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19 febrero 2016

El Estado pos nacional: más allá de kirchnerismo y anti kirchnerismo T



Edgardo Álvarez
A un tipo de Estado fluido, disperso y disuelto corresponde un nuevo tipo de peronismo “líquido”, que el kirchnerismo encarnó en tiempo y forma a lo largo de estos 12 años

El Estado como interfaz

“El Estado pos nacional: más allá de kirchnerismo y anti kirchnerismo” se presenta como una reedición de sí mismo, 4 años después del original, enriquecido con las interlocuciones elaboradas en formato de diálogos con el texto original que, a modo de colaboraciones intelectuales, enriquecen y complejizan la trama narrativa del mismo. Las mismas están a cargo de A. Pennisi, S. Scolnik, D. Sztulwark, S. Lesbegueris, G. Cocco, B. Cava, S. Mezzadra, B. Neilson, A. Fernandez, R. García, S. Orzuza, Colectivo La tribu y Frente Ciudad Futura.

Intentando dar cuenta de algunos de los debates más trascedentes en torno a las derivas de la segunda presidencia de Cristina Kirchner y con el claro objetivo de recuperar epistemológicamente el espíritu autonómico de las Jornadas del 19 y 20 de Diciembre de 2001, el libro se plantea la compleja tarea de pensar por fuera de la asimilación del “nosotros disruptivo”, creado y abierto por la crisis de representación del 2001, así como del ascenso incuestionable de la soberanía del yo. En esta nos sumerge la lógica de mercado de la cual el propio kirchnerismo es expresión directa y resulta, probablemente, un sólido punto de anclaje social disolutorio o al menos relativizador de la antinomia kirchnerismo – anti kirchnerismo.

Difícil tarea en función de los tiempos que corren; signados por grietas, relatos y binarismos, el espacio para el debate teórico-intelectual aparece tan sobrecargado como impostados suelen ser los discursos de sus principales actores y, en general, chatos sus contenidos e invocaciones. Intentando no caer en tales reduccionismos, pueden plantearse una serie de preguntas en torno a los principales tópicos planteados:

¿Cómo escapar de la mercantilización de la vida cotidiana? ¿Cómo generar espacios de autonomía en territorios colonizados por un nuevo tipo de Estado? ¿Cómo pensar las nuevas formas de lazo social cuando el Estado aparece disuelto entre los colectivos que en cierta medida lo determinan? ¿Cómo investir políticamente la subjetividad consumidora, más allá del dis-valor de la neutralidad, al que suele aparecer asociada?

I. Lewkowickz propuso alguna vez “Pensar sin Estado”, el desafío actual se presenta en un terreno en el cual el Estado aparece como problema decisorio: más allá del ámbito de disputa de la arena política o del anticuado instrumento de dominación, en la novedad de los nuevos tiempos el Estado se aparece ante nuestros ojos desprovisto de los que creíamos sus principales atributos… ¡y desde su aparente debilidad se enorgullece de ello!

Inversión dialógica de los roles sociales pre establecidos, la política también deviene escenario fragmentado de difuso alcance. En el marco de un proceso general (“aquello que pudo continuar del neoliberalismo después de 2001”) que el libro no duda en caracterizar como pos neoliberal -en el mismo sentido en que se plantea que el Estado se ha vuelto pos nacional- o sea en un marco de constitución de nuevos roles sociales ya no mediados por las viejas certidumbres. Si las viejas certidumbres parecen repuestas, es sólo por efecto de la “imaginalización” (una noción clave de este libro).

La oposición Estado-Nación – neoliberalismo aparece a esta altura como episteme anticuada a la hora de analizar el proceso que el libro define como “globalización por otros medios” y el ingreso de la micro política en nuestra vida cotidiana, caracterizada por el gobierno de las finanzas y por los impulsos espasmódicos de la subjetividad consumidora.

A un tipo de Estado fluido, disperso y disuelto corresponde un nuevo tipo de peronismo “líquido”, que el kirchnerismo encarnó en tiempo y forma a lo largo de estos 12 años. La gestión proactiva como sello indeleble aparece desmenuzada en el libro como mecanismo de relegitimación social, que le permitió reaparecer al Estado como neutralizador de las principales demandas sociales, desarticulándolas e integrándolas a través de sutiles y complejos mecanismos de integración– dominación de los sectores populares activados post crisis del 2001: “los nosotros”. Estos nosotros, de acuerdo al texto, portan un saber práctico experimental definido como infrapolítica, caracterizada como un espacio o campo de actores para los que que ya no cabe ni la representación a la vieja usanza ni la represión abierta, y cuyas prácticas constitutivas comenzaron a hacerse visibles ante el retiro del Estado en la década del 90 y estuvieron signadas por nuevos sectores sociales no asimilables a los viejos y tradicionales formatos políticos: Madres de Plaza de Mayo, Hijos de desaparecidos, Movimientos de Trabajadores Desocupados, Piqueteros, Asambleas varias, etc.

En ese sentido se abre un hiato de i-representabilidad, que el kirchnerismo supo decodificar mediante la complejización y refinamiento de las esferas estatales, logrando un proceso de recomposición, a tal punto de transformar la infrapolítica en micro-política o, dicho de otro modo, como gestionar en el nivel mínimo de representación (las complejas redes de la llamada “economía informal” o los múltiples y entrecruzados subsidios estatales valen como ejemplo al respecto) pero pretendidamente máximo de eficacia.

Los planes sociales y el clientelismo político emergieron como panaceas de un nuevo formato de territorialización estatal, devenido asistencialista, que permitió garantizar la gobernabilidad a través de la inclusión masiva en las redes de consumo, incrementando el proceso de financierización de la vida cotidiana, vía endeudamiento personal.

Si el Estado pasó a ser posnacional y la política devino gestión (como una forma de “equilibrismo osado”, al decir del libro), la ideología muta en lo que Hupert llama imaginalización, dispositivo mediante el cual la interpelación se juega en torno a imágenes y la lógica mediática se impone como con-formadora de la “opinión de la gente”. La opinión gentil desplazaría a la ideología ciudadana y la gente a la figura del “pueblo”, anclada en la anticuada ficción del ciudadano representativo. Lo imaginal se convierte así en potencia constitutiva de un nuevo tipo de Estado post-representacional, basado en un régimen de imágenes afectivas y cuyo sujeto pasó a ser el consumidor subsidiado del post-neoliberalismo

Un proceso mediante el cual el yo surge como nuevo soberano, precario por cierto, de la situación social (como “dispositivo de control a cielo abierto”), por ejemplo a través de la enunciación política –“Cristina, Cobos y vos”, “En todo estás vos”, “Creo en vos”- y la subjetivación del votante termina siendo casi ególatra, lo cual podría entenderse como una nueva forma de soberanía que ancla en lo individual, casi por fuera del lazo social entre la sociedad y el Estado.

Para pensar: en clave fantasmagórica, o sea como imagen para asustar a propios y extraños, para mantener la tropa a raya o para legitimarse como formato novedoso de un orden establecido, 2001 es al kirchnerismo lo que el 1º de Mayo fue al peronismo.

Ampliando la idea, el peronismo clásico utilizó el reemplazo del significado del 1º de Mayo (Día del Trabajo por Día del trabajador, en el calendario inclusive) con el objetivo de licuar la tradicional conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores como jornada de lucha y protesta, para resignificarlo en un día de fiesta popular que, con el aval motorizante del Estado oficial, transformara la jornada en un día de paz, concordia e integración social promovida desde el Estado benefactor, a diferencia de los años en que gobernaba la oligarquía y era una jornada represiva y habitualmente sangrienta.

El kirchnerismo utilizó 2001 como el espejo siniestro en el que mirarse, para encontrarse con aquel pasado neoliberal al que nunca más habría que retornar advenido al poder el gobierno “nacional y popular”; o sea, como imagen disciplinadora, portadora de una pedagogía que pretende aunar pasado y presente: el trauma originario al que nunca debía retornarse, impugnando de ese modo todo lo que de disruptivo e inasimilable tuvieron aquellas jornadas e intentando legitimarse como guardián del orden y la armonía social recuperadas.

El tándem última dictadura – neoliberalismo opera dentro de la misma lógica: invocación terrorífica que permite erigir al “modelo” como reparación y a la vez antídoto histórico del mal absoluto -corporizado en los ´90-; disolviendo de ese modo las continuidades, las complejidades, los pliegues, las idas y vueltas, las adhesiones irrestrictas y de las otras, las sutiles zonas grises mediante las cuales se estructuró la pax menemista y que incluyeron a los principales exponentes y varios de los integrantes del gobierno que se retiró en Diciembre pasado.


http://www.lahaine.org/el-estado-pos-nacional-mas

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