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08 julio 2017

Cuando no está el patrón


Guillermo Cieza

La cuestión de las empresas estratégicas permite ilustrar que el problema del socialismo es mas complejo que "corremos a los patrones y asumen los trabajadores"
Cuando no esta el patrón

De la misma forma que nos parece cuestionable la idea de que el problema del Estado se resuelve expulsando al gobierno burgués y apartando a los funcionarios capitalistas de la gestión estatal, y reemplazándolos por un gobierno revolucionario y funcionarios socialistas; me parece muy discutible la idea de que cuando los patrones dejan de manejar las fábricas ya sea por expropiación, o por simple abandono, pasan a conducirlos los trabajadores con una orientación socialista.

En el caso del Estado es evidente que se trata de una herramienta diseñada para ejercer la dominación capitalista, hay abundante bibliografía sobre el tema. En un escenario local y mundial dominado por el capitalismo, pueden rastrearse los primeros balbuceos de crear una nueva institucionalidad en la efímera, pero no menos heroica Comuna de Paris (1871). Pero ha sido sin lugar a duda la revolución bolivariana, con el particular aporte de Chávez, que ha hecho un singular aporte para discutir la cuestión de la imprescindible ocupación del Estado, de la inviabilidad del viejo Estado, y del necesario abordaje a la transición a la nueva institucionalidad.

En el caso de que los trabajadores asuman el control de empresas que habían sido creadas por capitalistas para obtener plusvalía y acrecentar sus ganancias parece menos complejo. Puede suponerse que se trata de una mero redireccionamiento de los frutos económicos del trabajo. Sin embargo la cuestión no es tan sencilla y puede proponerse, a modo de provocación, que es más probable que el lugar del patrón sea ocupado por trabajadores en cuya conciencia siguen siendo dominantes valores e ideas capitalistas, que trabajadores con conciencia socialista. O dicho de otra forma, que la sucesión más probable al patrón sea la herencia capitalista en la conciencia de los trabajadores.

En la Argentina hay varios antecedentes entre los que se puede mencionar el caso de los obreros despedidos de la empresa inglesa The Patent Knitting, que fue recuperada por los trabajadores en 1969. El caso de “La Hilandería”, como se la conocía en Berisso, es paradigmático porque quien era el principal dirigente de esos trabajadores, José Manuel de los Santos, se convirtió en presidente de la nueva empresa que se denominó Cooperativa Textil de Trabajo Ltda. Pocos años después, ese dirigente y otros valiosos activistas que conformaron el primer Consejo de Administración, se habían burocratizado y funcionaban como nuevos patrones.

En los años setenta en La Plata hay otro valorable antecedente con la experiencia de Petroquímica Sudamericana (después denominada Hilandería Olmos, y después Maffisa), donde ocurrió que después de dos grandes conflictos obreros (años 74 y 75), donde los trabajadores utilizaban las bajas programadas de producción, el empresario Jorge Curi decidió declarar un lock-out patronal y cerrar la empresa. Los trabajadores reingresaron a la empresa y la pusieron en funcionamiento, produciendo y comercializando hasta que con la llegada de la dictadura de Videla el patrón retomó el control de la fábrica.

Estos dos destinos que se ilustran en experiencias textiles, se repiten en la experiencia de fábricas recuperadas en la Argentina que tuvieron su apogeo en la crisis de 2001. En la mayoría de los casos quienes fueron dirigentes de las luchas por conservar las fuentes de trabajo y promover las expropiaciones, empezaron a burocratizarse ocupando los cargos directivos de los Consejos de Administración y en pocos años se convirtieron en nuevos patrones. Hay excepciones, cuyos casos mas conocidos son FASINPAT (ex Zanon) y la gráfica Chilavert, donde se mantuvieron prácticas de democracia obrera y puede afirmarse que son los trabajadores quienes siguen decidiendo los destinos de la empresa.

Cuando se analizan estos diferentes destinos, se ha valorado como un elemento importante la situación de las empresas cuando el patrón determinó el cierre. Las empresas a las que el cierre patronal las encontró con la planta del personal completa y con tecnología actualizada, tuvieron mejores posibilidades de sobrevivir y mantener el protagonismo de los trabajadores que aquellas empresas que habían sido previamente desangradas, las que llegaron al cierre sin sus operarios mas calificados, sin sus mejores activistas y con maquinaria obsoleta. La debilidad en el momento del cierre facilitó la rápida instalación de burocracias sustitutivas, o favoreció la intervención del gobierno que empezó a incidir en las decisiones por vía de las asesorías, los apoyos contables o subsidios. Advierto que estas cuestiones de contexto condicionan, pero no determinan el destino final de cada proceso de recuperación. Las batallas decisivas se disputan en la conciencia de los trabajadores.

Cuando analizamos la cuestión planteada cuando el patrón abandona o es desalojado del control de las empresas en la revolución bolivariana, me parece importante señalar el pobrísimo punto de partida de acumulación de poder popular cuando Chávez llegó al gobierno. Se suele mencionar las dificultades que ha tenido el proceso bolivariano por la herencia de 100 años de rentismo petrolero, donde la cultura de trabajo se especializó en lo comercial u otras actividades de servicios, con importante desarrollo del cuentrapropismo.

Esa herencia tiene consecuencias que se expresan no solamente en la dificultad de encontrar personas que quieran volver al campo, o estén dispuestas a someterse a las exigencias de un empleo fabril, sino también en las dificultades de retomar el control productivo de empresas que fueron abandonadas por la burguesía.

La mayoría de estas empresas contaban con maquinarias obsoletas y solo podían funcionar por los negociados de la IV Republica. Hubo otras que cerraron después de años de desangre, cuando sus trabajadores mas capacitados y conscientes, sus mejores técnicos, las habían abandonados, advirtiendo las mayores posibilidades de sobrevivir en el mercado informal. En esas condiciones el Estado se hizo cargo de esas empresas y esos trabajadores. Como ocurrió en la Argentina, esas empresas tuvieron destinos diferentes, con la diferencia de que en Venezuela, donde hubo fracasos productivos, el gobierno casi siempre se siguió haciendo cargo de pagar los salarios. En todas ellas hubo batallas decisivas que se libraron en la conciencia de los trabajadores, hubo luchas ganadas o perdidas por despegarse de ideas elementales de que “para que eso funcione, alguien tiene que mandar”, o de cuestiones mas complejas que hacían a la vinculación con la comunidad, las formas de trabajo, o el destino final de sus producciones.

Lo sucedido en la empresa estatal PDVSA, merece un capitulo aparte. En el país de la IV Republica que excluía e invisibilizaba al 60 % de la población, los trabajadores petroleros, escasos, bien pagos y donde los empleos se transferían de padres a hijos, constituían una aristocracia obrera que se sentía incorporada al sistema, mediante su disciplinamiento a sus mandos jerárquicos en la empresa. No fue casual que cuando esos mismos jefes, en diciembre de 2002, los convocaron a realizar un paro que se prolongó durante tres meses, adhirieran a esa medida de fuerza, que combinada con el paro patronal provocó enormes padecimientos a la población e hizo tambalear al gobierno chavista.

Planteada esa situación la respuesta del gobierno bolivariano fue contundente. En las áreas de PDVSA en la Cuenca del Orinoco se tomó una medida radical y todos los huelguistas fueron despedidos. (conocimos el caso del departamento de Automatización, Informática y Tecnología, donde solo quedo un supervisor que no se plegó al paro). En esas áreas ocurrió que con los técnicos y trabajadores capacitados que habían conservado el trabajo no se podían cumplir funciones básicas del circuito operativo y entonces hubo que subcontratar a los despedidos. Esta fue una medida de emergencia, pero con el tiempo algunos de esos contratos se mantuvieron. Por las dudas los ejecutivos despedidos y después vueltos a incorporar como subcontratados se habían convertido en ”chavistas”.

Los problemas afrontados por las áreas donde se practicó la “limpieza a fondo” fueron menores que los que debieron afrontar en el área petrolera de Maracaibo, donde hubo mayores contemplaciones y los opositores encubiertos, ahora con careta chavista, siguieron operando desde adentro y se gestaron los mayores nidos de corrupción.

Sin embargo la nueva PDVSA, con empleados nuevos, incorporados en el período chavista, no resolvió los problemas de conciencia. Dirigentes formados en la burocracia sindical que había convocado al paro, y que pudieron sobrevivir porque no se plegaron, siguieron al frente del sindicato que no superó las demandas corporativas y el reconocimiento de la responsabilidad social de la Empresa. El desarrollo de núcleos de activistas mas avanzados todavía es insuficiente para gestar un desarrollo de Consejos obreros que permita desplazar al Sindicato y una conducción que no supera el oficialismo.

Es muy revelador también lo sucedido en las grandes empresas estratégicas (acero, aluminio) de la Guayana que fueron estatizadas y puestas bajo control obrero, con algún director-gerente nombrado a dedo por el gobierno (casi siempre un militar). Allí existían pequeñas agrupaciones clasistas, pero de larga tradición. Producidas las estatizaciones, esas agrupaciones (que fueron las que escribieron el famoso Plan Socialista para las industrias de Guayana) fueron desplazadas en las propias fábricas por agrupaciones y listas sindicales que llegaron a controlar sindicatos y empresas a partir de una prédica corporativista, que después se convirtió en mafiosa. El resultado del control de esas mafias en esas fabricas fue que empezaron a dejar de producir al punto que no generaban ni siquiera para cubrir lo sueldos, que eran religiosamente pagados por el Estado.

El papel de la burocracia estatal allí puede haber sido la inacción, y también algunos negociados, pero no responsabilizaría exclusivamente a la boliburguesía de lo que pasó dentro de las fabricas, sino mas bien resaltaría la debilidad de la izquierda para aprovechar una oportunidad histórica. En la situación planteada por la estatización hay un debate muy interesante entre formas organizativas (sindicatos o consejos de trabajadores) que en ese plano discuten por qué deberían pelear los trabajadores en el proceso de transición. En ese debate planteado no es menor la decisión de por qué eligen pelear los trabajadores de carne y hueso.

Con la llegada del Ministro Juan Arias, de las misma línea de Jesús Martínez (que es el autor de la Ley de Trabajo y quien encabezo la limpieza a fondo de PDVSA) se ha empezado a meter mano desde el gobierno en esas empresas, tratando de crear apoyos a los pocos activistas de izquierda que han sobrevivido al control de las mafias. Insisto, no se trata de que el gobierno y el Estado le saquen el pie de encima a los trabajadores para que puedan emerger, sino que van a tener que dar una mano desde arriba para que los revolucionarios de abajo puedan imponerse. Digamos de paso que Jesús Martínez y Juan Arias no son la media del alto funcionariado chavista, sino que están entre sus mejores exponentes.

La cuestión de las empresas estratégicas completa un recorrido que permite ilustrar que el problema del socialismo es mas complejo que “corremos a los patrones y asumen los trabajadores”. Lo ocurrido en la Venezuela bolivariana plantea el problema ocurrido cuando corrieron a buena parte de los patrones, de los que tenían el poder con la IV Republica, y ese poder lo asumieron quienes estaban mas dispuesto y tenían mas posibilidades efectivas de hacerse cargo en ese momento. En algunos casos fueron los trabajadores organizados y concientes, en otros sectores corporativos o una mezcla de ambos, o las mafias.

Paulo Freire, alguien que rescató como nadie los saberes del pueblo, nos advirtió que también en la conciencia del pueblo existía la palabra oprimida, los residuos de siglos de opresión capitalista. Del mismo modo que proponerse una revolución sin ocupar el Estado solo puede ocurrírsele a quienes piensan como niños, sin enterarse, por ejemplo, que existe el Imperialismo; la idea de que todo lo que no avanza en una revolución es responsabilidad exclusiva de las desviaciones de la pequeñaburguesía, de la burocracia o de la maldad intrínseca de la burguesía infiltrada en (o que controla) el gobierno, solo puede entusiasmar a quien nunca trabajó en una fábrica, o nunca intentó poner en marcha una experiencia productiva “sin patrón”, con trabajadores de carne y hueso.

Peor aún, no advertir los lastres del capitalismo que sobreviven en la conciencia de los trabajadores, nos deja sin poder valorar las iniciativas de promover la movilización, la autoorganización, la politización y la formación política-ideológica. La burocracia existe, la boliburguesía existe. Es muy frecuente que funcionarios del gobierno chavista responsabilizen de sus incapacidades a los trabajadores. Ha sido el pueblo bolivariano quien ha sostenido y permitido que este proceso siga en pié. Algún día algunos de sus protagonistas encontraran tiempo para escribir sobre esta gesta extraordinaria. Pero una revolución, y tratar de pensar revolucionariamente, no se limita a defenderse, a denunciar a los que no tienen remedio, a los incorregibles.







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