Por Ezra Brain, Resumen Latinoamericano, 15 de marzo de 2021.
El paquete tiene grandes concesiones para los trabajadores pero las medidas más progresistas fueron eliminadas.
El presidente de EE. UU. Joe Biden y sus aliados demócratas en el gobierno consiguieron que su emblemático paquete de estímulo sea aprobado por el Congreso. A pesar de las numerosas concesiones con el ala derecha del Partido Demócrata en el camino, el paquete sigue siendo uno de los más caros de la historia del país, 1,9 billones de dólares. Con la pandemia entrando en su segundo año y una economía que aún está lejos de recuperarse, los demócratas aprobaron (sin ningún voto republicano) un paquete que duplica el tamaño del de Obama en términos de porcentaje del PBI, señalando lo que podría ser un cambio importante en el enfoque del gobierno ante la crisis económica. Aunque tanto los críticos como los partidarios de la medida dicen que un plan contra la desigualdad, un examen más detallado revela un panorama más complejo. Por un lado, es cierto que este paquete incluye muchas concesiones significativas a la clase trabajadora, y esas concesiones deben ser analizadas en términos tanto de su contenido como del método con el que se lograron Sin embargo, por otro lado, muchas de las medidas más progresistas fueron eliminadas del proyecto de ley antes de su aprobación, y muchas de las concesiones otorgadas son sólo temporales.
El paquete incluye un aumento de 300 dólares semanales en las prestaciones por desempleo que se prolongará hasta septiembre, pagos de hasta 1.400 dólares por persona, 350.000 millones de dólares en ayudas a los estados, aumento de los créditos fiscales por hijos y un incremento del 15% en las ayudas alimenticias hasta septiembre. Además, el proyecto de ley también ofrece 50.000 millones de dólares de apoyo a las pequeñas empresas, amplía el programa de salud conocido como Obamacare y amplia la cantidad de gente que puede cobrar los planes, incluidas las personas con discapacidades, los estudiantes y las familias con estatus migratorio mixto. Sin embargo, el estímulo no incluye el aumento del salario mínimo de 15 dólares que muchos habían prometido. Tampoco incluye la condonación de ningún tipo de deuda.
¿Un nuevo Roosevelt?
El plan creó controversia con algunos economistas que temen que «sobrecaliente» la economía reduciendo el desempleo por debajo de la tasa «deseada» y aumentando la inflación. Que haya una tasa de desempleo deseada no es más que una de las muchas obscenidades del sistema capitalista; el capitalismo requiere un «ejército de reserva de mano de obra» de trabajadores desempleados cuya existencia ayuda a mantener los salarios bajos creando un miedo al desempleo y la demanda limitada de mano de obra. Otros temores de la derecha sobre el proyecto tienen que ver con la preocupación por los niveles de deuda, los déficits gubernamentales y otros temores sobre la «irresponsabilidad fiscal». En los círculos de la derecha proliferan las críticas a que Biden y los demócratas utilicen este estímulo para promulgar «iniciativas políticas» y «combatir la desigualdad en lugar de la pandemia». A otros les preocupa que, al mejorar las prestaciones por desempleo, el proyecto de ley haga que los desempleados no busquen trabajo, lo que podría estancar el crecimiento de la economía.
Dejando a un lado las discusiones más teóricas sobre el impacto del estímulo en la deuda y el déficit, es importante analizar la cuestión del alcance del proyecto de ley de estímulo a la hora de abordar los problemas económicos de la clase trabajadora y los pobres. El New York Times dijo que el estímulo señalaba que Biden se estaba convirtiendo en un «cruzado de los pobres» y que el proyecto de ley era el «mayor esfuerzo contra la pobreza en una generación». La revista Jacobin, con una visión más moderada, entiende que el proyecto de ley es «bueno, pero no lo suficientemente bueno», pero también afirmó que el proyecto de ley señala «que el Partido Demócrata está finalmente dispuesto -al menos por un momento- a abrir la manguera de dinero y por una vez apuntarla no a los magnates de Wall Street, sino a la furiosa hoguera de la pobreza y la desesperación que incinera a los pobres y a la clase media». El Wall Street Journal, más derechista, comparó desfavorablemente el proyecto de ley con los famosos (o infames, según se pregunte) programas de la Gran Sociedad que Lyndon Johnson impulsó durante los 60s.
Entonces, ¿es éste el proyecto de ley contra la pobreza de nuestra generación? La única razón por la que se puede siquiera debatir seriamente esto es porque la última generación política se caracterizó por los ataques a la clase trabajadora y los recortes de impuestos para los ricos, creando las enormes desigualdades de riqueza que condujeron a los fenómenos políticos desestabilizadores del sanderismo, el trumpismo, Occupy Wall Street y Black Lives Matter. Y es cierto. Este proyecto de ley se centra en torno a la ayuda a corto plazo para la clase trabajadora.
Pero las medidas más progresistas del proyecto de ley, que realmente habrían ayudado a los trabajadores a mediano y largo plazo fueron eliminadas, dando lugar a un plan que es más un impulso temporal a la economía en lugar de hacer algo para abordar las tendencias a largo plazo. Esto puede verse en el hecho de que muchas de las disposiciones más amplias (como las extensiones de desempleo y la reforma de los créditos fiscales) expirarán después de un año como máximo. Esto significa que cualquier medida de apoyo que esas políticas proporcionen a los trabajadores desaparecerá tan pronto como los capitalistas sientan que la economía vuelve a estar en pie.
Al direccionar parte del paquete directamente a los bolsillos de los estadounidenses, Biden y sus aliados esperan que el gasto de los consumidores reinicie la economía sin muchas cicatrices duraderas. Esto ignora el verdadero alcance de la crisis actual. Durante décadas, las desigualdades de riqueza han ido en aumento, y Estados Unidos tiene el mayor nivel de desigualdad de todas las naciones del G7. Además, la clase trabajadora nunca se recuperó del todo de la recesión económica de 2008, por lo que la devastación económica que estamos viendo actualmente no es más que las frutas del árbol que se plantó hace casi 13 años.
Por ejemplo, incluso antes de que comenzara la pandemia, muchos trabajadores tenían dificultades para pagar el alquiler de sus hogares. Una vez que comenzó la pandemia y muchos perdieron el trabajo o tuvieron una reducción de horas, se hizo directamente imposible pagar. Aunque Biden ha aportado algo de dinero para ayudar a proporcionar una ayuda de emergencia para los alquileres, no hace nada para que el alquiler se vuelva inasequible para los trabajadores a largo plazo, ni siquiera ha tomado medidas para cancelar las rentas a corto plazo, una demanda muy sentida entre quienes no tienen casa propia. El proyecto de ley no incluye medidas de control de los alquileres, ni tampoco un aumento salarial. De hecho, el proyecto de ley tampoco prorroga la moratoria de desahucios, que expirará el 31 de marzo. En estos ejemplos podemos ver que estas concesiones en el proyecto de ley son sólo una medida provisional destinada a mantener a los trabajadores durante unos meses más hasta que la pandemia se resuelva y todo pueda volver a ser como antes.
La eliminación del salario mínimo de 15 dólares del proyecto de ley es el ejemplo perfecto de esto. A pesar de que los 15 dólares por hora están muy por debajo de un salario digno real, habrían representado un aumento considerable de los ingresos de los trabajadores con salarios bajos. Esa disposición se eliminó en gran medida porque los demócratas no tenían el apoyo de su propio partido para aprobarla. Esto desmiente toda su actuación como «cruzados de los pobres». Podrían haber aprobado un proyecto de ley que diera ayuda a largo plazo a los trabajadores, y decidieron no hacerlo. Esto es obsceno, y todas las loas al proyecto de ley pasan por alto que la concesión más útil para la clase trabajadora fue eliminada.
Sin embargo, también sería inexacto descartar simplemente este estímulo como más de lo mismo por parte de Washington. Se trata de una concesión mucho mayor a los trabajadores que la que hemos visto en décadas.
Por ejemplo: el plan baja la carga impositiva sobre los trabajadores, aunque sólo durante un año. Este cambio es impactante en la medida en que representa una ampliación relativamente importante del «bienestar» para las familias trabajadoras. De hecho, esta es la razón de ser de todos los halagos demócratas por haber sacado supuestamente de la pobreza a la mitad de los niños empobrecidos. Estos cambios, aunque pueden ser muy útiles mientras duren, desaparecen al cabo de un año: no se trata de ninguna medida duradera para minimizar la pobreza. Además, como escribió Matt Bruenig para Jacobin: «el nuevo régimen fiscal sigue excluyendo a los niños más pobres de la mayoría de los beneficios… los niños más pobres sólo recibirán 3.000 dólares del sistema de crédito fiscal, mientras que los niños con ingresos cercanos al umbral de pobreza recibirán más del doble de esa cantidad, 6.618 dólares».
Volviendo a los debates más teóricos entre los economistas, éste es el punto central: la economía estadounidense es fundamentalmente inestable, y Biden debe tomar medidas cada vez más desesperadas para estabilizarla. Cómo debe hacerlo exactamente es un debate entre los economistas burgueses, pero todos coinciden fundamentalmente en que demasiado en cualquier dirección (ya sea gasto o austeridad) podría llevar a la economía a una inestabilidad aún mayor. Esto nos lleva a otro hecho fundamental de la economía: que los capitalistas tienen muy pocas soluciones a la crisis que enfrentan. Así que están ofreciendo medidas a medias y pagos únicos con la esperanza de que una inyección de capital en la economía acelere artificialmente la recuperación.
En este sentido, muy difícilmente este plan signifique un renacimiento de Roosevelt y el New Deal. A pesar de todos sus defectos, el New Deal creó programas sociales duraderos que son mucho más difíciles de deshacer que esta o aquella disposición temporal. En general, fue una concesión mucho mayor porque Roosevelt pudo convencer a los capitalistas de que cedieran parte de su tasa de explotación para evitar un muy posible aumento en la lucha de clases (y posiblemente revolucionaria). En este sentido, no podemos considerar que el estímulo de Biden, por muy amplio que sea, sea comparable al New Deal. Es más bien una inyección única de vitaminas en los hogares de la clase trabajadora y de los pobres con la esperanza de poner en marcha la economía. No hay nada duradero en este proyecto de ley.
Cómo se ganan las concesiones
Biden ayudó a sacar adelante el paquete de estímulo de Obama, que era principalmente un rescate de Wall Street con muy poco para la clase trabajadora. Este proyecto de ley de estímulo es claramente diferente, ya que está dirigido principalmente a la clase trabajadora. ¿Por qué Biden aprobó un rescate de Wall Street entonces y este estímulo ahora?
Biden fue elegido con un amplio apoyo que va desde Wall Street y gran parte de la administración Bush hasta el movimiento Black Lives Matter. Esta coalición siempre iba a ser inestable y dejaría a Biden en una posición muy compleja como presidente. Tiene que ser a la vez un servidor del capital, que financió su elección, y también mantener a los elementos más progresistas del partido demócrata tras de si. A esto hay que añadir el hecho de que la polarización entre la izquierda y la derecha no ha hecho más que aumentar como consecuencia de la crisis económica. En este sentido, los miembros de la coalición de Biden lo apoyaron por razones muy diferentes. Wall Street quiere suficiente estabilidad para volver a la normalidad, los neoconservadores de la era Bush quieren restablecer la hegemonía estadounidense en el extranjero, y el Black Lives Matter y los progresistas apoyaron a Biden para frenar a Trump y de extrema derecha.
La presidencia de Biden, pues, adquiere un carácter muy contradictorio, mezclando algunas reformas progresistas con una política capitalista de «vuelta a la normalidad». Un día se suma a los Acuerdos Climáticos de París y al siguiente bombardea Siria. Un día pone fin a la prohibición de que las personas trans sirvan en el ejército, y al siguiente decide mantener abiertos los campos de concentración en la frontera con méxico. Este estímulo es, en muchos sentidos, otro elemento de esta vacilación, con Biden ofreciendo algunas migajas a su base para que sigan creyendo tanto en él como en las instituciones del gobierno (cuya reputación quedó gravemente dañada por cuatro años de Trump). En otras palabras, Biden quiere aprobar un enorme estímulo para poder decir que es amigo de los trabajadores y que el gobierno puede estar de su lado. Además, algunos sectores del capital creen que estimular la economía de esta manera ayudará a que el gasto de los consumidores vuelva a subir, lo que reiniciará la economía. Las concesiones ofrecidas en el paquete son un intento de asegurar mayores ganancias para los capitalistas.
También hay que señalar que, si este paquete parece mejor que la media, eso es en gran parte resultado de la amenaza de la lucha de clases. En otras palabras, al igual que Roosevelt y otros antes que él, Biden está ofreciendo algunas concesiones preventivas a la clase trabajadora en un momento de lucha económica con el fin de matar cualquier potencial de lucha de clases que podría ganar concesiones más amplias, mientras que también espera abortar cualquier radicalización que pueda ocurrir dentro o fuera del Partido Demócrata. A la inversa, también tenemos que reconocer que si hubiera más lucha de clases en la actualidad, entonces las concesiones en el proyecto de ley serían aún más fuertes. El nivel relativamente bajo de la lucha de clases en este momento dio lugar a una menor presión sobre los demócratas para pasar reformas realmente duraderas, que es otra razón por la que los beneficios van a expirar tan pronto como la pandemia haya terminado.
Si el Gobierno no hubieran ofrecido algún nivel de conciliación a su base de la clase trabajadora, entonces correrían el riesgo tanto de perder esa base en las próximas elecciones como de amenazar la estabilidad que debía asergurar. Biden está tratando de calmar a la clase trabajadora para que sea más recatada en la eventualidad de que la austeridad aparezca más adelante. Quiere arrojarnos algunas migajas para que pensemos que está de nuestro lado y así luchemos menos cuando aparezcan los recortes.
Biden ya fracasó en el aumento del salario mínimo de 15 dólares y sus promesas de condonación de préstamos estudiantiles aún no se han materializado.
También hay que señalar lo absolutamente antidemocrático que fue el proceso de aprobación de este estímulo. Gran parte del proyecto de ley se adaptó para obtener el apoyo de un solo senador (el demócrata derechista Joe Manchin), permitiéndole un poder de veto casi total sobre el contenido. Esto muestra los fallos de la democracia burguesa. Debería molestarnos mucho ver a estas personas con salarios de seis cifras discutiendo en la televisión sobre si merecemos ganar más de 7,25 dólares la hora. Es vergonzoso, al igual que el debate sobre si dar más dinero a los desempleados durante una pandemia y una crisis económica les desanimará a buscar trabajo. El hecho de que no tengamos prácticamente nada que decir sobre las políticas que se dictan desde Washington debería estar muy claro, independientemente de lo que Biden y sus aliados quieran decir en los medios.
Lo que necesitamos
El pueblo trabajador puede conquistar concesiones de la administración de Biden (al igual que podría hacerlos de las administraciones de Trump u Obama o Bush), pero debe entender que Biden nunca las ofrecerá de buena gana. Tenemos que luchar por cada una y no podemos confiar en ningún miembro de los partidos capitalistas -incluso los progresistas como Ocasio-Cortez o Sanders- para que peleen por nosotros. Las luchas de este tipo suponen una amenaza para el orden capitalista, por lo que los capitalistas, sus políticos y sus aliados en las burocracias sindicales y de los movimientos sociales hacen todo lo posible para garantizar que la lucha de clases nunca se desarrolle. A veces mediante una represión brutal, y a veces dando concesiones con la esperanza de que nos conformemos con poco. Biden y otros están tratando de comprar nuestra pasividad por 1400 dólares y 300 dólares más a la semana. No podemos hacer ese trato.
En lugar de ello, tenemos que plantear demandas para la clase trabajadora que realmente vayan en la dirección de resolver la crisis. No sólo necesitamos pagos únicos de 1.400 dólares; necesitamos un salario mensual de cuarentena que se pague a todos los trabajadores que no puedan volver al trabajo con seguridad. No sólo necesitamos una bonificación semanal de 300 dólares añadida a las prestaciones por desempleo; necesitamos programas federales de empleo que distribuyan las horas de trabajo entre todos los trabajadores disponibles sin reducción del salario. No sólo necesitamos más dinero para los test de covid; necesitamos una sanidad pública dirigida por los trabajadores sanitarios y los pacientes, no por empresarios que quieren enriquecerse a costa de nuestra salud. Hay dinero para esto; de hecho, sólo con el dinero que los multimillonarios han ganado desde el comienzo de la pandemia se podrían pagar dos tercios de toda la ley de estímulo. Pero para conseguir estas reformas, tendremos que luchar por ellas. No podemos confiar en que Biden y sus cómplices capitalistas nos las den.
Fuente: Izquierda Diario
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