Cuando el Gobierno cubano adelantaba en diciembre último detalles de las nuevas reglas —aún por aprobarse— para el trabajo por cuenta propia y las cooperativas no agropecuarias, seguramente muchos recordaron el triste desenlace del incipiente cuentapropismo a finales de la década de los 90. En aquella etapa del llamado periodo especial el dinámico auge de los emprendedores languideció entre restricciones y exceso de control de las entidades reguladoras.
Cierto, ahora es distinto el escenario. Esta vez el trabajo autónomo adquiere reconocimiento desde los propios documentos rectores del actual proceso de transformaciones socioeconómicas, incluso resulta otra la voluntad manifestada por la máxima dirección del país. “Las formas de gestión no estatales no retrocederán, ni se paralizarán”, ha dicho en más de una ocasión el presidente Raúl Castro.
Pero una intención diferente, con posibles realidades que pueden asemejarse a las vividas en los años 90, se percibe en los cambios anunciados para “enfrentar las ilegalidades y las violaciones a la política vigente”.
Marino Murillo, quien lidera la Comisión Permanente para la Implementación de los Lineamientos, informó que en lo adelante solo se autorizará una licencia por actividad. Según el reglamento en vigor desde 2013, hoy los cubanos pueden ejercer al mismo tiempo varios oficios, “siempre que cumplan lo establecido en la legislación”.
Aunque el ex ministro de Economía no lo dijo expresamente, al parecer la medida busca evitar que algunos concentren demasiadas riquezas. Algo razonable y en sintonía con el proyecto socialista que construye Cuba… si no existieran mecanismos para regular, como los impuestos.
Sin embargo, lo más preocupante aquí resulta el probable retorno al trabajo informal, al margen de la legalidad. Pensemos, por ejemplo, en alguien que arrienda su portal, pero también quiera y necesite alquilar su almendrón o abrir una cafetería o hasta vender maní.
Otro posible motivo que acompaña la nueva restricción es que en la futura norma se integran actividades afines: 7 relacionadas con los servicios de belleza, 10 de los reparadores de artículos varios y las 12 figuras costumbristas de la Oficina del Historiador de la Ciudad, entre otras, ejemplificó Marta Elena Feitó Cabrera, viceministra primera de Trabajo y Seguridad Social.
Si bien esto “reduce la dispersión existente y perfecciona el alcance de los oficios”, lo cual es “un gran acomodo”, como lo calificó Murillo; a la vez alerta cambios en la carga tributaria, en desventaja para quienes solo deseen asumir una de las tantas variantes agrupadas.
Un ejemplo entre muchos es el tradicional barbero presente en casi todos los barrios, tal y como lo ilustra el tenedor de libro Darien García. ¿Por qué debe sacar una licencia más cara si únicamente pretende cortar el cabello?, reflexiona. Ahora en la patente de este barbero estará incluida la de peluquera, manicuri, maquillista y otras dos dedicadas también al arte de embellecer.
La lógica indica que esto representará un ahorro de trámites para aquellos que ansíen un negocio más grande.
En cualquier caso, las incongruencias reafirman lo sugerido desde hace tiempo por no pocos expertos: la necesidad de crear una lista negativa. O sea, fijar las actividades que al Estado no le interese que sean ejecutadas por privados, sin retener el ingenio del cubano.
No obstante, en vez de ensancharse, la lista se achica. Como resultado de la referida unificación de actividades y la suspensión de otras, sumarán 122 las autorizaciones, en contraste con las 201 existentes en la actualidad.
Entre las buenas nuevas aparece que los arrendadores pueden brindar servicios de renta a las personas jurídicas. Además se oficializan los bares, hoy muy populares y demandados pero funcionando bajo la licencia de paladar, “a partir de un error de interpretación en el servicio que podían prestar”, reconoció Feitó Cabrera.
En la categoría propuesta se define —según Murillo— qué cosa es un bar y que los horarios deber ser autorizados por el Consejo de la Administración Municipal. Ojalá el ocio nocturno sea un término bien entendido y su interpretación no ahogue la vida nocturna de algunos territorios.
¿Un pájaro sin alas?
También con el fin de “rectificar toda desviación que nos aparte del camino escogido”, como señaló Raúl, se perfeccionarán las reglas para el funcionamiento de las cooperativas no agropecuarias (CNA).
Ojo, de acuerdo con Murillo, solo quedarán en el experimento 429. Se avizora entonces que, al menos en un futuro cercano, en Cuba no habrá más cooperativas de nuevo tipo.
El ex ministro de Economía explicó que bajo la venidera norma las CNA “no podrán hacer actividades fuera de la provincia donde tengan su domicilio legal”, pues estarán en función del desarrollo local.
A tono con Darien García, quien ha conducido la contabilidad en no pocas cooperativas, tal medida supone una seria restricción para muchas de las jóvenes empresas. Cita el caso de dos aprobadas por el Ministerio de Industria. Una de ellas se dedica a reparar un tipo específico de máquinas de coser, en tanto la otra se enfoca en las pesas.
¿Habrá algún territorio que posea los suficientes equipos para que esas asociaciones sean rentables? La realidad es que hoy ambas están obligadas a ofrecer sus servicios en varias provincias.
Igual sucede con otras tantas especializadas en labores como el alpinismo, el mantenimiento de determinados equipos de climatización, alquiler y manipulación de andamios y restauración. Muchas son incluso únicas de su tipo en el país.
Y hay más contrasentidos, porque del total de las CNA dedicadas al sector de la construcción, la mayoría se encuentran en La Habana.
Esta disparidad se replica en la propia distribución geográfica de las cooperativas. La Oficina Nacional de Estadística e Información reportó que al cierre del pasado año de las 439 existentes, 264 se hallaban en La Habana, 68 en Artemisa, 19 en Matanzas, mientras en el resto de las provincias apenas hay 14 en cada una (solo 2 en Las Tunas).
Por otra parte, se supo que la comentada resolución fijará cuántos socios y cuántos trabajadores puede agrupar una CNA, y que se limita el ingreso de sus integrantes, que no podrá exceder de tres veces la diferencia entre el que menos y el que más devenga.
Aclaró Murillo que el propósito es regular la distribución de los dineros, para que no ocurra como aquel caso donde el presidente cobraba 37 mil pesos y un socio solo 3 mil, práctica de empresas privadas.
Luego, ¿por qué emergen falsas CNA? A juicio de García, aún resulta endeble la educación cooperativa, a lo que se suma otro factor no menos importante. “En la actualidad cuando un cubano desea abrir un negocio privado, nota que con el cuentapropismo no tendrá personalidad jurídica, beneficios fiscales, ni acceso al restringido mercado mayorista”.
Por eso suelen emigrar hacia la opción del cooperativismo, pero con la mentalidad de la pequeña empresa, aduce. Las cooperativas no agropecuarias que verdaderamente respetan los principios de esa forma de gestión deben ser muy pocas en Cuba, teniendo en cuenta que a veces estas son utilizadas como un comodín debido a sus garantías tributarias, concluye.
Lo cierto es que la apertura de diversas formas de gestión en Cuba ha servido para impulsar la necesidad de trabajar. Basta anotar que alrededor del 68 por ciento de las personas empleadas en el sector no estatal no tenían vínculo laboral anterior, y hallaron en esta vía un modo de satisfacer necesidades económicas para sí y para su familia, así como de realización personal e independencia.
Desde Cubadebate un cibernauta sugiere a los decisores: “Hablen con los emprendedores y escuchen sus inquietudes; abran el debate; no impongan criterios, saquen sus cuentas y si es necesario, modifiquen. Pero no continúen aplazando ni cerrándonos más el paso, a fin de cuentas, todos somos el pueblo”.
Entretanto, otro forista resumió: “Creo firmemente que el socialismo debe temerle más a la pobreza que a la riqueza”.
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