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17 octubre 2019

El Sínodo para la Amazonia critica al presidente Duque y denuncia la tortura del hambre




El Sínodo para la Amazonia reflexionó sobre el tema de la migración, tanto la de los pueblos indígenas hacia las grandes ciudades como la de las personas que cruzan la Amazonía para llegar a otros países. De ahí la importancia de una pastoral específica de la Iglesia: la región amazónica como zona de flujos migratorios, de hecho, es una realidad emergente –se señaló en el Aula– y un nuevo frente misionero que debe ser abordado en un sentido inter-eclesial, encontrando también una mayor colaboración entre las Iglesias locales y otros organismos implicados en el sector. Además se recordó que el drama de la migración también afecta a los jóvenes de la Amazonía, obligados a abandonar los países de origen porque se ven cada vez más amenazados por el desempleo, la violencia, la trata de seres humanos, el tráfico de drogas, la prostitución y la explotación. Es necesario, pues, que la Iglesia reconozca, valore, apoye y fortalezca la participación de la juventud amazónica en los espacios eclesiales, sociales y políticos, ya que los jóvenes son "profetas de esperanza".

Obispo colombiano denuncia el abandono estatal y la tortura del hambre

Mons. Francisco A. Ceballos E, misionero redentorista y Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Carreño (frontera Colombo-Venezolana) ha denunciado desde el Vaticano el escándalo del abandono estatal y la tortura del hambre que sufren miles de niños y niñas migrantes indígenas venezolanos.

Mons. Ceballos ha explicado: “Ustedes no conocen aquí en Europa nuestro sufrimiento como Iglesia para acompañar un pueblo migrante, que todavía hoy tiene hambre. No boten la comida. Tenemos que donar esperanza como nos inspira Papa Francisco”.

Durante el Sínodo para la Amazonia que se está realizando en el Vaticano (desde el 6 hasta el 27 de octubre) Mons. Ceballos ha tenido el coraje y la valentía de hacer un pronunciamiento fuerte en contra del Presidente de la Republica Iván Duque, subrayando que “El trabajo periodístico sobre las niñas y niños indígenas del basurero de Puerto Carreño, realizado por el periodista Jairo Patiño de RCN Televisión, a todos nos ha conmovido. Es solo una pequeña muestra de lo que está pasando con los indígenas en el Departamento del Vichada, a quienes sólo se les tiene en cuanta en tiempo de elecciones. Los ilusionan con miles de promesas, los llevan a votar, les compran el voto por algunas bagatelas, y, después, los abandonan a su propia suerte.

Aunque existen políticas de protección para los indígenas por parte del Estado, sus derechos fundamentales son violados.

A las niñas y niños indígenas los vemos deambular por las calles de Puerto Carreño como mendigos, como inhaladores de bóxer, comiendo la basura de las canecas, mendigando las sobras a los comensales en los restaurantes, pidiendo limosna, y algunas vendiendo su propio cuerpo etc.

Este fenómeno no es desconocido por las instituciones civiles, militares, eclesiásticas, ni mucho menos por las entidades encargadas de la protección del menor. Y nadie hace nada.

Ha habido alertas tempranas por parte de la defensoría y la personería, pero no hay respuesta para solucionar el problema.

Me pregunto: qué está haciendo el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF (Ministerio de la familia en otros países) ante las niñas y niños desescolarizados, los drogadictos que deambulan por las calles, los niños del basurero, etc. A decir verdad, muy poco. Con seguridad hay programas de atención, pero la realidad supera a las acciones paliativas que se realizan.

Hay quienes preguntan: ¿Y la Iglesia qué? A la Iglesia le duelen las niñas y niños, no sólo indígenas sino también los migrantes en situación de mendicidad. Es que para la Iglesia “si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría” (1 Cor 12, 26).

Aunque no es nuestro deber como Iglesia suplir al Estado, lo que hacemos en favor de las niñas y niños del Vichada, lo hacemos porque la atención al ser humano es nuestra vocación. Porque recibimos el mandato del Señor, quien ante la multitud hambrienta, pidió a sus discípulos darles de comer. Porque en el ser humano que sufre descubrimos la presencia de Cristo. O, porque, ante los cuerpos famélicos las palabras de Jesús resuenan en nuestro corazón: “Tuve hambre y me dieron de comer” (Mt. 25, 35).

Como Iglesia que peregrina en el Vichada a ritmo de Evangelio, decimos como los Apóstoles: “No tenemos más que cinco panes y dos peces” (Lc. 9, 13). Con ese poco alimento estamos nutriendo a más de 250 niñas y niños en los tres comedores con que cuenta el Vicariato. Gracias a la Provindencia de Dios, a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, a la Pastoral Social, a quienes con generosidad dan desde su pobreza, en tiempo, dinero o especie, hemos podido mantener estas obras. Del gobierno no hemos recibido un peso.

Ha sido nuestro propósito como Iglesia edificar al lado de la parroquia o capilla de evangelización un comedor para los pobres. Propuesta que hemos compartido con los entes gubernamentales, con los candidatos a la gobernación y a la alcaldía, a quienes, en tiempo de campaña, les parece una obra maravillosa y se comprometen a apoyarla durante su gobierno, pero al asumir el mandato popular, olvidan lo que ayer era una excelente idea digna de apoyar.

Ante esta situación tan vergonzosa, como Iglesia, queremos trabajar con más fuerza en favor de las niñas y niños con el fin de mitigar la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, el maltrato, el hambre, el analfabetismo, y un sin número de aspectos que ensombrecen la dignidad humana, pero es necesario que nos unamos como sociedad para extirpar los tumores que desdicen de nuestra condición de seres humanos. Ayúdenos a ayudar es nuestro lema”, concluye el Obispo Ceballos.

Intervención del jesuita colombiano P. Mauricio García

P. Mauricio García, S.J. Director del Servicio Jesuita a Refugiados Colombia, politólogo y Director del Instituto CINEP de Bogotá, intervino en el aula del Sínodo Amazónico, que se está realizando en el Vaticano, el pasado lunes 7 de octubre.

En su intervención del jesuita colombiano P. Mauricio García, subrayó que hay “diversos flujos migratorios y retos pastorales.

1. Quiero partir de un gran reto que plantea el Instrumentum Laboris (IL) con relación a la migración: “Esta trashumancia amazónica no ha sido bien comprendida ni suficientemente trabajada desde el punto de vista pastoral” (# 63). Los retos pastorales que esta plantea dependen del tipo de migración a la que hace referencia, y hay, al menos, tres niveles de migración que podemos identificar[1]:

a) Migración circular y pendular (van y vienen) de pueblos indígenas itinerantes, es decir, la itinerancia de los pueblos originarios por el territorio amazónico exigida para garantizar una existencia sostenible en la casa común, con algunos de estos pueblos viviendo en aislamiento voluntario. Ello demanda una pastoral encarnada e inculturada en diálogo con los pueblos indígenas y en una dinámica inter-religiosa para, como lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la misa inaugural, no terminar imponiendo el don de la fe, sino poder compartirlo gratuitamente.

b) Desplazamiento forzado dentro del mismo país y hacia el exterior por causa de los grandes megaproyectos de infraestructura, minería legal e ilegal, avance creciente de la agroindustria y la ganadería. Algunas pocas veces se da una migración voluntaria de áreas rurales hacia las ciudades, buscando mejores servicios como educación y salud para la familia. Se plantea el reto de una pastoral en las ciudades amazónicas que pueda responder a la “desestabilización social” (IL #60), el tráfico y trata de personas (IL #67), diversas formas de explotación socio-económica y otros múltiples problemas que han surgido con la urbanización[2] .

c) Migración internacional que comprende dos tipos de migraciones que llegan a la Amazonía[3]:

(i) La que llega a la región por razones científicas, económicas y empresariales, y que plantea en muchos casos la necesidad de una acción profética de la Iglesia para hacer frente a sus consecuencias negativas de explotación y despojo.

(ii) La que llega porque ha sido desplazada de sus países y deben cruzar el “corredor migratorio” de la Amazonía (IL #65), como es el caso de la población venezolana, haitiana, cubana e incluso migrantes extra-continentales, que requieren de acogida y apoyo humanitario dadas las condiciones de vulnerabilidad en que lo hacen. Como Iglesia necesitamos una acción eclesial coordinada (IL #69b) para atender las urgencias humanitarias y los brotes de rechazo y xenofobia que plantea esta migración, de manera especial en las fronteras.

2. Aunque la Iglesia viene realizando diversas acciones de atención a múltiples flujos migratorios, sobre todo los más vulnerables, falta consolidar una estrategia pastoral adecuada para responder de manera integral a las necesidades de atención que plantea la migración en la Amazonía y que las políticas públicas existentes no logran resolver (IL #68). Tenemos el reto de compartir el don que hemos recibido del Señor. “El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos”[4], un don para ser compartido, no impuesto, un don que no se agota en una pastoral de mantenimiento[5]. En palabras del Papa Francisco: “Anunciar el Evangelio es vivir el ofrecimiento, es testimoniar hasta el final, es hacerse todo para todos (cf. 1 Cor 9,22), es amar hasta el martirio”[6].

“Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia”[7]. En ese sentido, dos líneas de acción pueden contribuir a desarrollar esta pastoral integral con migrantes, desplazados y refugiados para mostrar el rostro misericordioso de Dios para con ellos/as:

a) En primer lugar, el Papa Francisco ha insistido que dicha pastoral con población en situación de migración debe partir de reconocer la presencia de Cristo en ellos/as: “Para nosotros cristianos, la hospitalidad ofrecida al forastero necesitado de refugio es ofrecida a Jesucristo mismo, identificado en el extranjero: «era forastero y me acogisteis» (Mateo 25, 35)”[8]. Lo que en términos prácticos debe traducirse en la conjugación de cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar, como lo ha reiterado el Papa en múltiples ocasiones. Por ello, estamos invitados a desarrollar una pastoral integral que abarque estas cuatro dimensiones, manifieste claramente el amor misericordioso de Dios que se acerca a los migrantes, desplazados y refugiados, y logre permear las comunidades de acogida donde ellos/as llegan.

b) En segundo lugar, necesitamos como Iglesia líneas de acción pastorales para responder y solidarizarnos con los migrantes dependiendo del momento del ciclo migratorio en que la gente se encuentra y buscando tener una perspectiva de derechos más que una meramente asistencial: si es antes de migrar, en las comunidades de origen, con estrategias pastorales para, de ser posible, prevenir la migración; si es cuando están en el tránsito migratorio, con estrategias de protección y acogida en la situación de emergencia humanitaria que enfrentan; si es en los lugares de destino al culminar la migración o cuando retornan o son deportados, con estrategias de hospitalidad, promoción e integración, tanto a nivel socio-laboral como a nivel eclesial”, concluye P. García, expresión de una generación de jesuitas que desde hace 40 años analiza la violencia política en Colombia, juntos a otros expertos como p. Alejandro Angulo, p. Fernán González, p. Javier Giraldo, p. Francisco de la Roux, hoy presidente de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad.

Jesuita Ferro cuestiona Presidente Duque

En Colombia, su conferencia episcopal CEC ha organizado, los días 13 y 14 de agosto, unas jornadas pre-sinodales, en las que han participado cerca de 300 personas, haciéndose presentes representantes del episcopado, encabezados por su presidente, Monseñor Óscar Urbina, Arzobispo de Villavicencio, y todos los obispos de la región amazónica, del Estado, inclusive el Presidente de la República, Iván Duque, de la academia, de las organizaciones indígenas y campesinas, de las organizaciones no gubernamentales, y de la Red Eclesial Pan Amazónica, con la representación de su vicepresidente, Cardenal Pedro Barreto, y su secretario ejecutivo, Mauricio López.

No podemos pasar por alto, como insistía Monseñor Urbina, que la realidad de la Amazonía y de sus pueblos, “exige cambios estructurales y personales de todos los seres humanos, de los estados y de la Iglesia”.

Fanny Cuiro, delegada de la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), ha participado en el Pre-sínodo para la Amazonía organizado por la Conferencia Episcopal de Colombia y denominado Foro «Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral».

Fanny Cuiro comenzó su exposición expresando: “Hoy tomo la voz en nombre de los 56 pueblos indígenas de la Amazonía, de los 102 pueblos que existen en Colombia y de todos los pueblos indígenas de la Pan -amazonia.

Para nosotros no ha sido fácil de resistir y permanecer mientras asumimos nuestro deber milenario de mantener la amazonia en pie porque, aunque como pueblos hemos sido invisibles para los Estados, las instituciones y la sociedad, nuestros recursos naturales no han sido invisibles. Todo lo contrario. Han sido sometidos a sucesivos procesos extractivistas que han expoliado a la amazonia a costa de la vida de miles de seres humanos y miles de especies que forman parte de este gran bioma.

Me llama mucho la atención y me alegra que el Papa Francisco, a pesar de sus ocupaciones y prioridades, enfatice y ponga en su agenda y en la mesa la Panamazonia, la vida que la integra. Somos parte de la agenda del Papa Francisco y eso nos llena de muchas esperanzas. El abuelo Francisco en su profunda sabiduría expresa compromiso con la vida en todas sus formas.

Es por lo que hoy los obispos aquí presentes están preparando este sínodo. Le pido a Dios que los ilumine, al espíritu sagrado de la coca, el tabaco y la yuca dulce que hable a través de ustedes para que el mundo comprenda que todos tenemos derecho a existir y a ser diferentes y que todos los árboles y animales son seres con espíritu y que deben ser respetados.

Nosotros, los pueblos indígenas amazónicos, sentimos que no somos parte de la agenda histórica de este país. Sentimos su abandono e indiferencia. Sentimos que nuestras voces no son escuchadas y que nuestras vidas no son respetadas. Hemos sido excluidos e invisibilizados y la exclusión es un crimen que ciega cualquier posibilidad de gozar los derechos. De mis abuelos aprendí que mientras haya excluidos, no habrá paz.

La histórica exclusión ha logrado permear las esperanzas de paz de los últimos años, en donde nuevamente los amazónicos hemos sido excluidos de la implementación de los Acuerdos de Paz bajo la excusa de que el conflicto armado no llegó a nuestros territorios. Así a los pueblos de los departamentos indígenas, Guaynía, Amazonas y Vaupés nos fue negado el derecho de que los instrumentos de desarrollo, producto de los Acuerdos de Paz, sean implementados en nuestros territorios. Es más, el Estado no tuvo en cuenta a nuestras víctimas, a nuestros jóvenes reclutados por los distintos actores armados.

Con muchas dificultades hemos logrado la formalización de nuestros territorios como resguardos, pero estos territorios siguen siendo amenazados de múltiples formas: minería legal e ilegal; explotación de hidrocarburos; mercado de carbono; ganadería extensiva; incendios forestales; cultivos de uso ilícito y planes de conservación sin participación de nuestra gente.

Incluso nuestros territorios están traslapados con entidades territoriales corruptas que no han logrado jalonar procesos de desarrollo propios centrados en la identidad amazónica. Como consecuencia de la ausencia estatal, la Amazonía se está convirtiendo en epicentro de violencias y refugio de grupos ilegales y disidencias que siembran miedo y temor y que quebrantan la armonía de nuestros territorios.

La protección del Estado y la garantía a derechos fundamentales, a la salud, educación, a los servicios públicos siguen siendo meros sueños distantes de alcanzar. Sin embargo, son y serán el motor de nuestra lucha como organizaciones.

A las organizaciones ambientalistas, institutos de investigación y corporaciones les pedimos que no piensen o hagan por nosotros, en su lugar, queremos que se sumen a nuestros planes de vida.

A la Iglesia Católica, le pedimos que nos siga acompañando y trabajando para que el sínodo no se quede en papeles y reuniones. Es decir, como dicen mis abuelos: “Que hagan amanecer la palabra en obra”. Que se implementen programas concretos de defensa de la vida en todas sus manifestaciones y del goce efectivo de todos los derechos fundamentales.

Al gobierno nacional, aunque no está aquí, y si están aquí sus funcionarios, que me escuchan, le pedimos que incluya y priorice en su agenda a los 56 pueblos indígenas que hemos mantenido la Amazonía en pie.

Que avancemos en la implementación efectiva del decreto 6-32 sobre áreas no municipalizadas del Guaynía, Amazonas y Vaupés. Que se respete la consulta previa e informada para el desarrollo de programas e iniciativas para la amazonia, ya que este es un mecanismo de protección para los pueblos indígenas en altísimo riesgo de extinción física y cultural.

Por último, invito a los presentes y a los señores obispos, que nos visiten en la Chorrera Amazonas, donde está la casa Arana, antiguo centro de esclavitud y genocidio cauchero que hoy es símbolo de resiliencia y de conciliación. La Casa Arana es como la cúpula de Gembaku en Hiroshima o los campos de concentración en Auschwitz. Allí entre 1900 y 1932, más de cien mil indígenas perdieron la vida a causa de la explotación del caucho. Por eso es un lugar que nos enseña lo que no se debe repetir o permitir como colombianos.

Reitero y extiendo un saludo para el Papa Francisco. Agradecemos esta iniciativa y pedimos a nuestro creador que proteja su salud y su vida. Comparto mi voz de aliento a todos los obispos para que no se cansen de trabajar por la defensa de la casa común cuyo corazón es la Amazonía”, ha concluydo la dirigente indígena Fanny.

En referencia al discurso del Presidente Duque, el Padre Alfredo Ferro, coordinador del Servicio Jesuita en la Pan Amazonía, recogiendo las impresiones de los presentes, resaltaba dos quejas fundamentales al discurso, “la primera es que no mencionó a los pueblos amazónicos y a los pueblos indígenas”, sin duda una omisión importante, dado el evento en que se encontraba. La segunda es que “echó su discurso y se fue, faltó haber escuchado a los pueblos amazónicos y a los pueblos originarios”. Junto a las críticas, el Padre Ferro reconocía que es interesante conocer “las propuestas que tiene el gobierno y algunos avances que ha habido en el sector medioambiental”.

Conozco el coraje del Padre Alfredo Ferro que escribió el prólogo de mi libro “En deuda con los derechos en Ecuador (pág. 320. Editor Compañía de Jesús del Ecuador, 2010) que contó con el respaldo institucional del Rector de la Universidad Politécnica Salesiana UPS del Ecuador, p. Herrán Javier y del Presidente Rafael Correa que después financió por 8 años los centros jesuitas y salesianos para la atención de 5.000 niños, niñas y adolescentes en situación de calle.

P. Alfredo Ferro, jesuita colombiano y coordinador del Proyecto Panamazônico, ex presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe CPAL ha comentado en exclusiva:

“Creo que uno de los retos más importantes que tiene la Iglesia al plantearse la pregunta por nuevos caminos y al tener en el foco lo que debería ser la evangelización como misioneros-as, es repensar nuestra práctica en el territorio. La propuesta, a mi manera de ver, se centra en el dialogo intercultural, interreligioso y ecuménico, que supone y requiere una escucha muy profunda. Ya pasaron los tiempos de llevar esquemas mentales que se plasman en una doctrina pesada, lógicas externas que piensan el mundo desde nuestra cosmovisión, ritos occidentales sin tener en cuenta los símbolos y celebraciones propias de los pueblos originarios, etc. Nos debemos replantear nuestro actuar y para ello, es necesario y urgente reconocer los errores y humildemente estar dispuesto no solo a dialogar, sino también a aprender.

El hecho de que el sínodo vaya a realizarse en Roma es una forma concreta de globalizar la Amazonia y el que la Amazonia pueda universalizarse, entendiendo que el planeta es de todos y que lo que pasa en la Amazonia nos afecta a toda la humanidad y a los diversos territorios más allá de la Amazonia.

De otro lado, el impulso que le ha dado el Papa Francisco al sínodo y el respaldo a la Iglesia amazónica como tal, es un factor fundamental que catapulta adelante el territorio amazónico y su problemática. El papa acompañará de cerca el sínodo y su desarrollo, debido también al interés concreto que tiene el Santo Padre por alentar cambios y transformaciones en la Iglesia amazónica, que necesariamente tendrán repercusión en las otras Iglesias sean ellas locales, nacionales, continentales o en la misma Iglesia universal. Finalmente, la experiencia de la Red Eclesial Pan amazónica –REPAM, que rompe fronteras y busca una mayor articulación entre las diferentes Iglesias locales y nacionales desde una mirada global ha ayudado y aportado a una comprensión amplia y universal.

Para la Compañía de Jesús, el sínodo será un reto teniendo en cuenta su presencia actual en el territorio amazónico en varios países, donde estamos más de 60 jesuitas. Sin embargo, no es solo un desafío nuestro, sino de todo el cuerpo de la Compañía, que debe asumir un compromiso que comienza por la sensibilización frente a estas realidades que nos tocan a todos y hacer real y concreta, la prioridad que tiene la Conferencia de Provinciales jesuitas de América Latina (CPAL) por la Amazonia. Hoy podríamos decir que es una oportunidad para todos nosotros, reforzada por las Preferencias Apostólicas de la Compañía de Jesús, donde podríamos destacar particularmente la cuarta sobre el Cuidado de la Casa Común.”, concluye p. Ferro.

Concluyendo, hay que resaltar que la diplomacia política de la misericordia impulsada por Papa Francisco ha logrado fracasar el contra-sínodo de la alianza conservadora Bolsonaro-Duque-Bannon, como documentado por la Conferencia de Provinciales jesuitas de América Latina (CPAL) en mi artículo “Fracassou o ‘contra-sínodo’ sobre a Amazônia, programado em Roma por Bolsonaro” (9).

Ahora desde el sínodo Pan-amazónico en Vaticano se levanta otra voz crítica en contra del Presidente Duque.

Notas
(1) Cf. Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana, Situación de las Migraciones en la Gran Amazonía – Revisión del Estado del Arte, Septiembre de 2019; estudio solicitado por la Sección de Migrantes y Refugiados como insumo para conocer y entender mejor el fenómeno migratorio en la Amazonia.
(2) IL #73.
(3) En las migraciones internacionales también habría que incluir los migrantes que llegan a la región para prestar servicios pastorales en las distintas iglesias.
(4) Papa Francisco, Homilía en la eucaristía inaugural del Sínodo de la Amazonía, 6 de octubre de 2019.
(5) Benedicto XVI, Exhort. apost. postsin. Verbum Domini, 95.
(6) Homilía del Papa Francisco en la Misa Inaugural del Sínodo de la Amazonía, 6 de octubre de 2019.
Ibíd.
(7) Papa Francisco, Discurso en el Foro Internacional sobre "Migraciones y Paz", 21 de febrero de 2017, p.4
(8) Ibíd., pp. 2 y 3.
(9) Morsolin C. Fracassou o ‘contra-sínodo’ sobre a Amazônia, programado em Roma por Bolsonaro. Conferencia de Provinciales jesuitas de América Latina (CPAL). Septiembre de 2019 - http://www.cpalsocial.org/fracassou-o-contra-sinodo-sobre-a-amazonia-programado-em-roma-por-bolsonaro-3032
Cristiano Morsolin, investigador y trabajador social italiano radicado en Latinoamérica desde 2001. 

https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261514

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