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15 diciembre 2021

La geopolítica y necesidad de un proceso constituyente en Colombia



Por Alberto Pinzón Sanchez

La Mesa Internacionalista de Alternatiba me ha animado, como parte de su proceso de reflexión e intercambio de experiencias concretas sobre procesos constituyentes en Abya Yala, a hacerles llegar un texto para hablar de esta necesidad en Colombia. Una necesidad que comparte con buena parte del continente, en cuanto a procesos constituyentes de base, plurinacionales, populares y anticoloniales que terminen con el actual statu quo institucional.

La celebración del quinto aniversario de la firma del Acuerdo de la Habana que trajo a Bogotá como figura central de apoyo, al secretario general de la ONU Antonio Guterres (24.11.2021), ha sacado a flote la contradicción central entre las palabras y los hechos que caracteriza a la demagogia oligárquica de la clase dominante colombiana y sus apoyos internacionales para convencer a propios y extranjeros de la bondad de tal Acuerdo firmado inicialmente en la Habana hace 5 años, el que según la evaluación gerencial del propio embajador USA en Colombia Mr. Philip Goldberg, “solo se ha cumplido un 30% de los 578 compromisos firmados”. (ver https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/philip-s-goldberg/estados-unidos-apoya-la-implementacion-del-acuerdo-de-paz-634370)

Dado el pequeño espacio para este tipo de artículos, me limitaré a señalar brevemente algunos aspectos de tal contradicción.

1.- El espectáculo: No todo el ostentoso espectáculo mediático bondadoso contó con el aplauso unísono de los obvios beneficiarios del Acuerdo. Hubo también rechazos a la presentación del secretario de la ONU señor Guterres y los hubo desde dos posiciones contradictorias: Una, la expresada o agenciada por el expresidente Uribe Vélez vocero de la fracción de clase oligárquica dominante, opuesta por principio a ceder siquiera un centímetro de sus inmensos latifundios agroindustriales, o de sus privilegios y fueros de impunidad; que fue publicitada ampliamente por la prensa amarilla de sus socios (ver https://www.semana.com/nacion/articulo/acuerdo-de-paz-no-ha-habido-alvaro-uribe-a-naciones-unidas/202125/)

Otra, la opuesta, la expresada desde el punto de vista de las clases subalternas (obreros, campesinos, indígenas, capas medias, intelectuales, etc., a quienes se pretendió beneficiar con el texto acordado). Incluso críticas hechas por firmantes totalmente desengañados del Acuerdo que firmaron (Ver https://rebelion.org/cinco-anos-de-la-firma-de-un-acuerdo-de-paz-con-sabor-amargo/

2.- La geopolítica: En Colombia, a raíz de un pacto que se realizó en el Estado español en Sitges, en 1957, entre el jefe del partido conservador falangista y el partido liberal panamericanista, se acordó prácticamente construir un Estado contrainsurgente, que empezó su desarrollo durante el primer gobierno del Frente Nacional a partir de las recomendaciones secretas dejadas al presidente Lleras Camargo por el general del US Army William P. Yarborough, en 1960, para adoptar como Ideología de Estado la contrainsurgencia y conformar el primer cuerpo paramilitar auxiliar del Ejército colombiano que empezó su reorganización contando con los oficiales colombianos llamados “coreanos” que venían de combatir al comunismo en la guerra de Corea. Contrainsurgencia que en el fondo, más que una doctrina es una ideología bastante amplia y fluida. Pero en lo fundamental es una visión geoestratégica que hunde sus raíces en la visión Nazi de que la lucha de clases es siempre una guerra interna (no una lucha de ideas civilizada) y para ello organiza los “Frei Korps”, escuadrones de combate a muerte, o camisas pardas Nazis. Pero sobre todo, se basa en aquella conocida y pavorosa frase de Hitler de que “en nuestra guerra no hay población civil”.

Con esto, se organizó lo que sería el futuro del conflicto colombiano. Se le dio un rol muy importante al Ejército, que fue separado del aspecto politiquero bipartidista que desde la guerra anticolonial contra España prevalecía, dándole prioridad a la creación de la principal fuerza contrainsurgente de los paramilitares como sus aliados, y, se constituyó un “algo” que posteriormente vino a ser descrito y sustentado por la socióloga Vilma Liliana Franco en su libro “Orden contrainsurgente y dominación’ 2009, como un Bloque de Poder Dominante. Un bloque de poder oligárquico históricamente violento (9 guerras civiles bipartidistas en el siglo XIX y dos guerras civiles en el siglo XX), y que al calor de la guerra fría global, desde 1960 hasta hoy, a través de 11 gobiernos sucesivos y contando con la ayuda del “Obispado católico”, desarrolló e implantó profundamente dentro de la sociedad, la ideología, la cosmovisión contrainsurgente dominante del enemigo interno comunista.

3.- El Conflicto: En Colombia, como es bien sabido, el conflicto Armado es un conflicto Histórico, es un conflicto Social, y, más recientemente se ha convertido en un conflicto Geoestratégico al desbordarse hacia las fronteras vecinas, e incluso más allá, hacia otros países latinoamericanos y caribeños como Nicaragua y Haití. Pero especialmente agudo en la frontera colombo-venezolana, donde el Estado colombiano y su Aparato de Coerción se ha convertido en una punta de lanza de los intereses geoestratégicos del Hegemón imperialista neoliberal, desde el 2015, cuando el presidente Obama declaró al Estado venezolano como una “amenaza a la seguridad nacional de los EEUU”; contando con el Ejército de Colombia que es socio global de la OTAN desde el 2018, cuando el presidente JM Santos oficializó tal vinculación estratégica para servir a los intereses de esta alianza militar global.

4.- La Historia: Históricamente en Colombia, el bloque de Poder oligárquico dominante ha resuelto todas y cada una de las guerras civiles bipartidistas mediante pactos políticos que desembocaron en Constituciones o modificaciones sustanciales a la carta constitucional (8 constituciones en el siglo XIX, y en el siglo XX dos modificaciones constitucionales sustanciales en 1936 y 1957, y la constitución neoliberal de 1991. Modificaciones que generaron un reacomodo en la correlación de fuerzas políticas que representaban clases sociales e intereses económicos concretos del aquí y el ahora, e introdujeron en la práctica política cotidiana la concepción “pactista” del ejercicio político, del cual no ha sido ajeno la Insurgencia revolucionaria que se reclama como alternativa de Poder y en representación del abigarrado conjunto de las clases subordinadas. El concepto ya plenamente arraigado dentro de los colombianos de la necesidad de una Solución Política al crónico conflicto colombiano, que conduzca a una Asamblea nacional Constituyente Amplia, Democrática, etc, fue enarbolada desde 1964 por los dirigentes guerrilleros cuando se inició la confrontación militar contrainsurgente actual y tiene su fundamento en esta concepción pactista de buscar un reacomodo en la correlación de fuerzas políticas y clases sociales; una reorganización del Estado en sus dos componentes, el Consenso social y la Coerción, así como dar una solución de fondo (estructural) a los problemas históricos que han dado origen al conflicto y lo siguen sosteniendo y alimentando, y a la monumental Crisis General de la sociedad colombiana entroncada o que forma parte inseparable con la Crisis Civilizatoria, Ecológica, Económica y Sanitaria global por la que atraviesa la economía mundo del Imperialismo neoliberal actual, para que todo quede plasmado en una Constitución moderna y adecuada a la época actual de paso del Unilateralismo al Multilateralismo.

5.- Críticas: Precisamente, las más importantes críticas que se han hecho al pacto Santos-Timochenko /2016 firmado en la Habana para finalizar la confrontación contrainsurgente del Estado (como un Todo) con la insurgencia adversa, se basan en esta argumentación que traemos: Primera, que se burló o escatimó o “conejió” la vieja aspiración popular de que dicha confrontación condujera a un Proceso Constituyente que quedara legalizado y legitimado en una carta Magna para los colombianos mediante una Asamblea Constituyente.

Segunda, que dicho pacto quedó reducido a un pacto entre cúpulas: la del secretariado de las Farc comandada por Timochenko, y, los representantes del Gobierno Santos que firmaron el documento, pero que como quedó demostrado en el plebiscito refrendatorio del 2 de octubre de 2016, no comprometió al Estado colombiano como un Todo. Ni en el nivel de la Coerción, ni en el nivel del Consenso; mucho menos en las Instituciones, o en el Régimen político. División dentro de la clase que dirige el Estado colombiano que hoy todavía se palpa, cuando el expresidente Uribe Vélez escribe una documento respuesta al discurso de Antonio Guterres, secretario general de la ONU dado en Bogotá el pasado 24 de noviembre de 2021, publicitada en la revista Semana arriba citada; y que rápidamente fue calificado de “delirio” por su rival de clase expresidente J.M. Santos (Ver https://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/el-estado-debe-recuperar-el-control-territorial-santos-635377

Tercera, que tal y como lo demostró la potente Movilización Social que tres años después de firmado dicho pacto se convirtió en un verdadero Estallido Social, que hizo aflorar ante la sociedad, nuevas vanguardias populares y colectivas con sus respectivas reivindicaciones populares clasistas de género, étnicas, campesinas y cívicas, que no fueron tenidas en cuenta en la “negociación” de la Habana hace 5 años, planteando así una nueva negociación social más incluyente.

Cuarta, que dado el pavoroso genocidio oficial sistemático y cotidiano de ex combatientes de las Farc en reinserción, de lideres cívicos y defensores de los derechos humanos, de masacres paramilitares de población civil, y, sobre todo de reactivación del conflicto armado en diversas regiones del país, urge encontrar una Solución Politica con los grupos insurgentes que reivindican un accionar político con el fin de alcanzar una paz completa, que solo se logrará con un proceso constituyente que se legalice y legitime mediante una Asamblea Constituyente.

Entonces se puede concluir que:

1.- El vacío político de una Asamblea Constituyente que adecue la correlación de clases actual en Colombia sigue siendo una necesidad esencial para la Solución Política del encarnado y reciclado conflicto colombiano.

2.- Que mientras el Estado colombiano (como un todo) no tenga un Consenso es decir esté unido y en unidad (dos términos distintos pero complementarios), el conflicto colombiano seguirá reciclándose dentro de la profunda y grave Crisis civilizatoria que actualmente atraviesa la Humanidad.

3.- Que está abierto un escenario de movilización social amplia y compleja como una vanguardia colectiva con nuevas reivindicaciones sociales, una de ellas la convocatoria a una Asamblea Constituyente amplia, democrática y participativa, etc, escatimada por las dos cúpulas negociadoras del Acuerdo de la Habana.

4.- Que una Asamblea Constituyente amplia y democrática como la aquí se describe, es la Solución Política definitiva al conflicto interno colombiano y la garantía legal y legítima de una paz total y completa.



https://kaosenlared.net/la-geopolitica-y-necesidad-de-un-proceso-constituyente-en-colombia/

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