Las afirmaciones improvisadas del presidente de EE.UU., Donald Trump, sobre la “crisis del agua” en Irán carecen de fundamento.
Por: Ivan Kesic
Durante su intervención en el Foro de Inversiones EEUU-Arabia Saudí celebrado en Riad el miércoles, el presidente estadounidense Donald Trump lanzó un ataque virulento contra Irán, recurriendo a su habitual mezcla de afirmaciones infundadas y comparaciones incendiarias, en línea con prejuicios históricos y propaganda profundamente arraigada en la narrativa occidental.
Trump repitió comentarios marcadamente sesgados sobre Irán, enfocándose principalmente en lo que calificó como una crisis hídrica, mala gestión de lofs recursos naturales y corrupción sistémica.
Sin embargo, estas afirmaciones estuvieron plagadas de inexactitudes, alimentadas por mitos consolidados y prejuicios promovidos durante años por sectores antiraníes en Occidente, incluidos funcionarios de alto rango.
Afirmaciones absurdas de Trump
Frente a una audiencia receptiva en la capital saudí, Trump contrastó los logros en infraestructura de los Estados del Golfo Pérsico con lo que describió como decadencia en Irán.
“Mientras ustedes han construido los rascacielos más altos del mundo en Yida y Dubái, los monumentos históricos de Teherán han estado colapsando y reduciéndose a escombros desde 1979”, declaró.
De manera similar, comparó los avances agrícolas saudíes con la situación iraní, alegando que allí está ocurriendo lo contrario.
“Mientras su talento ha transformado los desiertos áridos en tierras agrícolas fértiles, los líderes iraníes han logrado convertir tierras verdes en desiertos áridos, ya que su corrupta ‘mafia del agua’ causa sequías y lechos de ríos vacíos”, añadió apresuradamente.
Atribuyó los problemas medioambientales de Irán, incluidos la desertificación y la escasez de agua, a la corrupción y mala gestión del liderazgo iraní, e incluso a lo que denominó una “mafia del agua”.
Ampliando su discurso, Trump enmarcó la supuesta “crisis del agua” dentro de una narrativa más amplia de fracaso, afirmando que el liderazgo iraní destina recursos a financiar el Eje de la Resistencia en el extranjero.
“La mayor fuerza destructiva en Oriente Medio (Asia Occidental) es Irán. Está causando devastación en Yemen, Irak, Siria, Líbano y otros países”, sostuvo.
Las declaraciones formaron parte de su estrategia de “máxima presión”, destinada a aumentar el cerco sobre Irán en medio de las conversaciones nucleares indirectas mediadas por Omán.
Mientras ofrece una supuesta “rama de olivo” para un “camino nuevo y mejor”, también ha amenazado imprudentemente con una “presión máxima masiva” y con eliminar por completo las exportaciones de petróleo iraní si fracasa la vía diplomática.

Respuesta iraní
El ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Seyed Abás Araqchi, desestimó las declaraciones de Trump sobre el progreso y la política exterior iraní, subrayando que las décadas de sanciones estadounidenses son la verdadera causa de los problemas internos, y acusando al presidente estadounidense de encubrir los crímenes genocidas de Israel.
Araqchi afirmó que lo que Trump “describió como el deseo de los países regionales de disfrutar de un camino hacia el progreso y la prosperidad es, en realidad, el mismo camino que eligió el pueblo iraní con su revolución: construir un país independiente, democrático, libre, próspero y avanzado”.
El canciller también abordó la amenaza renovada de Trump de aplicar “presión máxima masiva” contra Irán y de presentarlo como una fuente de inseguridad regional.
“El presidente de EE.UU. ha ignorado todos los crímenes de Israel en la región y busca presentar a Irán como una amenaza; esto es un engaño absoluto y una inversión de los hechos. ¿Qué régimen ha matado a 60 000 personas en Gaza?”, cuestionó.
“¿Quién ha causado semejante destrucción en Gaza? ¿Qué régimen ataca las zonas circundantes a Palestina, incluyendo Líbano, Siria y Yemen? La ocupación llevada a cabo por el régimen sionista en Siria en los últimos meses supera en extensión a toda la Franja de Gaza”, añadió.
Recordó además que el régimen sionista ha sometido a la población de Gaza a un estricto asedio económico.
“Todos estos hechos son ignorados, mientras simultáneamente se intenta retratar a Irán como una amenaza para desviar la atención del verdadero peligro. Pero no tendrán éxito en ese camino”, recalcó.
Tácticas propagandísticas conocidas
Las declaraciones de Trump fueron celebradas en redes sociales por agitadores antiiraníes, quienes llevan años difundiendo calumnias similares, glorificando a la dictadura derrocada y culpando al gobierno iraní de todos los problemas, incluso de los desastres naturales.
Analogías incoherentes basadas en fotografías selectivas y datos distorsionados son una táctica común en la propaganda de sionistas, monárquicos, miembros del grupo terrorista Muyahedín Jalq (MKO, por sus siglas en inglés) y medios corporativos occidentales.
Por ejemplo, durante una entrevista con el fallecido presidente iraní Ebrahim Raisi en septiembre de 2023, el periodista de CNN Fareed Zakaria mostró una comparación falsa entre los edificios modernos del centro de Tel Aviv y los barrios periféricos deteriorados de Teherán, insinuando que el gobierno iraní desprecia a su población.
Zakaria también afirmó que Irán sufre de un “retraso en el desarrollo”, que está “aislado” y que “parece estar peor que décadas atrás”.

Las respuestas del expresidente iraní fueron certeras y reveladoras, desmontando los mitos promovidos por líderes y medios estadounidenses.
“¿Por qué en Estados Unidos impiden la difusión de la verdad y no dejan que llegue al pueblo? ¿Por qué sancionan a las agencias de noticias? ¿Por qué imponen bloqueos a redes juveniles en distintas partes del mundo? ¿Por qué impiden que se escuche la voz de Irán y de otros?”, cuestionó Raisi a Zakaria.
Las imágenes manipuladas utilizadas por CNN databan de marzo de 2008, captadas por el fotógrafo iraní Behruz Mehri, y mostraban el suburbio Qaleh Hasan Jan, con construcciones anteriores a la Revolución.
Solo un año después, en 2009, ese barrio fue demolido por completo y la zona fue transformada en la ciudad de Shahre Qods, con un importante desarrollo urbano y moderna infraestructura.
A pesar de la abundante disponibilidad de fotografías actualizadas de Teherán, CNN eligió deliberadamente imágenes obsoletas y no representativas con el claro propósito de engañar a su audiencia y reforzar la falsa percepción del “atraso” iraní.
Verificación de los datos sobre construcción
Las afirmaciones de Trump siguen el mismo patrón de manipulación, empleando contrastes distorsionados: por un lado, los espectaculares rascacielos de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos; por otro, un relato fabricado sobre la supuesta ruina de los monumentos históricos de Teherán.
La insistencia en el año 1979 romantiza un periodo en que Irán era una monarquía absoluta y un estado satélite de EE.UU., presentándolo como una supuesta “era de progreso”.
Si bien las imponentes estructuras de Yida y Dubái son visualmente impresionantes, aportan poco al desarrollo nacional genuino.
Estos megaproyectos han sido diseñados por arquitectos extranjeros, construidos por empresas internacionales con materiales y tecnologías importadas, y ejecutados por mano de obra migrante. Su financiamiento depende en gran medida de ingresos petroleros obtenidos gracias a tecnología extranjera, un modelo que refleja fielmente la dinámica de Irán antes de la revolución.
A diferencia de otras ciudades, el Irán actual —y en particular Teherán— se distingue de estas metrópolis, así como de otras grandes urbes asiáticas como Pekín, al construir sus estructuras emblemáticas (torres, rascacielos y estadios) mediante arquitectos nacionales, empresas locales, materiales autóctonos y mano de obra iraní.
Esto refleja un modelo de desarrollo fundamentalmente distinto, basado en la autosuficiencia y la capacidad nacional.
Irán no solo ha evitado la degradación o el estancamiento en los últimos 50 años, sino que constituye un ejemplo de notable avance en desarrollo de infraestructuras, logrado en gran medida gracias a su autosuficiencia.
En 1979, Irán era un país predominantemente rural, con la mayoría de su población fuera de los núcleos urbanos. Para 2023, la población urbana se había elevado al 77,26 %, superando ampliamente el promedio mundial del 61,36 %.
Esta transformación fue impulsada por un desarrollo integral de infraestructuras, industrialización y crecimiento poblacional, lo que dio lugar a la creación de más de 1300 ciudades, más del triple de las existentes antes de la revolución de 1979.
El sector de la construcción experimentó un cambio radical en materiales y métodos durante este periodo.
Antes de 1979, menos del 25 % de las viviendas estaban hechas con materiales duraderos como acero y hormigón, mientras que aproximadamente dos tercios se construían con materiales perecederos como adobe, madera y paja.
Pese a los estragos de la guerra Irán-Irak, los primeros años tras la Revolución vieron duplicarse el porcentaje de viviendas duraderas y reducirse a la mitad el uso de materiales no resistentes.
Entre 1990 y 2010, la prevalencia de edificaciones de mampostería no reforzada descendió del 90 % al 23 %, mientras que el uso de acero y hormigón subió del 3 % al 74 %.
Según el censo de 2011, Irán contaba con 20 millones de unidades habitacionales, de las cuales el 90 % fueron construidas después de la revolución, en contraste con apenas un 10 % durante el régimen Pahlavi.
En contra de las afirmaciones sobre el deterioro del patrimonio histórico iraní, el régimen Pahlavi —respaldado por Occidente— descuidó gravemente la conservación de los edificios de la era Qajar, permitiendo su deterioro o incluso promoviendo su demolición bajo el pretexto de la modernización.
En cambio, la Irán contemporánea ha avanzado considerablemente en la preservación del legado arquitectónico. Miles de edificaciones de los periodos monárquicos se encuentran hoy registradas como patrimonio nacional, incluyendo palacios de antiguos monarcas y mansiones de la élite derrocada.
Muchas de estas estructuras han sido restauradas meticulosamente, como las puertas históricas de la ciudad Qajar de Teherán, destruidas durante la era temprana del Pahlavi.

Verificación de hechos: Las afirmaciones de Trump sobre el agua
La afirmación de Trump de que Irán ha convertido sus “tierras verdes en desiertos áridos” es una exageración que ignora los hechos y revela un doble rasero frente a problemas similares en Estados Unidos.
Una vez más, el presidente estadounidense recurrió a una analogía incoherente, elogiando a Arabia Saudí como ejemplo positivo de transformación del desierto en tierra fértil.
Si bien Arabia Saudí ha hecho avances en irrigación y abastecimiento de agua —gracias a tecnología, empresas y conocimiento extranjeros— sus resultados están por debajo de los de Irán.
La mayor parte del territorio iraní se encuentra en zonas áridas, y al igual que muchos países, enfrenta desafíos relacionados con el cambio climático, sequías, sobreexplotación y tensiones geopolíticas (como disputas con Afganistán), aunque lejos de constituir una catástrofe.
Según datos internacionales, Irán consume 1110 metros cúbicos de agua per cápita al año, situándose en el puesto 12 a nivel mundial, por delante de Arabia Saudí (747) y ligeramente por debajo de EE.UU. (1340).
El acceso al agua potable en zonas urbanas y rurales de Irán es del 96,1 % y 87,2 % respectivamente, ocupando los puestos 19.º y 9.º del mundo.
Al inicio de la Revolución Islámica, el acceso urbano a agua segura era del 74,6 %, cifra que ascendió al 99,87 % al comienzo del 13.º gobierno en 2021. En las zonas rurales, solo el 12 % de la población tenía acceso a agua potable en 1979; hoy, gracias a esfuerzos sostenidos, supera el 85 %.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Irán riega 88 478 km² de tierra, situándose como el 5.º mayor país del mundo en superficie irrigada, después de India, China, EE.UU. y Pakistán.
Este logro es aún más impresionante si se considera que estos países cuentan con grandes ríos caudalosos, mientras que el mayor río iraní, el Karun, tiene un caudal de solo 575 m³ por segundo.
Irán es además único entre las civilizaciones antiguas al no haberse desarrollado en los valles de grandes ríos, sino sobre la base de la innovación milenaria de los qanats (canales subterráneos de riego).
Este enfoque sofisticado en irrigación continúa hoy con proyectos modernos, como una iniciativa de miles de millones de dólares para trasladar 2,4 km³ de agua desalinizada desde el océano Índico hasta el interior del país, incluyendo Mashad.
Los resultados también se reflejan en la producción agrícola: Irán figura entre los diez principales productores mundiales de la mayoría de frutas y hortalizas.
Desde la revolución, el país se ha consolidado como uno de los mayores constructores de presas del mundo, junto a China y Turquía, con cientos de proyectos.
Pese a que algunos han tachado las presas de “inútiles”, en recientes inundaciones demostraron ser efectivas, llenándose al máximo y salvando miles de vidas aguas abajo.
Además de la irrigación, Irán ha logrado avances en reforestación: sus áreas boscosas crecieron un 15 % en las dos primeras décadas del siglo XXI, equiparándose en superficie a los bosques de Alemania.
Por el contrario, Arabia Saudí ha dependido de acuíferos fósiles para su irrigación, la mayoría de los cuales ya se han agotado, provocando el cierre de numerosos proyectos.

Un panorama sombrío en Estados Unidos
En contraste, EE.UU. enfrenta una crisis hídrica multifacética caracterizada por fallos de infraestructura, contaminación y desigualdad.
Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA), EE.UU. pierde aproximadamente 2,1 billones de galones de agua potable al año debido a fugas e ineficiencias en sus 2,2 millones de millas de tuberías, revelando una infraestructura hídrica obsoleta.
Aunque la administración Biden ha destinado 3000 millones de dólares para reemplazar tuberías dañadas, los expertos afirman que es insuficiente, dado que gran parte del dinero público se destina al régimen israelí y a Ucrania.
Numerosas regiones de EE. UU. padecen escasez de agua, y muchos ciudadanos deben consumir agua contaminada. En Misisipi, por ejemplo, se reporta que los residentes tienen escaso acceso a agua segura debido a inundaciones, infraestructuras envejecidas y falta de mantenimiento.
De igual forma, en las Islas Vírgenes estadounidenses, un distrito declaró el estado de emergencia en 2023 al detectarse niveles peligrosos de plomo y cobre en el agua del grifo, poniendo en riesgo la salud pública.
Los bosques estadounidenses también están amenazados por incendios forestales, especialmente en los estados del oeste, lo que indica que el equilibrio entre intereses económicos y protección ambiental es inexistente.
EE.UU. es uno de los mayores consumidores y productores de madera del mundo, lo que ha contribuido a la deforestación, particularmente en Washington, Oregón y Georgia, mientras las autoridades permanecen inactivas.
El crecimiento urbano acelerado ha transformado bosques en zonas residenciales, espacios comerciales e infraestructuras, priorizando los intereses económicos sobre los ambientales.
Aunque el gobierno afirma haber aprobado leyes ambientales, su aplicación ha estado guiada por intereses industriales, ideologías políticas y prioridades erradas.
Pese a una temprana conciencia ambiental, los gobiernos estadounidenses han fracasado en implementar políticas sólidas. Un factor clave ha sido la industria de los combustibles fósiles, que ejerce una influencia considerable sobre la política ambiental, en detrimento de la salud pública.
Durante el mandato de Trump, EE.UU. incluso se retiró del Acuerdo de París, debilitando los esfuerzos internacionales por frenar la crisis climática.
El despilfarro de recursos naturales en EE.UU. también constituye un problema grave, impulsado por políticas gubernamentales y prácticas empresariales irresponsables.
Las autoridades estadounidenses han sido duramente criticadas por su deficiente gestión del suelo. Además, los subsidios federales a las industrias de combustibles fósiles fomentan el derroche de recursos no renovables.
También se ha informado que Estados Unidos exporta cantidades significativas de residuos peligrosos a países con normativas ambientales menos estrictas. Por ejemplo, más de un millón de toneladas de desechos tóxicos se envían anualmente a México y Canadá, lo que provoca contaminación y riesgos sanitarios en las comunidades receptoras.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.
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