Entrevista a Carlos Canales Cintrón, escritor y educador
Carlos Canales Cintrón (San Juan, Puerto Rico, 1955-) es politólogo, dramaturgo y educador. Realizó estudios formales en Ciencias Políticas, Drama y Educación en la Universidad de Puerto Rico (B.A, Magna Cum Laude) y se desempeñó como docente de actuación y dramaturgia en la Escuela Especializada de Bellas Artes, Arecibo, Puerto Rico. En Estados Unidos completó un Magister en español en la Universidad de Connecticut, donde también se ha desempeñado como docente universitario. Es un prolífico escritor de teatro y de relatos, desde cuentos a novelas y crónicas. Es un ensayo de una vida útil. Canales Cintrón ha presentado su obra o ha sido tallerista de teatro en Argentina, Canadá, Costa Rica, España, Estados Unidos, México, Perú, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela. Su obra ha sido premiada por el Ateneo Puertorriqueño, el Círculo de Críticos, la Fundación René Marqués, el Pen Club de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueño. Carlos ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.
– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Recientemente, has publicado Mai (2021). ¿De qué trata o tratas en esta colección de obras de teatro y cuentos y cómo recorres entre la literatura y la realidad o no ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarles?
– Carlos Canales Cintrón (CCC, en adelante) – Sí, publiqué Mai con Isla Negra Editores. Mai es una obra de teatro con muchos personajes que son miembros de mi familia de madre y trata sobre los conflictos que fueron confrontando en sus vidas, conflictos con ellos, con los demás, con familiares y con la sociedad también. La historia empieza en 1968 y termina hacia finales de los 70. El texto es un rescate profundo e imperativo de la memoria. Una urgencia literaria. Pero antes de escribir la obra de teatro escribí un cuento largo con el mismo título que publiqué en mi libro de cuentos Faustine Azul y otros cuentos (Palabra Pórtico Editores, 2019). A principio de enero de 2020, decidí adaptar el cuento a una obra dramática. Adaptarme es una práctica común en mí que vengo haciendo desde el 2014. En el prólogo de Mai, Michelle Tennyson de la Universidad de Connecticut argumenta con lucidez y rigor académico sobre esos procesos irreversibles que he venido practicando en los últimos años. El cuento está narrado por un tío que padecía de un impedimento mental, la narración, en primera persona, es una descripción de las acciones de toda la familia, lo que lee el lector es un fluir de conciencia. Además, hay otro precedente. En el 2004 escribí una obra sobre mi familia de padre y la guardé. No quise estrenarla. En el 2014, adapté la obra de teatro a una novela corta. Cuando la sometí a Palabra Pórtico Editores, Marta Emmanuelli me hizo una observación, más bien una sugerencia que al principio me resistí, pero luego la acepté. Convertí la novela breve en un libro de cuentos. También le añadí dos narraciones: Faustine Azul y Mai, inexistentes esas historias en la novela. Cuando decidí adaptar el cuento a un texto dramático, sabía que no disponía de mi tío como narrador. Entonces me planteé la obra como un acto segundo precedido por la obra sobre mi familia de padre. Así que el autor director del acto primero continuó sus funciones dramáticas en el acto segundo que es Mai. La trama narrativa de Mai persiste en la obra de teatro con las variaciones y exigencias que exige el género teatral. Teniendo como base el cuento, me sirvió en el proceso creativo, con la ayuda imprescindible de la imaginación.
– WRS –¿Qué relación tiene Mai con vuestro trabajo creativo anterior y hoy?
– CCC – En el 1985 estrené mi monólogo María del Rosario que está basado en las dos primeras locuras de mi madre; y en el 2003 estrené ¡Qué bueno está este país!, que es la historia de mis dos tíos, hermanos de madre (el impedido y el compositor), después de la muerte de Mai. En el 1993 construí el personaje de Margie, basado en mi prima que en mi obra Mai se llama Dai. Además, de otros familiares que conté sus historias en cuentos inéditos. Digamos que Mai es un cierre de historias previamente exploradas y contadas que confluyeron en el cuento Mai, pero es preciso señalar que sin la escritura del cuento no hubiera escrito la obra. Tampoco la hubiera escrito sin la escritura de la obra sobre la familia de mi padre. Son dos obras con muchos personajes, complementarias, fragmentadas, con abolición del tiempo y espacio. En Mai puede que equipare el concepto del tiempo que experimenté en mi pieza La casa de los inmortales (1986). Cuando terminé de componer Mai, me cuestioné: “¿qué vas a escribir mañana?” Todas las obras que he escrito después de Mai son una continuación de una escritura dramática que se erige como un acto de libertad suprema.
– WRS – Si compara vuestro crecimiento y madurez como persona y escritor, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo de entonces con el de hoy?
– CCC – Bueno, he ido liberándome de todas las teorías convencionales de la dramaturgia, aunque ello no depende de mí, no es una auto imposición, no, para nada. Cuando me llega una historia para escribir en teatro, en ella ya está incluida la trama, la estructura, el género y el estilo. Es una percepción, no es una certeza. Pero lo que sí ha cambiado es el manejo del lenguaje dramático. No se trata de un asunto de gramática, es un tema más complicado. El teatro se escribe para representar y para conmover al espectador. El espectador no es un ente pasivo. El verdadero drama ocurre en la platea donde está sentado el público. Lo que sucede en el escenario le afecta la psiquis, provoca sentimientos y emociones. Por lo tanto, la trama y el diálogo insinúan, sugieren, etc. Digamos: he adquirido una conciencia artística más definida cuando escribo una obra de teatro. Beckett, Pinter, Mamet y Shepard son los dramaturgos que más releo, porque son dramaturgos sobresalientes y reveladores que te obligan a cuestionar tu dramaturgia y te muestran universos que vale la pena explorarlos. Otro dramaturgo que me ha influenciado con su dramaturgia y con sus ensayos es José Sanchis Sinisterra. Pero la diferencia de mi dramaturgia de los 80 y 90 con las del nuevo milenio es que escuchaba voces conflictivas en la oscuridad, donde captaba lo peor del ser, esas zonas demoniacas. Hoy en día sigo escuchando esas voces en la oscuridad, pero también siento el dolor profundo de sus almas, percibo sus sufrimientos, me percato de sus culpas y sus condenas, siento empatía y amor hacia ellos. Intuyo que lo antes mencionado está plasmado en Mai.
– WRS – Carlos, ¿cómo visualiza su trabajo creativo con el de vuestro núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico?
– CCC – Ante esta pregunta, debo ser sincero: no comparo mi trabajo creativo con el de mis colegas de generación. Pero si puedo comentarte que nuestro grupo de dramaturgos compartimos una visión de mundo, pero tenemos prerrogativas distintas en el momento de componer nuestras obras de teatro. Nuestra generación ha recibido reconocimiento internacional. Roberto Ramos Perea, José Luis Ramos Escobar y Antonio García del Toro han obtenido premios literarios en España y en Estados Unidos. Y no hablemos de las representaciones de las obras de la generación que se han representado en muchos lugares del mundo. Me siento orgullo de ese grupo generacional. Actualmente, hay unas generaciones de dramaturgos que se abren paso en la isla y tienen reconocimiento internacional también.
– WRS – ¿Cómo concibes la recepción a su trabajo creativo dentro de Puerto Rico, y la de sus pares, bien sean escritores de cuento u otro género?
– CCC – Basándome en las representaciones de mis obras, pienso que han sido recibidas con perplejidad y asombro, ya que los temas de algunas de mis obras son violentos y causaban reacciones contradictorias en los espectadores. Me refiero a las obras de relaciones de parejas, tratando el tema de la violencia doméstica, que escribí entre 1987 y 1993. Obras como Juego Peligroso (1987), Vórtice (1991), Especialmente para ti (1992) Vamos a seguir bailando (1993) y Margie (1993). Son obras que en sus estrenos causaron controversias. Mis obras que han tenido más aceptación por parte del público son las de mi familia: María del Rosario (1985), Salsa, tango y locura (2003) y ¡Qué bueno está este país! (2004). Sería injusto omitir Bony and Kin (2001), que se ha representado en muchos países. También añado Antígona Barrio (2017), que trata sobre una épica social que ocurrió en Buenafortuna. En otros países, mis obras han tenido una aceptación favorable brindándome satisfacciones también, provocando una motivación para continuar adelante. En cuanto a la narrativa, me han publicado cuentos en el periódico El Post Antillano, Letralia, Leamos cuentos y crónicas latinoamericanas y han leído un sin número de mis cuentos en el programa Radio Ficción por las Noches de Argentina. En conclusión, no puedo quejarme de la recepción de los espectadores. Ni de los lectores de mis narraciones.
– WRS – Sé que vos es de Puerto Rico. ¿Se considera un autor puertorriqueño o no? O, más bien, un autor de literatura, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?
– CCC – Yo soy escritor, sin adjetivo. Parece que los adjetivos a los escritores es una condición de la crítica literaria. Me incomoda cuando argumentan que Luis Palés Matos es un poeta de poesía negroide. Palés Matos es un poeta y punto. Que su poesía verse sobre el tema de los negros, ese es otro cantar. No escribo pensando en los problemas de Puerto Rico. Es decir, que no me planteo los conflictos de la isla cuando voy a escribir. (Me preocupan los problemas de la isla, como ciudadano. Detesto la fatídica Junta de Control Fiscal y me asquea la rampante corrupción política.) Explícitamente, Puerto Rico no es mi leimotiv de escritura. Mis motivaciones son existenciales, psíquicas y psicológicas. Me resquebraja el tema de la muerte, el sentido de la vida y mis culpas. He escrito obras en que no manejo esos conflictos personales, trato temas sociales y políticos. Mis obras de teatro y narraciones ocurren en Puerto Rico. Pero también tengo historias que se desarrollan en otros países, como Estados Unidos y Francia. Además, mis obras sobre dictadores caribeños se desarrollan en el Caribe francés e inglés. También escribí una obra que se desarrolla en Guatemala y en Brasil. Todas esas obras parten de un contexto social puertorriqueño. El Generalísimo Brujillo (2008) no es una obra histórica, es la visión imaginativa de un dramaturgo de Puerto Rico que hace un acercamiento a la figura de Rafael Trujillo para elevarlo a un contexto caribeño. Últimamente ubico mis historias en mi barrio Buenafortuna (nombre ficticio) que es el barrio donde viví casi toda mi vida. Ello me ha llevado a preservar un lenguaje popular que de otra manera se perdería para siempre. En el 2008 nos trasladamos a vivir a Connecticut. Podría decirte que acá se me ha despertado la memoria de historias que ocurrieron en la isla y las he ido escribiendo: obras de teatro, novelas, cuentos y crónicas. En la distancia, me acerco más a mi isla. Después de Mai (que transcurre en un barrio análogo a Buenafortuna), mis textos recientes se desarrollan en mi barrio. Y por lo que vislumbro… seguiré escribiendo obras dramáticas (y narraciones) que se desarrollen en ese espacio geográfico, porque Buenafortuna es un universo inagotable de historias que trascienden mis preocupaciones también. Es que una vez que se despierta o se subleva la memoria no hay manera de detenerla, de refrenarla, se convierte una caja de Pandora y quedas atrapado en la telaraña de lo imperecedero.
– WRS – ¿Cómo integra vuestra identidad étnica, vuestra ideología política y vuestra identidad de género con o en su trabajo creativo?
– CCC – Yo no integro nada de manera deliberada. Para mí, lo importante es escribir, no me planteo esos temas ni antes ni después de escribir. No hay nada preconcebido en mi literatura. Solo contar una historia, tan simple como eso, contarla, lo mejor posible, dentro de mis capacidades y talentos. Liberarme de lo que me angustia y no me permite vivir. Mis conflictos los padecen otros también, así que busco historias que todos podamos reconocernos. Déjame hacer un relato. Yo escribí un monólogo, Sopas Campbell, basado en el cuadro de Andy Warhol. La acción se desarrolla en el MoMA de Nueva York. Cuando el personaje se enfrenta al cuadro de Warhol, se le despierta la memoria y revive viejos conflictos en la urbanización Country Club, ubicada entre la frontera de Carolina y Rio Piedras. Cuando terminé de escribir el monólogo, al darle las revisiones y leerlo con detenimiento, descubrí que, en el fondo del unipersonal, el personaje está hablando de la transición económica de Puerto Rico, la que empezó con Operación Manos a la Obra, cuando la gente se mudaba de los barrios o parcelas a esas nuevas urbanizaciones de clase media, y también se comenta cómo iban cambiando las actitudes de esos habitantes en el nuevo medioambiente. Lo que me motivó a escribir la historia fue un comentario que escuchaba de mis familiares en la casa de mi abuelo, el padre de mi padre: “La gente que vive en las urbanizaciones, solo comen Sopas Campbell, porque lo que ganan en los trabajos, lo pagan en la hipoteca”. En aquel momento del comentario yo tenía siete años. Mi esposa, mi hija y yo visitamos museos. Viendo los cuadros de pintores contemporáneos, decidí escribir unos monólogos basados en esas pinturas, emulando a Octavio Paz que escribió muchos poemas inspirados en cuadros. Pensando en los pintores me acordé de Andy Warhol. Atemperé el comentario de la niñez con el cuadro. Faltaba el conflicto. Entonces, recordé una película de Boris Karloff. El personaje que él interpretaba escuchó unas notas musicales en un piano y se desquició. La conjunción de todas esas experiencias me ayudó a escribir el monólogo. Si yo hubiera procedido a la inversa, no sé qué hubiera pasado. Yo, casi siempre, parto de una historia que contiene intrínseco el conflicto. En otras palabras, en la memoria están todas las integraciones y no tengo que invocarlas en el proceso creativo, porque van a aflorar, porque es casi imposible poder escribir sin tener almacenadas todas nuestras experiencias de vida en la memoria. La escritura es un encuentro contradictorio con el pasado, con lo que fuimos, con lo que somos y con lo que queremos ser. En la escritura, no existe el tiempo, solo gramaticalmente.
– WRS – ¿Cómo se integra su trabajo creativo a vuestra experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritor hoy?
– CCC – En congresos y entrevistas he dicho que escribo para no suicidarme. Para mí, la escritura es acto existencial, una reafirmación de la vida. Debido a mis conflictos, la escritura es un exorcismo y no puedo desligarlo de mi proceso creativo. En algunas obras es más patente la experiencia directa, la mía; y en otras obras, constato la experiencia indirecta de los demás que se anida en mi memoria. Lo que escribo es biográfico y autorreferencial. En los últimos tiempos, ya viviendo acá en USA y con la mayoría de los familiares y amigos muertos en la isla, la memoria me visita cuando contemplo el campo donde vivimos y el silencio me susurra palabras al oído y recuerdo historias pasadas y presentes, porque el arte es atemporal, lo que queda en la psiquis de los espectadores y lectores no es la historia representada ni contada, sino lo que trasciende de ella, lo que conmueve el alma y despierta sentimientos. En una representación de mi monólogo Salsa, tango y Locura, una espectadora dijo con orgullo y sonriendo: “Yo no he entendido nada de la obra, pero qué obra tan poética, me ha hecho bien al alma”.
– WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?
– CCC – Mi temática, en apariencia, no ha cambiado, ha habido un proceso dialéctico en ese sentido y he profundizado más en el tema, ha ocurrido de manera natural, fluida, cuando he ido escribiendo obras más complicadas, sin olvidar la madurez como ser humano y las décadas en el oficio. Sigo escribiendo sobre metafísica, desquiciamientos psicológicos y psíquicos, la influencia de los medios de comunicación, los efectos de la religión, las relaciones humanas y de pareja, la familia y la memoria, etc.
– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tienes recientes y pendientes?
– CCC – Mis planes son seguir escribiendo teatro y narrativa, y continuar publicando mis textos dramáticos y narrativos. Además, estoy ensayando unos monólogos por Skype con actores que viven aquí, de Puerto Rico, de Costa Rica y de otros países latinoamericanos.
Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
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