Como en Nicaragua tal y como señalaba el artículo de ayer, en Palestina las reivindicaciones no negociables para las feministas pasan por sus derechos económicos, políticos, sociales y sexuales y reproductivos. Diez años llevan reclamando una ley de la familia que proteja a mujeres, niños y niñas frente a las violencias machistas. De momento no llega, pero no cejarán en su lucha porque “sabemos que nuestras demandas son justas y la legislación internacional está de nuestro lado”, señala Tahreer Jaber, Directora de la Unión de Comités de Mujeres Palestinas (UPWC en sus siglas en inglés). Los datos hablan por sí solos: en Cisjordania y la Franja de Gaza casi el 30% de las mujeres casadas sufren violencia física por parte de sus maridos y el 14% de las mujeres no casadas por parte de algún miembro de su familia. La violencia psicológica se sitúa en porcentajes muy superiores (50% y 40% respectivamente).
Esta semana en el lugar donde la periodista palestina Shireen Abu Akleh fue asesinada por el ejército israelí en mayo de este año, han iniciado los diferentes actos de conmemoración del 25N, Día Internacional contra las Violencias contra las mujeres. 16 días de activismo, hasta el 10 de diciembre, Día Internacional por los Derechos Humanos, bajo el lema “La protección es un camino, no un eslogan”. Toda una declaración de intenciones del movimiento de mujeres y del feminismo en Palestina, que siempre ha estado atravesado por la realidad de represión y violencia no solo de una sociedad patriarcal, sino del sistema de apartheid impuesto por el Estado de Israel hacia la población palestina. No entraré en este artículo a ahondar, otra vez, las causas estructurales de las violencias machistas que enfrentan las mujeres palestinas. Años anteriores, tanto en este blog como en otras publicaciones, se ha recogido esa doble opresión.
Cebolla y apartheid
Así que desgranemos el titular de este artículo: ¿qué tiene que ver una cebolla con la resistencia frente al apartheid israelí? La cebolla no sólo constituye una de las bases de la gastronomía palestina en platos con la Musajan o la Muyadara, sino una alternativa para resistir. ¿Cómo? Toda persona que haya cocinado sabrá que picar la cebolla se convierte en uno de los gestos más lacrimógenos de la preparación de un plato. Como el mundo patriarcal nos ha enseñado, quiénes más pisan la cocina, a pesar de que no se tenga la voluntad ni se disfrute, son ellas. Una práctica tan cotidiana, importante en el ámbito de los cuidados (la alimentación) se ha utilizado para resistir a la ocupación, a los gases lacrimógenos que el ejército israelí lanza a manifestantes palestinos que protestan por su derecho a tener derechos, a la libertad o autodeterminación, entre muchos otros.
Es la hortaliza que ayuda a resistir frente a la opresión. La que, pasando tan desapercibida, tiene tanta conexión con el ingenio del que muchas veces tienen que echar mano las mujeres feministas para resistir en un mundo patriarcal.
Es algo que me ha llamado siempre la atención en Palestina, lo astuto de la resistencia en muchas ocasiones. Y no es para menos después de 74 años de ocupación israelí y en un contexto cada vez más represivo y violento. Tahreer Jaber, entrevistada para esta ocasión, ha querido poner el foco en dos cuestiones fundamentales para la defensa de los derechos de las mujeres.
El derecho a reclamar derechos, amenazado
En primer lugar, en la situación in crescendo de los métodos e intensidad de la represión del trabajo en pro de los derechos humanos por parte del Estado de Israel. Jaber destacaba que desde octubre de 2021 con la designación de organizaciones como la suya y otras 6 más como “terroristas” por parte de Israel, se está impidiendo de facto su trabajo dedicado a la consecución de, en el caso de UPWC, los derechos de las mujeres palestinas. A pesar de su empeño por continuar el trabajo, las trabas son cada vez mayores (interrogatorios al personal, prohibición de viajar fuera de Palestina) y reconoce que está impactando en las generaciones de mujeres más jóvenes que están recibiendo presiones familiares para que no participen en las acciones que organizaciones feministas como UPWC están proponiendo.
En segundo lugar, destaca Jaber, el aumento en las detenciones de mujeres por parte del ejército israelí y las violaciones de sus derechos desde el mismo momento de la detención hasta las condiciones en prisión. En lo que llevamos de año, más de 150 mujeres han sido detenidas, 52 aún permanecen en la prisión de Damon, en el norte de Israel, fuera del Territorio Ocupado contraviniendo la IV Convención de Ginebra. Una de las mujeres prisioneras, de 61 años de edad, murió en una cárcel israelí este año debido a la negligencia médica. Así lo confirman los datos recogidos por Addameer, organización palestina especializada en la defensa de los derechos de la población palestina prisionera. Los de las mujeres en particular se ven particularmente violados, sobre todo cuando salen de prisión y se enfrentan a una sociedad que las arrincona aún más de lo que ya estaban (altas tasas de desempleo, altas tasas de pobreza y discriminación social que hacen que disminuya su capacidad para poder ser partícipe de los espacios de toma de decisiones).
Resistencia feminista palestina
Otra de las formas de resistir frente a la ocupación israelí (además de las cebollas) y al patriarcado que promocionan juntas UPWC y Addameer es simplemente, salir adelante. Fatima (nombre inventado de un caso real) es de Hebrón, era joven aun cuando salió de prisión y su familia le prohibió salir de casa, con lo que cayó casi en una depresión. A través de la Red de Apoyo a Mujeres Palestinas Exprisioneras puesta en marcha por Addameer y UPWC, psicólogas de la Red fueron a visitar a la familia de Fatima para persuadirlos de que la dejaran participar en las sesiones de apoyo psicológico que estaban llevando a cabo y con ello conseguir que la dejaran salir de casa. En la actualidad Fatima está estudiando en la Universidad. Las mujeres exprisioneras enfrentan a su salida un total abandono institucional (que no ocurre con los hombres exprisioneros), económico y social tanto en la esfera pública (estigma) como privada (privación de libertad por el miedo a su redetención). Así que lograr que Fatima pudiera asistir a sesiones de apoyo fue un gran acto de resistencia feminista tanto frente a la ocupación israelí que ve así frustrado su objetivo de anulación del futuro de las nuevas generaciones en Palestina como frente al patriarcado, superando obstáculos sociales y familiares y generando resiliencia entre las mujeres más jóvenes.
La independencia económica o la participación política son los retos de la lucha por los derechos de las mujeres no sólo en el Territorio Palestino Ocupado sino también para las mujeres que viven en lo que hoy es Israel. La organización feminista Kayan está llevando a cabo en el marco de estos 16 Días de Activismo, una campaña con el eslogan “La solución toma su espacio” que tiene el objetivo de poner el acento en los factores que están influyendo en la participación de mujeres y jóvenes en la política local.
La insistencia de organizaciones de Derechos Humanos en todo el territorio de la Palestina histórica por la unidad, la participación política de las mujeres y la consecución de los derechos para todas son una constante estrategia de resistencia que utiliza diferentes herramientas para enfrentar las políticas de segregación, separación y anulación de la identidad palestina que lleva a cabo el Estado de Israel desde el río Jordán al mar Mediterráneo. Finalmente es importante señalar también que, a nivel de política y dinámicas internas en Palestina, influidas sin duda por la opresión israelí, los movimientos reaccionarios antiderechos de las mujeres están tomando fuerza y es uno de los principales impedimentos para la aprobación de la tan demandada Ley de la Familia que las feministas palestinas llevan reivindicando más de una década.
Elizabeth Masero Visiga es periodista, cooperante en Palestina en los últimos seis años.
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