El presidente depuesto había recibido a principios de enero recomendaciones de normalizar lazos con el régimen de Israel "para superar las protestas"
Desde el comienzo de las protestas el Gobierno de Sudán advirtió reiteradamente sobre la participación y dirección de “agentes externos” que buscaban asaltar el poder para torcer el rumbo político.
Tras una serie de protestas antigubernamentales que iniciaron a mediados de diciembre de 2018, este jueves un sector de las fuerzas armadas de Sudán liderado por el ministro de Defensa y vicepresidente Ahmed Awad Ibn Ouf, ejecutó un golpe de Estado contra el presidente constitucional Omar al-Bashir, mandatario de esa nación desde 1989.
El jefe de Estado depuesto permanece arrestado en su domicilio, en tanto Ibn Ouf anunció la suspensión de la Constitución vigente y la declaración de un estado de emergencia que se prolongará por los próximos tres meses.
El titular de Defensa sudanés indicó además que liderará junto al Ejército un Consejo Militar de transición política por dos años y luego convocará a elecciones generales.
Las manifestaciones en el país del norte africano estallaron a fines del año pasado cuando el Gobierno autorizó una suba de casi el 300 por ciento en el precio del pan y otros productos básicos, en un contexto de escasez y profunda crisis económica, pero rápidamente tomaron un viso político en contra de la figura del ahora derrocado al-Bashir.
Las protestas se suceden desde finales de 2018. Algunas de ellas tomaron un cariz violento.
Durante los últimos cinco días miles de ciudadanos habían permanecido concentrados frente al cuartel general de las fuerzas armadas en Jartum (capital) reclamando la dimisión del mandatario. Sin embargo, con el golpe de Estado consumado, los manifestantes expresaron este jueves su rechazo a los nuevos gobernantes.
Las autodenominadas Fuerzas de la Declaración de Libertad y Cambio, una coalición de supuestos grupos de la sociedad civil, denunció a través de un comunicado el "inaceptable golpe de Estado interno y militar” perpetrado por el Ejército.
Protestas dirigidas por agentes externos
Desde el comienzo de las protestas el Gobierno de Sudán advirtió reiteradamente sobre la participación y dirección de “agentes externos” que buscaban asaltar el poder para torcer el rumbo político.
El propio al-Bashir denunció a principios de enero haber recibido recomendaciones de normalizar lazos con el régimen de Israel "para superar las protestas" (sic).
Más allá fue el entonces director del Servicio de Inteligencia y Seguridad Nacional (NISS, por sus siglas en inglés), Salah Abdalá Gosh, que alertó sobre el reclutamiento de "rebeldes" por parte de la inteligencia israelí con el objetivo de intensificar las protestas.
“El Mossad recluta a rebeldes que instigan protestas en Sudán”, acusó Abdalá Gosh apuntando a la infiltración israelí del Movimiento de Liberación de Sudán (SLM, por sus siglas en inglés), que recientemente encabezó actos violentos y de sabotaje en distintas ciudades del país, y que recibió un inusitado reforzamiento de combatientes [terroristas] provenientes de la vecina Kenia.
Intereses de Israel en Sudán
Medios gubernamentales del país africano reseñaron en diciembre pasado la visita del depuesto al-Bashir a Siria, donde se reunió con el mandatario árabe Bashar al-Asad, destacando que este encuentro había despertado fuertes suspicacias en el régimen de Tel-Aviv.
La propia prensa israelí indicaba que el régimen de Benjamín Netanyahu buscaba “normalizar" sus relaciones con ciertos países árabes y africanos, como Baréin y el propio Sudán, y un alineamiento con Siria era contraproducente.
La visita a Damasco de al-Bashir cargaba además con un alto valor simbólico, pues desde el estallido de la crisis en Siria en 2011, la administración de al-Asad sufría un aislamiento constante por parte de otros estados árabes.
Todas las alarmas se encendieron para Israel cuando se supo que durante el encuentro los mandatarios se pronunciaron en contra de la injerencia de occidente en sus asuntos internos y reflotaron la idea del llamado panarabismo.
El encuentro entre al-Bashir y al-Asad en Damasco que enfureció a Israel.
Expertos en política internacional aseguran que dictaduras árabes como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (aliados de EEUU, al igual que Israel) también observaron esta reunión bilateral con mucha preocupación.
Otro factor observado por el periódico israelí 'Haaretz' en noviembre pasado, destaca que la cumbre entre los presidentes de Sudán y Siria llegó justo cuando Tel-Aviv se esforzaba por establecer vínculos formales con el país africano con el objetivo de utilizar su espacio aéreo a fin de acortar las rutas comerciales de vuelo entre Brasil e Israel, países que forjaron una relación estratégica tras la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro al poder en la nación suramericana.
La ruta aérea acortada requeriría la cooperación tanto de Chad como de Sudán, ambos Estados musulmanes sin relaciones formales con Israel.
Tensas relaciones con occidente
El derrocado presidente Omar al-Bashir mantuvo al menos desde principios de siglo una tensa relación con los países de occidente, en especial con EEUU.
La cruenta guerra civil que enfrentó a grupos irregulares del sur y el Gobierno de Sudán, donde Israel y EE.UU. apostaron a la división territorial del país con apoyo militar, diplomático y financiero, culminó en la proclamación de Sudán del Sur como país independiente en 2005.
Desde entonces, el interés estadounidense por desestabilizar el Gobierno de al-Bashir ha sido evidente pues los principales yacimientos petroleros de la nación quedaron en el dominio geográfico del norte y bajo influencia de empresas asiáticas, principalmente de China, país con el que se había estructurado el desarrollo conjunto de hidrocarburos.
Telesur / La Haine
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