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22 marzo 2016

Obama y Castro caminan hacia el fin del bloqueo



“El destino de Cuba no será decidido por Estados Unidos ni por ninguna otra nación”, dijo Obama ante el menor de los Castro.
Imagen: AFP

Obama planteó sus diferencias con Castro, pero admitió que “cambiar lo que deba ser cambiado es asunto exclusivo de los cubanos”. Su par le reclamó el fin del embargo económico y la devolución de Guantánamo.

Por Eduardo Febbro


Desde La Habana

“Revolución, Proeza Cotidiana, Ayer y Hoy”, dice un enorme cartel con las imágenes de Fidel Castro y el Che. Y la proeza tuvo lugar en el corazón mismo de esa saga, en el Palacio de la Revolución, situado en la Plaza de la Revolución, donde luego de una entrevista cara a cara, el presidente cubano, Raúl Castro, y el norteamericano Barack Obama ofrecieron una conferencia de prensa conjunta de 56 minutos donde cada uno expuso ante la opinión pública parte de la formidable partida de ajedrez que Washington y La Habana protagonizan desde que, el 17 de diciembre de 2014 y con la mediación del Papa Francisco, ambos países iniciaron lo que se conoce como el “acercamiento”. “Este es un nuevo día”, dijo Obama en español cuando inició su conferencia. Raúl Castro había dicho antes que lo que se aplicaría en adelante como política es “el arte de la convivencia civilizada”. Dos relatos, dos reclamos, dos formas de encarar las futuras relaciones. La segunda jornada de Obama en Cuba se inició como un despliegue de símbolos. El jefe del Estado colocó una ofrenda floral en el monumento al poeta José Martí, el héroe nacional de Cuba. Se trata de un gesto en honor al prócer de la patria que, por encima de las posiciones política de los cubanos, es un lazo de unidad entre quienes están a favor o en contra de la Revolución. A su manera, Obama puso flores al mismo tiempo en La Habana y en Miami sede del exilio bajo las atentas miradas de los relieves que decoran las fachadas de los edificios oficiales de la Plaza de la Revolución: el Che Guevara y Camilo Cienfuegos.

El momento clave de este viaje histórico fue la rueda de prensa conjunta de Obama y Raúl Castro que siguió al encuentro bilateral, el tercero que ambos mantienen desde diciembre de 2014. Fresco y como en su casa, Obama habló con holgura ante un Raúl Castro que no varió ni su estilo, ni ocultó las diferencias que aún existían entre los dos países y que, en dos ocasiones, necesitó de la intervención de sus consejeros. Obama le pidió a Castro que en la isla haya “libertad y democracia” y Raúl Castro le reclamó el fin del embargo y la recuperación de la base de Guantánamo. El mandatario norteamericano puntualizó que se trata de “valores universales y no sólo de Estados Unidos”, a lo cuál Castro respondió diciendo que no se debían “politizar” los derechos Humanos. El presidente cubano reiteró cuán trascendente era la cuestión del embargo por cuanto es “el aspecto más importante para el desarrollo económico y el progreso del pueblo cubano. Su eliminación será esencial para normalizar las relaciones bilaterales”. Obama aceptó que “el embargo se va a terminar”, aunque dijo que no podía precisar cuándo. Ambos mandatarios admitieron que si bien las diferencias no desaparecerán de un día para otro, tampoco son un obstáculo insuperable para que el deshielo iniciado en 2015 siga su camino. Después de poco más de medio siglo de Guerra fría y de haber estado al borde de un conflicto atómico en 1962 con la crisis de los misiles, Estados Unidos y Cuba escenificaron las condiciones de una lenta reconciliación sin ahorrar gestos de simpatía ni homenajes, ni poner bajo la alfombra las asperezas. Resulta por demás apetitoso ver las imágenes y las caras golosas y felices de los responsables norteamericanos cuando Obama y Castro los saludaban uno por uno en el Palacio de la Revolución. “Tenemos concepciones distintas sobre muchos temas, como el modelo político, la democracia, los derechos humanos, la justicia social, las relaciones internacionales, la paz y la estabilidad mundial”, dijo Castro. El mandatario señaló igualmente que las cuestiones de Cuba son sólo cubanas. “Cambiar lo que deba ser cambiado es asunto exclusivo de los cubanos”, observó ante un Obama que se comprometió con esa apuesta cuando repitió “El destino de Cuba no será decidido por Estados Unidos ni por ninguna otra nación. El futuro de Cuba será decidido por los cubanos”. La apuesta del futuro que se delinea cabe en lo que el mandatario cubano definió como “el arte de la convivencia civilizada”, el cual consiste en “concentrarnos en lo que nos acerca y no en lo que nos separa”. La respuesta de Obama fue del mismo nivel: “aunque no compartimos las mismas creencias e ideas, nos respetamos mutuamente”. Los dos jefes de Estado movieron las piezas retóricas como banderas. Cuando Obama reiteró que la ausencia del respeto de los derechos humanos era un serio obstáculo para la normalización global de las relaciones, Raúl Castro aclaró que la sanidad y la educación gratuita eran una dimensión de los derechos humanos. Obama volvió a presentar el embargo contra Cuba como una medida que se acabará con el tiempo, pero admitió que “no está completamente seguro cuando” ocurrirá. Sostuvo que levantarlo “requiere del voto de una mayoría en el Congreso” y remarcó que “existe un interés creciente sobre revocar el embargo” ya que “lo que hicimos en estos 50 años no sirvió a nuestros intereses ni a los intereses de Cuba”.

“Las últimas medidas adoptadas (por Estados Unidos) son positivas, pero no suficientes”, dijo Raúl Castro. Sin embargo, aunque La Habana las considere pobres, esto no impidió que Cuba regara el mundo con imágenes que, hasta hace unos días, parecían insólitos: el avión presidencial norteamericana Air Force One aterrizando en el aeropuerto de la capital Cubana, y el mismo Obama entrando, con coro de honores, en el Palacio de la Revolución. No por nada Obama dijo en la conferencia de prensa que “Hemos dado los primeros pasos. Bastantes para ser los primeros”.

La discrepancia central entre Cuba y Estados Unidos nunca desapareció. El tema de los derechos humanos dio incluso lugar a un par de momentos tensos entre el presidente cubano y la prensa. Cuando el periodista de la cadena de televisión CNN Jim Acosta –hijo de cubanos– le preguntó a Raúl Castro por los presos políticos, el jefe del Estado respondió. “Deme la lista de los presos políticos para soltarlos. Déme los nombres. Si hay esos presos, esta noche están sueltos”. Eso era la parte del show. La confrontación entre los dos modelos, entre las dos estrategias, fluye solapada entre decenas de gestos de reconciliación espectaculares hechos por una y otra parte. La partida de ajedrez sigue detrás del telón y seguirá más allá de Raúl Castro y Barack Obama. Ambos concluyen pronto sus mandatos y les dejan a sus sucesores una herencia que promete ser uno de los entrejuegos diplomáticos más apasionantes del siglo. Porque lo que se ve es apenas una chispa de un denso reordenamiento de América latina.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-295146-2016-03-22.html


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