teniente.

El coronel Manuel Contreras y los mandos de la Dina llegaron al lugar donde había caído el líder del MIR. En la tarde, Contreras, vistiendo uniforme de gala, concurrió a la capilla de la Escuela Militar para entregar en matrimonio a una de sus hijas. Durante mucho tiempo se diría que el temido oficial llegó a esa ceremonia “perfumado con olor a pólvora”.

En los cuarteles de la Dina el regocijo de los agentes contrastó con la tristeza y abatimiento de los prisioneros. Los vencedores estaban seguros que en cuestión de horas atraparían al resto de la dirección del MIR. Las detenciones y las sesiones de tortura prosiguieron.

LUMI VIDELA Y SERGIO PEREZ

El último y uno de los más dramáticos episodios que se vivieron en el cuartel Ollagüe fue el asesinato de Sergio Pérez Molina y Lumi Videla Moya. El primero fue torturado bárbaramente. No solo lo golpearon y aplicaron electricidad, también le trituraron los testículos y le pasaron una camioneta por encima. Agónico fue llevado a Rinconada de Maipú, donde desapareció. Lumi Videla, en tanto, siguió siendo torturada casi diariamente. El 3 de noviembre, luego de un enfrentamiento entre miristas y agentes del cuartel “Venda Sexy”, resultó herido el capitán Gerardo Urrich, lo que indujo a los torturadores de Ollagüe a redoblar el castigo a Lumi Videla y terminar asesinándola por asfixia, tapándole la nariz y la boca mientras estaba en la parrilla de tortura. Esa misma noche dos oficiales de la Dina lanzaron el cuerpo de Lumi por sobre un muro de la embajada de Italia. A través de la agencia de comunicaciones de la dictadura, se informó a la prensa que Lumi Videla había muerto durante una orgía de los asilados en la misión diplomática de Italia.

Varios ex agentes de la Dina, revelaron ante los tribunales de justicia que el oficial Cristoph Willeke Foel fue el autor del asesinato de la dirigente del MIR

  
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 893, 26 de enero 2018.
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