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16 diciembre 2018

El movimiento estudiantil se rebela



Resumen Latinoamericano / 16 de diciembre de 2018 / Laurent Ripart, Viento Sur
Desde principios de mes, los institutos y universidades en Francia asisten a una movilización que permite esperar que un importante movimiento juvenil se instale en la escena francesa. Esta retorno de las luchas estudiantiles en Francia es el testimonio de una nueva resistencia frente a las contra-reformas neoliberales y se da en el contexto del movimiento de los chalecos amarillos. Una expresión del rechazo de las clases populares a pagar los costos de una política orientada totalmente a beneficiar a los más ricos.
Hijos e hijas de los chalecos amarillos
Desde el inicio, la movilización de estudiantil ha estado estrechamente vinculada al movimiento de los chalecos amarillos. Comenzó el 19 de noviembre, el lunes siguiente a la primera movilización de los chalecos amarillos, cuando estudiantes de provincias comenzaron a realizar huelgas en solidaridad con su movilización. A partir de ahí, el movimiento, que se fue extendiendo poco a poco, adquirió una dimensión nacional el 3 de diciembre, dos días después de la manifestación insurreccional de los chalecos amarillos del 1 de diciembre.
Desde entonces se ha extendido como una mancha de aceite: el 7 de diciembre 470 institutos estaban bloqueados, lo que constituye un nivel de movilización importante en un país con 2500 institutos públicos, si bien la proximidad de las vacaciones navideñas hace que entre en una dinámica decreciente, aún conservando un potencial de movilización real.
La similitud de este movimiento con el de los chalecos amarillos es mayor aún en la medida que, de entrada y por encima de todo, constituye una respuesta de los sectores populares a la política neoliberal que E. Macron ha puesto en pie tanto en el sistema educativo como en el resto de sectores. El gobierno hizo pasar en el Parlamento una reforma de la escuela secundaria que el certificado del bachillerato como título de referencia nacional, para establecer un nuevo marco liberal que permitirá modular las exigencias [del sistema] y la formación en función de los medios y la realidad de los centros. La juventud de origen popular ha comprendido bien que esta desregulación constituye una palanca para acentuar aún un poco más las ya muy pronunciadas desigualdades entre las escuelas secundarias burgueses del centro de las ciudades y los centros de los barrios populares.
Una situación que adquiere un carácter aún más injusto en la medida que se combina con la reciente puesta en cuestión del derecho de quienes obtienen el certificado del bachillerato a entrar a la Universidad [hasta ahora era el único requisito académico]. En efecto, el año pasado el gobierno impuso el programa Parcoursup que establece un numerus clausus por capacitación y selecciona a las y los estudiantes admitidos a la universidad en función de sus resultados, de los estudios realizados [materia] y de los centros en los que se han cursado. Esta política está dirigida contra clases populares que ven que la puerta de la Universidad se les cierra delante de las narices.
Este rechazo a la selección se ha combinado también con la voluntad de resistir a los nuevos recortes presupuestarios, que afectan de lleno a la Educación Nacional, donde se anuncia la supresión de 2650 puestos de enseñante en la escuela secundaria para el próximo año. En este tema también, las y los estudiantes de los barrios populares han comprendido bien que sus centros serían los primeros afectados por la medida, porque el ministro de Educación nacional, Jean-Michjel Blanquer, planteó la necesidad de poner en cuestión las “zonas prioritarias de educación”, [una política] que permitía a los barrios más desfavorecidos disponer un marco educativo algo menos degradado que la media. De ese modo la política gubernamental de condenar a la juventud de los barrios populares a una enseñanza degradada, sin perspectiva de acceder a los estudios superiores, se ha mostrado con toda su crudeza.
Al expresar el rechazo de la juventud popular a ver sacrificado su futuro por las políticas neoliberales en provecho de los más ricos, el movimiento estudiantil en secundaria constituye la variante juvenil del movimiento de los chalecos amarillos; hasta el punto que numerosos periodistas hablan del movimientos de las “hijas e hijos de los chalecos amarillos”. Sociológicamente hablando, este movimiento en la enseñanza secundaria tiene una tonalidad muy popular, similar a la de los chalecos amarillos. Si bien habitualmente la lucha estudiantil en secundaria la impulsaban las y los estudiantes del centro de la ciudad, en esta ocasión diferentes estudios indican que en este movimiento el rol central corresponde, por mucho, a los barrios populares.
Un movimiento reprimido que intenta construirse
Este carácter popular del movimiento ha tenido consecuencias en la forma de organizarse. Hoy en día un tanto raquíticos, los sindicatos estudiantiles tradicionales en la enseñanza secundaria (UNL y FIDL,1) no han jugado, por así decirlo, ningún papel central, y ninguna organización juvenil ha sido capaz de pesar realmente en el mismo. El movimiento emergió de forma espontánea, lo que por otro lado se ha traducido en enormes dificultades y en la ausencia de una verdadera estructura de coordinación. Por ello, la auto-organización del movimiento ha sido limitada al no poder ponerse en pie ninguna estructura de coordinación regional o nacional que permita la coagulación del movimiento en torno a jornadas de acción fuertes y decididas colectivamente.
Por otra parte, en muchos sitios, las manifestaciones estudiantiles han adquirido un carácter casi insurreccional, con estudiantes que atacaban todo lo que podía simbolizar al Estado y no dudaban en enfrentarse a la policía. Esta estrategia, que por otra parte no favorece la autoorganización, ha generado grandes divisiones en su seno entre quienes desearían emprender una estrategia de confrontación y quienes, a menudo de origen social más elevado, desearían dar un carácter estrictamente pacífico al movimiento.
Como es evidente, el Estado ha intentado sacar provecho de esta situación denunciando a las y los alborotadores y organizando una represión caracterizada por una violencia hasta ahora nunca vista. Siguiendo las órdenes del ministerio del interior, la policía ha intervenido con una brutalidad enorme, provocando enfrentamientos continuos con las y los estudiantes. Han sido detenidos varios miles de jóvenes y cientos de ellos presentados ante el juez que, a menudo, los ha condenado a pesar de la falta de pruebas serias. Se han utilizado medios de una brutalidad inaceptable a escala masiva, gaseando y aporreando a decenas de miles de adolescentes. Y, lo que es más grave aún, la policía ha disparado repetidamente pelotas de goma contra los estudiantes de secundaria. A veces apuntando directamente a la cabeza, lo que ha conducido a situaciones dramáticas: una decena de jóvenes han perdido un ojo o han quedado con la cara desfigurada.
La imagen de la detención de 151 jóvenes en Mantes-la-Jolie (región parisina) obligados por la policía a permanecer de rodillas, con las manos cogidas tras la cabeza, como en las peores escenas de las dictaduras militares, ha simbolizado la violencia de la represión desarrollada por el gobierno Macron. Las protestas contra esta actuación policial han sido numerosas y la juventud ha tomado el hábito, en las manifestaciones, de arrodillarse frente a la policía con las manos tras la cabeza, gritando “queremos facultades, no porras”.
El detonante en la universidad: los derechos de inscripción para estudiantes extranjeros
Sin embargo, el movimiento de chalecos amarillos ha tenido un escaso eco en las Universidades; sin duda, debido a la subrepresentación de las clases populares en el medio universitario. Seguramente, si el primer ministro, Edouard Philippe no hubiese anunciando el 19 de noviembre, sólo dos días tras el inicio del movimiento de los chalecos amarillos, que a partir de ahora las y los estudiantes extranjeros deberán pagar los gastos de matrícula más caros, la juventud universitaria no se hubiera movilizado. Este anuncio hizo saltar el polvorín. En efecto, el primer ministro anunció, sin ningún tipo de diálogo social, que los estudiantes extranjeros deberán pagar 2770 euros por la matrícula, cuando la tarifa actual es de 170€, y 3770 euros por un master de un año, cuando el costo actual es de 243€. Y aun cuando el texto oficial ni siquiera estaba redactado, la medida fue comunicada a los servicios consulares franceses.
La comunidad universitaria vivió este incremente como una verdadera provocación. El sobrecosto impuesto a las y los estudiantes extranjeros se percibió como una discriminación xenófoba, incluso racista, porque los estudiantes de la UE, Suiza y Canadá fueron exonerados de estas disposiciones, orientado fundamentalmente a los países del Sur. Esta medida también inquietó a todos los responsables universitarios que comprendieron que con ella sus laboratorios no podrían reclutar a numerosos estudiantes extranjeros en master y en doctorado que constituyen una mano de obra absolutamente fundamental para el desarrollo de la investigación francesa. Incluso los sectores económicos se inquietaron de los efectos de esta medida, porque la presencia en el extranjero de estudiantes formados en Francia es un activo importante para la conquista de mercados extranjeros por parte de las empresas francesas.
En los días siguientes al anuncio realizado por el primer ministro, los consejos universitarios, los laboratorios y las escuelas doctorales votaron masivamente en todas las universidades francesas mociones exigiendo la abrogación de la medida. Incluso la Conferencia de presidentes de universidad, que es una institución de lo más servil y muy integrada en las políticas neoliberales, exigió que el gobierno diera marcha atrás en esta medida que arruina todos los esfuerzos realizados por las universidades francesas para atraer a estudiantes extranjeros.
Muchos estudiantes, cuyas condiciones de vida no dejan de deteriorarse y apenas logran financiar sus estudios, percibieron este incremento de la matrícula como un globo sonda que anunciaba un próximo aumento de las matrículas para todo el estudiantado. La Cámara de cuentas se encargo de dar credibilidad a esta interpretación al publicar el 21 de noviembre, sólo dos días después del anuncio, un informe a favor de un fuerte incremento de las matrículas para todo el estudiantado. Esta ofensiva neoliberal también vino acompañada por la publicación el Le Monde de una tribuna firmada por Alain Trannoy, un economista neoliberal próximo a E. Macron, abogando por un aumento moderado de las matrículas, considerando que “de 3000 a 5000 euros por año estudiado podría ser una cantidad aceptable” (Le Monde, 12/11/2018).
La movilización en la universidad
Estas provocaciones neoliberales llevaron a una fuerte movilización estudiantil, a veces con Asambleas generales muy concurridas, como en Nanterre en la que se reunieron 3000 estudiantes.
De todos modos, el calendario no permite que el movimiento puede extenderse por el momento, porque ya han concluido los cursos del primer semestre en la mayoría de las universidades francesa y no se retomarán los cursos hasta mediados de enero. En cualquier caso parece evidente que las universidades francesas caminan hacia una gran movilización, lo que comienza a inquietar seriamente al gobierno.
El ministerio de enseñanza superior, por su parte, sin querer dar marcha atrás en el reforma, trata de quitarle hierro abriendo la posibilidad de que los presidentes de Universidad puedan exonerar a los estudiantes extranjeros del pago de la matrícula… si bien, proponiéndoles que financien la medida con su propio presupuesto, lo que se ha percibido como una provocación añadida.
Así pues, el aumento de la matrícula para las y los estudiantes extranjeros ha hecho salir de su letargo al movimiento estudiantil universitario, lo que ha permitido poner sobre la mesa otras muchas demandas.
La comunidad universitaria vivió mal que en 2017 se implantara una selección en el primer curso y la primavera de 2018 estuvo marcada por una fuerte movilización, con ocupaciones prolongadas de las Universidades, lo que permitió poner en pie equipos militantes en todas partes. Por otra parte, en julio de 2018, la publicación de una nuevo decreto sobre licenciatura, que va en la línea de una nueva desregulación de los diplomas, y el anuncio de nuevas medidas de austeridad, que este año se han traducido en la supresión del 20% de los puestos del Centro Nacional de Investigación Científica, han tensionado mucho la situación.
En todos los centros el personal y el estudiantado redactan sus “cuadernos de quejas” (cahiers des doléances), siguiendo la tradición abierta por la Revolución francesa de 1789, en los que denuncian la selección y el aumentos de las matrículas y también la desregulación neoliberal de las licenciaturas y las políticas de austeridad. Si el gobierno no retrocede, parece que se reúnen todas las condiciones para que las y los estudiantes se sumen en enero al movimiento de la enseñanza secundaria, que parece tener suficiente potencial para volver a movilizarse.
Esta situación abre grandes perspectivas al movimiento social francés, que ha sufrido mucho la ausencia de movilizaciones juveniles importantes desde el gran movimiento contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) en 2006. Tras un período de más de 10 años marcados por un retroceso de movilizaciones juveniles, 2019 podría ser el año de la renovación de la lucha de clases en el seno de la juventud escolarizada, lo que en la sociedad francesa siempre ha sido un elemento anunciador de un rearme del movimiento social en su conjunto.
Laurent Ripart, profesor de la Univesidad Savoi-Mont-Blanc, militante del NPA


  1. UNL: Unión Nacional de estudiantes de secundaria; FIDL: Federación independiente y democrática de estudiantes



http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/12/16/francia-el-movimiento-estudiantil-se-rebela/



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