DANIEL CAMPIONE
Queda por ver si este domingo se consolidará la reacción del sufragio popular de la primera vuelta. Una respuesta que fue de rechazo a Javier Milei más que de respaldo a Sergio Massa
Extraños rasgos de una campaña muy peculiar
El repudio al líder de La Libertad Avanza (LLA) es un componente sustantivo de la explicación de por qué logró en octubre un éxito parcial el ministro de Economía de un gobierno que no satisface a nadie. Y acompañado por indicadores económicos y sociales que bordean el desastre total.
Otro factor explicativo es el desparpajo y habilidad con los que Massa se refiere en tercera persona a la actual gestión y osa presentarse como “lo nuevo”. Eso después de un año y medio de conducción del área económica y oficiar de presidente de facto en los últimos meses.
Un gran interrogante camino al domingo es si el aspirante de Unión por la Patria (UxP) conseguirá ampliar los respaldos en medida suficiente como para triunfar. Enfrente, el vuelco activo de Mauricio Macri y sus adláteres a favor del “libertario” hace pensar que la mayor parte de los votos obtenidos por Patricia Bullrich en la instancia anterior irían hacia Milei.
En una elección que opera mucho más por rechazos que por expectativas favorables, y sin rendir culto excesivo a la aritmética, no es aventurado pensar que los partidarios del expresidente, que forman un buen porcentaje del voto a Juntos por el Cambio (JxC) lo harán ahora por Milei. Le quedaría a UxP la ardua tarea de cosechar en otros campos menos numerosos. Y algunos de difícil acceso, tales como los votantes de Juan Schiaretti.
Los últimos tramos de la campaña son de evaluación difícil en cuanto a sus efectos concretos sobre los votantes. El debate del domingo 12 dejó, para el enfoque de analistas y sectores muy politizados, una clara victoria de Massa. Por momentos casi aplastó a su adversario y lo superó en casi todos los terrenos. Hasta en el económico, precisamente el área en que el actual ministro apenas administra un descalabro. En cuyo desenvolvimiento tuvo importante participación.
Casi de inmediato después del evento televisivo, se abrió paso una línea diferente de análisis. La actuación del “triunfador” no habría tenido efecto de convicción sobre los ciudadanos menos politizados, los que forman el grueso de los que no están decididos o podrían cambiar su voto. Lo habrían percibido como un político profesional muy avezado, sin duda. Pero a la vez como alguien arrogante y “chicanero”, un cabal representante de la elite política que suscita fuertes rechazos. Se sentirían inclinados a votar por el perdedor de esa discusión pública.
No hay que pecar de ingenuidad. En al menos una parte de los encuestadores de opinión y periodistas que trazaron y difundieron esta última interpretación prima el propósito de “reducir daños”, desde una posición tomada favorable a LLA. Lo que no quita que haya un núcleo de verdad en sus afirmaciones.
El candidato de UxP, por más que se invista de la imagen del “cambio” encarna a alguien que lleva no menos de veinte años en distintas posiciones de preeminencia en el aparato del Estado. Y aunque no lo quiera forma parte del oficialismo, aquejado por un vasto desprestigio.
Milei, incorporado hace poco a la política, puede representar “lo nuevo”. Y su propia inexperiencia, puesta de manifiesto en el cara a cara con Massa, ser percibida como un elemento disruptivo equivalente a un punto final para el sistema imperante. Y a un “volver a empezar” temible, pero diferente a la “decadencia” que denuncia.
Con otra lógica, va en la misma dirección otra serie de elementos: Los vinculados al quiebre cultural y moral de una parte de la sociedad argentina. La tendencia al individualismo predador, a la búsqueda del enemigo en el “abajo social” y no entre los poderosos. El rechazo a los “planeros” mientras se exime a los multimillonarios de cualquier culpa. Y varios más. Factores muy bien encarados por Guillermo Cieza en artículos recientes de este mismo medio.
Cabe concluir que Milei conserva considerables cartas de triunfo. Puede debilitarlas la evidencia de que, de Victoria Villarruel hacia abajo, el culto a las brutalidades y al reaccionarismo sin disfraces sigue en plena vigencia. La postulante a la vicepresidencia emitió juicios negativos sobre el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y propuso que la Escuela de Mecánica de la Armada se convierta en un parque público.
Todo con argumentos deleznables y poco serios. La diputada electa Lilia Lemoine fue en la misma dirección, al agredir a una periodista de la Televisión Pública, preconizar la privatización de los medios estatales y amenazarla con un posible despido.
Si se amplía la visión más allá de nuestras fronteras, se manifestaron hace pocos días las fuerzas internacionales de la ultraderecha, las mismas que “engalana” Mario Vargas Llosa (https://lahaine.org/gF5G).
Apoyan al candidato ultraliberal. Y se regodean con la posible oportunidad de desarrollar un atrevido experimento de reorganización total de una sociedad. Uno claramente orientado a la mercantilización absoluta de la vida y hasta de la muerte, en beneficio exclusivo de ciertos sectores del gran capital.
Mientras tanto, menudean los pronunciamientos de variados núcleos de la sociedad civil en contra del binomio "libertario". Acompañados con advertencias sobre las destructivas perspectivas de su eventual gobierno. Profundizan en esa brecha ciudadanos anónimos, solos o en pequeños grupos. Suben a trenes y subtes a interpelar a los pasajeros, elaboran volantes artesanales o carteles caseros. Un esfuerzo saludable, que preanuncia mayores potencialidades para el futuro.
La duda subyacente es si esas advertencias y presagios hacen mella sobre una porción del electorado que, sin ser entusiasta del “libertario”, parece decidida a ignorar todos los peligros. Que incluso genera una paradójica disculpa a las peores posiciones de Milei, al sostener con una dosis de dogmatismo que no podrá concretarlas.
Miserias de la política
Cualquiera sea el resultado, estos comicios y el contexto que los rodea ya se han convertido en una cabal manifestación de un sistema político en descomposición.
Constituye un síntoma destacado el vaciamiento ideológico de la corriente “nacional y popular”, detrás de un candidato cuya inteligencia y pericia no disimulan su raigambre conservadora. Y que para una porción sustancial de los votantes sólo emerge como opción frente a algo mucho peor.
Enfrente está una derecha radicalizada y unificada, bajo el liderazgo de un extremista desconocedor y desequilibrado, que concita apoyos en los sectores más lúmpenes de la burguesía. Campo en el que puede ampliar su base de apoyo de la mano de Macri..
Mientras hipnotiza a grupos sociales que articulan de penosa manera su condición de víctimas del sistema con su deseo de contarse entre los victimarios o someterse a ellos. Se le suman los desorientados que, como tratamos de explicar más arriba, buscan la novedad a como dé lugar.
El tamaño de la esperanza
Sólo da lugar para el optimismo la parte del pueblo que sigue decidida a defender las conquistas democráticas y sociales amenazadas. La misma que se prepara a resistir la ofensiva al servicio del gran capital que, en distintos grados y modalidades, pueden representar los candidatos en juego. Con lazos cada vez más tenues con sus preferencias políticas del pasado, marca un sendero de esperanza.
Es de rigor acompañarlos. A quienes están dispuestos a emitir un voto defensivo con el propósito de evitar que las tinieblas alcancen aún mayor espesor. Habrá que añadir a los que se niegan a esa opción y prefieren manifestar su raigal descontento con la ausencia o el voto en blanco.
Para que se realicen las expectativas favorables aún vigentes o en latencia se necesitaría un nuevo ciclo de movilización, con la afluencia organizada de un renovado espíritu de lucha. De adentro del sistema ya nada puede esperarse. Es probable que a quienes se sitúan afuera y por izquierda les esté por llegar el momento de asumir nuevas y mayores responsabilidades.
tramas.ar
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