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29 junio 2018

El decreto del régimen de Trump no oculta la pauta histórica de crueldad en EEUU


Jimmy Centeno, Don T. Deere y Frederick B. Mill
La separación de familias se remonta a la época de la esclavitud

La separación de familias solo puede continuar funcionando si hay suficientes colaboradores para reproducir el sistema de detención, transporte, tramitación e internamiento. Por lo que se refiere a cualquier tipo de pauta moral, no se puede esperar a tener una visión retrospectiva para ver el trabajo sucio que ahora es tan claro como la luz del día y por ello imposible de suavizar. Habría que pertenecer a los servicios de emergencia para salvar a los niños de un trauma innecesario.

Ya es demasiado tarde para algunos niños a los que se ha separado de sus padres y en algunos casos de sus hermanos. Se ha hecho daño a quienes han sido internados y se les sigue haciendo daño. Y no hay disculpa ni excusa ni protocolo “profesional” en el cielo o en la tierra que pueda justificar moralmente semejante mal trato infantil. El intento de Trump de distraer de esta crisis por medio de un decreto en el último momento llega tarde para estos niños y sus familias. Este decreto abre otra posibilidad profundamente preocupante para quienes pidan asilo en el futuro y para los emigrantes: el encarcelamiento indefinido de las familias o la deportación sin representación legal ni revisión legal imparcial. Apenas ofrece una solución adecuada a la crisis de la separación [de las familias] y su único objetivo es consolidar el poder del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU (ICE, por sus siglas en inglés*) y una larga pauta histórico de crueldad.

Por ese motivo, todas las asociaciones profesionales, algunos de cuyos miembros prestan “servicios” directamente al ICE o está aliados de alguna manera con él, con el programa de separación de familias del ICE y con prácticas futuras de internamiento indefinido de las familias, deben hacer declaraciones que prohíban colaborar con este sistema ya que dicha colaboración supone un acto de bajeza moral. Quienes han invertido financieramente en las instalaciones que “albergan” a estos niños deberían pensar en revisar sus inversiones. Se debe desmantelar sin dilación alguna todo el sistema de separación de niños, esto es, todas las instituciones y prácticas que lo apoyan. Por supuesto, aquellos trabajadores sociales preocupados por el interés superior de los niños a los que se ha separado de sus familias pueden minimizar los traumas adicionales haciendo todo lo posible por garantizar una rápida reunificación familiar. Las medias tintas respecto a la reunificación o a la modificación de los procedimientos judiciales que prolongan la separación solo encubrirían y prolongarían el régimen de “Tolerancia Cero”.

Lo sorprendente es que la separación de los niños y su internamiento se ha convertido en un escándalo nacional. El rechazo ha sido generalizado y sin equívoco. Ahora está claro que el internamiento de niños emigrantes perturba los instintos humanísticos al tiempo que exacerba a los sociópatas comprometidos con una agenda supremacista blanca. No debemos hacernos ilusiones respecto a la naturaleza violenta de esta agenda. La política de internamiento solo funciona por medio de la coacción; después de todo, el ICE arranca a los niños de brazos de sus padres en nombre del Estado. Algunos estados ya han tenido el acierto de retirar a parte de su guardia nacional de la zona fronteriza para mostrar su desacuerdo con esta atrocidad. Pero se debería mandar a casa a todos los soldados de la Guardia Nacional hasta que haya una investigación completa sobre cómo se estableció tan rápidamente semejante maquinaria inhumana, sin una supervisión adecuada y ocultándolo en un primer momento a la visión pública hasta que personas de conciencia acabaron sacándolo a la luz.

Seamos sinceros acerca de lo que está ocurriendo ante nuestros ojos. El cruel e inhumano encarcelamiento de niños separados de sus padres es una respuesta fascista de un gobierno narcisista que halaga su ego afirmando ser la mejor nación del mundo. Sin embargo, esta grandeza la reivindica un régimen que lleva a cabo guerras interminables en el extranjero y en casa implementa una limpieza étnica y el control social. Ayer era el gobierno Obama el que forzaba la maquinaria de deportación masiva y preparaba así el camino para el racista furibundo Trump, cuyo programa de internamiento de niños ya ha asfixiado las vidas de niños inocentes, que son rehenes de una banda de políticos criminales matones. Los sociópatas que tuvieron la cara dura de acudir a la televisión nacional para justificar este programa de “Tolerancia Cero” están dispuestos a violar de forma irreparable la dignidad e inocencia de los niños.

La separación de familias no es una patología social nueva, sino que forma parte de una cadena histórica de incidentes que se remontan a los tiempos de la esclavitud cuando se separaba a las familias africanas y se vendían en los mercados de esclavos de modo que nunca se volvían a reunir (1). Las personas nativas estadounidenses conocen esta dolorosa separación de su comunidad cuando en algunos casos se les quitó a sus hijos, que fueron enviados a internados para ser atendidos (civilizados) y adoctrinados en “los modos de vida angloestadounidenses”, una forma cínica de purgarlos de sus propias tradiciones y prácticas. En este sentido también es relevante la experiencia japonesa. Durante la Segunda Guerra Mundial se envió a miles de familias japonesas a campos de internamiento. Estas personas fueron detenidas y separadas de la población general con el argumento racista de considerarlas una amenaza nacional.

Una pregunta urgente para la decencia común es cómo ha podido funcionar tanto tiempo este programa. No es de extrañar que los llantos y súplicas de esos niños no hayan logrado emocionar los fríos corazones de políticos llenos de odio. Podemos preguntarnos cuánto tiempo les costaría a los funcionarios de emigración pedirse un permiso para no participar en este despiadado acto de encarcelar a nuestros jóvenes. Varias miles de separaciones después la respuesta es un tiempo demasiado largo, desmesuradamente largo. Esta práctica de limpieza étnica, con su base colonial racista, es la prolongación de una muy arraigada lógica discriminatoria de otras personas que no son ciudadanas del imperio y cuyas pieles de color son diferentes de las de sus amos imperiales.

Para ir a la base de la patología social que hace posible en el EEUU actual el internamiento de niños debemos afrontar primero la banalidad del mal. No olvidemos las palabras de la demócrata y autoproclamada feminista Madeline Albright cuando se le preguntó si valía la pena el precio de la vida de quinientos mil niños iraquíes durante el embargo y la guerra contra Iraq. Ofendiendo incluso a los defensores liberales de aquella guerra respondió firmemente que sí. Esta banalidad del mal se extiende desde los niveles superiores a aquellos que implementan directamente la política, esto es, que toman físicamente a los niños bajo su custodia. Aunque esta custodia sea momentánea, es el momento coercitivo necesario que sojuzga a los padres y traumatiza a los niños. No es una buena acción y ni siquiera el hecho de “cumplir órdenes” cambia su contenido moral.

Por supuesto, no todas las personas que están en primera línea tienen remordimientos de conciencia y esto no pasa desapercibido a los espectadores de televisión y de twitter del país. El sarcasmo de un ciudadano ordinario convertido en agente de una patrulla fronteriza dentro de una cárcel disfrazada verbalmente de centro de detención y que califica los llantos de los niños de “orquesta que necesita un director”. Mientras que la mayoría de los medios de comunicación dominantes se han puesto a protestar por el internamiento de los niños , el comentarista de Foxs News que trataba de describir la separación como un viaje a un campamento de verano refleja la violencia arraigada que hace girar las ruedas de un momento fascista en gestación (2). Sin duda este momento fascista cuenta con una base de apoyo . Resulta aterradora esta actitud de indiferencia similar a la del criminal de guerra Eichman no solo por parte de este agente sino por parte de muchos ciudadanos que lo secundan alegremente sin cuestionamiento alguno porque es esta misma mentalidad, tan dispuesta a deshumanizar al otro, la que también está preparada para tirar de la palanca de la eliminación. Hannah Arendt habla de esta normalización de la violencia y de la mentalidad burocrática de cumplir con el “deber” de seguir órdenes en la raíz de un mal cotidiano que se introduce en el propio social. Oímos ecos del recordatorio de Walter Benjamin en 1940 de que la “‘situación de emergencia’ en la que vivimos se ha convertido en la norma” (3). No es de extrañar que un profesor de ciencias políticas dijera a menudo hace unos años que EEUU estaba a un paso del fascismo. Era una afirmación difícil de creer hasta que vinieron a por los niños y a por personas “en la tierna edad”.

Lo más repugnante es leer en un artículo de Los Angeles Times la buena disposición de la generación latina/chicana/hispana a "responder al llamamiento de la Patrulla Fronteriza en la Era de Trump” mientras señalan a los mexicanos (4). Aquellas personas de piel morena que se unen a la causa de la “Tolerancia Cero” se han unido, como señala Frantz Fanon, a sus amos supremacistas blancos, e incluso se han identificado con ellos, para llevar a cabo el acto de oprimir a los de su propia sangre. La condena por parte de México de estas “políticas de emigración crueles e inhumanas” demuestra falta de verdadero músculo político (5). Se critica al ministro mexicano de Asuntos Exteriores Luis Videgaray por eludir una respuesta a la separación de familias. Como señala la cantante Sasha Sokol (6), Videgaray envió más tweets felicitando al equipo de fútbol mexicano en la Copa del Mundo por ganar a Alemania que en contra de la separación de familias. El audio de los llantos de los niños no suena tan alto como los gritos de alegría cantando “¡GOL!” aunque es verdaderamente ensordecedor y abre una brecha en la normalización de los crímenes contra la humanidad.

Para Trump una de las principales enfermedades de este país proviene de México. Todo lo que es marrón es mexicano, “mala gente”, “malos hombres” y criminales. En el foro económico del G7 celebrado en Canadá no se pudieron contener las palabras vampíricas de Trump, las cuales salpicaron al más serio primer ministro de Japón, acerca de que iba a deportar a 25 millones de mexicanos a Japón (7). Esta afirmación tomó por sorpresa a los participantes en el G7 ya que entre ellos se entiende discretamente que el Sur Global es el principal suministrador de riqueza al G7: gran parte de la riqueza de este se logra a expensas de los recursos y de la fuerza de trabajo de América Latina, Asia y África. Es la misma política, impuesta por el Norte Global, tanto de guerra permanente por el control de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo como de la ofensiva de Washington para imponer un mundo unipolar que ha generado la peor crisis de emigración desde la Segunda Guerra Mundial. La reprimenda de Trump y el castigo de Alemania, así como la falta de control de emigración por parte de Europa dentro de sus fronteras son cuanto menos un llamamiento nazi a la vuelta de la blancura, la raza superior sin personas de color y sin las más vulnerables.

La exclamación de Trump “¡no permitiré que los emigrantes nos infesten!” es una rotunda paráfrasis del Mein Kampf lanzada para deshumanizar a los “países de mierda” y a los “peligrosos” emigrantes. La invasión de “Occidente” por parte del “Tercer Mundo” es el grito de guerra de esos cada vez mayores movimientos de populismo fascista desde Washinton a Londres y de toda Europa continental (9).
Debería darnos qué pensar para evitar lo que todavía no es inevitable: el giro nazi. “La estupefacción acerca de que las cosas que estamos viviendo todavía sean posibles en el siglo XX no es en modo alguno filosófica” (10): [Walter] Benjamin pide una interrupción radical, una verdadera emergencia que rompa esta tradición en la que la excepción se ha convertido en norma.

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Notas:

* El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los EEUU (ICE por sus siglas en inglés) es una agencia del Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU establecida en marzo de 2003. Tiene su sede en Washington, DC. (N. de la t.)










(10) htts://www.marxists.org/reference/archive/benjamin/1940/history.htm

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine


https://www.lahaine.org/mundo.php/el-decreto-del-regimen-de

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