San Agustín narra como a un pescador capturado por Alejandro Magno, le preguntó cómo se atrevía a molestar al mar.
«¿Cómo te atreves a molestar al mundo entero?», respondió el pirata. “Porque lo hago sólo con un barquito, me llaman ladrón. A tí, que lo haces con una gran armada, te llaman emperador”.
Mientras escribo estas líneas, el autoproclamado Estado judío continúa desatando una venganza “bíblica” contra los palestinos gazatíes. Las FDI (fuerzas de defensa israelíes) están bombardeando indiscriminadamente a todos los civiles en la zona más densamente poblada del planeta. Mientras Israel ha arrojado más de 25.000 toneladas de explosivos sobre la Franja de Gaza desde el 7 de octubre -equivalentes a dos bombas nucleares- más de 11.078 palestinos y cooperantes (11 de nov) han sido asesinados, entre ellos unos 4.120 niños. No se sabe cuántos cadáveres yacen bajo los escombros por el implacable bombardeo. Y viene la pregunta: ¿Cuántos muertos son necesarios para que la mirada cómplice de Occidente actúe y condene el genocidio?
Frente a esa realidad los gobiernos y los medios de comunicación occidentales expresan una anuencia difusa, un silencio cómplice y un suspiro por los “infortunados” gazatíes atrapados en el fuego “justiciero”. Estos medios se comportan como siempre, banalizan a la barbarie y barbarizan al mundo en la banalidad de sus noticias. Eso impone analizar con cuidado alguna de las cruzadas más notorias con las que nos inundan cotidianamente: 1- Hamás como atacante terrorista, 2- ¿Es Israel la única democracia del Oriente Medio?, 3- Netanyahu como héroe sionista y 4- ¿El conflicto centenario tendrá una salida factible?
¿Quién es el terrorista: Hamás o Israel?
La doble moral de Occidente y sus medios, consternados por la matanza de israelíes, pero impasibles con las de civiles palestinos, hace evidente la ausencia de principios, de un porte moral. Que Israel bombardee sin tregua a civiles en Gaza, viole la Convención de Ginebra, bombardee a los refugiados o lance fósforo blanco sobre la población no importa a los “líderes” de la democracia y los Estados de derecho, quienes se han puesto del lado de Israel y su masacre, o la de aquellos que simulan una posición neutral en esta barbarie de opresores contra oprimidos, o la de quienes condenan en primer lugar a Hamás para satisfacer y asimilarse al caudal mediático occidental; serán igualmente responsables de la limpieza étnica y del mayor genocidio del siglo XXI.
Pero las imágenes de los bombardeos y la matanza infinita son indiscutibles y tratar de soslayarlas con editoriales, fake news y videos de niños degollados por Hamás, son el intento de esquivarlas con el libreto de siempre. El relato estadounidense, europeo e israelí es el mismo y es tan robusto como engañoso. Sus luchas son “en nombre de la civilización contra la barbarie”, del “bien contra el mal”, de “los elegidos por dios contra los rechazados” y “por la autoridad moral”.
No obstante y contradictoriamente, todos los dictadores de todas las latitudes han estado bajo el apoyo y la tutela de occidente y han sido tan inmorales y asesinos, como ellos mismos.
En plena carnicería sionista, en tiempos de agitación de rebaño y polarización teledirigida, muchos pueden descartar los principios éticos para acomodarse frente al gran poder mundial, condenando a Hamás como terrorista. Yo no puedo, no lo hago y no lo haré. Obvio que quisiera ver el fin de toda violencia en Palestina y en el mundo, y es precisamente por eso que el compromiso debe ser por la lucha contra las causas profundas de toda violencia: el colonialismo, la injusticia, el apartheid y el genocidio.
No condeno a Hamás porque reivindico el derecho de un pueblo oprimido a rebelarse contra los opresores, argumentos que ya desarrollé en artículos anteriores. Hoy comparto el juicio del pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire, cuando escribió: «Con el establecimiento de una relación de opresión comienza ya la violencia. Nunca en la historia la violencia la han iniciado los oprimidos… La violencia la inician aquellos que oprimen, que explotan, que no reconocen a los demás como personas; no quienes son oprimidos, explotados y no reconocidos. La reacción del oprimido, se considere o no legal o éticamente justificable, es siempre eso, una reacción a la violencia inicial del opresor”.
No condeno a Hamás y difiero del debate jurídico que deciden los que dominan el mundo, apelando a las condiciones políticas en que se hallen los contendientes. De un lado un estado religioso con el 4° ejército más poderoso del mundo, con armas nucleares no reconocidas (ahora un ministro sionista pide utilizarlas contra la población de Gaza) y el apoyo económico y de armas de EEUU; y un pueblo enjaulado entre altos muros, sin ejército, sin aeropuerto, sin mar, sin electricidad ni internet, sin comida, dependiendo en buena medida de las limosnas que envían los países occidentales para lavar sus conciencias, y ahora apoyan el genocidio de ese mismo pueblo que dicen alimentar. Es el enfrentamiento entre un estado poderoso contra un pueblo encarcelado y armado artesanalmente, una asimetría total, la de David contra Goliat. No se corroboraría la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, porque dicha teoría requiere el diálogo para realizarse y nunca ha existido sinceramente esa posibilidad.
Será Hanan Ashrawi, política, activista y académica palestina, la que desinfle ese mito con su poderosa honda. Así dijo: «Nosotros (los palestinos) somos el único pueblo en la Tierra al que se le pide garantizar la seguridad de nuestro ocupante… mientras que Israel es el único país que pide defensa frente a sus víctimas».
Contrariamente, los sionistas israelíes ni siquiera ocultan el hecho de que se trata de una venganza bíblica y de una estrategia política. Por eso son terroristas los que criminalizan a un pueblo encarcelado e indefenso, por razones religiosas. Aquí no hay buenos ni malos, no hay un conflicto entre religiones si no y sobre todo, una ocupación en la que un pueblo pierde cuando la violencia entra en juego y las víctimas son la población civil de la parte ocupada y oprimida. Pero no son los 75 años de la creación del estado artificial de Israel donde encontraremos los argumentos históricos de la rebelión, de la Inundación de Al-Aqsa. Es que todavía algunos creen que Israel siempre ha existido, ignorando su carácter artificial. Esos algunos tampoco quieren saber que lo que hoy es Israel y Palestina, antes era sólo Palestina.
Dos objetivos estratégicos parecen haber sido el presupuesto de Hamás para decidir la “Inundación de Al-Aqsa”. Restaurar el orgullo palestino y recordarle al mundo que nunca han dejado de resistir a la opresión y manifestarle al mismísimo Israel, que no era invencible. También querían demostrar que los palestinos ya no pueden ser ignorados y excluidos como actores políticos, como intentó hacer el cínico intento liderado por Trump y ahora Biden, de “normalizar” a Israel en el mundo árabe y musulmán con el Acuerdo de Abraham, sin tener en cuenta los derechos nacionales palestinos. Ese propósito de mantener hibernado el conflicto palestino para sofocarlo y darle una muerte lenta, fue catapultado el 7 de octubre.
Otra perspectiva para conocer la “Inundación de Al-Aqsa”
No es fácil para el público en el mundo occidental tener información de primera mano de algún dirigente de Hamás para conocer la otra cara de la moneda. David Hearst (www.middleeasteye.net/news/israel-palestine-war-how-hamas-sees-gaza-conflict-unfolding) en el Middle East Eye, nos ofrece detalles desconocidos y relevantes en esta entrevista. Así:
Parece ser que el detonante definitivo que desencadenó la ejecución de la “Inundación de Al-Aqsa” del 7 de octubre fue la profunda preocupación de Hamás por la intención de los colonos judíos de ultra derecha de sacrificar un animal en las inmediaciones de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, sentando así las bases para la demolición del santuario de la Cúpula de la Roca (musulmán) y así proceder a la construcción del Tercer Templo judío como lo pide la Torá. Así lo ha expresado el dirigente de Hamás en Doha.
El plan de ataque original, según otra fuente, era atacar objetivos militares y luego realizar una rápida retirada, pues Hamás quería infligir la máxima vergüenza a Netanyahu y lograr una negociación para una liberación masiva de prisioneros.
La operación iba a ser una misión táctica destinada a asegurar a unos 24 rehenes militares como máximo, para canjearlos por los 6100 prisioneros palestinos encarcelados en Israel sin juicio, pero se convirtió en una enorme algazara cuando fueron conscientes de que la División militar israelí para Gaza (en cercanías de la primera valla traspasada) se derrumbó sin electricidad, sin internet y sin inteligencia. Eso produjo un resultado inesperado mucho mayor.
Otra fuente lo confirmó. Dijo que Hamás envió 1.500 combatientes, esperando que la mayoría murieran. Pero como la resistencia de las fuerzas israelíes se había derrumbado, esta fuerza siguió avanzando, atacando lugares que no estaban en la lista original de objetivos y terminaron con un número mucho mayor de rehenes de los que habían planeado. «Alrededor de 1.400 combatientes regresaron». Y hasta 20 oficiales superiores fueron tomados como rehenes pues estaban descansando del turno de la noche.
«El plan era asaltar la División de Gaza y no el kibutz, porque la intención de al-Qassam era capturar soldados y oficiales para terminar el expediente de prisioneros», dijo una fuente familiarizada con la planificación de la operación.
«El número de rehenes civiles se debió a la secuencia de la batalla cuando mucha gente cruzó la frontera». Por eso tal vez fueron tomados como rehenes 41 trabajadores tailandeses de un kibutz, sin saber -los otros infiltrados- que estos rehenes no significan nada para el gobierno sionista, pues no tienen derechos, ni son ciudadanos del mundo para ellos.
Cuando los combatientes de Hamás irrumpieron en el sur de Israel, atacaron las bases militares que controlaban el muro, las comunidades de kibutz y un festival de música. El asalto produjo imágenes espeluznantes de la peor masacre de civiles israelíes desde la creación de Israel, lo que facilitó al estado poner en marcha automáticamente el poder comunicacional del sionismo, imponiendo una visión deliberada y unilateral de los hechos que necesitará un tiempo para que se conozcan las versiones de los propios judíos sobrevivientes y de los rehenes, si logran subsistir al asedio infinito.
Pero la versión sionista contiene más bulos que la realidad como el número de muertos, pues hubo muchos por fuego amigo, lo cual es corriente como réplica en medio de la confusión; o deliberadamente, de acuerdo con la Directiva Aníbal, que recomienda eliminar tanto a los secuestradores como a los rehenes utilizando un fuego abrumador para evitar que el enemigo utilice rehenes como moneda de cambio; o el más promocionado: que los invasores de Hamás iban degollando niños y mujeres por doquier (dijo Sir Biden y luego lo borraron, pro miente que algo queda), etc.
Otra fuente dijo que Mohammed Deif, comandante de las Brigadas al-Qassam, dio órdenes precisas antes de la operación de que no se mataran a mujeres, niños y ancianos. “Los únicos objetivos de al-Qassam eran militares. No es islámico matar a mujeres, niños y ancianos”, afirmó la fuente. Mientras en el Corán no hay ningún llamado a ejercer la muerte contra nadie, la Torá es un solo discurso pleno de venganza y muerte, contra todos los que no sean los elegidos por dios.
Del boca a boca hasta el último miliciano
Esta información sobre los primeros momentos del ataque que el 7 de octubre sufrió Israel ha sido reconstruida a partir de muchas fuentes. Además del material divulgado por Hamás y por el ejército israelí; Jason Burke, corresponsal de The Guardian en Tel Aviv ha hablado con expertos, con autoridades del servicio de inteligencia israelí, y con personas que tenían conocimiento directo de los interrogatorios a los que fueron sometidos combatientes de Hamás capturados.
Aunque muchas de las afirmaciones sean difíciles de confirmar y hayan sido cuestionadas, el relato es verosímil según personas independientes y respetadas por su conocimiento sobre Hamás. Es una mirada desde Israel y de analistas occidentales ligados a él. Así:
Las primeras órdenes se dieron antes de las 4.00 am: todos los que habían asistido a las sesiones de entrenamiento habituales debían acudir a las oraciones del alba en su mezquita de siempre. Una hora más tarde, cuando el cielo sobre Gaza comenzaba a clarear, llegaron nuevas instrucciones. De nuevo, órdenes directas que se transmitían de boca en boca: traigan las armas y munición que tengan y agrúpense en lugares específicos.
Pero a nadie se le dijo que estaba a punto de empezar la “Inundación de Al-Aqsa”, la operación más ambiciosa llevada a cabo por Hamás desde que en 2007 se hizo con el control de Gaza; todo seguía siendo un secreto.
Las instrucciones se extendieron por Gaza en forma de cascada. Primero se enteraron los comandantes de batallones, compuestos por un centenar o más de hombres. Luego, los jefes de pelotones de 20 o 30 hombres, que a su vez se lo comunicaron a comandantes de escuadra responsables de una docena de personas.
La munición extra y el armamento más potente no fueron distribuidos hasta que los hombres estuvieron reunidos. Muchos de ellos habían manejado esas armas, que después de cada entrenamiento eran devueltas a los arsenales de Hamás. Ahora los estaban armando con ametralladoras pesadas, rifles de francotirador, explosivos, granadas de mano y propulsadas por cohetes.
A las 6.00 am ya había salido el sol y las órdenes habían sido dadas. Ahora los hombres tenían que salir por los huecos que pronto se abrirían, rompiendo o haciendo explotar la valla perimetral de 1.000 millones de dólares que rodea a la Franja de Gaza para atacar a los soldados y civiles israelíes del otro lado.
El preciso y sofisticado plan fue elaborado por dos hombres que Israel señala como los principales estrategas del ataque: Yahya Sinwar, jefe general de Hamás en la Franja; y Mohammed Deif, comandante de las brigadas militares Al Qassam y de Nukhba, como se conoce a los escuadrones de élite de Hamás.
La reconstrucción de los hechos deja de manifiesto la importancia que tuvo la planificación y explica, en parte, los múltiples fallos que cometieron las fuerzas de seguridad israelíes.
Uno de los factores clave fue el gran número de personas que atravesaron la valla. Según algunas fuentes, hasta 3.000 personas lo hicieron, entre las que había miembros de la facción aliada e independiente Yihad Islámica Palestina (YIP). Según las fuentes, la YIP no sabía nada de los ataques, pero se unió a ellos cuando tuvo conocimiento de que se habían hecho los agujeros en la valla. Muchos civiles de diferentes condiciones también atravesaron el muro y tomaron armas y rehenes por cuenta propia, quizá eso explica la ilógica retención de los 41 tailandeses.
Según expertos y personas de los servicios de seguridad de Israel, Hamás fue la primera sorprendida por su éxito.
Estos relatos desde la otra orilla se complementan con los de MEE y nos dan otra mirada sobre lo que fue la información oficial desde el 7 de octubre en todo Occidente.
Los dirigentes de Hamas representaban y eran conscientes de las adversidades que enfrentaban como pueblo gazatí antes y después del 7 de octubre, pero tenemos que admitir que ningún pueblo elige las condiciones en que debe rebelarse, ni las consecuencias que se desprendan. Pero el enorme flujo de una cobertura sesgada y distorsionada de occidente tendrá su tiempo para esclarecerse.
El asalto de los hijos de dios
EEUU y la mayor parte de la Europa “democrática” pierde autoridad moral y queda enlodada por su insolvencia para pedir en voz alta y clara, el fin de la masacre en Gaza, que el sionismo pare su morbosa venganza. Por eso recurre a eufemismos mortíferos como la “pausa humanitaria” que significa darle tiempo a Israel para seleccionar mejor sus misiles y objetivos y que la ayuda humanitaria restaure a los heridos, para sean asesinados en una mejor forma. En la escala moral europea que han mostrado, el dolor israelí tiene una puntuación mucho más alta que la vida y el dolor de los palestinos
Los paradigmas sobre los que se asentaba la seguridad de Israel no solo resultaron ser falsos, sino que la ilusión de que pueden mantener de por vida la ocupación y segar la vida de miles de palestinos en cualquier momento, puede ser más que letal para el propio Israel.
A través de la historia se ha demostrado hasta el hartazgo que en ninguna guerra que se ha librado en la humanidad, las victorias militares hayan asegurado la paz. Solamente satisfacen la obsesión de venganza, el gran principio de la “civilización” judeocristiana. Pero la violencia resurge inevitablemente.
El fracaso del dualismo moral, tan afecto a Estados Unidos y la OTAN, que han reducido los conflictos a un enfrentamiento entre “terroristas” y “defensores de la democracia” es ilusoria, es una mentira exaltada como verdad. Se trata de una fórmula “victoriosa” pero falsa, basta recordar que los mujaidines (Osama bin Laden) en Afganistán hicieron la guerra contra los soviéticos hasta que los expulsaron y Sadam Hussein de Iraq guerreó 8 años contra Irán recibiendo órdenes y armas de EEUU. Los mujaidines afganos fueron presentados en la Casa Blanca de Reagan, durante los años ’80, como los “paladines de la libertad”, fieles aliados y amigos de Estados Unidos, pero más tarde fueron invadidos, perseguidos y asesinados por el homicida tutelar, al igual que Hussein en Iraq.
Así es la utilización de la marca “terrorismo” por parte de EEUU y Europa
-los mas grandes terroristas-, agregando otro numeral al legado de demonizaciones a nombre de la democracia occidental. Señalar a algo o alguien como terrorista no necesita argumentos, porque eso es en sí, una condena y si la emite EEUU, será amplificada por todos los medios occidentales y será una verdad verdadera.
Así ve EEUU a estos Dos terroristas
Nelson Mandela, Presidente de Suráfrica (1994-1999) y Ben Gurion et al, primeros Ministros de Israel.
Nelson Mandela es un negro surafricano que estuvo detenido en varias cárceles por los gobiernos blancos europeístas durante 27 años acusado de terrorista. Así se convirtió en un símbolo de resistencia y valentía en la lucha contra la segregación racial y la opresión institucional del apartheid. Fue un líder visionario que abogó por la igualdad de derechos y oportunidades para todos los sudafricanos, sin importar su raza.
En los años 80, Ronald Reagan presidente de EEUU colocó al ANC (Congreso Nacional Africano) presidido por Nelson Mandela en la lista oficial de grupos terroristas, mientras paseaba por los salones de la Casa Blanca a los paladines afganos que habían derrotado al ejército soviético.
La constante presión nacional encabezada por la resistencia civil, el repudio internacional y el boicot al apartheid y las reformas impulsadas por Frederik De Klerk, obligaron al gobierno blanco a poner fin a la segregación. Mandela fue liberado en 1990 por la presión mundial y el boicot que se mantenía contra el gobierno de De Klerk.
El 10 de mayo de 1994 fue un día histórico: Nelson Mandela se convertía en el primer presidente negro de Sudáfrica y su proclamación ponía fin a 342 años de dominación blanca europea y a 46 años del régimen de discriminación racial conocido como “apartheid”.
Siendo terrorista -según EEUU- Mandela ganó el premio Nobel de Paz en 1993, muy polémico porque también se lo concedieron a De Klerk. Pero el comité del Nobel es adicto a dar el premio al victimario y a la víctima. Henry Kissinger -el asesino de Allende y el de la “guerra sucia” en América Latina, de los bombardeos de Camboya y de miles de muertes vietnamitas, lo aceptó con dinero y todo. El serio luchador norvietnamita Le Duc Tho que lo debía compartir, lo rechazó.
Sin embargo, el expresidente de Suráfrica seguiría en la lista de terroristas de EEUU y varios estados europeos, hasta el 8 de mayo de 2008 cuando el congreso estadounidense derogó ese estatus. Ya Mandela tenía 92 años de edad. Sólo pudo vivir cinco años sin la lápida de terrorista, pues murió en 2013 a los 95 años. Así es la democracia estadounidense: justa, infalible y pendenciera.
¿Quién pensaría en Occidente hace 30 años que un negro “terrorista” encarcelado por el régimen blanco durante 27 años y sepulturero del apartheid, iba a congregar en su funeral a casi todos los líderes del mundo, y a recibir el reconocimiento agradecido y honorífico de miles de millones de personas? Mientras tanto, Estados Unidos sigue repitiendo la perorata y señalando de “terroristas” por el mundo, a sus enemigos.
Los “demócratas” israelíes en la versión EEUU
Estados Unidos siempre ha considerado a Israel su portaviones insumergible en el medio Oriente y ha sido un absoluto encubridor de todos los actos terroristas emprendidos por los sionistas, que no por casualidad, terminaron siendo primeros ministros israelíes.
La historia cuenta como varios grupos de inmigrantes judíos sionistas fundaron la organización terrorista Hagana en 1920 y la organización Irgun Z’vai Leumi en 1931, para atacar a los civiles palestinos, desplazarlos y preparar el terreno para el establecimiento del Estado de Israel.
El origen de las Fuerzas de Defensa Israelíes (el Ejército de Israel, FDI) surge de la fusión en 1948 de tres grandes organizaciones terroristas: los grupos Stern, Irgun y Zvai Leumi que previo al Estado de Israel, perpetraron crímenes terroristas como el asesinato del mediador de la ONU en Palestina, Conde Bernadotte (organizado por la banda a cargo de Ytzakh Shamir, luego primer ministro israelí), y el ataque terrorista con bombas en 1947 contra el Hotel Rey David de Jerusalén, sede de la comandancia militar británica, fue perpetrado por el grupo de Menahem Beghin, luego también primer ministro israelí.
De terroristas a Primer Ministro se convirtió en la norma de la conquista político para un estado que se fraguó en la violencia infinita contra los palestinos, los habitantes originarios y permanentes del suelo que entraron a disputar los judíos a bombazos. David Ben Gurion (la Hagana), Ariel Sharon (Sabra y Chatila), Shimon Peres (gestor del programa nuclear israelí) son otros primeros ministros con trayectoria terrorista, que no abandonaron en los altos cargos.
Para terminar este contenido me propongo plantearle una pregunta al lector: Si tiene que inscribir a sus hijos en una escuela y solo hay dos, la primera que se inspira en el legado y las realizaciones del terrorista Nelson Mandela y la segunda escuela que lo hace bajo la inspiración de los demócratas sionistas, ¿en cuál de las dos escuelas los matricularía?
Carlos García Tobón, analista internacional con énfasis en China y Asia Central. Estudia la vieja y Nueva Ruta de la Seda.
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