Desde las organizaciones no gubernamentales denuncian "muchísima tensión, muchísima violencia y muchísimo rechazo" durante los últimos días en Ceuta.
Los diarios de Madrid pueden abrir hoy las portadas con una imagen de un guardia civil rescatando a un bebé al mar en Ceuta. Pero la realidad sobre el terreno parece ser otra. Antes de atender a este diario, Irina Samy viene de ver a unos chicos migrantes. Esta joven catalana, que trabaja para la asociación No Name Kitchen, y sus compañeras «han sabido de chicos que han recibido palizas por parte de la policía». La ONG se dedica al acompañamiento jurídico de personas migradas justamente, pero esta semana, todavía más, se ven obligados a denunciar la violencia institucional. Que ya existía, pero que la llegada de 8.000 personas ha expuesto en toda su magnitud. Una vulneración sistemática de derechos humanos. Han tenido que llevar a un chico que les ha llamado al hospital
Desde las organizaciones no gubernamentales denuncian «muchísima tensión, muchísima violencia y muchísimo rechazo» durante los últimos días en Ceuta. En primer lugar, apunta Irina Samy, por cómo los gobiernos español y marroquí «están jugando con las vidas de personas, con sus proyectos vitales». Pero también por el trato dispensado por la policía a los migrantes, violencia verbal pero también física. Y también contra menores, a quienes han infligido un trato desagradable. Los golpean, los amenazan, los arrastran, no los dejan salir del agua (con el riesgo de hipotermia que comporta). Pone el ejemplo de un grupo de jóvenes subsaharianos que estaban expulsando ayer. «Les obligaban a ir a uno con la mano en el hombro del de delante, y si se despistaban, los empujaban con el escudo antidisturbios, los amenazaban con porras», denuncia la voluntaria, que asegura que lo tienen grabado.
Por eso estos chicos duermen y malviven en lugares escondidos, para que no los encuentre la policía. Porque hay persecución y «cacerías» contra ellos. «La policía va con autobuses a llevarlos a las naves y deportarlos», señala la miembro de No Name Kitchen. Ni siquiera les dan acceso a los centros de menores, donde tendrían que ser acogidos. «Prefieren esconderse, para que la policía no los encuentre y los ponga en autobuses, los apalize o lo que les venga en gana, porque por la noche no hay nadie en la calle y tienen barra libre», insiste.
Otra práctica que viola los derechos humanos más esenciales son las devoluciones en caliente. Las criticó el mismo Pedro Sánchez cuando el PSOE estaba en la oposición, pero en poco más de 48 horas ya ha «reanimado» por la vía express a más de 5.600 personas a Marruecos. Este miércoles se han vuelto a repetir estas escenas, con migrantes que llegaban nadando, en condiciones pésimas y ahogándose en la playa del Tarajal. Una vez mínimanente recuperados, eran reconducidos por policías o militares a la frontera y se perdía el rastro de ellos.
«Son personas diferentes, con historias diferentes, pero parece que no importa», asegura Irina Samy. «Es cierto que algunos se han marchado voluntariamente, pero ha habido muchas devoluciones en caliente», añade la voluntaria. Se pregunta «cómo lo justificará la Unión Europea, porque lo acabará haciendo, cuando son devoluciones en caliente, prohibidas por la legislación internacional«. Recuerda que, cuando una persona pide asilo, se tiene que poder quedar mientras se tramita. Pero simplemente no se les informa ni de sus derechos ni de esta posibilidad. Está convencida que también se han producido muchas devoluciones en caliente de menores, porque «prácticamente la mitad» de los 8.000 migrantes que han entrado lo eran.
No Name Kitchen se dedica sobre todo al acompañamiento jurídico de personas que quieren intentar llegar a la Península, que quieren empadronarse o hacer cualquier trámite. No sólo es la situación de estos días, sino la que arrastran de hace mucho tiempo. Se han encontrado con muchas personas que hace tiempo que son indocumentadas, también familias con niños nacidos en Ceuta, que no pueden legalizar su situación porque los trámites son «imposibles».
La presencia del Ejército no ha aportado absolutamente nada, sólo «intimidar, intimidar y lanzar gases lacrimógenos». Desde las organizaciones están a la expectativa de que se conozcan más detalles de lo que ha pasado realmente estos días. «Probablemente no sabemos todavía todos los derechos que se están vulnerando», concluye Irina Samy.
«Mucha desesperación y lágrimas»
Desde Cruz Roja, que está en primera línea de atención de las personas que llegan desde Marruecos, ponen rostro humano a lo que está pasando. Su portavoz en Ceuta, Isa Brasero, relata que, más allá de las heridas físicas, se han encontrado con «mucha desesperación, muchas lágrimas y mucha gratitud hacia nosotros». Constata cómo esta vez han llegado muchos menores de edad. «Quizás es la nota característica de esta entrada. En esta ocasión han venido muchísimos más menores y núcleos familiares enteros», detalla Brasero. También se han encontrado muchos bebés y grupos de menores que venían juntos y solos, sin adultos.
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