Por Nubia Piqueras Grosso. Fotos: Osvaldo Rodríguez Martínez
Excorresponsales de Prensa Latina en Panamá
Desde entonces muchos fueron los hechos políticos que marcaron el acontecer de esta agencia en la nación istmeña, entre los que sobresalen los tratados Torrijos-Carter (1977), las negociaciones del grupo de Contadora durante la crisis en Centroamérica (década de los 80) y la invasión de Estados Unidos a Panamá (1989).
Sobre este último, recordó que el 19 de diciembre, horas antes de la incursión bélica, él se encontraba en la oficina y Eduardo Cordero, quien era el corresponsal alterno, le comentó que la 82 División del ejército estadounidense ya estaba en el país, pero no había indicios todavía de que tomaran el territorio nacional.
“Ese día yo me fui tranquilo para mi casa (La Chorrera, ciudad cabecera de la occidental provincia de Panamá Oeste); sin embargo, a las 12 de la noche me despiertan e informan que están bombardeando el cuartel central”, relató Bermúdez durante un encuentro efectuado hace tres años en la capital panameña a propósito del aniversario 60 de Prensa Latina.
“Cuando terminaba el turno de trabajo por la noche, yo cogía el bus que cubría la ruta Panamá-La Chorrera en el que viajaba todo el personal que laboraba en restaurantes y hoteles, además de trabajadores independientes.
“Durante la invasión, cuando ese ómnibus pasó por la Zona del Canal lo bombardearon y muchas personas murieron. Por suerte, en esos días yo terminaba el turno por la tarde y por tanto no estaba en ese transporte, de lo contrario no estaría ahora haciendo el cuento”, dijo apesadumbrado.
“En esa época (1989) mi hijo tenía seis años, pero yo solo atiné a ponerme unas zapatillas, un jean y un suéter negro, arranqué y me armé, en espera de una confrontación con los gringos, lo cual no sucedió en mi caso. Solo ocho días después de la agresión, el 28 de diciembre, pude entrar a la capital”, rememoró.
“Durante esos días comimos en la oficina arroz, tuna y picadillo, y el Loquillo (Antonio Gómez, camarógrafo cubano que trasmitió para la televisión cubana las imágenes de la invasión de Estados Unidos a la nación istmeña) era el cocinero”, narró este hombre que atesora imborrables recuerdos de su paso por PLPanamá.
“Todavía guardo con mucho cariño los dos cintillos de condolencias que me mandaron desde La Habana la dirección de la agencia y los compañeros (Omar) Sepúlveda, Elena (Acuña) y (Mario) Mainadé cuando mi primera esposa murió hace más de 30 años.
“En ese tiempo Raymundo López (corresponsal jefe) me apoyó mucho y estuvo a mi lado, algo que agradezco y no olvido”, expresó emocionado.
Pero las vivencias de este hombre humilde, a quien su carácter hiperactivo no le permitió terminar la carrera de periodismo, están marcadas por los sentimientos, la amistad, el deber y el sentido de la noticia.
“El 31 de octubre de 1989 los gringos entraron hasta el centro de La Chorrera gracias a las maniobras militares que hacían entonces en todo el país. Ese día yo fui a recoger a mi hijo a la escuela y los aviones A-7 pasaban rasantes por el pueblo, al punto que la torre de la iglesia se estremeció.
“A la entrada de la urbe estaban los blindados LABB-25 fabricados por Canadá para la infantería marina, los cuales usó el ejército estadounidense durante la invasión.
“El despacho que cuenta esos sucesos, a partir de mi narración, lo redactó Raymundo López y lo guardo en mi casa en un cuadro enmarcado como una reliquia”, narró al referirse al “ambiente pesado” que marcó los meses previos a la incursión militar, cuando los “soldados gringos” entraron a Chorrera con 13 blindados y bombardearon el cuartel de la Fuerza de Defensa con dos cohetes desde el avión A-37.
Durante su trabajo en PLPanamá también pudo conocer algunas de las personalidades más notables de nuestra América, entre ellos el poeta nacional de Cuba, Nicolás Guillén, quien estuvo en una ocasión de visita en la oficina de Prensa Latina muy ceremonioso, pues era de poco hablar, apuntó.
Recordó que una noche lo llamó Pedro Silvio, uno de los colegas, para decirle que Gabriel García Márquez estaba hospedado en el hotel Holiday Inn y debía llamarlo para saludarlo a nombre de la agencia.
“En época del general Omar Torrijos pasaron por Panamá muchas personas importantes, era un hervidero de gente, al igual que Prensa Latina. Aquí se recibía a todos los revolucionarios de América y a muchas personalidades, entre ellos Carlos Mejía Godoy (músico y cantautor nicaragüense), siempre con su pantalón negro y camisón rojo”, refirió.
“Incluso, un día atendí una llamada cuya interlocutora se identificó como Blanca Segovia Sandino, la hija del general Augusto César Sandino”, acotó Bermúdez, quien casi siempre tenía la misión de atender a los visitantes durante su turno de trabajo entre la 13:00 y 21:00, hora local.
“En esa etapa conocí a muchos periodistas panameños como Jairo Posada, que tenía muy buenas relaciones con la agencia, y a otros cubanos como Nelson Notario Castro y Luis Báez, a quien le transcribí sus entrevistas”, dijo.
Sin embargo, uno de los tesoros más preciados era la llegada de la valija, la cual contenía publicaciones cubanas como Granma, Juventud Rebelde, Verde Olivo y Bohemia, aseveró.
“Yo leía casi 300 cables diarios, de los cuales siempre saqué una enseñanza”, afirmó Bermúdez, quien enumeró como un momento memorable el día que Cuba y Panamá restablecieron relaciones diplomáticas, el 20 de agosto de 1974. “Esa tarde, cuando llegué a la oficina, había un gran alboroto”, afirmó.
UNA ESCUELA DE VIDA Y PERIODISMO
“Tras concluir la secundaria entré a la oficina de Prensa Latina, en 1974, la cual estaba en el viejo edificio José Esteban. Allí aprendí a hacer café y la redacción periodística”, manifestó Bermúdez, quien en ocasiones mandó despachos, entre ellos de radio, que fueron publicados en medios de prensa de países de la región como México y Cuba.
“Cuando las empresas norteamericanas de periodismo ya estaban en el satélite, nosotros todavía recibíamos y trasmitíamos a través de las ondas de radio, por tanto, cuando el tiempo estaba malo todo era una gran odisea y había que cambiar constantemente de frecuencia para mejorar la señal y los despachos llegaran a los clientes. Después vino el cable submarino.
“Yo recuerdo que cuando ingresé a la sede original de la corresponsalía, en los bajos del edificio siempre había un auto Volkswagen, pero gracias a Dios nunca nos pasó nada.
“Entonces los turnos de trabajo eran por horarios rotativos. Después nos mudamos para el sexto piso del edificio Bacará, ubicado en avenida Chile y calle 41, el cual pertenecía a la dirección de los casinos nacionales, por tanto, la entrada siempre estaba custodiada por un policía.
“En el quinto piso radicaba la gerencia de la entidad, la cual presidía Hugo Torrijos, el hermano del general Omar Torrijos. En el piso 12 había una oficina de la Seguridad del Estado, por ende, el inmueble estaba bien custodiado.
“Nos mudamos para este edificio porque había mucha seguridad y mejores condiciones para trabajar. Después nos trasladamos a otro, ubicado detrás del Café Durán, cerca del Colegio de La Salle. Aquí radicaron Raymundo López y Mario Mainadé. Más tarde nos trasladamos para la avenida Brasil, donde Francisco Urizarri se desempeñó como jefe de oficina”.
Bermúdez señaló, además, que el inmueble donde vivía el corresponsal de PL y los servicios estaban a su nombre, porque al ser panameño el depósito y el pago a la empresa eléctrica eran más bajos. Con el tiempo, todo se finiquitó a nombre de la agencia, acotó.
“Yo no tengo plata, solo buenos amigos y vivencias que no me quita nadie, pues difícilmente vuelvan a tenerse, y todo eso se lo debo a que trabajé en Prensa Latina y compartí con muchos compañeros valiosos”, sentenció.
arb/npg
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