“Las comunidades armenias organizadas preservaron la memoria”, dijo DerGhougassian.
Miembro de la Comisión Comunitaria para la Conmemoración del Centenario del Genocidio Armenio y compilador de un libro clave sobre el tema, DerGhougassian habla de los orígenes y las consecuencias del relato negacionista turco.
Por Gustavo Veiga
Khatchik DerGhougassian es doctor en Estudios Internacionales de la Universidad de Miami y profesor de esa especialidad en las universidades de San Andrés y Lanús. Preside la Fundación del Consejo Nacional Armenio por los Derechos Humanos y es miembro de la Comisión Comunitaria para la Conmemoración del Centenario del Genocidio Armenio. Compiló un libro clave sobre el tema: El derrumbe del negacionismo (Buenos Aires, Planeta, 2009).
–¿Cuáles son las pruebas documentales más sólidas de Armenia para acusar al gobierno de los Jóvenes Turcos del genocidio?
–La prensa internacional se hizo eco de las deportaciones forzadas y de la advertencia de los Aliados con respecto al “crimen contra la humanidad” que el gobierno de los Jóvenes Turcos estaba cometiendo durante la Primera Guerra Mundial. Sobre la base de esta acusación, se formó un tribunal en Constantinopla, actual Estambul, en 1919, que juzgó a los máximos responsables en su ausencia porque habían huido del país después de la derrota del Imperio Otomano. Están las memorias del embajador de Estados Unidos Henry Morgenthau así como el testimonio de muchos que fueron testigos de los acontecimientos. Una de las primeras pruebas es un telegrama secreto que Talaat Pasha, el ministro del Interior y principal organizador de la “solución final” de la Cuestión Armenia le mandó al gobernador de Alepo con claras instrucciones de no tener piedad a la hora de aniquilar a los armenios. La frase de Hitler ordenando el exterminio de los judíos en 1939, “¿Quién hoy se acuerda de los armenios?”, es a menudo citada como una prueba de cuán presente tenían los nazis la planificación del exterminio de los armenios.
–¿En qué razones se apoya el negacionismo turco del genocidio armenio?
–Se sabe a partir de una investigación del historiador turco Taner Akcam que Mustafá Kemal Ataturk, el padre fundador de la Turquía moderna, no estaba de acuerdo con el plan de exterminio y lo caracterizó como “un acto vergonzoso” en un libro que lleva esta frase como título. Pero fue el propio Kemal que instaló una política de silenciamiento del crimen para sostener la legitimidad del relato de la llamada “guerra de independencia”, la sublevación que lideró entre 1919 y 1923 contra el Tratado de Sevres, que es la base sobre la cual se construye la identidad del nuevo Estado-nación. Esta legitimación fue la continuación de las masacres de las nacionalidades no turcas entre armenios, griegos, asirios y, más adelante, kurdos.
–Los genocidios de los pueblos armenio y judío coincidieron con dos guerras mundiales. ¿Por qué en el primer caso el conflicto bélico le permitió a Turquía usarlo como pantalla y en el segundo la visibilidad del Holocausto fue inmediata?
–La gran diferencia entre el “olvido” del genocidio de los armenios y el Holocausto es que la victoria contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial les permitió a los aliados enjuiciar a los criminales y revelar los horrores de los campos de exterminio. En el caso del genocidio de los armenios, tanto la Unión Soviética de Stalin como los aliados encontraron su interés geopolítico para ser cómplices del silencio impuesto por Turquía.
–¿Por qué la denuncia del genocidio armenio tiene amplio reconocimiento internacional, incluso cuenta con el reciente apoyo del Papa, pero no se compadece con la escasa cantidad de países que lo aceptan oficialmente?
–La complicidad, la hipocresía, el chantaje turco e intereses de distintos tipos, incluyendo, por ejemplo, la presión del Pentágono preocupado por la base de Incirlik de la OTAN o las empresas de la industria militar que están detrás de contratos multimillonarios de venta de armas explican el comportamiento de los Estados que niegan el genocidio o no pronuncian la palabra para no enojar a Turquía.
–¿Por qué Israel no lo reconoce tratándose del Estado en que buscaron refugio los judíos después de sufrir el holocausto y por qué tampoco lo hace Estados Unidos?
–En el caso de Estados Unidos, desde Reagan en adelante todos los presidentes abundan en promesas de reconocer el Genocidio cuando son candidatos, pero llegan a la Casa Blanca y evitan pronunciar la palabra. Hay presiones internas y mucho dinero que el Estado turco invierte para comprar voluntades en el Congreso. Aun así, es muy cuestionable decir que Estados Unidos no reconoce el genocidio en el nivel legislativo por lo menos: 43 Estados (sobre 50) tienen resoluciones o declaraciones sobre el tema. En cuanto a Israel, en primer lugar es por supuesto muy lamentable que a nivel del Estado falte aún una posición clara de reconocimiento cuando el tema no genera dudas ni en la mayoría de las comunidades judías en el mundo y ni siquiera en Israel y cuando cada vez son más las pruebas de cuán vinculados han sido ambos crímenes en muchos sentidos.
–En América latina es dispar el reconocimiento oficial. Lo hicieron, por ejemplo, Argentina, Chile, Venezuela y Uruguay, pero otros países no. ¿A qué lo atribuye?
–Fundamentalmente por la presencia de comunidades armenias organizadas que preservaron la memoria y la lucha por la verdad y justicia. En países donde no hay una comunidad armenia el tema, naturalmente, no viene a la agenda política salvo en foros regionales y/o internacionales donde ya es un tema que requiere no solamente la movilización de la sociedad civil, sino también una acción diplomática, en este caso de Armenia.
–¿Qué influencia le otorga a la diáspora armenia en el reconocimiento internacional del genocidio?
–El esfuerzo de sacar el genocidio de los armenios del olvido fue esencialmente por la movilización de la diáspora a partir del cincuentenario del hecho (1965). Pueden mencionarse la ley uruguaya de ese año hasta el fallo del Tribunal de los Pueblos en 1984, el Informe Whitaker en 1985 con el fundamental aporte argentino, las declaraciones de los presidentes Mitterrand (1986) y Alfonsín (1987), la ley del Parlamento Europeo (1987) y, más cerca en el tiempo, la ley de reconocimiento francesa en 2000 y la argentina en 2006 promulgada por Néstor Kirchner en 2007, entre otras.
–¿Armenia, además del reconocimiento de Turquía al genocidio cometido hace cien años, aspira a otro tipo de reparaciones?
–La Declaración Panarmenia del centenario del genocidio que se hizo pública el 29 de enero de 2015 en el monumento de Dzdzernakapert, en Ereván, sostiene un compromiso con las demandas de compensación en el nivel internacional, comunitario e individual. El reconocimiento no puede ser un fin en sí mismo; las compensaciones morales y materiales son más que una necesidad; son la garantía mínima de un compromiso de que el Estado que cometió el crimen del genocidio no volverá nunca más a pensar en repetirlo.gveiga12@gmail.com
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-271248-2015-04-24.html
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