© Sputnik / Servicio de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia
/ Actualmente hay un gran número de países que hacen esfuerzos por construir un mundo multipolar, entre ellos los territorios latinoamericanos y Rusia. Esto, por un lado, es el resultado de las acciones erráticas de Occidente, que destruyeron por completo la confianza en los principios y normas de la convivencia internacional.
Como resultado, también ha aumentado el número de países que han optado por seguir una política exterior independiente, como Rusia, en contraste con el totalitarismo político del "eje autoritario" global, representado por los países occidentales y liderado por Estados Unidos.
En este contexto, regiones como América Latina, que siempre ha sido víctimas de intervencionismo y golpes de Estado, o bien de la interferencia occidental en sus asuntos internos, saben que ya no pueden sentirse seguras en el estado actual de las cosas.
Hoy, el nivel de confianza de la "mayoría global" en Occidente se ha reducido significativamente debido a las crisis en Europa del Este y Oriente Medio, que han arrojado luz sobre el verdadero rostro "antihumanista" de europeos y estadounidenses.
Al mismo tiempo, bloques militares como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) prometen ampliar su presencia en Asia, aumentando las tensiones con China y dando señales de que están dispuestos a iniciar otra guerra de agresión con el fin de debilitar a un adversario geopolítico.
Ante toda esta locura, América Latina ha preferido establecer alianzas estratégicas extrarregionales con países como China y Rusia que, a diferencia de Occidente, defienden la "democratización de las relaciones internacionales".
Pese a no estar guiadas por la proximidad geográfica o cultural, las relaciones de América Latina con Moscú se reflejan en su afinidad con principios y valores comunes en política exterior.
Esta, de hecho, ha sido una de las principales características de este nuevo orden global, en el que la cooperación interregional funciona como un eje de contestación contra el hegemonismo del "eje autoritario" occidental.
En resumen, este proceso demuestra la oposición de la "mayoría global" por un lado y de Occidente por el otro, que tenderá a fortalecerse en los próximos años.
Aunque, por ahora, el llamado Occidente colectivo mantiene una gran influencia en instituciones clave de la gobernanza global, este dominio se ha ido deteriorando gradualmente con el tiempo. Nuevos centros de poder, como la India y China, por ejemplo, ya cuentan con economías cuyo peso puede equipararse al de las principales potencias occidentales, dando una cara más asiática a la geopolítica del siglo XXI.
Después de todo, la tendencia es que Oriente siga fortaleciéndose mientras que Occidente se debilita cada vez y de manera más evidente, pues ya no es capaz de obtener el apoyo de la opinión pública mundial para sus esfuerzos.
Es en este contexto que la Rusia del presidente Vladímir Putin, además de reivindicar un liderazgo conjunto con el sur global, incluida América Latina, ha trabajado para defender la formación de un mundo multipolar basado en una pluralidad de valores y civilizaciones.
En vista de esto, Occidente ya no es capaz de establecer estándares y dictar reglas de conducta a otros países, especialmente en vista de su apoyo criminal a las hostilidades actualmente en curso en Europa del Este y la Franja de Gaza.
Vemos que, al quedar en manos de Occidente, el orden internacional de los últimos años se ha vuelto esencialmente mucho menos seguro para un gran número de pueblos en todo el mundo; hoy especialmente para los palestinos.
Sin embargo, la actual oposición entre el Occidente colectivo y la "mayoría global", encabezada por Rusia, representa una señal de que las cosas están cambiando, y mucho más rápido de lo que se imaginaba.
En las próximas décadas, por ejemplo, la tendencia es que América Latina participe activamente en la consolidación de un mundo multipolar, en cooperación con importantes centros de poder, como Moscú y Pekín.
Esto se debe a que el papel de las Naciones Unidas (ONU) y otras instituciones internacionales dominadas por Occidente ha demostrado ser ineficaz para detener el sufrimiento humano generalizado proporcionando el entorno ideal para la formación de alianzas estratégicas como las que hay entre Rusia y América Latina.
En cuanto a las relaciones de Moscú con la región, es necesario dar crédito a las ideas del eminente diplomático ruso Evguéni Primakov, ministro de Asuntos Exteriores entre 1996 y 1998, quien alentó a Rusia a lograr sus intereses en política exterior mediante la cooperación con diferentes centros emergentes alrededor del mundo.
En sus visitas a América Latina a lo largo de su carrera, Primakov habló de la construcción de un mundo multipolar, cuando esta realidad todavía parecía muy lejana. Esta interpretación, por lo tanto, resultó ser cierta e hizo que las relaciones bilaterales entre Rusia y América Latina se basaran no en afinidades ideológicas, sino en objetivos comunes de política exterior.
Desde entonces, Rusia siempre ha estado interesada en fortalecer a América Latina como centro de poder independiente en el mundo multipolar, como han defendido en numerosas ocasiones el actual ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y Putin.
América Latina, a su vez, se interesó en la cooperación con Rusia como una forma de contrarrestar el dominio de Estados Unidos en la región.
Moscú y las dirigencias latinoamericanas, en resumen, apoyan un mundo en el que no puedan prevalecer los dictados de una superpotencia aislada y narcisista, sino el respeto al multilateralismo y los intereses legítimos de la llamada "mayoría global".
Finalmente, la reacción a la crisis ucraniana y los recientes ataques de Israel a la Franja de Gaza han demostrado que los países latinoamericanos ya no apoyan las políticas criminales de Occidente en esas regiones del globo.
Por el contrario, hoy América Latina, junto con Rusia, ha condenado las acciones destructivas del "eje autoritario" representado por las élites atlantistas, que intentan a toda costa mantener el control de las riendas del sistema internacional.
Sin embargo, lograrlo ya no es posible, pues el mundo unipolar de la década de 1990 ya se ha desmoronado de una vez por todas. El momento ahora es diferente. Ha llegado el tiempo, como lo demuestran las relaciones entre Rusia y América Latina, de construir un mundo más justo, más humano y multipolar.
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