La Fábrica de Sueños. "Rapsodia en agosto" (1991), de Akira Kurosawa
Las mentiras más crueles son dichas en silencio. ROBERT L. STEVENSON
No hay otra forma de expresar lo verdaderamente importante que la del tono suave. Nada de estruendo. Todo lo dicho como indirectamente, con las más sencillas palabras, las más triviales y el tono llano, gana en preeminencia, si es que queremos hacer copartícipes a los demás de nuestro mensaje. LUIS VIDALES
Soy el hombre más sencillo que existe, pero cuando siento un grito en mí, no acepto transformarlo en una vocecita para complacer a mudos o a tartamudos pues no deseo agradar a nadie, ni tener discípulo ni serlo. He venido a este mundo por algunos instantes y quiero lanzar un grito y partir. NIKOS KAZANTZAKIS
El II y último ciclo de tributo a la vida y obra de A. K., desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, termina con Hachi-gatsu no kyōshikyoku (1991) o Rapsodia en agosto, un alegato antibelicista, y en especial contra la bomba atómica de Nagasaki, hecho con tal sutileza que parece estar hablando al tiempo de los postres de la abuela. Abuela que, en el caso de Kane, recuerda muy atribulada las figuras de las nubes, la expresión de los ojos, la caída del cabello, en fin, los efectos radiactivos sobre cada hibakusha o ‘persona bombardeada’ en Hiroshima y Nagasaki: en esta ciudad, fue asesinado su esposo el 9.ago.1945. Filme que gira, además, sobre temas como lazos entre generaciones, agresor y agredido, conservación de la dignidad, valor de la memoria, aprendizaje desde el error, pérdida de seres queridos, reconciliación a partir de la eufemística, trillada y fea voz resiliencia. Tres generaciones responden a la agresión atómica de EE.UU.
Agresión que no tiene ni tendrá jamás justificación, en tanto genocidio, como no la tiene ni tendrá Israel con la invasión/limpieza étnica o genocidio, de Palestina. Para quienes no sepan, rapsodia es una voz musical/poética que alude al tema compuesto desde la unión en libertad de distintas unidades rítmicas y temáticas sin vínculos entre sí. Esta estructura sonora A. K. la traslada al cine para resignificarla por vía de los recuerdos, de la Historia, de la memoria del pueblo japonés en una búsqueda consciente e inconsciente, por vía del arte, de restablecer la dignidad de un pueblo masacrado sin misericordia por el invasor EE.UU. La voz griega rhapsoidia da origen a la latina rhapsodia, sustantivo a su vez formado por dos partes diferenciadas con claridad: a) el verbo rhaptein, que traduce ensamblar; b) el nombre aidein, sucedáneo de canción o tonada. Según la RAE, la rapsodia en poesía se refiere a un poema de tipo épico que se puede declamar por separado de la obra: así lo percibe en su filme A. K.
Como se ve desde la óptica y el sentir de la anciana Kane, a partir de la pérdida de su esposo. Luego están sus dos hijos y sus esposas, todos criados en el Japón de posguerra, igual que su primo Nisei Clark, quien creció en EE.UU. Éste último, a su vez, tiene cuatro nietos nacidos muchos años después y que son los que ahora visitan a la abuela en su casa de campo en Kyushu, durante el mes de agosto, pleno verano, mientras los padres de ellos visitan en Hawái al que quizás sea su hermano Suzujiro. La que es una clara denuncia, no obstante lo sutil pero denuncia al fin, se aclara, no era la primera vez que la hacía A. K. Como él mismo sostiene, en 1955 con Ikimono no kiroku o Crónica de un ser vivo ya se había expresado contra los efectos del holocausto nuclear, sin éxito: ‘El público japonés no acepta el tipo de filmes que hago porque no está capacitado. Siento decirlo, pero la calidad desapareció en el cine de mi país y la industria cinematográfica no está muy interesada en que vuelva’. El País (1991) (1)
El primer asunto clave, pese a los continuos roces entre abuela y nietos por el tipo de comida que ella prepara, las diferencias de sazón, en fin, ‘lo horrible que sabe’, es que hay respeto hacia los ancestros, posibilitan la convivencia y ríen o se burlan por igual con las salidas de Kane, sin llegar jamás a la agresión: ni, mucho menos, como pasa en Colombia, entrar en el terreno del lío, crimen o asesinato. Pese a la resistencia de uno/a de sus nietos/as conversa con ellos y les transmite su versión sobre el horror vivido por el pueblo nipón, que dejó más de 500 mil víctimas, pero que la historia oficial reduce a sus (in)justas proporciones. Igual, cuando Kane dice que ‘las nubes de hoy son las mismas de aquel día’ refiere el primer factor/símbolo del ataque imperial; otro es la expresión de los ojos que, a partir del dibujo que hace Tateo, representa la explosión en sí misma; y, por último, la calvicie, emblema del despojo súbito y radical que apunta a su vez a una desprotección metafísica o allende la física.
El choque entre agresor y agredido, o entre culturas, se muestra a través de los nietos que lucen camisetas alusivas a universidades gringas, lo que contrasta con la sencillez de la casa de Kane, la austeridad general y la carencia de propaganda alguna. La coexistencia de la mirada occidental y la tradición oriental en trance por las próximas tres décadas, hasta alcanzar un desarrollo paradigmático de cara a la adversidad hasta ahí vivida, señala un choque basado en la paradoja y en el síndrome de Estocolmo: no es posible ignorar, por un lado, el cambio de Japón hacia el progreso basado en la destrucción casi total de su pueblo ni, por otro, entender a cabalidad cómo una nación tan aguerrida termina por rendirse a la bota, no a los pies, del tirano, por asumir el capitalismo hasta el desborde, y termina por contener una de las sociedades con mayor índice de suicidios, en desmedro de su ecología y economía en tanto tratado de la casa (2), gestión/distribución de la casa (3), respectivamente.
Entretanto, les llega un telegrama (el Instagram vía electrónica de hoy) de sus primos en EE.UU que proporciona a los padres una labor de gestión en sus cultivos de piña en Hawái, pero cuando las cosas toman un cariz complejo y se dificultan, a manera de réplica los nietos citan el ataque nuclear, para causar así la furia de sus padres. A fin de atenuar la situación, uno de las nipones/gringos, de ahí Nisei Clark (ya que Nisei es la voz que los yanquis dieron a los japoneses nacidos en EE.UU luego de la II GM y a los cuales encerraron en campos de concentración), quien decide viajar a Japón para visitar a Kane justo en el 45° aniversario del ataque nuclear a Nagasaki. Así es como A. K., fuera de haber puesto al cine japonés en un sitio de relevancia a escala internacional, termina por dar nombre a un estilo de narrativa, basado en la fragmentación, incompatibilidad e inconsistencia llamado efecto Rashōmon. Sobre Clark: primera y única ocasión en que un extranjero participa en un filme del cineasta.
Es, además, la filmación sobre la nouvelle Nabe no naka o Dentro del caldero (1987)de Kiyoko Murata (4), cuyo rodaje ocurrió a inicios de 1991; y de un filme producido de forma íntegra en Japón, hecho que no sucedía desde Dodes’ka-den (1970): según la novela Ciudad sin estaciones, de Shûgorō Yamamoto, y primero del cineasta rodado en color. Desde la forma, Rapsodia en agosto es una obra basada en la calidad de la fotografía, los encuadres, la luz, el montaje, la puesta en escena basada en el rigor y en la economía de medios. Con un elemento inherente a la idiosincrasia japonesa: el silencio. Lo que se evidencia en el rostro y en la mirada de los nietos cuando por sugerencia de la abuela van al bosque a observar ‘los árboles que se suicidaron’ o a contemplar la luz de la luna. Aquí se funden el miedo y/o temor reverencial con el respeto a los mayores o entre ellos: como cuando la anciana, que también perdió a su pareja, visita a la abuela y no necesitan decirse nada para identificarse en el dolor.
O cuando Nisei Clark y Tateo observan la hormiga que tras largo proceso se planta en la rosa, como símbolo de esperanza y reconciliación que ambos captan dentro del mutismo filtrado por la sonrisa que aflora en sus labios. La rosa, a propósito, es Leitmotiv a lo largo del filme, no sólo desde las imágenes sino desde la canción que a menudo el nieto mayor toca en el órgano siempre ‘por afinar’, hasta que lo afina, en clara alusión a la disciplina y persistencia del nipón frente a la vida. La misma canción que se escucha en el epílogo, cuando la abuela Kane se enfrenta a los únicos desafueros que se justifican, los de la Naturaleza, y lucha contra el huracán: toma y, más allá, secuencia, muy a tono con el horror que experimenta al recordar el instante en que estalló la bomba arrojada por el Enola-Gay y que, a la vez, contrasta con el ideal de esperanza que denota la canción y que tanta alegría proporciona a todos; a su vez contrasta con las críticas al cineasta por no tener en cuenta la conducta de las tropas niponas.
Obvio, durante la II GM. A. K. desmiente las acusaciones de frente y sin rodeos para subrayar que las guerras son asuntos de los gobiernos y no de los pueblos: “No es un filme basado fundamentalmente en la guerra, sino que se trata de la historia de una familia durante un mes de verano. De la relación de una anciana, cuyo marido murió por los efectos de la bomba, con sus cuatro nietos y un sobrino, de nacionalidad [estadounidense], hijo de un hermano suyo que se fue a vivir a Hawái. (…) Mi creencia es que la [II GM] no fue entre dos pueblos, sino entre los gobernantes de EE.UU y Japón. Por esa razón, el sobrino hawaiano se entiende con su tía y le pide perdón, pero es un perdón humano, no político”, dijo A. K. en 1992. (5) De igual modo, cuando los nietos van a Nagasaki y visitan el sitio donde su abuelo fue asesinado, por primera vez en su existencia hacen conciencia del ataque nuclear con la bomba de plutonio Fat Man: así, al filo del tiempo, logran considerar con mayor respeto a la abuela.
Subsumidos por la cultura gringa por vía de la moda, la música y el cine, provocan aun sin quererlo un distanciamiento con las generaciones de los padres y la abuela y de cierta forma un conflicto intrafamiliar que, se reitera, logra zanjarse gracias a la tolerancia, espíritu de reconciliación y voluntad de acción. Pero, ¿cómo hacer para preservar la identidad cultural frente al atropello externo? ¿Cómo reconciliar pasado y presente con semejante horror de por medio? ¿Cómo buscar la armonía en medio de caos y desconfianza en un mundo globalizado? Factores visuales como el viento que sopla en la hierba, las campanas al viento, las mariposas en el aire, acuden en auxilio de la fugacidad de la vida, del valorar el aquí y el ahora, de rescatar la soberanía nacional más que la entelequia llamada identidad pues lo que hay es una clara hegemonía mediática y del eufemismo Industria Cultural que sin reparo evoca a Karl Marx: Las ideas dominantes de cada época han sido siempre las ideas de su clase dominante.
En estos dos ciclos de tributo a la vida y obra de A. K. el Cine-Club Al Filo del Tiempo mostró diez de los 30 filmes que, en 50 años de carrera, realizó desde La leyenda del gran judo (1943) hasta Todavía no (1993): con muchos de ellos fue reconocido por lo menos en tres de los mayores festivales de cine como son Venecia, Cannes y Berlín, ayudado, claro, en algunos casos por la ‘desinteresada’ inversión de cineastas y productores gringos como Spielberg y Scorsese, Lucas y Coppola, y el francés Silberman (6). Mientras tanto, seguía haciendo los guiones dibujados de obras como Tras la lluvia y El mar nos miraba hasta que un mal día en el hotel Ishiwara, de Kioto, al que iba de modo habitual y donde escribía un guion, tropezó, cayó y recibió una fractura múltiple que lo tuvo tres años en silla de ruedas hasta su muerte en 1988, es decir, cuando tenía 88 años. Al contrario de muchos, siendo un joven creía que ver cine era muy útil para la educación, algo que marcó el rumbo de su vida.
Cuando se inició en el cine, a los 26, se movió entre el amor y la preocupación por los demás, el teatro de Shakespeare, la literatura de Dostoievski, y el cine de Chaplin, Griffith y Eisenstein: formación en esencia occidental. De todos ellos supo extrapolar lo nodal y lo mejor para de la imitación pasar a la formación integral, aunque estuviese más interesado en la pintura: el cine no le llamaba la atención. Años más tarde, la cosa cambió de forma radical y lo volcó hacia la comprensión/entendimiento mutuos para poder estar inmersos en la ‘era planetaria’ y llegar, en fin, a comprender la función social, política y estética del cine hasta llegar a una vida plena y en paz sobre el planeta: ‘El cine desempeña un papel clave en esa comprensión para superar fronteras; los filmes son la mejor forma de entendernos; mientras entramos en la era planetaria, que requiere una comprensión global, son cada vez más relevantes; la función del cine es cada vez mayor para poder vivir en paz sobre la Tierra’. (7)
Así, lo que sin duda llamaba más su interés era el amor por los semejantes, como queda claro desde la influencia de la literatura rusa, y en especial el ya citado autor de Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El idiota, entre muchas obras más. Justo a raíz de esta última, que adaptó al cine en 1951, dijo algo que recuerda de paso la gravedad que sobre su obra ejerció su hermano Heigo hasta llegar a trascender la virtud humana por vía de la incierta cualidad divina, así como el apartar su mirada de lo que ve: ‘Por mucho que seamos amables, la nuestra es una amabilidad que nos lleva a apartar la mirada cuando vemos, por ejemplo, algo muy miserable. En esos casos Dostoievski mira sin apartar los ojos y sufre con esas personas. En ese sentido tiene, creo, una cualidad casi divina, más que humana’. Takeshi Umehara reconoció en A. K. un artista al que lo movía el amor: ‘Parece amar más a los humanos que cualquier [escritor]. Los personajes de sus obras son practicantes del acto más vivo de amar’.
Para comprobar esta idea basta revisar apartes del cuento El sueño de un hombre divertido en el que, por un lado, Dostoievski señala la aparición de la esclavitud, incluso la esclavitud voluntaria, en la que los débiles se sometían con gusto a los más fuertes para así, entre dos fuerzas desiguales, someter a los más débiles de todos; por otro lado, y para contrastar lo anterior, más adelante el epiléptico escritor ruso, amante del juego para poder conseguir dinero de forma menos ardua que a través del escribir, dada la voracidad de sus editores, ve lo clave de la vida, lo relevante, en amar a los otros como a sí mismo pues creía que eso es lo que importa y eso es todo puesto que nada en absoluto, nada más es necesario y que apenas eso se encuentra, todo se armoniza. Entre tesis y antítesis, no podría obviarse la síntesis, en tanto que la conciencia de la vida sería superior a la vida o que la conciencia de las leyes de la felicidad superaría a esta última: contra dichas ideas debe lucharse y todo se resolvería. (8)
Podría decirse que el culmen de su obra humanística está en Akahige (1965) o Barbarroja, trabajo coral con un protagonista como el médico Akahige, quien trabaja en un centro de salud y dedica su vida a los pobres sin más soporte que el amor por los Otros, así para ello deba dejar atrás su puesto de médico en el Shogunato. Por eso A. K. se pregunta siempre lo mismo como cineasta: ‘¿Por qué los seres humanos no podemos vivir con más armonía, unos con otros, más felices y con las mejores intenciones’? Esto último, como lo diría su amigo Bergman sobre sus padres Henryk y Anna. Vitalidad, dinamismo y compasión se reflejan en las imágenes de su cine, con el amor volcado de muchas formas: vivencial, pasional, ecológica, antropológica, humanística. Rodar una toma con varias cámaras, repetir y ensayar una y otra vez hasta revelar, sin cortes, hondas emociones, todo ya sea por vía del onirismo, del realismo, de la crítica social y política, con una fuerza creadora casi imposible de emular.
En definitiva, Rapsodia en agosto es un filme que presenta/describe una realidad que aterra y pone en pantalla una honda reflexión sobre los desastres, los efectos y la porquería de la guerra, así como posibilita la opción de recuperar la memoria del pueblo nipón por vía de los recuerdos, el juego, la música de sus habitantes, todo lo cual conlleva de suyo reconfortarlos y ayudarles a experimentar el valor de los encuentros, de las visitas mutuas, del compartir sin prejuicios ni reticencias el camino por la vida. Sobre todo el que se ha visto de forma abrupta y sin reparos cortado por la imbecilidad de la guerra, por el oportunismo de los políticos, en fin, por el prurito de fomentar la discordia y no el acuerdo, debido a la voracidad por el dinero y al afán sin explicaciones de dominar a los pueblos y de diezmarlos a como dé lugar, para extender ad infinitum la perversa dialéctica del amo y del esclavo que Hegel forjara en el XIX y que sin quererlo desató el más despiadado exterminio de humanos a plena luz del día.
Todo ello se ha visto en los diez filmes, sobre 30 de su producción total, en estos dos ciclos de tributo al cineasta japonés A. K., quien a lo largo de su vida y obra mostró un interés sin par por el destino de los seres humanos, cargado de valores ancestrales (Nō, Kabuki, Zen, samurais) y matizado con su visión occidental, entre voluntaria e involuntaria (por la invasión gringa), sobre cine, drama, moda. Con su enfoque y abordaje de los temas, recuerda que del pasado sólo hay que aprender porque ya pasó, frente al futuro prepararse ya que aún no ocurre y del presente vivirlo: es lo que hay, toca enfrentar y vencer. Humano de formación marxista que no pretendió jamás conquistar/colonizar la mente de nadie y cuyo legado cultural sembró para que cada espectador tome lo que le interese o rechace lo que no le parezca, en tanto sabía que el proselitismo no cabe ni en la política ni en la religión. Quizás por ello, Bertolucci dijo que los filmes de A. K. y La dolce vita son las cosas que más motivan para hacerte cineasta.
Para concluir, cabe señalar que gracias a su experticia en el arte de narrar y a su estilo cinematográfico basado en la capacidad de confrontar los recuerdos de tres generaciones que buscan recuperar la memoria colectiva, reconciliar las visiones de nacionales y extranjeros Nisei, armonizar las diferencias de criterio frente al mismo horror nuclear, A. K. ofrece en simultánea una cátedra filosófica, antropológica y humanística sobre lo que significa la tolerancia, la convivencia, la paz plena, en un mundo arrojado a los abismos del hiperconsumo, la vanidad, el nihilismo, la moda y la belleza plástica. A través de todos estos temas, se filtra una luz de esperanza que permite seguir confiando en la buena voluntad de las personas para frenar la mala voluntad de los políticos y las élites, obstinados como están en perpetuar su régimen de saciarse a sí mismos y de actuar con la mayor desidia frente a las demandas de los pueblos para ver colmadas las mínimas condiciones de vida, salud y trabajo.
No menos relevante es su afán por transmitir un mensaje antibelicista con decisión y sin ambages mientras intenta excavar y recabar sobre temas tan delicados y con raíces nacionales y universales sobre los que se dicen en silencio las mentiras más graves, mientras a diario se proclaman por doquier los eufemismos menos nobles a fin de incrementar la confusión general. Para llevar la contraria, A. K. prefiere como forma de expresión el tono suave, sin estruendo, todo dicho como de forma indirecta, con sencillas palabras para así ganar en preeminencia frente a la medianía, a la mala fe y a la corrupción, así como al ataque nuclear, a la estulticia de la guerra y a la perversidad de los políticos que quieren hacer copartícipes a los demás sólo de su manido, por engañoso, mensaje. Contra ello apenas cabe la rebelión, la duda y la emisión de un grito revolucionario y fruto de la inconformidad como el que pregonó el Che, sin querer mandar a nadie ni ser mandado: como el más libertario de los anarquistas.
No como se pregona, a través de la horrible voz resiliencia (9), el que todo el mundo sin chistar se resigne a acatar el dictamen mediático equivocado y el mandato del derecho torcido o Lawfare del capitalismo, que nos ha traído hasta instancias inconmensurables, cual si de un ‘efecto/político Rashōmon’ se tratara: como las de hoy, v. gr., en que el voto mayoritario de 146 países hace a Palestina otro miembro de la ONU y, sin embargo, el imperio sionazista y gringo aún lo veta, persigue y asesina sin tregua. Lo que EE.UU ya practicó con Japón, al buscar un pretexto para entrar en la II GM; echándole dos de tres bombas atómicas (la Trinity fue otra); y quemándole 70 ciudades. El resultado: una cifra que manipuló la Historia oficial, ajena a la verdad, a la realidad: sobre tan funesto hecho, A. K. erigió un coloso audiovisual, un filme, una obra de arte, que busca hacer justicia sin alimentar jamás la gaseosa idea de la resignación, con las tres generaciones que de modo callado responden a los ataques nucleares.
A Santiago, tan amante de la rapsodia bohemia como de la poética y musical, sin llegar a la embriaguez.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) https://www.filmaffinity.com/co/film645487.html
(2) https://www.diccionariodedudas.com/etimologia-de-ecologia/
(3) https://etimologia.com/economia/
(4) MURATA, Kiyoko. Dentro del caldero. Hermida Editores, 2024, 100 pp.
(5) https://elpais.com/diario/1992/02/09/cultura/697590005_850215.html
(6) https://rebelion.org/flautista-ciego-metafora-de-la-ceguera-estupidez-e-intolerancia-humanas/
(7) https://www.nippon.com/es/japan-topics/b07225/
(8) DOSTOIEVSKI, Fiódor M. Cajón de cuentos. Panamericana Edit., Bogotá, 2003, 223 pp.: 212-223.
FICHA TÉCNICA: Título original: Hachi-gatsu no kyōshikyoku. En castellano: Rapsodia en agosto. País: Japón. Año: 1991. Gén.: Drama. For.: 35 mm; color; 98 min. Dir.: A. K. Guion: A. K. / Ishirō Honda, según la novela Dentro del caldero (1987), de Kiyoko Murata. Prod.: Hisao Kurosawa / Seikichi Iizumi / Mike Y. Inoue. Son.: Kenichi Benitani. Fot.: T. Saitō / M. Ueda. Mon.: A. K. Int.: Kane (S. Murase); Tadao (H. Igawa); Machino (N. Kayashima); Tami (T. Ôtakara); Shinjiro (M. Isaki); Yoshie (T. Negishi); Tateo (Hidetaka Yoshioka); Noboru (Chōichirō Kawarasaki); Minako (Mieko Suzuki); Nisei Clark (Richard Gere). Prod.: Feature Film Enterprise II / Kurosawa Production Co. / Shochiku Kinema. Dist.: Argentina Video H. / MGM Home E. / Orion Classics. Premios: 15° Premios Academia Japonesa (1991): Mejor Fotografía / Mejor Dir. de Iluminación / Mejor Dir. de Arte / Mejor Sonido. Estreno: 25.may.1991.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento, (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario/cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria La Fábrica de Sueños. E-mail: lucasmusar@yahoo.com
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