Los últimos tiempos en el fútbol han estado marcados por la gestión interna y externa del caso “Rubiales”. Con ello se obvia la existencia de nueva legislación tanto en materia deportiva como de igualdad de género que tiene una aplicación directa en la nueva estructuración del mismo. La sustitución y recuperación permanente del poder por parte del propio sistema, no tiene en cuenta que los mecanismos de control han variado susceptiblemente y que pueden afectar a sus intereses de siempre si no los tienen en cuenta.
Esto, junto con los debates sociales, políticos y mediáticos, ha llevado a una nueva redimensión de las categorías conceptuales en el fútbol y en el fútbol sala que a mi juicio deberían ser tenidas en cuenta a la hora de abordar los procesos electorales en los clubes y las distintas federaciones. Las formas de interacción social han variado pero queda por ver si lo han hecho las formas de organización.
Se ha producido el desarrollo de un curriculum oculto del que depende en mayor o menor medida el éxito en el mundo del fútbol. Existe lo que Collier definiría como una conciencia práctica en clave de trato e igualdad pero quizás no una auténtica transformación. Desde la visión de quienes se han visto forzados al cambio, la apuesta por hitos en clave de igualdad o la inclusión en los discursos de frases hechas, se han convertido en parte de aquello que les hace o bien mantenerse o bien ascender jerárquicamente. Así pues son un nuevo elemento al que saltar si se quiere no caer en el saco de los desposeídos, más concretamente, en la bolsa de los cercanos a Rubiales.
Sin embargo las mujeres que han peleado por llegar aquí y pilotar el cambio no lo han hecho porque las altas jerarquías y los empleados hagan aflorar una falsa implicación entre sus méritos curriculares. Lo han hecho de buena fe con la intención de acabar con el hetero patriarcado futbolístico pero desde un sentido de la oportunidad diferente. Para ellas, después de algunas pequeñas batallas ganadas y muchas otras perdidas, el cambio del escenario deportivo ha supuesto una nueva oportunidad de denuncia y a la vez de progreso. Ante ellas se abre una oportunidad única de avanzar hacia escenarios de igualdad nuevas, hacer frente a la violencia y a la masculinización del fútbol, y sobre todo, tener mecanismos de control y rectificación a los que agarrarse cuando la sordera generalizada recupere su lugar. Este es sin duda el primer elemento nuevo de transformación en el fútbol.
El segundo elemento de cambio es el nuevo escenario político y la importancia normativa y legislativa que han alcanzado las minorías sociales y culturales de la periferia ibérica. Las alianzas electorales fundamentadas en la afinidad o en la necesidad, abren espacios de convivencia y de cambio institucional que pueden verse de manera diferente.
Por ejemplo, dentro del marco vasco de competición aprobado por el parlamento vasco y observando la realidad del parlamento navarro, se abren vías para la creación de grupos únicos vasco navarros de competición dentro de la propia RFEF. También en los países catalanes o en el marco de Galicia. Además de, por supuesto, la oficialidad y representación internacional de las selecciones de pelota y de surf en Euskadi, de pelota valenciana en el País Valenciano o de la lucha canaria en las islas afortunadas.
La descolonización del fútbol de determinados lugares es fruto también del propio sentimiento de expansión que desde FIFA y UEFA quieren aparentemente transmitir. El monopolio occidental toca a su fin y otros continentes comienzan a imponer sus propios criterios, cuestión que puede facilitar también a las minorías para sacar su propia representatividad.
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