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28 enero 2025

Grecia 2015, de la esperanza a la capitulación: lecciones para el futuro


Por Eric Toussaint | 28/01/2025 | Economía
Fuentes: CADTM


Desde 2010, Grecia sufría un duro tratamiento de austeridad impuesto por los acreedores y por los partidos que se alternaban en el poder: el social demócrata PASOK y el conservador Nueva Democracia. Pero el 25 de enero de 2015 se produjo un cambio radical en el panorama político. El Partido Syriza (acrónimo que en griego significa «coalición de la izquierda radical) ganaba las elecciones legislativas, obteniendo 149 escaños de un total de 300. Como no consiguió la mayoría absoluta en el Parlamento griego, Syriza se vio abocado a formar un gobierno de coalición con ANEL (pequeña organización de derecha «soberanista» que anunciaba, como Syriza, que su prioridad era acabar con las políticas de austeridad). El dirigente principal de Syriza, Alexis Tsipras se convirtió así en Primer ministro, y nombró a Yanis Varoufakis, economista de izquierda próximo a su partido, ministro de Finanzas.


Es muy importante que nos tomemos el tiempo necesario para analizar la política establecida por Yanis Varoufakis y el gobierno de Syriza ya que, por primera vez en el siglo XXI, un partido de izquierda radical era elegido en Europa para formar gobierno. Menos de seis meses después, el gobierno se rindió finalmente a las exigencias de los acreedores, renunciando a terminar con la austeridad. Comprender los fracasos y extraer enseñanzas de la manera en que el gobierno de Syriza afrontó los problemas son dos cuestiones primordiales si queremos evitar un nuevo fiasco. En otros países de Europa, aunque la extrema derecha esté en alza en casi todas partes, también podría haber una mayoría del electorado que eligiera un gobierno de fuerzas de izquierda cuya promesa fuera acabar con la larga noche neoliberal y realizar profundos cambios. Podrían producirse explosiones sociales generalizadas que desembocaran en la llegada al gobierno de fuerzas de la izquierda radical. Aunque haya lugares en que la probabilidad de que eso pase sea muy pequeña, es fundamental contar con un programa coherente de medidas: las que debería tomar un gobierno tan fiel al pueblo como lo son actualmente los gobernantes con respecto al gran capital. Pero, además, es imprescindible disponer de una estrategia para afrontar a los enemigos del cambio y de la emancipación.

El año 2015 marcará la historia de Grecia, de Europa y de la izquierda en este primer cuarto del siglo XXI

El año 2015 marcará la historia de Grecia, de Europa y de la izquierda en este primer cuarto del siglo XXI. En este año 2025, en el décimo aniversario de las esperanzas suscitadas por la llegada de la izquierda radical al gobierno en Grecia y la capitulación que siguió, el CADTM publica en su página web capítulo a capítulo el libro Capitulación entre Adultos publicado en 2020. [1] El libro constituye una guía para los lectores y las lectoras que no se contenten con la narración dominante presentada por los grandes medios de comunicación y los gobiernos de la Troika, pero tampoco con la versión dada por el exministro de Finanzas del primer gobierno de Syriza.

Si ustedes todavía no leyeron Comportarse como adultos [2] de Yanis Varoufakis, pídanlo en su librería. Se lee como una novela negra política, hay suspense, giros, traiciones… El enorme interés de este libro reside en que el autor da su versión de unos hechos que influyeron e influyen todavía en la situación internacional, en particular en Europa y también en el resto del mundo, puesto que la decepción provocada por la capitulación del gobierno dirigido por Alexis Tsipras dejó una profunda huella.

En contraposición al relato de Varoufakis, yo indico los acontecimientos de los que él no habla y expreso una opinión diferente a la suya sobre lo que se debería haber hecho, sobre la apreciación de lo que hizo y sobre la estrategia adoptada por el gobierno dirigido por Alexis Tsipras. Mi relato no sustituye al suyo, se lee en paralelo. Para entender mi libro, la lectura de Comportarse como adultos no es indispensable ya que resumo sistemáticamente las opiniones y los hechos importantes presentes en la narración, siendo mi crítica del camino tomado por Varoufakis y el gobierno de Tsipras precisa y argumentada.

Varoufakis se preocupó en comunicar lo que él considera la verdad sobre los hechos que le atañen. Y se arriesgó al hacerlo. Si no hubiera escrito este libro, muchos de ellos importantes seguirían desconocidos. No obstante, Varoufakis seleccionó los que secundaban su opinión y eso me ha llevado a completar el relato para permitir una mejor comprensión de lo que realmente pasó.

¿Por qué Alexis Tsipras nombró, en enero de 2015, a Yanis Varoufakis ministro de Finanzas? Este economista era un electrón libre, sin influencia en Syriza (nunca fue miembro) por lo que Tsipras consideraría que, en caso de necesidad, podría destituirlo sin provocar grandes revuelos en el partido. El perfil de Varoufakis era conveniente para el papel que Tsipras le adjudicaba: un economista universitario brillante, buen comunicador, manejando bien la provocación y la conciliación con una sonrisa, y dominando perfectamente el inglés.

Alexis Tsipras decidió funcionar en petit comité a espaldas de su propio partido, en lugar de poner en práctica la línea política decidida de manera colectiva en el seno de Syriza, y aprobada democráticamente por la población griega. Es evidente que la ausencia de la participación popular, y de mecanismos democráticos en la elaboración de la orientación política que tomó el gobierno de Syriza, iba en contra de la necesidad de hacer un llamamiento a la movilización popular con el fin de poner en marcha el programa político radical con el que había sido elegido.

Contrariamente a la imagen caricatural presentada por los medios de comunicación dominantes y por los gobiernos de los países acreedores, Yanis Varoufakis, como negociador principal, ofreció unas propuestas muy moderadas a la Troika que constituían claramente un retroceso, o que estaban directamente en contradicción, con los compromisos tomados por Syriza y Tsipras durante la campaña electoral de enero de 2015. Varoufakis garantizó a sus interlocutores que el gobierno griego no pedía una reducción del stock de la deuda y que no había cuestionado la legitimidad o legalidad de las acreencias reclamadas a Grecia —cuestión de suma gravedad—. No puso énfasis en el derecho y la voluntad del gobierno griego de realizar una auditoría de la deuda de Grecia.

Yanis Varoufakis afirmó que el gobierno que representaba no modificaría las privatizaciones realizadas desde 2010 y que, además, algunas privatizaciones suplementarias podrían ser perfectamente posibles.

El gobierno de Tsipras y su ministro de Finanzas Yanis Varoufakis propusieron a la Troika enmendar una parte del memorando en curso, prolongándolo y adaptando algunas de las medidas previstas. Yanis Varoufakis había afirmado repetidamente que el 70 % de éstas eran aceptables, que otras, todavía no aplicadas, eran positivas pero que había un 30 % del memorando que debía ser reemplazado por otras medidas que tuvieran un efecto neutro sobre el presupuesto. O sea, unas medidas nuevas, especialmente las que deberían aplicarse para hacer frente a la crisis humanitaria, que no aumentarían el déficit previsto por el gobierno precedente, ya que estarían compensadas por ingresos suplementarios o por reducciones en el gasto de algunos otros sectores.

La cuerda que estrangulaba a Grecia funcionaba como un nudo corredizo: mientras que Grecia reembolsaba varios miles de millones de dólares de deudas entre el mes de febrero y el 30 de junio de 2015, los acreedores no hicieron ningún desembolso de nuevos fondos. Las cajas públicas se vaciaban en beneficio, principalmente, del FMI. Peor aún, el BCE limitó continuamente el acceso de los bancos griegos a la liquidez, obligándolos a pasar por el mecanismo de concesión de liquidez de urgencia que asfixió al gobierno. Eso provocó un clima de incertidumbre y conllevó una retirada masiva de depósitos bancarios, cuyo montante se redujo en 30.000 millones de euros durante el primer trimestre de 2015.

Yanis Varoufakis y el pequeño círculo de Tsipras, al ponerse de acuerdo con la Troika a fines de febrero de 2015 para prolongar el segundo memorando, nunca manifestaron una voluntad de pasar a la acción aunque los acreedores no hicieran concesiones. Y estos últimos despreciaron al gobierno griego. En realidad, el gobierno se rindió dos veces: la primera a fines de febrero de 2015 y la segunda, después del referéndum del 5 de julio del mismo año.

Varoufakis y Tsipras pasaron una gran parte de su tiempo en reuniones interminables en el exterior, en negociaciones en las que ellos hicieron concesiones mientras que la Troika proseguía metódicamente su obra de demolición de la esperanza del pueblo griego. Tsipras y Varoufakis no destinaron ni un poco de su tiempo para acercarse al pueblo griego, para hablar en reuniones en las que la población griega estuviera invitada. No se desplazaron por el país para encontrar a sus electores y electoras, para escuchar sus problemas y explicarles lo que pasaba en las negociaciones, para presentar las medidas que quería emprender el gobierno para luchar contra la crisis humanitaria y relanzar la economía del país.

Tsipras y Varoufakis no abandonaron la ciudadela antidemocrática para comprometerse en una acción activa de apertura hacia los movimientos sociales que resistían a la ofensiva neoliberal, y eso es la esencia de la democracia.

Nunca, ni uno ni otro, hicieron un llamamiento a los pueblos de Europa y del mundo por la solidaridad con el pueblo griego. Eso influyó en la dificultad de desarrollar un poderoso movimiento de solidaridad internacional. El hecho de funcionar en el marco de la diplomacia secreta también alentó a la dirigencia europea a mantener las peores prácticas de chantaje, sin correr el riesgo de que éstas fueran denunciadas. Habría sido necesario romper con esa diplomacia secreta y utilizar a fondo las posibilidades de comunicación provistas por las redes sociales, cosa que tampoco hizo el gobierno griego ni el núcleo dirigente en torno de Tsipras.

Las raras veces en las que Tsipras o Varoufakis hicieron prueba de resistencia frente a los acreedores y a la dirigencia europea, la población griega les expresó su apoyo en las calles, en las encuestas y con ocasión del referéndum del 5 de julio de 2015. Eso muestra perfectamente qué potencial de movilización hubiera habido si Tsipras y Varoufakis hubieran adoptado de manera coherente una línea de rechazo a los ultimátums, si hubieran puesto en práctica la suspensión de pagos y la auditoría de la deuda, y un descuento unilateral de los títulos en manos del BCE, si hubieran establecido un sistema de pagos paralelo, si hubieran ejercido su derecho de voto en los bancos griegos y decretado el control de movimientos de capitales.

Yanis Varoufakis y Alexis Tsipras tienen una grave responsabilidad en el insuficiente desarrollo de una solidaridad masiva y activa con Grecia, sometida al chantaje de los acreedores. Para conseguir una gran movilización ciudadana era necesario hacer un llamamiento, informar para contrarrestar la masiva campaña denigrante y estigmatizante sobre la población griega, y no solamente sobre el gobierno.
De todas maneras, es necesario distinguir entre los comportamientos de Alexis Tsipras y de Yanis Varoufakis: mientras que Tsipras firmó el tercer memorando y lo hizo aprobar por el parlamento griego, Varoufakis se opuso, abandonó el gobierno el 6 de julio de 2015 y, en su calidad de diputado, votó en contra del tercer memorando el 15 de julio de 2015.

Yanis Varoufakis y Alexis Tsipras tienen una grave responsabilidad en el insuficiente desarrollo de una solidaridad masiva y activa con Grecia, sometida al chantaje de los acreedores

Lo fundamental de la crítica de la política seguida por el gobierno griego en 2015 no consiste, en lo esencial, en determinar las responsabilidades respectivas de Tsipras o de Varoufakis como individuos. Nos debemos concentrar en un análisis de la orientación político-económica puesta en práctica con el fin de determinar las causas del fracaso, de determinar lo que se podría haber hecho y extraer enseñanzas sobre las políticas alternativas que un gobierno de izquierda radical puede llevar a cabo en un país de la periferia de la zona euro. Esas enseñanzas tienen, por otra parte, un alcance que supera las fronteras de Europa.

En este libro, en cada momento clave, expongo lo que se podría haber hecho con el fin de ganar. Es un ejercicio arriesgado pero altamente necesario. Por otro lado, yo mismo participé en los acontecimientos que se desarrollaron entre enero y julio de 2015, ya que coordinaba los trabajos de la Comisión para la verdad sobre la deuda griega instituida por la presidenta del Parlamento griego. Viví tres meses en Atenas, entre febrero y julio de 2015 y, en el marco de mi trabajo de coordinador científico de la auditoría de la deuda griega, estuve en relación directa con una serie de miembros del gobierno de Alexis Tsipras. También estuve en contacto permanente con los movimientos sociales y me alojé en Ambelopiki, un barrio popular.

Uno de los objetivos principales del libro es demostrar que en cada etapa crucial del «calvario» que va de febrero a julio de 2015, siempre hubo la posibilidad de optar por una alternativa. Era posible y necesario ponerla en marcha puesto que lo que pasó no era inevitable.

La experiencia prueba que, aunque los movimientos de izquierda puedan llegar al gobierno, no por eso tendrán el poder. La democracia, es decir el ejercicio del poder por parte del pueblo y para el pueblo, requiere muchísimo más. El problema se planteó en Grecia en 2015 con Syriza, al igual que en diciembre de 1998 con la elección a presidente de Hugo Chávez en Venezuela, con la elección de Evo Morales, en 2005, en Bolivia, en Ecuador con la de Rafael Correa en diciembre de 2006, y mucho antes en Chile, en 1970, con la elección de Salvador Allende. [3]

La cuestión se plantea para cualquier movimiento de izquierda que llegue al gobierno en una sociedad capitalista. Cuando esto sucede, no se obtiene el poder real, ya que el poder económico —que pasa por la posesión y el control de los grupos financieros e industriales, de los grandes medios de comunicación privados, del gran comercio, etc.— permanece en manos de la clase capitalista, el 1 % más rico. Esa clase capitalista controla el Estado, el poder judicial, los ministerios de Economía y Finanzas, los bancos centrales, las grandes instancias de decisión… En Grecia, o en España como en Ecuador, en Bolivia, en Venezuela o en Chile, [4] un gobierno determinado a realizar verdaderos cambios estructurales debe entrar en conflicto con el poder económico, para debilitar y luego acabar con el control de la clase capitalista sobre los grandes medios de producción, de servicio, de comunicación y sobre el aparato del Estado.

Tratemos de hacer una comparación histórica. Después de 1789, cuando, gracias a la Revolución, la burguesía tomó el poder político en Francia, resulta que ésta ya tenía el poder económico. Antes de conquistar el poder político, los capitalistas franceses eran los acreedores del rey de Francia y los propietarios de los principales motores del poder económico: los bancos, el comercio, las manufacturas y una parte de las tierras. Después de la conquista del poder político, expulsaron del Estado a los representantes de las antiguas clases dominantes, nobleza y clero, las sometieron o se fusionaron con ellas. El Estado se convirtió en una máquina bien aceitada al servicio de la acumulación de capital y de beneficios.

Si un gobierno popular quiere realmente romper con las políticas de austeridad y de privatización en curso en toda Europa, entrará inmediatamente en conflicto con las poderosas fuerzas conservadoras tanto a nivel nacional como a nivel de la Unión Europea

A diferencia de la clase capitalista, el pueblo no tiene capacidad para tomar el poder económico si no accede al gobierno. La repetición para el pueblo de la progresiva ascensión hacia el poder que realizaron los burgueses en el marco de la sociedad feudal y de la pequeña producción comercial es imposible. El pueblo no acumula riquezas materiales a gran escala, no dirige las empresas industriales, los bancos, el gran comercio y otros servicios. El poder político (y por ende el gobierno) es por lo tanto un instrumento esencial para que el pueblo pueda emprender las transformaciones en el ámbito de la estructura económica y comenzar la construcción de un nuevo tipo de Estado basado en la autogestión. Al dirigir un gobierno, la izquierda tiene acceso a las instancias institucionales, políticas y financieras con el fin de iniciar profundos cambios a favor de la mayoría de la población. La autoorganización del pueblo, su autoactividad en la esfera pública y en los lugares de trabajo son condiciones sine qua non para el conjunto del proceso. Cualquier construcción según un esquema de arriba abajo está condenada al fracaso. La emancipación del pueblo debe ser la obra del propio pueblo.

Para realizar cambios estructurales reales, es fundamental establecer una relación interactiva entre un gobierno de izquierda y la población. Ésta debe reforzar su nivel de autoorganización y construir desde abajo estructuras de control y de poder popular. Esa relación interactiva, dialéctica, puede llegar a ser conflictiva si el gobierno duda en la toma de medidas que reclama la «base». El apoyo del pueblo al cambio prometido y la presión que pueda ejercer son vitales para convencer a un gobierno de izquierda que debe profundizar el proceso de cambios estructurales, que implica una redistribución radical de la riqueza a favor de aquellas y aquellos que la producen. Y es también vital para asegurar la defensa de ese gobierno frente a los acreedores, a los partidarios del antiguo régimen, a los propietarios de los grandes medios de producción, a los gobiernos extranjeros. Para realizar cambios estructurales, se debe acabar con la propiedad capitalista en los sectores claves como las finanzas y la energía, transfiriéndolas al sector público —servicios públicos con control ciudadano— así como apoyando otras formas de propiedad con función social: la pequeña propiedad privada (especialmente en la agricultura, la pequeña industria, el comercio y los servicios), la propiedad cooperativa y la propiedad colectiva basada en una asociación libre. [5]

Si un gobierno popular quiere realmente romper con las políticas de austeridad y de privatización en curso en toda Europa, entrará inmediatamente en conflicto con las poderosas fuerzas conservadoras tanto a nivel nacional como a nivel de la Unión Europea. Solo con afirmar que el gobierno quiere aplicar las medidas deseadas por la población, que rechaza masivamente la austeridad, cualquier fuerza de izquierda encontrará una oposición muy dura por parte de las instancias europeas, de la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea, así como de dirigentes y grandes accionistas de las principales empresas privadas, sin olvidar al FMI.

Incluso autolimitando un programa de cambio, un gobierno de izquierda encontrará una fuerte oposición pues, enfrente, tendrá a las clases pudientes y a las instancias europeas (íntimamente ligadas y solidarias) que quieren llevar aún más lejos el mayor y más formidable ataque, concertado a escala europea, contra los derechos económicos y sociales de la población. Sin olvidar la voluntad de limitar fuertemente el ejercicio de los derechos democráticos.

Es ilusorio pensar que se puede convencer a las autoridades europeas y a la patronal de las grandes empresas (financieras e industriales principalmente) que abandonen el programa neoliberal reforzado desde 2010.

Notas:

[1] Éric Toussaint, Capitulación entre adultos. Grecia 2015: Una alternativa era posible, El Viejo Topo, Barclona, 2020, 304 pp. https://www.cadtm.org/Capitulacion-entre-adultos-Grecia-2015-Una-alternativa-era-posible

[2] Yanis Varoufakis, Comportarse como adultos. Mi batalla contra el establishment europeo, Ediciones Deusto, Barcelona, 2017.

[3] Para la experiencia chilena, consultar Franck Gaudichaud, Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo. Sylone editorial, colección Futuro anterior, Barcelona, 2017.

[4] Cuba pasó por un proceso diferente al de Venezuela, Ecuador, Bolivia o Chile, ya que la izquierda accedió al gobierno como resultado de una lucha armada de varios años, apoyada en su fase final por un enorme levantamiento popular (fines de 1958-primeros días de 1959). Se puede consultar entre otrosa: Fernando Martínez, entrevistado por Éric Toussaint en el libro Le pas suspendu de la révolution, Editions du Cerisier, Mons, Bélgica, 2001. Esta entrevista está disponible en la red: “Cuba de 1959 a 1999 desde una perspectiva histórica” https://www.cadtm.org/Cuba-de-1959-a-1999-desde-una

[5] En los cuatro países andinos citados, y especialmente en Ecuador y Bolivia, también es fundamental apoyar las formas de propiedad tradicionales de los pueblos originarios, generalmente, con un gran porcentaje de propiedad colectiva.

Eric Toussaint, doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.

Fuente: https://www.cadtm.org/Grecia-2015-De-la-esperanza-a-la-capitulacion-Lecciones-para-el-futuro


https://rebelion.org/grecia-2015-de-la-esperanza-a-la-capitulacion-lecciones-para-el-futuro/


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